lunes, julio 29, 2013

El Pic du Midi y sus hermanos pequeños


Algo que empezó como una quedada entre amigos para hacer unos cuantos puertos pendientes pudo haber acabado en una de las cosas más bonitas que haya hecho sobre la bici. Al final no resultó, pero igual que un viaje no dura sólo el tiempo que estás fuera de casa, un proyecto como éste no consiste sólo en realizarlo sino también en proyectarlo, ilusionarse y marcarlo como reto. Es la subida al Pic du Midi via Tourmalet, un reto magnífico, bellísimo y que vale la pena mantener en la nevera hasta que todo cuadre para poder llevarlo acabó con éxito.

Como digo todo empezó con la propuesta de Angel para hacer un etapón en el Pirineo con nada menos que 3 cromitos que me faltaban en la colección: Hautacam, Cauterets-Pont d’Espagne y Spandelles. Había que hacerlo sí o sí.

Pero la verdad es que con mi estado de forma una etapa con esas tres subidas (además de Soulor), se me antojaba una etapa demasiado ambiciosa para terminarla de forma decorosa, con lo que decidí anticipar mi viaje a Argeles Gazost para adelantar trabajo y subir Hautacam. Eso sí, aproveché el viaje para hacerlo por Ainsa y Tunel del Bielsa, de manera que pude acercarme a Beyrede, donde nace otro puerto, bastante desconocido y a tramos muy duro que se llama como el pueblo de la base, Col de Beyrede. Es una subida paralela a Aspin y Hourquette d’Ancizan, que permite pasar del valle del Neste al valle de Campan. “El desconocido” como titulaba un artículo del Miroir de Cyclisme de los años 80, artículo que me hizo descubrir este pequeño coloso.

Una vez coronado Beyrede, vuelta al coche y camino a Argeles azost para conquistar Hautacam, una subida de 17 km muy conocida por el paso del Tour de Francia, en especial los años 1992 con victoria de Luc Leblanc por delante de un Indurain siempre generoso, y el año 1996 con Bjarne Riis subiendo a plato, Mr. 60% ridiculizando a sus rivales en un Tour que éramos tan ingenuos que pensábamos que Indurain iba a remontar y ganar su sexto Tour consecutivo. En fin, una subida bastante dura, pero asequible si se sube “a balón parado”.

El día siguiente, sábado, era el día D para intentar el ataque al Pic du Midi. Me había llevado las dos bicis, y lógicamente el intento lo iba a hacer con la BTT. Era la primera vez que iba a subir el Tourmalet por Luz St Sauveur y Bareges, con lo que tenía varios alicientes para ese día, entre ellos también descubrir la “Via Fignon”, trazado clásico del Tourmalet pero que con la reciente abertura de una nueva carretera más amplia, se ha quedado para uso exclusivo de ciclistas en dirección subida. Además, las recientes inundaciones en Bareges había provocado el cierre de la carretera y sólo unos pocos días antes la carretera había sido abierta de nuevo.

Total, que subir Tourmalet con ruedas gordas hace que el tiempo empleado en su ascensión sea muy superior al habitual. Muchos ciclistas me pasan, todos ellos vascos o españoles, mientras atravesamos las múltiples zonas que se han visto afectadas por las inundaciones.

Cuando corono el Tourmalet, rápida Cocacola en el mítico bar de la cima, donde me informan que la pista que lleva al Pic du Midi está cubierta por la nieve unos cientos de metros más arriba. Información que coincide con la que había obtenido en nuestro hotel de Pierrefite Nestalas. Sin embargo, no hago ni caso y ahí me que dirijo a comprobarlo personalmente. La pista está limpia de nieve por más de 5 km, hasta llegar a Col du Sencours, aunque en muchos tramos la nieve se queda acumulada a los costados, también en el paso de dos túneles que hay que atravesar hasta llegar a Sencours. Ahí se vislumbra perfectamente el Pic du Midi y su observatorio espacial. En el Col de Sencours (2.378 m.) se pueden apreciar los restos de una edificación que en su día debió ser un hotel o restaurante. A partir de ahí la pendiente se  incrementa de forma notable y el estado de la pista empieza a ser mucho peor, hemos empezado el trayecto hacia Col des Laquets. De pronto, en una curva a izquierdas, una muralla de nieve impide el paso. No es que sea un trozo de pista cubierto de nieve, es que tiene una altura que no permite sobrepasarla. Sí que es posible bordear la nieve por el interior de la pista, pero decido parar ahí la aventura porque sospecho que en los 500 metros de desnivel que faltan me voy a encontrar con numerosos problemas parecidos.
Mucho mejor intentarlo en otro momento con la bici aparcada abajo en el Tourmalet y hacer esto corriendo o andando. Esa es mi idea hoy por hoy. Volver y coronar Pic de Midi a pie un día de estos. Lo cortés no quita lo valiente, y también tengo que decir que me motiva subir en el telecabina que llega al Pic du Midi y que sale de La Mongie, la estación de esquí que hay a media subida desde Campan.

