sábado, marzo 24, 2007

La Ruta de los Castillos Cátaros

(Artículo publicado en el número 14 de la revista Pedalier)

Al fondo, el Castillo de Montségur
Todo acabó en el Castillo de Montsegur. En el año 1244, y después de un asedio de 10 meses, más de 220 cátaros fueron quemados en la hoguera tras una huída desesperada de las cruzadas y de la Inquisición. Montségur fue el principio del fin, pero también fue el principio de nuestras inquietudes por el catarismo. El halo de misterio que rodeaba el Castillo de Montségur no permitía alejar demasiado nuestros pensamientos de ahí…

De hecho hacía tiempo que nos rondaba por la cabeza hacer una ruta por el sur de Francia conquistando Montségur y el resto de los castillos cátaros. Una vez delante del mapa, las opciones se multiplicaban y las etapas se encadenaban. La zona da mucho de sí. Pero también permite un recorrido muy completo en apenas dos etapas Así que, ¿por qué dejar para mañana lo que puedas hacer hoy?

Elegimos una zona equidistante entre Montségur y Queribus-Peyrepertouse, como es la zona de Quillan. Desde ahí podríamos atacar las dos zonas, con un kilometraje asequible y además, visitando otras atracciones naturales como son las Gorges de Galamus y el col de Saint Louis.

Castillo de Puilaurens
El primer objetivo de la primera etapa era el Castillo de Puilaurens, cuya vista desde Lapradelle, el pueblo que queda en la carretera D117, es imponente. La subida al castillo, que se eleva a 697 metros, son 3,5 km a una media del 5%, pero en dos fases muy diferenciadas. La primera muy suave, bordeando la montaña, y la segunda se empina de verdad en claro ascenso hacia la zona de aparcamiento, desde donde (previo pago de 3,5 Euros) se puede subir al castillo en aproximadamente media hora de caminata. Pero el día es muy largo y no nos permitirá visitar los castillos por dentro, simplemente dejará que nos impresionen desde fuera.

A continuación regresamos a la D117 y llegamos a Caudies en Fenouillédes. En lugar de seguir recto hacia Maury nos desviamos a la izquierda hacia St. Louis, por una carretera que posteriormente nos llevará a Bugarach y a Cubiéres-s-Cinoble, donde podremos visitar las Gorges de Galamus. La subida a Col de St. Louis es muy dura al inicio pero sus números no impresionan: 6 kilómetros al 6,2%. Lo mejor del puerto es un curioso “nudo de corbata” que supone un giro de 270º, el paso sobre un puente y que ofrece un mirador espectacular sobre la primera parte de la subida.

Una vez coronado vamos viendo una mole montañosa imponente delante nuestro con unas curiosas formas: es el Pech de Bugarach, pico al que se accede desde el Col du Linas (667 metros), por donde también pasaremos antes de uno de los momentos más esperados del día.

Les Gorges de Galamus
Estábamos deseando llegar a las Gorges de Galamus, y la verdad que no nos defraudaron. Un desfiladero impesionante, con una carretera escarbada en la montaña que no permite el paso de vehículos con una altura superior a la convencional ni, por supuesto, el paso de dos vehículos en paralelo. El desnivel sobre el río es difícil de calcular, pero no me soprendería que llegara a más de 70 metros…

Una vez pasado el desfiladero y tras hacer todas las fotos posibles, nos dirigimos en claro descenso hacia St. Paul de Fenoulliedes. Desde allí, hacia Maury, donde las indicaciones clarísimas de País Cátaro, nos llevan hacia los castillos de Queribus y Peyrepertouse, muy próximos entre sí.

El Castillo de Queribus es muy visible, a lo lejos, desde la carretera D-117. Perfectamente mimetizado con el entorno y en lo alto de un peñón, a 730 metros de altitud, no sorprende que fuera un punto estratégico de defensa y control de la zona. Es el punto de referencia durante toda la subida. Queribus era frontera entre los reinos de Francia y de Aragón.

Un cartel a falta de dos kilómetros nos dirige por una pista que llevará hasta la base del castillo. En ese punto, un inquietante cartel del 17% nos advierte de las características de esa pista asfaltada. Y es que esos dos kilómetros son realmente exigentes.

Una vez de regreso a la carretera nos dirigimos hacia posiblemente el castillo más bello de todos: Peyrepertouse, que bien pronto podemos divisar en la lejanía. Impresionante por su magnitud (se trata nada menos que de un castillo de 300 metros de longitud!!), pero también por su integración en la montaña: da la sensación que sus murallas nacen de las rocas, e incluso visto desde lejos cuesta dintinguir el propio castillo, que parece que se extienda por toda la cresta de la montaña.

Peyrepertouse es un castillo que perteneció a los Condes de Besalú y a los Condes de Barcelona, antes de ser posesión francesa, tras la huída de los cátaros en 1240.

