(Artículo publicado en la revista Pedalier)
Hace ya casi un año decidimos organizar una excursión a los Dolomitas como colofón a una “trilogía” que componían Pirineos (donde fuimos en 2003), Alpes (2004) y los propios Dolomitas.
La selección de las fechas fue fácil: queríamos que coincidiera con una de las marchas más míticas de las que se celebran en toda Europa: La Maratona dles Dolomites. Puesto que ésta se celebraba el 3 de Julio, esa fecha nos marcaba la pauta a seguir.
Sobre el recorrido a diseñar, también nos marcaba el hecho de querer hacer una semana entera de puertos, por lo que el recorrido que se diseñó era muy duro pero asequible, incluyendo normalmente un par de puertos por día y algún puerto opcional para aquellos que se encontraran más fuertes.
Finalmente la expedición la componíamos 11 ciclistas (en su mayoría socios del Esport Ciclista Sant Andreu de Barcelona) y 4 acompañantes. Para el transporte contamos con 2 furgonetas Mercedes Vito y una furgoneta Mercedes Sprinter de carga, donde poder llevar las bicis, los avituallamientos, las bolsas... En fin, toda una caravana!
Primer día:
La salida de la Maratona dles Dolomites era a las 6,15 de la mañana. Sorprendente para lo que estamos acostumbrados aquí en España. Total, que el despertador a las 4,30 y el desayuno a las 5,00. Por mucho que estemos en verano no pensábamos que a esa hora ya clareara...
El día amaneció precioso. Ni una sola nube. Un buen augurio para un día mágico.
Un poco de miedo antes de salir, aunque teníamos la intención de hacer la marcha para disfrutar de los paisajes y del ambiente. No se trataba de terminar machacados, como suele ocurrir en la Quebrantahuesos, puesto que el terreno no lo conocíamos y además nos esperaba una semana de aúpa.
De la marcha en sí, destacar que las carreteras estan cerradas al tráfico, y que existen 3 posibles recorridos: la Sella Ronda (recorrido corto de 57 kilometros que incluye Campolongo, Pordoi, Sella y Gardena), el recorrido mediano de 110 kilómetros (que subía Falzarego) y el largo, que la mayoría de nosotros hicimos, de 147 kilometros, con la subida al durísimo Passo Giau. La organización de la salida, era espléndida, por parrillas según categorías y sin posibilidad de extravío. Esperando el pistoletazo inicial curiosamente coincidimos con dos españoles más, que ya habían estado antes en los Dolomitas. Al final supimos que únicamente habíamos sido 45 españoles de los más de 8.600 participantes. 8.600 afortunados de los más de 20.000 que lo intentaron en el pasado mes de Octubre, cuando se abrió la inscripción.
Al coronar el primer puerto (Campolongo) nos encontramos con la sorpresa de que escuchamos música celestial y unas chicas disfrazadas de ángeles. Alucinante. Imaginaros: en los Dolomitas, con la luz de las 7 de la mañana, la música de Gladiator, unas bellezas con alitas... Sí, definitivamente estábamos en el cielo!!!!
El día anterior no nos habíamos fijado, pero el folleto que nos dieron ya explicaba que esta edición estaba patrocinada por una empresa de cerámicas y estaba dedicada a los ángeles (de hecho tenían inscripción gratuita los que se llamaban Angel o Angeles). La representación era total, puesto que arriba al coronar los puertos encontrábamos los ángeles (que incluso en el Sella regalaban flores) y al bajar al valle encontramos los demonios...
La ascensión al Passo Giau era también digna de cualquier infierno. Nos imaginábamos un Marie Blanque un poco más suave, pero del doble de kilometraje. Y no andábamos equivocados. Al Giau hay que llegar con fuerzas, porque te lo exige todo. Aunque siguiendo el símil de la Quebrantahuesos, quizás el que concentra su energia en el Marie Blanque (Giau) luego lo paga en el Portalet (Falzarego). En el descenso hacia Corvara vimos una caída de esas que tienen muy mala pinta. Luego, mejor ni preguntamos. A veces es mejor no saber...
Como remate a la Maratona, decidimos volver en bicicleta al hotel, que estaba a unos 15 kilómetros de cómoda bajada, excepto los últimos dos kilómetros que llevaban a La Valle, el pueblo donde estábamos alojados.