Por tanto, decepción por no conseguir hacer cima, pero estaba satisfecho de haber hecho el intento y de que el día me hubiera acompañado. Precioso.

La tarde la dedico a hacer turismo religioso en Lourdes (dicen que la segunda ciudad más visitada de Francia después de París) y ya me preparo para la etapa final del domingo, la que realmente había sido el primer objetivo del viaje a Argeles.

El domingo iniciamos la etapa subiendo a Cauterets, y de ahí, por una carretera que también se ha reabierto recientemente tras los desperfectos provocados por las inundaciones, hacia Pont d’Espagne. Todo lo fácil que es hasta Cauterets se vuelve difícil a partir de ahí. Una vez se llega al gran Parking hay que continuar unos cientos de metros hasta el Pont d’espagne con unas impresionantes cascadas detrás, y la carretera se puede seguir durante varios km por unas zonas preciosas y unos altiplanos verdes, muy verdes, en esta época del año.

Rápida bajada hacia Argeles y de ahí tomaremos una carretera secundaria que nos llevará hasta Col des Borderes, alternativa muy atractiva de los primeros km de Soulor, aunque con tramos ciertamente muy duros, sobre todo al final. Una vez coronado bajamos hasta Arrens, desde donde faltarán 8 km a un 8% de media hasta la cima de Soulor. Mi estado ahí ya es precario, he sufrido mucho los últimos dos km hasta coronar. El tiempo se está complicando y unas nubes amenazadoras se ciernen sobre esa zona del Soulor y su vecino cercano Aubisque, parece que nos vamos a mojar. Se me pasa por la cabeza dejarlo ahí y bajar directo a Argeles pero falta por subir Spandelles, un puerto considerado BIG, con casi 10 km a una media casi el 8,5% (853 metros de desnivel).

La lluvia nos coge de lleno, pero esta vez, en lugar de ser un problema es una bendición, y en mi caso parece que me ayuda a sobreponerme (eso y el bocadillo en el Col de Soulor!), y vencer este puerto de carretera estrecha, solitaria y sin señalización, a diferencia de todos los puertos que hemos pasado estos días, con cada kilómetro perfectamente indicado, con su altitud, lo que falta hasta la cima, y el desnivel medio del último kilometro.

Para ir concluyendo, fin de semana para recordar, con un etapón final de 110 km y 3000 metros de desnivel. Menos mal que quitamos Hautacam, respecto a los planes iniciales! Y 4 puertos BIG más al saco. Pero con la pena de no haber coronado Pic du Midi, una cima que desde ya pongo en la lista de cosas urgentes que hay que hacer.

viernes, julio 05, 2013

Escapada relámpago a los Alpes

 Siempre intento descubrir carreteras nuevas, puertos nuevos, experiencias diferentes.
Pero también hay sitios clásicos, hay lugares que merecen ser revisitados, redescubiertos, volver a saborearlos. Esos lugares nos suenan a todos: Tourmalet, Galibier, Ventoux… En esta ocasión se trataba de volver a visitar el Gigante de la Provenza, el Ventoux. ¿La excusa? Acompañar a un gran amigo, compañero de cientos de aventuras y batallas, con un curriculum intachable, pero con un borrón, le faltaba el Ventoux!!!!

O sea que para acercarse al Ventoux no hace falta unas grandes y largas vacaciones planificadas. Hace falta un fin de semana, eso es todo!

