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lunes, junio 16, 2008

Terra de Remences 2008, el día que Condreu quiso ser el Gavia


Supongo que no es casualidad que alguien vaya a todas las ediciones que se han celebrado de una marcha cicloturista. Y eso es lo que me pasa con la Terra de Remences. Once ediciones y las once las he corrido. Pero no es mérito mío, sino del Club Ciclista Bas y de la gente de Sant Esteve de’n Bas. Desde el principio fue una marcha con vocación de ser grande y basta ver el número de voluntarios que reúne para darse cuenta del empeño de sus organizadores en que la marcha sea cada año un éxito.

Las bajas que ha sufrido la organización, el fallecimiento hace dos años de su entonces presidente Josep Font Bofill y hace pocos meses de Lluis Bartrina Foix, una de las almas de la marcha, no han podido mermar la ilusión del resto, ni la calidad del producto final. Desde aquí el recuerdo más entrañable para ellos. Son responsables de un evento que supone el impulso de toda una comarca.

Hay marchas que uno hace para tenerlas en su curriculum y hay otras marchas que se han convertido en clásicas y que son punto de reunión de la mayoría de cicloturistas de cada club, y también la ocasión de ver a un montón de conocidos. Remences se ha convertido en un clásico de este estilo de marchas y es la primera gran cita de la temporada: el punto de referencia del cicloturismo catalán.

Este año, debido a la locura del deporte popular que este país está viviendo, Terra de Remences limitó las inscripciones a 2.500 (considerando que el año pasado hubo 2.200 inscritos no está mal). Por cierto. Parece que en las grandes marchas se ha puesto de moda este año la caza del corredor no inscrito. No me parece mal. Aunque quiero pensar que solamente una minoría ínfima de deportistas intentaría hacer uso de los servicios de una marcha organizada sin haber pagado. Pero quizás con la limitación de inscripciones se crea el efecto perverso de fomentar aquello que intentamos evitar…

Como decía, este año también había que estar en la linea de salida. Y eso que las previsiones meteorológicas no podían ser peores. Después de dos días continuos de lluvias en Catalunya, el domingo 11 de Mayo se preveía igual, especialmente en la zona de Girona. Ante esas prespectivas hubo mucha gente inscrita que prefirió no arriesgarse. Yo estaba inscrito en la marcha larga, pero hacer la marcha corta era una posibilidad, e incluso había otra, que era alargar la corta subiendo Bracons y bajar por la misma vertiente. Todo iba a depender del tiempo.

La marcha corta de la Terra de Remences es ya un clásico, con un recorrido sencillo pero que funciona, con las subidas a Capsacosta primero y a Coll de Canes después, con un tramo llano en medio donde se vuela. Estos 90 kilómetros son comunes a la marcha corta y a la marcha larga. La versión larga, en busca del recorrido ideal ya ha tenido cuatro recorridos: el inicial, el clásico, iba hacia Besalú, el lago de Banyoles y después tenía las tachuelas de Mieres y Santa Llúcia. El año 2004, debido a unas obras, se modificó ese recorrido y se fue hacia Amer y Angles para volver por Sant Martí de Llemena, en un bucle muy rápido. Es el que se denominó “Territorio Armstrong”, puesto que ahí solía entrenar el americano cuando vivía en Girona. 2005 fue el año de la inclusión de Condreu y Bracons en sentido contrario al actual. Desde 2006 se cambió el sentido de este último bucle con Bracons y Condreu. No sé si éste recorrido se mantendrá por mucho tiempo, pero lo cierto es que tiene de todo, sobre todo dureza, pero otros alicientes no faltan a la comarca: Collfred ya lo descubrió Pedalier y Falgars de’n Bas es una alternativa a Condreu…

En cualquier caso siempre es un recorrido que se hace duro. Cuando era más fácil, porque uno tiende a apretarse más, cuando el recorrido incluye un señor puerto como Bracons, no hay más remedio que emplearse a fondo para subirlo e intentar guardar algo de fuerzas para los 70 kilómetros que faltan para terminar cuando coronas.

La marcha empieza y el tramo llano del principio es el momento de saludar a los viejos amigos, compañeros de fatigas en alguna marcha de hace tiempo en alguna carretera remota. Aunque no conviene dormirse, que la gente aprieta desde el principio. Tras el consabido estrechamiento a la entrada de Olot el pelotón se estira, y en muy poco tiempo llegamos al pie del primer puerto.