Segundo día:
Este día teníamos prevista una etapa de “recuperación”, con la subida al Passo Fedaia, o la Marmolada. El pasado invierno, en un coloquio que mantuvimos con el profesional Joaquim Rodríguez, nos habló de este puerto como el más duro que había subido nunca, por lo que suponía un reto adicional para nosotros.
Nos desplazamos en furgoneta hasta Caprile, donde se inicia la subida por su vertiente más dura, sin apenas tiempo para calentar. Los primeros kilómetros se dejan hacer, pero cuando se llega a Malga Ciapella empieza aquella recta interminable que sube más del 12% durante 2 kilómetros. En ese tramo no hay posibilidad de engañar a nadie, ni de regular, es uno de esos tramos que o la montaña o tú, a ver quien puede más. Todo el desarrollo y para arriba como cada uno pueda. Coronada la recta, un par de curvas en zigzag ofrecen un pequeño respiro y un cartelito del 15% nos pone sobre aviso de la sorprendente última rampa. Sorprendente, porque se trata de una rampa totalmente artificial, para salvar un puente, como si la montaña sola no ofreciera suficientes alicientes!!!
Las vista arriba, preciosas, pero todavía más en el falso llano que sigue antes del descenso propiamente dicho junto, junto al lago di Fedaia, unas vistas impresionantes sobre el glaciar.
Puesto que la bajada de la Marmolada nos dejaba en la localidad de Canazei, decidimos también subir al Pordoi y hacer las fotos que no pudimos hacer el día anterior durante la Maratona. Eso suponía 12 kilómetros de ascensión que bien merecieron la pena. Arriba, foto en el cartel, en el monumento a Coppi y para abajo hacia Arabba. Una vez allí el grupo se disgregó: algunos tiraron hacia Caprile a por las furgonetas y otros decidieron hacer el Campolongo y bajar a Corvara in Badia y al hotel.
Este fue el día con más indicencias mecánicas: un radio roto que inutilizó una llanta (menos mal que llevábamos una rueda de recambio), y un doble pinchazo en un impresionante bache a la entrada de un tunel bajando el Pordoi. Realmente tuvimos mucha suerte durante toda la excursión, puesto que estas fueron las incidencias mecánicas más importantes.
Tercer día:
Teníamos pervista una etapa de traslado hasta Cles-Val di Non, pasando por Gardena y Mendola. A última hora decidimos cambiar el ascenso a Gardena por la subida al Passo delle Erbe, que se subió esta última edición del Giro d’Italia. Se trata de un puerto muy duro, que corona a 2.004 metros, con un final impresionante, de 6,5 km a una media de más del 9%. La lluvia con la que amaneció en La Valle arruinó nuestro planes, nos obligó a dejar Erbe para otra ocasión y decidimos hacer el traslado hasta Bolzano en furgoneta. Allí, aunque seguía lloviendo, decidimos hacer el Passo della Mendola, que en los últimos kilómetros ofreció unas vistas preciosas sobre el Lago de Santa Giustina y la Val di Non. Una vez coronado, a pesar del frío, decidimos hacer algún puerto más, y teníamos en la recámara el Passo Palade (no muy duro, dicho sea de paso) que pudimos hacer ya con mejor tiempo. De hecho cuando llegamos al hotel de Cles hacía un día perfecto y un sol que compensaba con creces la lluvia y el frío que habíamos pasado durante el día.
A la llegada al hotel, tal como habíamos pactado con anterioridad, pudimos contactar con el ex campeón del Mundo Mauricio Fondriest en su tienda de bicicletas (por cierto, que también existe la marca de bicicletas Fondriest, que lleva su hermano). Allí hablamos de su especial relación con Catalunya (ganó diversas etapas de la Volta y la Setmana, así como una escalada a Montjuic) y pudimos convencerle de que nos acompañara en la cena (a la que acudió con su esposa y su bebé Lorenzo casi recién nacido) y en el principio de la etapa del día siguiente.
En la cena hablamos de ciclismo profesional, del UCI Pro Tour, de cicloturismo, de la Granfondo italianas, de puertos de montaña... Se nos hizo la cena corta de las muchas y muy interesantes experiencias que Maurizio nos contaba, siempre amable y con un castellano más que correcto.
Cuarto día:
Este día empezó todavía más temprano que de costumbre. Mauricio Fondriest nos comentó durante la cena que acostumbraba a subir un par de veces a la semana al lago de Tovel a darse un bañito a las 6,00 de la mañana. Ni cortos ni perezosos, tres de nosotros le propusimos apuntarnos a la excursión matutina. Dicho y hecho, después de dar más vueltas de las debidas, llegamos al lago y nos bañamos con el fresco matutino. Buen principio para un día que incluía las subidas al Passo Tonale y al temible Gavia.