El fin de semana elegido fue el de San Juan, tres días para poder apurarlos al máximo e intentar subir el máximo de cosas posibles. Las ideas se iban acumulando: yo quería subir Mont Colombis y el Granon, Javi quería subir Izoard, al hablar de Izoard apareció por primera vez la posibilidad de subir el Agnello. Una cosa era cierta: no nos íbamos a aburrir!

La primera etapa estaba clara. Había subido el Ventoux en tres ocasiones y en dos de ellas había hecho Bedoin-Ventoux-Chalet Reynard-Sault-Gorges de la Nesque-Bedoin. Un recorrido precioso, espectacular, rápido, variado. No se puede pedir más. La tercera vez lo que hice fue Malaucene-Bedoin-Ventoux-Malaucene. Muy bien, tenía ganas de conocer la última vertiente del Ventoux, una etapa un poco más corta. Pero esta vez volvía al recorrido original por les Gorges de la Nesque.

De nuevo (igual que las 3 veces anteriores) el día nos acompañó. Precioso, soleado, no demasiado caluroso, y el poco aire que hacía nos daba por la espalda. No se puede pedir más. O sí. El día animaba a subir el Ventoux, habitual lugar de peregrinaje de los cicloturistas de toda Francia y toda Europa. Pero es que además, ese día 22 de Junio de 2013 se celebraba una marcha cicloturista, La Cannibale, en la que 2500 cicloturistas belgas (sí, casi todos belgas) debían subir el Ventoux el máximo de veces posible por cualquiera de sus tres vertientes. Os podéis imaginar el tráfico de ciclistas toda la mañana!

El principal incidente que tuvimos fue la rotura del cuadro de Ricardo. Increíble ver un cuadro partido por tres sitios… El bajaba despacio hacia Bedoin para intentar repararlo mientras nosotros cumplíamos el plan previsto mientras estábamos en contacto con él via whatsapp. Les Gorges de la Nesque volvieron a sorprenderme y a admirarme, como cada vez que las pedaleo. Fantástico. Debíamos llegar pronto a Briançon para escalar por la tarde Pre Madame Carle, una subida muy especial perteneciente al reto BIG, con unas vistas impresionantes sobre la Barre des Ecrins y sobre el Glacier Blanc.

Pero teníamos a Ricardo con el cuadro roto en Bedoin… Lo que yo hubiera solucionado comprando un cuadro nuevo y buscando un mecánico para montar los componentes de forma urgente él lo solucionó con una bayeta, loctite y limpiacristales. Literalmente. Hay que decir que él trabaja con la fibra de carbono y conoce cómo trabajarla, pero para mi es una especie de milagro intentar pegar el cuadro y luego pretender que resista la fuerza del pedaleo en subida y las velocidades que cogemos en bajada. Insisto, un milagro. El hecho es que cuando llegamos a Bedoin él ya había hecho el trabajo y había hecho algunos kilómetros para probar el cuadro reparado. Podíamos salir puntualmente para afrontar la segunda subida del día, en las proximidades de Briançon.


Iniciamos la subida en Vallouise, un poco más arriba de lo que teníamos previsto. Desde ahí seran 13 km de ascensión a un desnivel medio del 4,78%, pasando por las localidades de Pelvoux y Ailefroide. Los kilómetros están perfectamente señalizados con el desnivel medio que nos espera y la distancia que falta. Coronamos ya con el sol poniéndose y con unas montañas impresionantes que a esas horas que estamos dejan la carretera ya en penumbra. A todo esto el cuadro de Ricardo ha resistido perfectamente las primeras embestidas.
Al día siguiente, tras analizar varias posibilidades, nos decidimos por subir Agnello e Izoard. Eso significaba un traslado en coche hasta Chateau Queyras, desde donde iniciar la subida al Agnello (con sus 2.744 metros, uno de los colosos más altos de los Alpes), una vez coronado volver sobre nuestros pasos, e iniciar la subida al Izoard por la Casse Deserte, como Javi pretendía.

Está bien, digámoslo claro, Agnello por Francia no es lo mismo que por Italia. La vertiente italiana es uno de los puertos más duros de los Alpes, baste decir que incluye en su tramo central 8 km al 10%, dentro de una longitud total de 25 km. Por Francia, como digo, es un poco más asequible, pero sobre todo hay que decir que es realmente precioso, muy panorámico. Además en este año 2013 tan frío y lluvioso, los últimos kilómetros estaban llenos de nieve en los costados de la carretera, lo que añadió una belleza especial al final. Descenso rápido hasta donde tenemos los coches que es justo en el desvío donde se inicia Izoard. Desde allí seran 14 km a un desnivel medio del 6,4%, que tampoco está nada mal. Un puerto clásico de los Alpes y del Tour en concreto.