Al coronar Capsacosta veo a Xavier Tondo parado en el avituallamiento. Vaya lujo tener a Xavi siempre en Remences, y además compartiendo grupo con los cicloturistas. Con lo fuerte que anda este año, victoria en la subida al Naranco incluida. También participó Carles Torrent, como siempre, y esta vez si que fue rápido, con los primeros. Joan Llaneras es otro que no suele fallar, aunque sus nuevas obligaciones profesionales le tienen ahora más tiempo en Mallorca y en esta edición no pudo venir. Este año trambién se esperaba a Roberto Heras y a Luis Enrique, entre otros, pero finalmente no pudieron asistir.

En el tramo llano que hay entre Capsacosta y Canes, que pasa por Sant Joan de les Abadesses los rodadores hacen de las suyas y siempre se va a mil. Ahí sí que hay que apretar los dientes para no perder un buen grupo. Y probablemente es recomendable no gastar demasiadas energías. Canes es el momento de forzar para los que hacen la corta, y el momento de reservar todavía un poco para los que hacemos la larga.

La bajada del Coll de Canes hacia Olot es muy rápida y cada año se produce algún susto. Por eso la organización dispone un montón de voluntarios con banderas amarillas a la entrada de las curvas más peligrosas (¿o lo son todas?). A pesar de todas la precauciones, en esta ocasión la bajada de saldó con 3 hospitalizaciones, con una rotura de femur incluida.

A los 90 kilómetros se produce la separación entre los que hacen la marcha corta y los que hacemos la marcha larga. Hasta ese momento no había caído una sola gota, por lo que, a pesar de los amenazantes nubarrones, aparcamos las tentaciones de hacer la corta y empezamos a subir Bracons. El avituallamiento al principio de puerto es la excusa ideal para meternos por dentro de Joanetes y soportar unas rampas tremendas de regalo, que no sufriríamos si siguiéramos recto por la carretera.

La subida a Bracons permite ver la construcción del túnel que ha sido objeto de encendido debate en Catalunya entre políticos. No me atrevo a valorar las repercusiones económicas para la comarca que pueda tener el túnel, pero lo que sí puedo asegurar es que la agresión al medio natural y al entorno es evidente. Pero la suerte está echada y a finales de este mismo año las comarcas de La Garrotxa y Osona quedarán unidas por este túnel de 3 carriles que pasará a ser el tercero más largo de Catalunya, después del Túnel del Cadí y el Túnel de Viella.

En Bracons, desde el principio, uno baja platos y sube piñones hasta no poder más. El kilómetro final se hace siempre muy duro, mientras vemos a bastantes ciclistas bajando y nos advierten que arriba está lloviendo. Pero ya da igual, ya estamos arriba. Hay que comer algo y ponerse el chubasquero, ese chubasquero que durante los primeros 90 kilómetros pensé que podría haber dejado en el coche y que no hacía más que molestar en el bolsillo trasero. Qué equivocado estaba.

A los pocos kilómetros de la bajada de Bracons la lluvia desaparece, y podemos disfrutar (¿?) de una bajada que tiene algún repechón realmente incómodo. Vamos, de poner otra vez el plato pequeño… y las piernas a punto de estallar. Ese es terreno de ir formándose grupos y afrontar el llano que nos llevará al pie de Condreu. Por primera vez había un control de chip en Manlleu, junto al avituallamiento. Ahí se pasa a toda máquina, sin parar, pero hay que tomar un gel o una barrita, que los kilómetros no pasan en balde. En una marcha respetuosa con el medio ambiente como Remences te dan una bolsita para depositar restos de barritas, papeles, etc. Perfecto. Aunque yo prefiero por comodidad y rapidez meter los papeles o restos de gel en el interior del maillot. A la llegada lo meto en la bolsita y lo entrego para participar en el sorteo de diversos productos con el que la organización fomenta la minimización de residuos. A ver si hay suerte.

La subida a Coll de Condreu es muy tendida, aunque no por ello se hace menos dura. Condreu sería el Portalet y Bracons sería Marie Blanque. No hace falta que diga más, ¿no? El que aprieta demasiado en Bracons ya sabe dónde lo pagará. Yo debí apretar demasiado en Bracons porque me quedo del grupo donde voy y empiezo a sufrir. Menos mal que mi compañero Pedro se queda conmigo y me hace las labores de gregario. ¡Gracias Pedro!