Para aproximarnos al Tonale todavía tuvimos otra agradable sorpresa puesto que Fondriest nos llevó, en lugar de por la carretera general, muy transitada y más en un día laborable, por una especie de carril bici perfectamente asfaltado que nos llevaba junto al río y que solo compartíamos con algunos caminantes muy de tanto en tanto. Un carril bici en el que también había sus repechones donde Mauricio nos apretaba a base de bien. Un verdadero lujo (y un orgullo) poder correr al lado de un campeón del mundo y ganador de una Copa del Mundo.
Una vez llegados a Fucine nos despedimos de Fondriest agradeciéndole la “bella passejata” que nos había ofrecido y todavía con el buen sabor de boca, empezamos a subir el Tonale, del que quizas cabe destacar la impresionante estación de esquí que hay en su cima. Con más frío del esperado empezamos a descender hacia Ponte di Legno, donde tenemos otra cita importante del día: con el monstruo del Gavia, uno de los colosos que han construido la historia del ciclismo. Es imposible olvidar el Giro de 1988, que ascendió el Gavia en medio de una impresionante nevada. Fue una etapa que ganó el holandés Breukink y donde el americano Hampstean fraguó si victoria en el Giro, pero el drama lo puso Johan Van de Velde, que coronó primero el Gavia y sin embargo llegó a Bormio a 47 minutos de Breukink...
Nosotros tuvimos más fortuna con el tiempo, ya que nos acompañó el sol en casi toda la ascensión. Mediada la subida nos encontramos con un cartel de estrechamiento de la carretera y un amenazador 16%. Esa pequeña pista entre árboles obligó a ponerlo todo y tras otro cartelito al 14%, salir de ella ya con lo justo. Entonces empieza una parte más suave que deja el valle a la izquierda y en la que una amplia panorámica permite ver varios kilómetros de subida. El colofón de esa parte es un túnel de casi un kilómetro que no está iluminado. Ya nos habían advertido de su existencia, aunque no nos preocupaba en exceso puesto que llevábamos las furgonetas. Sin embargo no era tan fiero el león, puesto que aunque el desnivel dentro del tunel es de casi el 10%, prácticamente se podía pasar sin acompañamiento (alguno de nosotros así lo hizo). La salida del túnel se hace muy muy dura. Menos mal que sabemos que el final está cerca. Coronamos, fotos de rigor y descenso hasta Santa Caterina Valfurva donde comemos en una agradable zona de picnic.
Para los más valientes todavía quedaba la ascensión a Bormio 2000, una estación de esquí donde se llega tras 10 kilometros a una media del 7,5%. Con esta ascensión completamos el mismo recorrido que la etapa 18ª del Giro de 2004.
Quinto día:
Las previsiones meteorológicas no pintaban nada bien para ese jueves. De hecho indicaban incluso nieve en la cima del Stelvio.
El plan inicial era subir el Stelvio por Bormio hasta el desvió del Umbrail Pass (a unos 3 km. de la cima), que nos llevaría a Suiza, y de allí llegar a Prato, donde se inicia la vertiente más espectacular y famosa del Stelvio, con sus impresionantes y bellísimas 48 curvas. Como digo, las previsiones meteorológicas no eran en absoluto buenas y decidimos subir por la vertiente de Bormio hasta arriba del todo, y una vez allí decidir qué hacer.
Desde el principio se trata de una subida dura, puesto que son 21,5 kilómetros a una media de 7,1%. Sobre el kilómetro 4 pasamos el desvío hacia las termas viejas de Bormio (Alte Bad), lugar que merece una visita, puesto que es el elemento turístico más importante de Bormio.
Después de unos kilómetros de subida nos encontramos con una serie de 14 “tornanti” que ofrecían una panorámica preciosa (cómo sería por el otro lado!).
A diferencia del Gavia, aquí encontramos un puerto con bastante tráfico.
En la cima nos encontramos un montón de moteros, diversos chiringuitos donde comprar souvenirs, así como un carrito donde vendían salchichas(¡ , vaya éxito tuvo!! Allí también nos encontramos con Rafael Vallbona, que ha escrito varios libros sobre cicloturismo (“Les rutes del Tour”) que muchos de nosotros habíamos leído. Posiblemente en un próximo libro sobre Dolomitas también aparezca nuestro encuentro... También nos encontramos con un montón de esquiadores, puesto que allí se coge un remonte que lleva a la cota 3.100 del Monte Livrio o a la cota 3.200 de Nagler Spitze, ambos en el Glaciar del Stelvio.
