domingo, noviembre 09, 2008

Puy de Dôme, el final de un mito


El Puy de Dôme es un lugar extraordinario. Es el emblema de Auvernia, la región francesa al norte del Macizo Central que tiene los volcanes como seña identitaria. Se trata del único volcán accesible por carretera. Por eso, entre otras cosas, el Puy de Dôme es el primer destino turístico regional, con más de 435.000 vistantes al año.


En su cima, a 1.465 metros, no hay grandes instalaciones. Los alicientes son los caminos por lo que pasear, que permiten unas vistas fantásticas sobre Clermont Ferrand y todos los conos volcánicos próximos. Encontramos arriba el Centro de Información-tienda de souvenirs, el Restaurante-Brasería, la estación meteorológica, el viejo templo romano de Mercurio y la gran antena-repetidor de televisión, visible en muchos kilómetros a la redonda.


El Puy de Dòme es accesible también por pista (por el “chemin des muletiers”) desde la cima del vecino col de Ceyssat y es por tanto, un lugar donde la práctica del senderismo es muy recomendable. También es un lugar donde la práctica del parapente es muy habitual. Y sin embargo, la relación de esta montaña con la bicicleta es un contrasentido.



Por un lado fue una montaña muy vinculada al ciclismo desde que en 1952 el Tour de Francia se acercó por primera vez, con la victoria de Fausto Coppi y el segundo lugar de un desconocido Jan Nolten (que ha quedado inmortalizado en una placa en la cima de la montaña). Luego regresó en 1959 para ver el triunfo de Federico Martín Bahamontes. Vivió en sus laderas uno de los duelos más espectaculares de la historia del ciclismo en el Tour de 1964 entre Poulidor y Anquetil, el día que la victoria de Julio Jiménez quedó en segundo plano. En el año 1975 fue testigo del principio del ocaso de Merckx, cuando un desalmado le atizó un puñetazo en el hígado en pleno esfuerzo. Una montaña que ayudó a revivir al ciclismo español en el famoso Tour de 1983, cuando Angel Arroyo y Perico Delgado acabaron primero y segundo en una cronoescalada infernal. Hasta trece veces llegó el Tour al Puy de Dome, desde 1952 hasta 1988, el Tour de Perico.


Sin embargo, y ahí está el contrasentido, se trata también de la montaña que tiene normalmente prohibida la circulación de bicicletas. Unicamente permite el paso de ciclistas los miércoles y domingos de 7,00 a 9,00 horas, descenso incluido. El control es estricto, puesto que la carretera es de peaje para los automovilistas. No hay otra montaña que restrinja su acceso de esa manera a los ciclistas.


Hoy, la noticia es que la carretera que lleva hasta la cima del Puy de Dôme dejará de existir en un futuro cercano. El año 2012 un tren cremallera llevará desde Clermont Ferrand hasta la cima del Puy de Dome por el trazado de la actual carretera.


La primera vez que leí el rumor en una página web me quedé frío. Pensé que cómo era posible que se pudiera permitir la desaparición de una carretera que forma parte de la historia del ciclismo.


Resistiéndome a creerlo, por un momento pensé en el cremallera de la montaña de Montserrat, que convive perfectamente con la carretera, plagada de autocares cada domingo. Por qué no podría adoptarse una solución así.


Pero el rumor se convirtió en realidad. Los folletos que se reparten en el centro de información situado en la cima no dejan lugar a duda. “A partir de 2012 los visitantes del Puy de Dome y los turistas accederan a la cima en un tren cremallera. Este tren panorámico permitirá acceder a la cima todo el año, con total seguridad, sean cuales sean las condiciones climatológicas. Silencioso y ecológico, produce la mitad de la energía que consume. Primer cremallera construido en Francia después de un siglo, el tren del Puy de Dome será el primer ejemplo de sustitución total de un acceso rodado por un transporte ferroviario”.

Nunca me había planteado cómo muere un puerto de montaña mítico. Imaginaba un desprendimiento, o el simple abandono y degradación del asfalto de una carretera. Pero no lo imaginaba así.