Condreu va dejando al lado lugares preciosos que vale la pena visitar: Cantonigros, Tavertet, Rupit, Pruit, El Santuario del Far. Rincones maravillosos de calles empedradas donde el tiempo parece haberse detenido. Pero no era el día más adecuado para acercarse a visitarlos. A medida que vamos subiendo la lluvia arrecia. De hecho ¡menos mal que no me quité el chubasquero! Pero al paso por Cantonigros parece que me recupero. La lluvia me anima y me saca del estado agónico en el que me encontraba. Cuando se llega al avituallamiento alguien que no conozca la marcha puede pensar que la marcha ya está lista, pero no es así. Todavía queda un tramo rompepiernas hasta que, ya en pleno aguacero, coronamos y empieza el descenso.

No es una bajada especialmente rápida ni peligrosa, ya que el asfalto está en perfecto estado. Pero el agua lo complica todo. Tras las dos primeras curvas en que uno se da cuenta de que los frenos no responden, me decido a bajar sin demasiadas precauciones. La verdad es que con tanta agua el asfalto ya está limpio y aunque la intuición pide bajar despacio uno puede incluso plegar un poco. Empiezo a notar el frío, a pesar de llevar los guantes largos de invierno, ahora empapados. Los pies los tengo congelados. No queda más alternativa que ir bajando rapidito, que cuanto antes lleguemos antes nos secaremos. Curiosamente, a pesar del agua y a diferencia de Canes, en la bajada de Condreu no se produce ninguna caída importante.

Durante unos minutos el fantasma del Gavia planea encima de Condreu, pero finalmente no hubo drama. Tuvimos nuestro punto de épica, con frío, un buen aguacero, el cielo oscuro y las luces de los coches encendidas. Pero podremos terminar perfectamente y explicar que estuvimos en Remences el día que Condreu quiso ser el Gavia del 88.

Por fin llegamos a Sant Esteve de’n Bas completamente empapados, pero satisfechos de haber completado la marcha larga y haber vencido las inclemencias del tiempo. Me cuentan que llega gente con síntomas de hipotermia. En el polideportivo, cada uno cuenta su batallita y la ducha es el mejor momento del día.

Es la primera vez en once ediciones que me mojo. Pero incluso así, o precisamente por eso, ha valido la pena de nuevo ir a Sant Esteve de’n Bas a correr. Repasando las clasificaciones, nos damos cuenta de que finalmente, de los 2.500 inscritos, se clasificaron 1.800 (600 hicimos la larga y 1.200 la corta). La organización ya ha previsto el envío del maillot conmemorativo de la marcha (así como la devolución de la fianza del chip) a todos los inscritos que finalmente no participaron. Como tiene que ser.

No dejéis que la próxima vez os lo cuenten. Terra de Remences se merece correrla. No sé si once veces, pero seguro que más de una.

sábado, junio 07, 2008

Puentes y viaductos en Francia



Pont de st Nazaire
Cargado originalmente por tehu
(Publicado en el número 22 de la revista Pedalier)

El Viaducto de Millau es una construcción impresionante, el puente más alto del mundo, que alcanza una altura máxima de 343 metros. Mezcla de hormigón y acero, el viaducto, de 2.460 metros de largo y 32 metros de ancho, es la porción que le faltaba a la autopista A75, "La Meridiana", para unir París y el Mediterráneo de un sólo trazo por el Macizo Central. Fue proyectado por el prestigioso Norman Foster e inaugurado en el año 2004 después de 36 meses de trabajos. El puente, de silueta fina y blanca, ligeramente curvada, está asentado en siete pilares de líneas estilizadas en forma de flecha, el mayor de los cuales alcanza los 245 metros al nivel de la autopista, lo que permite que en ocasiones el puente esté por encima de un mar de nubes, en una de la imágenes más espectaculares que nos puede ofrecer.

Durante mucho tiempo Millau sufrió problemas de atascos de tráfico en los meses de verano, ya que es paso obligado de todos los habitantes de París que desean ir a la costa mediterránea de Francia. Los atascos se producían porque los coches tenían que atravesar las estrechas calles de Millau para poder cruzar el Río Tarn. Este puente es todo un logro para la ingeniería y la arquitectura, ya que logra incorporarse al paisaje de la zona de la forma menos agresiva posible. Uno esperaría, viniendo del sur, verlo a mucha distancia, pero su integración en el medio sólo permite verlo cuando uno ya está dentro.