Después de un rato descubrimos el monumento a Coppi (uno de tantos que hay por toda Italia), donde nos hacemos las fotos de rigor.
A todo esto empieza a nevar ligeramente, y el frío se intensifica. Unicamente dos de nosotros deciden bajar en bici, mientras el resto lo hacemos en la furgoneta calentitos. Antes de llegar a Bormio, decidimos subir el Passo di Foscagno, que también se subió en el Giro de este año. Se trata de un puerto con mucho tráfico, puesto que lleva a Livigno, una localidad italiana libre de impuestos, donde aprovechamos para cargar de gasoil las furgonetas: iba a mitad de precio!!!
Por la tarde, algunos de nosotros visitamos las termas de Bormio: un poquito de sauna, algunos chorros de agua caliente por la espalda y a dormir como bebés, que al día siguiente nos espera el Mortirolo!!!
Sexto día:
Ultimo y definitivo día, que incluye la subida al Mortirolo, el rey de todas las subidas. Las predicciones meteorológicas esta vez se equivocaron y a primera hora hacía un día espléndido, que nos permitió ver nieve muy reciente en las cimas del Gavia y del Stelvio. Desde Bormio, la carretera que lleva a Mazzo in Valtellina es una autovía plagada de túneles en los que está prohibido el paso a ciclistas. Por este motivo hemos de coger la antigua carretera que va paralela a los túneles, que tiene algún tramo de descenso que permite coger mucha velocidad. Mientras hacemos esos 30 kilómetros que llevan a pie de puerto no hacemos más que bajar y bajar. De hecho pretendemos subir por Mazzo in Valtellina porque es la más dura posible, aunque existe otra vertiente mucho más suave desde la localidad de Grosio, por la que también pasamos.
La subida en sí se hace muy dura, pero entre todo el grupo convinimos que con el desarrollo adecuado (39x27-29, 30x25) se puede hacer, es asumible, sobre todo si se toma como un reto en sí misma: llegar arriba es el objetivo. En carrera, o simplemente intentando subir por encima de tus posibilidades determinados tramos, esta subida puede ser tremenda. Afrontado con prudencia, prácticamente todo es posible...
Tampoco es una subida que destaque especialmente por su paisaje, sobre todo teniendo en consideración su altitud de 1.852 metros, en comparación con los 2.621 metros del Gavia o los 2.758 del Stelvio.
Pero la etapa era mucho más que el Mortirolo. A continuación venía el Vivione, un puerto con más de 20 kilómetros de ascensión y con tramos muy muy duros. Las principales referencias que tenía del Vivione eran de la etapa del Giro 2004, donde Popovych y Cunego hicieron un descenso suicida en una carretera super-estrecha, en la que cortaron a Basso y a un pelotón de más de 30 corredores que habían coronado juntos. A nosotros nos empezó a llover arriba, con lo que nuestros miedos sobre el descenso se incrementaban... aunque tuvimos que bajar con mucha prudencia. Sobre la estrechez de la carretera, solo puedo decir que los problemas eran nuestros cuando coincidíamos con una moto de subida... El poco paisaje del que pudimos disfrutar, cuando pudimos alejar los ojos del asfalto, era sencillamente espectacular.
Para rematar la faena nos quedaba el Passo della Presolana, que casi diría que lo agradecimos, para darle un punto épico al último día... y para entrar un poco en calor, que nos habíamos quedado helados. Al principio es una subida no demasiado dura, pero tiene tres tramos al 14%, indicados con sus respectivas señales de tráfico. El recorrido que hicimos fue idéntico al que se realizó en la 19ª etapa del Giro de 2004.
En fin, una experiencia inolvidable y que nos ha puesto el listón muy alto para futuras aventuras. Seis etapas completas incluyendo la mejor marcha cicloturista de Europa, un montón de puertos, los mejores paisajes de montaña de Europa, un extraordinario ambiente en el grupo y, además, la sensación de que la mayoría de nosotros ha podido realizar el recorrido previsto en unas buenas condiciones físicas, sin pasar a la zona de “agonía permanente”. Ese ha sido uno de los secretos para disfrutar tanto como lo hemos hecho nosotros.
