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sábado, octubre 23, 2010

Dos San Bernardos, tres países

(Artículo publicado en el n. 38 de la revista Pedalier. Foto: Sergi Ros)

Es lo que tiene el coleccionismo de puertos. Una vez que ya has subido algunos de los puertos más importantes en el mundo del ciclismo, hay que ir buscando nuevos alicientes, nuevos retos. Por eso cuando nos planteamos volver a los Alpes, queríamos probar puertos no tan conocidos. Y todavía no necesitamos rebuscar en rincones escondidos en los mapas. Las grandes vueltas por etapas nos siguen descubriendo año tras año alguna nueva carretera no tan popular para los cicloturistas.

En nuestra salida a los Alpes, uno de los platos fuertes era la misma etapa que hizo el Tour 2009 entre Martigny (Suiza) y Bourg Saint Maurice (Francia) y que terminó con la victoria del corredor de Euskaltel Mikel Astarloza. 160 kilómetros saliendo de Suiza, pasando por Italia y acabando en Francia, con dos puertos no demasiado conocidos, dos falsos gemelos como Gran San Bernardo y Pequeño San Bernardo.

Habían pasado muchos años hasta que en 2009 el Tour los volvió a incluir en su recorrido. El Gran San Bernardo sólo se subió cuatro veces con anterioridad (años 1949, 1959, 1963 y 1966). Baste decir que Armstrong no había nacido la última vez que el Tour pasó por el Gran San Bernardo, o que ni Indurain ni Hinault lo escalaron nunca en un Tour, ni siquiera Merckx, ni Ocaña lo subieron... Fue Federico Martín Bahamontes, quién si no, el que pasó en cabeza por ese puerto en el año 1966. En el caso del Pequeño San Bernardo, se subió los años 1949, 1959 y 1963.

Nuestra etapa empezó pues con la ascensión al Gran San Bernardo, por una carretera muy ancha, con mucho tráfico y por la que también circuló la etapa anterior del Tour 2009 con final en Verbier donde triunfó Contador. De hecho para llegar a Verbier hay que empezar a subir al Gran San Bernardo, y tras 18 kilómetros de compartir una amplísima carretera encontramos el desvío a la izquierda que llevará a la estación de esquí de Verbier en 8,8 kilómetros a una media del 7,5%.

La subida al Gran San Bernardo continúa por esa ancha carretera y es una larguísima aproximación a la zona realmente interesante, que empieza a partir del túnel. Este túnel permite ahorrar a los vehículos motorizados el último tramo de ascensión. Aunque, ¿quién querría perderse eso, si es lo mejor? Nada menos que 8 kilómetros a una media del 8%, cuando ya llevamos 32 de ascensión desde Martigny. Además de tratarse, con diferencia, del tramo más exigente, la carretera se estrecha y las vistas empiezan ser espectaculares, las que uno espera de un puerto que roza los 2.500 metros. Hasta que finalmente, entre paredones de nieve, coronamos los 2.469 metros de altitud.