Se trata de una verdadera joya, solo comparable a otros grandes puentes franceses modernos como el Puente de Saint Nazaire o el Puente de Normadía.

Pero, ¿qué tienen que ver esas construcciones con el ciclismo? Más de lo que parece. Posiblemente solo ver unas construcciones como las descritas ya merecería un peregrinaje similar al que provocan grandes puertos pirenaicos o alpinos. Pero no sólo eso, es sorprendente descubrir que en el Tour de 1999, en la famosa etapa del Passage du Gois (2ª etapa, Challans-Saint Nazaire, de 176 kilómetros), en la parte final del recorrido existía un pequeño puerto puntuable de cuarta categoría. ¿Puerto de montaña? No, simplemente se atravesaba el Puente de Saint Nazaire, para finalizar diez kilómetros después en la localidad del mismo nombre.

¿Recordáis el passage du Gois? En la etapa del Tour de 1999 la carretera húmeda y estrecha se convirtió en una trampa para el pelotón, que afrontó el inicio del paso como si fuera un sprint. Fue simplemente espectacular. El passage du Gois es una parte de la carretera que lleva de la isla de Noirmoutier a Limoges y se trata de un paso cubierto de agua por la marea durante 18 horas al dia. Su principal particularidad reside en la longitud del tramo, de 4,5 kilómetros. En el año 1942 el Gois y sus dependencias fueron catalogados como monumento histórico. Pero esta es otra historia y deberá ser contada en otro momento…

Ahora volvamos al Puente de Saint Nazaire, que sin duda es el puente más largo que cruza el estuario del río Loira en Saint Nazaire, con sus 3.356 m de longitud. La parte céntrica, el tablero, mide 720 m de longitud, con 60 m de altura, y permite que pasen los barcos de alta mar dirigiéndose a los puertos de Montoir, Donges, y Nantes. Los tramos de acceso los constituyen dos viaductos de hormigón. El conjunto es impresionante y se puede ver desde muy lejos mar adentro.


¿Es este el único puente famoso por el que ha circulado el Tour de Francia? No, seguro que no. Probablemente la caravana de la Grand Boucle haya circulado muchas veces por otros puentes, pero tampoco olvidaremos fácilmente el Puente de Normandía, por el que circuló la cuarta etapa del Tour de 1995 (Alençon-Le Havre, de 154 km.) que tuvo como ganador a Mario Cipollini, también al sprint. Muchos todavía guardamos en la retina las espectaculares imágenes televisivas de esa jornada.

El Puente de Normandía tiene una altitud máxima de 72 metros sobre el estuario del río Sena, entre Le Havre y Onfleur. Se trata de un puente de 2.141 metros de longitud total, con una arcada central de 856 metros y dos viaductos laterales de 548 y 738 metros. Fue construido entre 1992 y 1995 y se caracteriza por sus dos Y invertidas (los pilares de sustentación) que sostienen los 92 cables de acero.

Por último, no me gustaría dejar de destacar otro de los puentes más importantes de Francia. Se trata del puente de que une La Rochelle con la Ille de Re. El puente tiene una longitud de 2,9 kilómetros y fue inaugurado en el año 1988.


La Rochelle es otra ciudad con un pasado ligado al ciclismo español, no en vano, en 1956 Miguel Poblet ganó allí una etapa del Tour de Francia. Ciudad también con gran tradición, puesto que ya en 1905 fue final de etapa en el Tour, repitiendo ese honor los años 1948, 1949, 1959, 1962, 1965, 1970, y 1983.

Como ya sugería antes, la visita de estas construcciones es obligada, pero es que además, se trata (especialmente la isla de Re) de destinos turísticos importantísimos. Un motivo más para llevarse la bicicleta de vacaciones.

martes, junio 03, 2008

Con el viaducto por testigo

(Publicado en el número 22 de la revista Pedalier)

(Fotografia: Sergi Ros)

Un solo vistazo a una foto del Viaducto de Millau hace imposible no desear verlo en directo, atravesarlo. El viaducto (Le Viaduc, así sin más datos, el viaducto por antonomasia) merece por sí solo una visita, pero si además aprovechamos para conocer un poco más la región de Aveyron y subir algún puerto interesante, pues mucho mejor. Y eso es lo que hicimos.