Hace ya casi un año decidimos organizar una excursión a los Dolomitas como colofón a una “trilogía” que componían Pirineos (donde fuimos en 2003), Alpes (2004) y los propios Dolomitas.
La selección de las fechas fue fácil: queríamos que coincidiera con una de las marchas más míticas de las que se celebran en toda Europa: La Maratona dles Dolomites. Puesto que ésta se celebraba el 3 de Julio, esa fecha nos marcaba la pauta a seguir.
Sobre el recorrido a diseñar, también nos marcaba el hecho de querer hacer una semana entera de puertos, por lo que el recorrido que se diseñó era muy duro pero asequible, incluyendo normalmente un par de puertos por día y algún puerto opcional para aquellos que se encontraran más fuertes.
Finalmente la expedición la componíamos 11 ciclistas (en su mayoría socios del Esport Ciclista Sant Andreu de Barcelona) y 4 acompañantes. Para el transporte contamos con 2 furgonetas Mercedes Vito y una furgoneta Mercedes Sprinter de carga, donde poder llevar las bicis, los avituallamientos, las bolsas... En fin, toda una caravana!
Primer día:
La salida de la Maratona dles Dolomites era a las 6,15 de la mañana. Sorprendente para lo que estamos acostumbrados aquí en España. Total, que el despertador a las 4,30 y el desayuno a las 5,00. Por mucho que estemos en verano no pensábamos que a esa hora ya clareara...
El día amaneció precioso. Ni una sola nube. Un buen augurio para un día mágico.
Un poco de miedo antes de salir, aunque teníamos la intención de hacer la marcha para disfrutar de los paisajes y del ambiente. No se trataba de terminar machacados, como suele ocurrir en la Quebrantahuesos, puesto que el terreno no lo conocíamos y además nos esperaba una semana de aúpa.
De la marcha en sí, destacar que las carreteras estan cerradas al tráfico, y que existen 3 posibles recorridos: la Sella Ronda (recorrido corto de 57 kilometros que incluye Campolongo, Pordoi, Sella y Gardena), el recorrido mediano de 110 kilómetros (que subía Falzarego) y el largo, que la mayoría de nosotros hicimos, de 147 kilometros, con la subida al durísimo Passo Giau. La organización de la salida, era espléndida, por parrillas según categorías y sin posibilidad de extravío. Esperando el pistoletazo inicial curiosamente coincidimos con dos españoles más, que ya habían estado antes en los Dolomitas. Al final supimos que únicamente habíamos sido 45 españoles de los más de 8.600 participantes. 8.600 afortunados de los más de 20.000 que lo intentaron en el pasado mes de Octubre, cuando se abrió la inscripción.
Al coronar el primer puerto (Campolongo) nos encontramos con la sorpresa de que escuchamos música celestial y unas chicas disfrazadas de ángeles. Alucinante. Imaginaros: en los Dolomitas, con la luz de las 7 de la mañana, la música de Gladiator, unas bellezas con alitas... Sí, definitivamente estábamos en el cielo!!!!
El día anterior no nos habíamos fijado, pero el folleto que nos dieron ya explicaba que esta edición estaba patrocinada por una empresa de cerámicas y estaba dedicada a los ángeles (de hecho tenían inscripción gratuita los que se llamaban Angel o Angeles). La representación era total, puesto que arriba al coronar los puertos encontrábamos los ángeles (que incluso en el Sella regalaban flores) y al bajar al valle encontramos los demonios...
La ascensión al Passo Giau era también digna de cualquier infierno. Nos imaginábamos un Marie Blanque un poco más suave, pero del doble de kilometraje. Y no andábamos equivocados. Al Giau hay que llegar con fuerzas, porque te lo exige todo. Aunque siguiendo el símil de la Quebrantahuesos, quizás el que concentra su energia en el Marie Blanque (Giau) luego lo paga en el Portalet (Falzarego). En el descenso hacia Corvara vimos una caída de esas que tienen muy mala pinta. Luego, mejor ni preguntamos. A veces es mejor no saber...
Como remate a la Maratona, decidimos volver en bicicleta al hotel, que estaba a unos 15 kilómetros de cómoda bajada, excepto los últimos dos kilómetros que llevaban a La Valle, el pueblo donde estábamos alojados.