Lo más característico del Izoard es su paso por la Casse Deserte , escenario de las míticas imágenes de Bartali con el paisaje lunar de fondo. Un escenario característico también de las hazañas de Louison Bobet, que dijo que por la Casse Deserte los campeones debían pasar solos.


El año 2004 en que estuvimos en los Alpes pasamos rápidamente por el monumento dedicado a Coppi y a Bobet, sin detenernos. Dos pequeñas imágenes recuerdan las gestas de estos dos ciclistas. Después de haber estado el día anterior en el monumento a Tom Simpson, hoy (¿sólo han pasado 24 horas?) visitábamos otro santuario de la historia del ciclismo, otro lugar de peregrinaje. Fotos obligadas en esa zona y continuamos para completar los dos duros kilómetros que faltan para llegar a la cima. Una vez allí, estuvimos un buen rato comprando recuerdos en la tienda de souvenirs, donde su dueño,un francés que hablaba perfectamente español, nos contó muchas cosas interesantes, entre ellas que el Museo de ciclismo que está en la cima (y que vimos anunciado durante la subida), junto a la tienda de souvenirs, está cerrado desde hace 4 años por problemas legales y nos sugiere que no será fácil que abra de nuevo. Lástima.

La mayoría del grupo bajará directamente hacia Briançon y en concreto Saint Chaffrey (donde tenemos el hotel), mientras Ricardo y yo bajamos hacia el coche por la misma vertiente que hemos subido. Ahí en esa bajada compruebo dos cosas: que Ricardo confía plenamente en su bici y que la lanza al máximo de velocidad sin ningún tipo de miramiento, y, en segundo lugar, que efectivamente, el cuadro responde y aguanta todo lo que Ricardo le echa. Impresionante. Sigo sin salir de mi asombro.

En la etapa que habíamos dibujado estaba también la subida a Sommet Bucher (perteneciente al BIG), pero con dos superpuertos, ya nos damos por satisfechos y dejamos esta subida para otra excursión.

Cena tempranera en la pizzería próxima al hotel mientras acabamos de definir los planes para el día siguiente. Lo único claro es que estamos al pie de Granon, uno de los objetivos del viaje, y que lo haremos ni bien terminemos el desayuno. Luego, el segundo posible objetivo del día era Mont Colombis, una subida durísima cercana a Gap por la que pasamos cada vez que vamos o volvemos de los Alpes, y siempre la dejamos de lado...


De momento nos levantamos con un día un tanto desapacible y nos disponemos a subir a Granon, que tiene el honor de haber sido el final de etapa a mayor altitud del Tour de Francia desde 1986 (con victoria del español Eduardo Chozas), hasta 2011, Tour en que se llegó al Galibier en el final de etapa que vio la mítica victoria de Andy Schleck.

En Saint Chaffrey observamos el cartel de Col de Granon cerrado, pero sabemos por uno italianos compañeros de hotel que la carretera está transitable y que solamente los últimos centenares de metros están cubiertos de nieve, con lo que nos disponemos a subir uno de los puertos más duros de los Alpes en nuestro día de despedida.

Después de un kilómetro inicial casi llano nos esperan poco más de 11 kilómetros a un desnivel medio del 9,54%, terrible, sobre todo el tramo posterior al paso por Le Tronchet, con 5 km por encima del 10%. Además en ese tramo, la montaña se abre y el aire y el frío aprietan de lo lindo. Sobre lo fuerte que sopla el aire allí ya nos advirtieron los italianos y el dueño de la pizzería. Es un factor más que añade dureza a esta subida durísima y preciosa que vale la pena conservar entre las más especiales de los Alpes. Poco más de hora y cuarto para subirlo!

Una vez abajo y todavía con el frío en el cuerpo, decidimos que la mejor opción es la ducha en el hotel y tomar el camino directo a casa. Mont Colombis queda también para otra ocasión. Son 7 horas de viaje hasta Barcelona y vale la pena tomárselo con calma y no andar con prisas si paráramos a subir otro coloso alpino.