La etapa que planeó Angel Morales (inmejorable, como siempre!) empezaba por la ascensión a a Causse Noir, escenario de una histórica victoria de Marino Lejarreta en el Tour de 1990, con Miguel Indurain en segunda posición en una de sus primeras demostraciones de fuerza. La subida no es particularmente dura (7,5 km al 6,34 de media), pero nos regala una visión imponente del viaducto desde toda la ascensión. Llegando arriba aprovechamos para coger un desvío hacia Le Puncho d’Agas, que es el pico donde se ubica una gran antena y también una pista de lanzamiento de parapente, con lo que, además de las vistas, espléndidas de nuevo sobre el viaducto, el vértigo está garantizado.

De regreso a la ruta, en lugar de descender toca sube y baja unos kilómetros hasta encarar el descenso hasta las Gorges du Tarn, otro de los puntos turísticos del recorrido. Unos cuantos kilómetros junto al río que aprovechamos para rodar rápido y para apreciar varios túneles naturales que la carretera atraviesa. Numerosas ofertas de deportes de aventura ponen de manifiesto el importante caudal del río Tarn esta primavera. La envidia nos corroe en estos tiempos de escasez de agua.

Llegamos así a La Malene para afrontar el segundo puerto del día, el desconocido col de Rieisse, que hemos incluido en nuestra ruta al estar en la lista del BIG. Pensábamos que sería difícil que este desconocido siquiera pudiera igualar a Causse Noir, pero la verdad es que fue la gran sorpresa del día. Ya desde el puente sobre el Tarn en La Malene se adivinan un montón de curvas de herradura y unos cuantos quitamiedos a modo de balcón sobre el río, pero a medida que vamos ascendiendo, y cuando la dureza lo permite (4 kilómetros al 9,2% de media) las vistas sobre el río y sobre la propia carretera son cada vez más espectaculares. No pretendo gastar energías intentando explicar las panorámicas. Las fotos de Sergi hablan por sí solas. Una imagen de la virgen al principio de la subida da fe del esfuerzo que supone llegar a la cima.

Por tanto otro gran descubrimiento gracias al BIG, que cada vez más se convierte para mí en “1.000 subidas que escalar antes de morir”, parafraseando el título del famoso libro de Patricia Schultz.

Justo en el cartel de Rieisse vemos indicaciones de las famosas grutas de Aven Armand. A pesar de estar tan cerca, no podremos visitarlas, pero queda anotado entre los deberes pendientes descender a más de 50 metros de profundidad en un moderno funicular para descubrir esas cuevas.

Después de coronar, el amigo Angel nos había preparado una sorpresa en forma de duras rampas para llegar a la cota más alta de toda la etapa. Se trata del Mont Buisson, a 975 metros de altitud. Una vez coronado este duro repecho iniciamos un descenso vertiginoso que nos llevará a Le Truel, con unas vistas de nuevo impactantes sobre la propia carretera y sobre el Tarn. La carretera es estrecha, con grava y sin quitamiedo. Sugiere disminuir la marcha y disfrutar del paisaje, aunque los frenos a duras penas resisten la pendiente. Sólo un pinchazo, por una vez bienvenido, permite parar y disfrutar del momento, de la carretera y del silencio.

Una vez de regreso a Millau, 110 kilómetros después, buscamos buenas vistas del viaducto, esta vez desde más cerca. Como mínimo hay 3 Areas de servicio donde poder parar, apreciar el viaducto en toda su grandeza y fotografiarlo. Una de ellas está en la parte norte de la propia Autopista, o sea que aunque vayamos de paso, no hay excusa para no detenerse y admirarlo en todo su esplendor. Otra de las áreas de servicio (la que estaría en la zona sur) tiene su propia tienda de souvenirs y es que el viaducto se ha convertido en una atracción turística en sí mismo. Cómo no.

Una vez hechas las fotos, ya sólo queda recoger y echar un último vistazo. Un día que supone un madrugón y una paliza de coche de 800 km, pero que ha valido la pena. Un día para disfrutar y para hacer Turismo. Para conocer maravillas naturales y artificiales. Sencillamente, para disfrutar del cicloturismo.