Segundo día:
Este día teníamos prevista una etapa de “recuperación”, con la subida al Passo Fedaia, o la Marmolada. El pasado invierno, en un coloquio que mantuvimos con el profesional Joaquim Rodríguez, nos habló de este puerto como el más duro que había subido nunca, por lo que suponía un reto adicional para nosotros.
Nos desplazamos en furgoneta hasta Caprile, donde se inicia la subida por su vertiente más dura, sin apenas tiempo para calentar. Los primeros kilómetros se dejan hacer, pero cuando se llega a Malga Ciapella empieza aquella recta interminable que sube más del 12% durante 2 kilómetros. En ese tramo no hay posibilidad de engañar a nadie, ni de regular, es uno de esos tramos que o la montaña o tú, a ver quien puede más. Todo el desarrollo y para arriba como cada uno pueda. Coronada la recta, un par de curvas en zigzag ofrecen un pequeño respiro y un cartelito del 15% nos pone sobre aviso de la sorprendente última rampa. Sorprendente, porque se trata de una rampa totalmente artificial, para salvar un puente, como si la montaña sola no ofreciera suficientes alicientes!!!
Las vista arriba, preciosas, pero todavía más en el falso llano que sigue antes del descenso propiamente dicho junto, junto al lago di Fedaia, unas vistas impresionantes sobre el glaciar.
Puesto que la bajada de la Marmolada nos dejaba en la localidad de Canazei, decidimos también subir al Pordoi y hacer las fotos que no pudimos hacer el día anterior durante la Maratona. Eso suponía 12 kilómetros de ascensión que bien merecieron la pena. Arriba, foto en el cartel, en el monumento a Coppi y para abajo hacia Arabba. Una vez allí el grupo se disgregó: algunos tiraron hacia Caprile a por las furgonetas y otros decidieron hacer el Campolongo y bajar a Corvara in Badia y al hotel.
Este fue el día con más indicencias mecánicas: un radio roto que inutilizó una llanta (menos mal que llevábamos una rueda de recambio), y un doble pinchazo en un impresionante bache a la entrada de un tunel bajando el Pordoi. Realmente tuvimos mucha suerte durante toda la excursión, puesto que estas fueron las incidencias mecánicas más importantes.
Tercer día:
Teníamos pervista una etapa de traslado hasta Cles-Val di Non, pasando por Gardena y Mendola. A última hora decidimos cambiar el ascenso a Gardena por la subida al Passo delle Erbe, que se subió esta última edición del Giro d’Italia. Se trata de un puerto muy duro, que corona a 2.004 metros, con un final impresionante, de 6,5 km a una media de más del 9%. La lluvia con la que amaneció en La Valle arruinó nuestro planes, nos obligó a dejar Erbe para otra ocasión y decidimos hacer el traslado hasta Bolzano en furgoneta. Allí, aunque seguía lloviendo, decidimos hacer el Passo della Mendola, que en los últimos kilómetros ofreció unas vistas preciosas sobre el Lago de Santa Giustina y la Val di Non. Una vez coronado, a pesar del frío, decidimos hacer algún puerto más, y teníamos en la recámara el Passo Palade (no muy duro, dicho sea de paso) que pudimos hacer ya con mejor tiempo. De hecho cuando llegamos al hotel de Cles hacía un día perfecto y un sol que compensaba con creces la lluvia y el frío que habíamos pasado durante el día.
A la llegada al hotel, tal como habíamos pactado con anterioridad, pudimos contactar con el ex campeón del Mundo Mauricio Fondriest en su tienda de bicicletas (por cierto, que también existe la marca de bicicletas Fondriest, que lleva su hermano). Allí hablamos de su especial relación con Catalunya (ganó diversas etapas de la Volta y la Setmana, así como una escalada a Montjuic) y pudimos convencerle de que nos acompañara en la cena (a la que acudió con su esposa y su bebé Lorenzo casi recién nacido) y en el principio de la etapa del día siguiente.
En la cena hablamos de ciclismo profesional, del UCI Pro Tour, de cicloturismo, de la Granfondo italianas, de puertos de montaña... Se nos hizo la cena corta de las muchas y muy interesantes experiencias que Maurizio nos contaba, siempre amable y con un castellano más que correcto.
Cuarto día:
Este día empezó todavía más temprano que de costumbre. Mauricio Fondriest nos comentó durante la cena que acostumbraba a subir un par de veces a la semana al lago de Tovel a darse un bañito a las 6,00 de la mañana. Ni cortos ni perezosos, tres de nosotros le propusimos apuntarnos a la excursión matutina. Dicho y hecho, después de dar más vueltas de las debidas, llegamos al lago y nos bañamos con el fresco matutino. Buen principio para un día que incluía las subidas al Passo Tonale y al temible Gavia.