 Así que fue un fin de semana bien aprovechado. Una estancia en Briançon siempre lo es. Hemos hecho cositas, sí, pero han quedado ahí mismo el rey Galibier (ya conquistado en 2004 por la otra vertiente) y el príncipe Mont Genevre que da acceso a Italia desde Briançon mismo. Las posibilidades desde allí son infinitas.

lunes, julio 01, 2013

Gran Sasso d’Italia, elegido para la gloria.

(Fotos: Sergi Ros)
Íbamos desperdigados. El espectáculo de la montaña era tan grandioso y el día tan magnífico que desde que coronamos el primer collado tras una dura rampa y nos reagrupamos, cada uno se paraba en un lugar diferente a admirar el paisaje o a hacer fotos. Todos diseminados. Yo iba con Ángel, estábamos en un tramo llano esperando los últimos 7 km que acaban en nuestro destino final, Campo Imperatore. El nunca había estado ahí, pero lo conocía como si subiera esas montañas cada fin de semana. Me dice: ahora lo veremos ahí a mano izquierda. Y efectivamente tras una curva que evitaba un paredón apareció frente a nosotros, majestuoso, sólo con una pequeña nube cerca de su cima: el Gran Sasso d’Italia. La carretera se dirigía en línea recta hacia allí buscando el hotel y la estación meteorológica, en Campo Imperatore, subiendo por el valle, encajonada entre paredes con la nieve deslizándose por sus laderas.

Un sitio singular, maravilloso, de difícil acceso, o mejor de acceso único: esa carretera por la que circulábamos. Uno entiende que fuera el lugar elegido para retener al general Mussolini tras su detención y caída del fascismo en Italia. Sólo los paracaidistas de las fuerzas aéreas del mejor ejército nazi alemán fueron capaces de rescatarlo en una operación histórica que se denominó Operación Roble, el 12 de septiembre de 1943.

El tiempo climatológico que habíamos tenido en nuestra excursión a los Apeninos colaboró también en hacer de este día algo muy especial. Teníamos cuatro etapas por hacer, nueve subidas que escalar. Las previsiones cambiaban continuamente y no podíamos tener la más mínima certeza de asegurar el buen tiempo. Al final, por fortuna, decidimos subir al Gran Sasso el último día de nuestra expedición, después de tres días anteriores en los que apenas habíamos visto el sol. El frío nos había acompañado en las bajadas y la nieve era espectadora de nuestras subidas más allá de los 1.500 metros de altitud. De repente, ese lunes había amanecido insospechadamente radiante. El cielo azul y la atmósfera limpia. De momento eso sólo nos auguraba que podríamos intentar coronar Campo Imperatore a 2.130 metros, la carretera más alta de los Apeninos, a diferencia de lo que nos había ocurrido días antes en Block Haus.

Pero todo el día fue radiante y las vistas fueron espectaculares. La visón del Gran Sasso en ese instante fue un momento mágico, quizás el momento estelar del día, pero toda la jornada fue de las que no se olvidan.

Todo había empezado muy pronto en el hotel de Sulmona donde estábamos alojados. Desde allí nos debíamos trasladar a L’Aquila (donde el terremoto de 2009 que dejó más de 300 muertos y a miles de personas sin casa) y más concretamente a Paganica, lugar donde se inicia la ruta de ascenso que hicimos al Gran Sasso. 
Tras un inicio insulso nos metemos en una estrecha carreterita sin señalización que sube a escalones para vencer los repechos cada vez más altos que nos distancian del centro de la montaña. En esa zona ya empezamos a ver unos paisajes espectaculares y nos damos cuenta de que estamos ante un día muy especial. Nuestro fotógrafo Sergi, habitualmente tranquilo acompañante de nuestras aventuras y exigente seleccionador de encuadres, empieza a funcionar a toda velocidad. El trabajo se le acumula. Como nos confirmó posteriormente, las vistas mejoraban curva tras curva y era incapaz de dar abasto a todas las maravillas que se le plantaban ante la cámara. Como digo, su habitual tranquilidad se transformó en un frenesí: furgoneta parada con el motor encendido, ráfaga de fotos al primer grupito de nosotros que se acercaba y vuelta a la furgoneta para tener que detenerse 500 metros más allá y repetir la operación, esta vez subiendo a toda prisa por la montaña para coger la perspectiva correcta.