El último sábado de Mayo tuve la fortuna de participar en una marcha cicloturista llamada Tour de Sancy que parte de Clermont Ferrand y termina en la cima del Puy de Dome. En parte fui sabedor del futuro que esperaba a la carretera. A la llegada, la dureza de la subida no me permitió indagar demasiado sobre la montaña, como pretendía. Más bien era el doctor el que me preguntaba sobre mi estado al verme tendido en el suelo, y luego en la ambulancia. Terrible, durísimo, el volcán hizo honor a su leyenda.


Poco después, Luciano, el delegado de Les cyclotouristes Montferrandais (club organizador de la marcha), nos confirmó lo que ya sabíamos: que probablemente haya sido la última edición de la marcha cicloturista (se celebraba cada 2 años) y nos animó a que enviáramos al presidente de su club una carta con el mayor número de adhesiones posible, para hacerla llegar a su vez al Conseil General Puy de Dome y así intentar evitar la desaparición del asfalto.


Muy bien, probablemente lo haremos, aunque si la Societé del Tour de Francia o la Federación Francesa de Ciclismo no han conseguido (¿lo han intentado?) salvar la carretera, no sé qué podremos lograr nosotros. Desde luego, en los foros de Internet, si se cuestiona la decisión no es por motivos de romanticismo ciclista sino por cuestiones económicas y la enorme inversión que este cambio supondrá.

Al día siguiente de la marcha, visitando con tranquilidad el paraje y en concreto la tienda de souvernirs, descubrí algo sobre la historia de la montaña que hizo acabar con toda esperanza de que la carretera se salvara, y es que el ferrocarril no robará el trazado a la carretera, sino que fue la carretera quien tomó prestado ese trazado durante un tiempo.



El cremallera del Puy de Dôme funcionó desde 1907 hasta 1926. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en pleno auge de los “chemins de fer” suizos y franceses, se construyeron los primeros trenes-cremallera, como el del Monte Righi en 1871, el de Mont Revard en 1892, o el de Mar de Glace, al pie del Mont Blanc, en 1904. Y entre los primeros que se inauguraron estaba también “le train du Puy de Dome”, inaugurado en 1907. Pero su vida fue corta. Por problemas de explotación, y el auge de los automóviles, en 1926 el lecho del tren se convirtió en carretera asfaltada.



El origen de la carretera explica la pendiente constante (4,5 km al 12,5%) y el trazado sin curvas de herradura que simplemente va rodeando la montaña hasta alcanzar la base de la antena.


La rabia y la pena inicial se han ido convirtiendo en calma e incluso comprensión. Puede que no sean tan malas noticias. La carretera trae las bicicletas, pero también los coches, los autocares, el CO2, la degradación y la contaminación (incluso acústica). Sin duda, el tren cremallera permitirá una mejor conservación de la montaña, su flora y su fauna.


No en vano, a principios de 2008 el Puy de Dome fue catalogado como Grand Site de France, una etiqueta que unicamente tienen 32 lugares en todo el país, que se caracterizan por su tratarse de sitios espectaculares cuya fragilidad frente a la degradación se considera un problema y su conservación se ha convertido en objetivo prioritario. Por eso la etiqueta de Grand Site obliga a una serie de medidas que garanticen el respeto ambiental. No sólo eso, sino que también se llevan a cabo trabajos de rehabilitación y restauración paisajística.


La carretera desaparecerá, pero la montaña sobrevivirá. Ahí sólo permanecerá como recuerdo ciclista la placa que la asociación de amigos de Jan Nolten le dedicó con el resultado de la etapa del Tour de 1952.


Si alguno de vosotros pretendía subir el Puy de Dome en bicicleta, que no lo deje para más adelante. Probablemente sea demasiado tarde. Yo ya puedo decir que un día lo subí. Aunque si no lo puedo subir en bicicleta es muy probable que no vuelva.


Adiós Puy de Dome, adiós.