Las vistas desde la subida son preciosas, del propio castillo y en especial del castillo de Queribus, que acabamos de abandonar, e incluso es posible ver el mar en un día claro. Durante la ascensión (de 4,7 kilómetros con un desnivel de casi 400 metros) empezamos a notar la dureza y el paso de los kilómetros; sin embargo una vez arriba nos reconfortan los saludos de ánimo de varios caminantes “Bravo!”, “Bon courage!” Se agracede ese calor y uno al final piensa que menos mal que por lo menos en el país del Tour los ciclistas no estamos tan desprestigiados como al otro lado de los Pirineos…

Una vez coronado Peyrepertouse todavía no hemos conseguido realizar todos los objetivos del día. Nuestra idea era regresar por Soulatge, Auriac, Col du Paradis, el Castillo Cátaro de Arques, Couiza y Quillan de nuevo, pero el cambio horario destroza nuestros planes y la oscuridad se nos va echando encima. Decidimos regresar de nuevo por la Gorges de Galamus, pero esta vez de una manera muy diferente a como las cruzamos por la mañana. Vamos a toda máquina, sin cruzar palabra, trazando las curvas como en carrera, en esa estrecha pista… Hay que llegar con luz como sea, pero tras un par de sustos desistimos y llegamos al hotel en taxi, ahorrándonos 20 kilómetros.

El recorrido completo, durísimo, es de 147 km con 3 puertos, tres castillos, las Gorges de Galamus dos veces... y 2365 metros de desnivel. Un día bien aprovechado, sí señor.

La segunda etapa tenía dos posibilidades, tirar hacia el Plateau de Sault y subir directamente al castillo de Puivert, y luego hacia Montségur, o bien “complicarnos la vida” yendo a buscar la gorges de Joucou y el col de la Croix des Morts. Finalmente nos decidimos por la versión corta y subir directamente Puivert. Ya tuvimos bastantes sustos el día anterior.

Castillo de Puivert
Puivert era del castillo más festivo de todos. Parece ser que se trataba del punto de encuentro de músicos y juglares y donde se celebraban torneos y competiciones entre caballeros. Una pista en muy mal estado, pero muy corta, llega hasta la base del castillo. De hecho fue el único castillo al que llegamos hasta la misma puerta, donde se observan sus 35 metros de altura y sus 6 torres. Su acceso es muy fácil y se entiende que su misión no fuera estrictamente la de vigilancia. No sigue el patrón de los castillos que visitamos el día anterior, verdaderos nidos de águila en la cima de escarpadas montañas.

Una vez solventado el inevitable pinchazo al que obliga la infame pista que lleva a Puivert, nos dirigimos al último y definitivo objetivo: el Castillo de Montségur. De las diversas posibles vertientes, escogimos para ascender la de Belesta, más exigente y que pasa por el mismo pueblo de Montségur, en lugar de subir por la más conocida y transitada vertiente de Lavelanet. El castillo se divisa a lo lejos en lo alto de la montaña llamada “Pog”. A lo largo de la ascensión, bordeando la montaña, uno piensa por dónde se podrá acceder allá arriba, puesto que la fortaleza es visible desde cualquier punto de vista.

Subiendo por Belesta, y Fougax-et-Barrineuf diversas zonas con curvas de herradura nos hacen ganar altura con facilidad. Al paso por el pueblo de Montségur el castillo parece más cercano, pero todavía faltan un par de kilómetros, de los 12 que hay en total.
La carretera termina en el parking, a 1059 metros. Desde ahí, unicamente se puede acceder al castillo por un camino escarpado hasta llegar a los 1207 metros.

El misterio que rodea el castillo de Montségur incluye el tesoro de los cátaros (se dice que estaba dotado de innumerables riquezas e incluso el Santo Grial), que al parecer pudo ser rescatado antes de ma masacre y escondido en una gruta. También forma parte del misterio la extraña alineación que los rayos del sol forman el día del solsticio de verano, motivo por el cual se dice que pudo ser un templo solar.

Lamentablemente no podemos subir a visitar el castillo, y disfrutar de la espléndida panorámica que seguro desde allí se divisa. El tiempo apremia y tampoco hay lugar donde dejar las bicis! Tenemos buena excusa para regresar en otra ocasión, quizás con más tiempo para terminar de conocer los detalles de un pasado lleno de aventuras y leyendas.

En el descenso hacia Lavelanet, observamos una pequeña lápida que homenajea al ciclista Jojo Fernández, que perdió la vida (“dejó de vivir su pasión” según reza la lápida) en ese lugar en el año 2002. Emocionante y sobrecogedor. Un final de trayecto acorde con una excursión que en la que los escalofríos están a la orden del día.

Todo esto y mucho más a únicamente dos horas y media de Barcelona, o a cuatro de Donosti. Y además, una zona que podemos visitar prácticamente todo el año (nosoros lo hicimos en el mes de noviembre).
¿Quién puede ofrecer más estando tan cerca?