Los rampones intermitentes finalizan en un pequeño altiplano y veo a lo lejos a algunos de mis compañeros de grupo flotando sobre una alfombra verde en un tramo llano. Mi perspectiva es fantástica y la suya debe serlo también porque están pedaleando lentamente mientras sacan la cámara compacta y enfocan otra zona de montaña nevada al fondo. Es momento de disfrutar. Hoy no es día de sufrir.

Esa carretera estrecha y solitaria desemboca en la carretera principal que sube a Campo Imperatore desde Assergi. El cartel marca que todavía faltan 20 kilómetros para llegar a nuestro destino. Por una vez, no pienso que sean 20 interminables kilómetros sino que pienso si el resto de las subida va a estar a la altura de lo que hemos visto hasta ahora.

Y la respuesta es que sí. Coronamos el Valico Monte Cristo, ahí paramos a hacer fotos y disfrutamos de una amplísima panorámica en 360 grados, desde el paredón de nieve que hemos subido en la dura rampa que llevaba al collado, hasta las vistas de alta montaña en dirección a Campo Imperatore. Comemos un poco, recuperamos y reanudamos el camino, los aproximadamente 15 kilómetros que faltan. Cinco de descenso y llegaremos al cruce donde también llega la carretera procedente del este que tomaremos de regreso, para encarar los últimos 10 kilómetros, tres todavía en bajada y los últimos siete ya de clara subida, como véis en el perfil de Angel.

Los últimos kilómetros son muy duros y se hacen notar los más de 30 de subida que llevamos, y el frío, y los tres días anteriores pedaleando por los Apeninos. Ahí parece que nos vamos reagrupando, estamos todos bastante cerca. Los más fuertes para disfrutar más tiempo de la subida, haciendo fotos y admirando el paisaje, y los que vamos más justitos sufriendo lo indecible para poder sumar una nueva cima legendaria a nuestra colección. Las últimas rectas las hacemos entre paredes de nieve de casi dos metros de altura a ambos lados. Nunca había pedaleado con tanta nieve a los costados. Y resulta que esto son los Apeninos y no los Alpes, curioso.

Llegamos arriba y tengo muchas cosas que hacer. Quiero visitar el Hotel Campo Imperatore, quiero hacer fotos, quiero acercarme al observatorio metorológico, quiero hacer más fotos, comprar en el pequeño kiosko de souvenirs, y recordadme que haga más fotos! El tiempo no pasa, vuela, y no hago ni la mitad de cosas que quería, pero la foto de grupo junto al cartel no falla, ese era el objetivo principal. Eso prueba que llegué!

El regreso que nos había preparado Angel estaba a la altura de los paisajes que habíamos disfrutado durante la subida. También carreteritas estrechas, solitarias, con escasísimo tráfico. Algún pequeño repechón y basta. Justo el tiempo para bajar la velocidad y apreciar los paisajes más pausadamente. Brutal. En total, un recorrido de 83 kilómetros absolutamente recomendables, una de esas cosas que un buen cicloturista debería hacer en algun momento de su vida.

Antes del viaje a los Apeninos había repasado la historia ciclista de esta subida. El triunfo de Pantani en 1999 en el Giro d’Italia delante del Chaba Jiménez, o incluso el de Vicente López Carril en su estreno en el Giro de 1971. También las dificultades de escalada de la cara norte del Gran Sasso (en concreto del Corno Grande), una de las más difíciles de Europa. Pero no tengo tiempo de hablaros de eso. El espectáculo que presenciamos ese día no deja lugar a más historias. Mirad las fotos y disfrutad un poquito de lo que nosotros vivimos ese día.

Para todos los que formábamos parte de la expedición, la subida a Campo Imperatore ha pasado a formar parte de nuestros puertos favoritos. Cada uno de los que allí estábamos, y ninguno de los nueve allí presentes era un novato en esto, íbamos buscando una clasificación en la que incluirlo (Top 10 de Italia, una de las mejores de toda Europa, nada que envidiar a los principales puertos alpinos…).

Lo cierto es que Campo Imperatore, con la visión imponente del Gran Sasso, es una de las montañas elegidas para la gloria.