Es un gran aliciente pensar que estamos siguiendo los pasos de Aníbal, Julio Cesar, y Napoleón, que con un ejercito de 46.000 hombres atravesó a Italia en 1800, con el Gran San Bernardo aún cubierto de nieve. Llegados a este punto, vale la pena hacer un poco de historia y descubrir el origen del nombre de estos puertos y su relación con la raza de perros que también se denomina San Bernardo. En este paso de montaña, San Bernardo di Montone fundó en el siglo XI un hospicio para viajeros y peregrinos. Allí se criaron, desde mediados del siglo XVII, perros grandes de montaña para guardia y vigilancia. La existencia de estos perros está documentada gráficamente desde 1695 y por escrito en unas crónicas del hospicio desde el año 1707. Estos perros pronto se utilizaron como perros de escolta y, especialmente, como perros de salvamento para viajeros perdidos en la niebla y la nieve. Existen crónicas sobre las numerosas vidas que fueron salvadas por estos perros de la "muerte blanca" y relatos de soldados que cruzaron el paso de montaña con Napoleón Bonaparte hacia 1.800, en el siglo XIX, que extendieron la fama del perro de San Bernardo por toda Europa.
Al coronar, pasamos por la pequeña tienda de souvenirs, un arco y tras él salimos a una zona abierta donde nos espera un impresionante lago helado (¡a 24 de junio!) que da mucho juego a nivel visual. Poco después vemos el antiguo hospicio y la estatua de San Bernardo, vara en mano, que se convierte en un identificador preciso de este par de puertos gemelos de altitudes diferentes.
La bajada por la vertiente italiana es muy aérea, muy espectacular. No son solamente los últimos 8 kilómetros los que uno puede disfrutar, como en le vertiente suiza, sino que su práctica totalidad es muy vistosa. Tanto, que tendremos que detenernos en un par de ocasiones a hacer fotos y dejar constancia de la grandiosidad del paisaje.
Entre el Gran y el Pequeño San Bernardo pasamos por el famoso valle italiano de Aosta. Salíamos de Suiza, pasábamos por Italia y finalizaríamos en Francia. No está mal, 3 países en una sola etapa, y sin tener que enseñar ni siquiera los documentos de identidad. Como digo pasamos por Aosta y poco después por la localidad de Arvier. Desde el año pasado tenía mucho interés en detenerme en esta localidad puesto que es la localidad natal de Maurice Garin, vencedor de la primera edición del Tour de Francia en 1903. Italiano de nacimiento, aunque posteriormente nacionalizado francés, Maurice Garin, como otros tantos jóvenes del Valle de Aosta se ganaba la vida cruzando la frontera para trabajar de "ramoneur" (deshollinador), en diferentes ciudades francesas. Debido a su humilde oficio y a sus reducidas medidas (1,62 m y 60 kg) fue conocido con el sobrenombre de "petit ramoneur", "le petit matelot" y "le bouledogue blanc".
En una de las rotondas de salida de Arvier hay un monumento que recuerda a este pequeño ciclista que, además del Tour de Francia, tiene otras importantes pruebas en su palmarés (Paris Roubaix de 1897 y 1898 por ejemplo). Es emocionante rendir nuestro pequeño homenaje a Garin en esta visita a los Alpes.

Sin tiempo para entretenernos más de lo debido, ya estamos a punto de empezar la subida al Pequeño Sant Bernardo. Las cifras no asustan, pero un puerto de 27,6 kilómetros a una media 4,6% tampoco se puede despreciar y más llevando lo que llevamos. La subida empieza en la localidad de Morgex, que también es el punto de partida de uno de los colosos más empinados de los Alpes: el Colle San Carlo (10,5 km al 9,81%!). Lo bueno es que es posible subir San Carlo, bajar hasta La Thuile y reemprender luego la subida hacia el Pequeño San Bernardo. Cabe recordar que en el Giro de 2006 se subió San Carlo con final en de etapa en La Thuile precisamente. Esta opción que incluiría San Carlo no supone un incremente en el kilometraje, pero sí en el desnivel acumulado y en la dureza total de la etapa. La dejamos para los más duros de vosotros. Yo no me atrevo casi ni a pensarlo.

El kilometraje va haciendo mella, y aunque en el perfil los números no son excesivos, el final del Pequeño San Bernardo se hace muy muy largo. Mis recuerdos se nublan: los kilómetros pasaban despacio y no podía dedicar ninguna energía a la contemplación del espléndido escenario que nos ofrecía el hermano pequeño (2.184 metros). De lo que sí estoy seguro es que el Pequeño San Bernardo es uno de puertos más bonitos que he subido en los Alpes. No es de extrañar: se dice que desde este punto se pueden observar las mejores vistas sobre el Mont Blanc.

Una vez arriba se acumulan los souvenirs que plasmar con la cámara: la tienda, el cartel del puerto, otro símbolo del paso con el perro típico, la estatua de San Bernardo (dos, a falta de una)… No nos quedan más que 31 kilómetros de descenso para llegar a Bourg Saint Maurice, un campo base perfecto para afrontar nuevas subidas en días posteriores.

En conclusión, una etapa redonda, con 160 km, una curiosa y centenaria historia, dos puertazos y tres países. No excesiva dureza, pero el que quiera dar guerra tiene terreno de sobras. Y a nivel cicloturista lo tiene todo: con el día por delante, y sólo atentos a disfrutar de los paisajes, es una etapa muy recomendable que podéis incluir en vuestras próximas salidas a los Alpes.

Como bien dijo Christophe Penot en la guía del Tour de Francia 2009, los cols de San Bernardo son raros y misteriosos. Y seguirán estando ahí, hasta que el Tour decida volverlos a incluir en su trazado. Igual pasan 40 años más. Mientras tanto, vosotros podéis incluirlos en vuestro palmarés particular sin tener que esperar que el Tour los vuelva a recordar.

1 comentario:

  1. Magnifico relato, como siempre me haces morir de envidia y hacerme soñar con que algun dia, aunque solo sea una vez, conquistar esos colosos con mi flaca.

    Salu2

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