Para aproximarnos al Tonale todavía tuvimos otra agradable sorpresa puesto que Fondriest nos llevó, en lugar de por la carretera general, muy transitada y más en un día laborable, por una especie de carril bici perfectamente asfaltado que nos llevaba junto al río y que solo compartíamos con algunos caminantes muy de tanto en tanto. Un carril bici en el que también había sus repechones donde Mauricio nos apretaba a base de bien. Un verdadero lujo (y un orgullo) poder correr al lado de un campeón del mundo y ganador de una Copa del Mundo.
Una vez llegados a Fucine nos despedimos de Fondriest agradeciéndole la “bella passejata” que nos había ofrecido y todavía con el buen sabor de boca, empezamos a subir el Tonale, del que quizas cabe destacar la impresionante estación de esquí que hay en su cima. Con más frío del esperado empezamos a descender hacia Ponte di Legno, donde tenemos otra cita importante del día: con el monstruo del Gavia, uno de los colosos que han construido la historia del ciclismo. Es imposible olvidar el Giro de 1988, que ascendió el Gavia en medio de una impresionante nevada. Fue una etapa que ganó el holandés Breukink y donde el americano Hampstean fraguó si victoria en el Giro, pero el drama lo puso Johan Van de Velde, que coronó primero el Gavia y sin embargo llegó a Bormio a 47 minutos de Breukink...
Nosotros tuvimos más fortuna con el tiempo, ya que nos acompañó el sol en casi toda la ascensión. Mediada la subida nos encontramos con un cartel de estrechamiento de la carretera y un amenazador 16%. Esa pequeña pista entre árboles obligó a ponerlo todo y tras otro cartelito al 14%, salir de ella ya con lo justo. Entonces empieza una parte más suave que deja el valle a la izquierda y en la que una amplia panorámica permite ver varios kilómetros de subida. El colofón de esa parte es un túnel de casi un kilómetro que no está iluminado. Ya nos habían advertido de su existencia, aunque no nos preocupaba en exceso puesto que llevábamos las furgonetas. Sin embargo no era tan fiero el león, puesto que aunque el desnivel dentro del tunel es de casi el 10%, prácticamente se podía pasar sin acompañamiento (alguno de nosotros así lo hizo). La salida del túnel se hace muy muy dura. Menos mal que sabemos que el final está cerca. Coronamos, fotos de rigor y descenso hasta Santa Caterina Valfurva donde comemos en una agradable zona de picnic.
Para los más valientes todavía quedaba la ascensión a Bormio 2000, una estación de esquí donde se llega tras 10 kilometros a una media del 7,5%. Con esta ascensión completamos el mismo recorrido que la etapa 18ª del Giro de 2004.
Quinto día:
Las previsiones meteorológicas no pintaban nada bien para ese jueves. De hecho indicaban incluso nieve en la cima del Stelvio.
El plan inicial era subir el Stelvio por Bormio hasta el desvió del Umbrail Pass (a unos 3 km. de la cima), que nos llevaría a Suiza, y de allí llegar a Prato, donde se inicia la vertiente más espectacular y famosa del Stelvio, con sus impresionantes y bellísimas 48 curvas. Como digo, las previsiones meteorológicas no eran en absoluto buenas y decidimos subir por la vertiente de Bormio hasta arriba del todo, y una vez allí decidir qué hacer.
Desde el principio se trata de una subida dura, puesto que son 21,5 kilómetros a una media de 7,1%. Sobre el kilómetro 4 pasamos el desvío hacia las termas viejas de Bormio (Alte Bad), lugar que merece una visita, puesto que es el elemento turístico más importante de Bormio.
Después de unos kilómetros de subida nos encontramos con una serie de 14 “tornanti” que ofrecían una panorámica preciosa (cómo sería por el otro lado!).
A diferencia del Gavia, aquí encontramos un puerto con bastante tráfico.
En la cima nos encontramos un montón de moteros, diversos chiringuitos donde comprar souvenirs, así como un carrito donde vendían salchichas(¡ , vaya éxito tuvo!! Allí también nos encontramos con Rafael Vallbona, que ha escrito varios libros sobre cicloturismo (“Les rutes del Tour”) que muchos de nosotros habíamos leído. Posiblemente en un próximo libro sobre Dolomitas también aparezca nuestro encuentro... También nos encontramos con un montón de esquiadores, puesto que allí se coge un remonte que lleva a la cota 3.100 del Monte Livrio o a la cota 3.200 de Nagler Spitze, ambos en el Glaciar del Stelvio.
Después de un rato descubrimos el monumento a Coppi (uno de tantos que hay por toda Italia), donde nos hacemos las fotos de rigor.
A todo esto empieza a nevar ligeramente, y el frío se intensifica. Unicamente dos de nosotros deciden bajar en bici, mientras el resto lo hacemos en la furgoneta calentitos. Antes de llegar a Bormio, decidimos subir el Passo di Foscagno, que también se subió en el Giro de este año. Se trata de un puerto con mucho tráfico, puesto que lleva a Livigno, una localidad italiana libre de impuestos, donde aprovechamos para cargar de gasoil las furgonetas: iba a mitad de precio!!!
Por la tarde, algunos de nosotros visitamos las termas de Bormio: un poquito de sauna, algunos chorros de agua caliente por la espalda y a dormir como bebés, que al día siguiente nos espera el Mortirolo!!!
Sexto día:
Ultimo y definitivo día, que incluye la subida al Mortirolo, el rey de todas las subidas. Las predicciones meteorológicas esta vez se equivocaron y a primera hora hacía un día espléndido, que nos permitió ver nieve muy reciente en las cimas del Gavia y del Stelvio. Desde Bormio, la carretera que lleva a Mazzo in Valtellina es una autovía plagada de túneles en los que está prohibido el paso a ciclistas. Por este motivo hemos de coger la antigua carretera que va paralela a los túneles, que tiene algún tramo de descenso que permite coger mucha velocidad. Mientras hacemos esos 30 kilómetros que llevan a pie de puerto no hacemos más que bajar y bajar. De hecho pretendemos subir por Mazzo in Valtellina porque es la más dura posible, aunque existe otra vertiente mucho más suave desde la localidad de Grosio, por la que también pasamos.
La subida en sí se hace muy dura, pero entre todo el grupo convinimos que con el desarrollo adecuado (39x27-29, 30x25) se puede hacer, es asumible, sobre todo si se toma como un reto en sí misma: llegar arriba es el objetivo. En carrera, o simplemente intentando subir por encima de tus posibilidades determinados tramos, esta subida puede ser tremenda. Afrontado con prudencia, prácticamente todo es posible...
Tampoco es una subida que destaque especialmente por su paisaje, sobre todo teniendo en consideración su altitud de 1.852 metros, en comparación con los 2.621 metros del Gavia o los 2.758 del Stelvio.
Pero la etapa era mucho más que el Mortirolo. A continuación venía el Vivione, un puerto con más de 20 kilómetros de ascensión y con tramos muy muy duros. Las principales referencias que tenía del Vivione eran de la etapa del Giro 2004, donde Popovych y Cunego hicieron un descenso suicida en una carretera super-estrecha, en la que cortaron a Basso y a un pelotón de más de 30 corredores que habían coronado juntos. A nosotros nos empezó a llover arriba, con lo que nuestros miedos sobre el descenso se incrementaban... aunque tuvimos que bajar con mucha prudencia. Sobre la estrechez de la carretera, solo puedo decir que los problemas eran nuestros cuando coincidíamos con una moto de subida... El poco paisaje del que pudimos disfrutar, cuando pudimos alejar los ojos del asfalto, era sencillamente espectacular.
Para rematar la faena nos quedaba el Passo della Presolana, que casi diría que lo agradecimos, para darle un punto épico al último día... y para entrar un poco en calor, que nos habíamos quedado helados. Al principio es una subida no demasiado dura, pero tiene tres tramos al 14%, indicados con sus respectivas señales de tráfico. El recorrido que hicimos fue idéntico al que se realizó en la 19ª etapa del Giro de 2004.
En fin, una experiencia inolvidable y que nos ha puesto el listón muy alto para futuras aventuras. Seis etapas completas incluyendo la mejor marcha cicloturista de Europa, un montón de puertos, los mejores paisajes de montaña de Europa, un extraordinario ambiente en el grupo y, además, la sensación de que la mayoría de nosotros ha podido realizar el recorrido previsto en unas buenas condiciones físicas, sin pasar a la zona de “agonía permanente”. Ese ha sido uno de los secretos para disfrutar tanto como lo hemos hecho nosotros.