sábado, noviembre 12, 2011

Londres 2011, año 1 antes de las Olimpiadas.

Visitar Londres es una experiencia enriquecedora desde todos los puntos de vista. Esto no pretender ser una recopilación de todos los tópicos visitables en Londres, sino un simple recuento de los lugares que tenía en mi lista de deberes.

Culturalmente la visita al Museo Británico es obligada, con la Piedra de Roseta, los frisos del Partenon ateniense, las momias egipcias y la Carta Magna de Juan I como sus principales reclamos. Otros museos que no podemos obviar son la National Gallery y la National Portrait Gallery, o la Tate Gallery. Históricamente cabe destacar El Palacio de Buckingham con su cambio de guardia en días alternos. La Torre de Londres, que no es Torre, con su oscuro pasado de ejecuciones, vecina del Tower Bridge (no confundir con el Puente de Londres), el Big Ben, la Westmister Abbey, y por supuesto la Catedral de St. Paul, cuyo principal mérito sea probablemente haber sobrevivido a los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial (ver foto más abajo). A nivel turístico hay que visitar Picadilly Circus, la respuesta londinense a Times Square, los mercadillos de Camden, Portobello o Notting Hill.

A pesar del amor incondicional por las tradiciones que sienten los ingleses, no hay que dejar de lado las nuevas atracciones londinenses, entre las que destaca la gigantesca noria (el London Eye) que se instaló junto al Támesis a principios de este siglo XXI y que se convirtió en atracción permanente, cuando había sido diseñada para un uso temporal. Las vistas son imponentes, a más de 135 metros de altura. Más que recomendable. Otra de esas atracciones modernas sería el Puente del Milenio, diseñado por el arquitecto más famoso del mundo, el londinense Norman Forster, para mí totalmente decepcionante y más cuando uno se entera de que costó 19 millones de Libras. Para indignarse...

Pero en lo deportivo, que es lo más me interesa, Londres es una ciudad con muchos destinos. Mi interés se concentró en dos de ellos: Wembley y el nuevo Parque Olímpico situado en Stratford, que incluye el estadio olímpico, el velódromo, las piscinas y el Palacio de Basket. Correr en Hyde Park también hubiera sido una buena toma de contacto con el deporte amateur londinense, pero una inoportuna lesión me privó de ese privilegio.

Para el amante de los deportes, Londres tiene muchos más lugares que serían dignos de una visita. Para empezar los estadios de futbol de los equipos londinenses: Stamford Bridge (Iniesta!), el campo del Chelsea, Emirates el impresionante campo del Arsenal, White Hart Lane el campo del Totenham. Eso sólo por citar los campos de los equipos más prestigiosos, porque también son londinenses el West Ham o el Queens Park Rangers. Más allá del fútbol, qué decir de las pistas de Tenis de Wimbledon donde el mes de Junio se celebra el Torneo de Tenis más clásico del Grand Slam. Y si os digo que Wimbledon es al Tenis lo que Twickenham es al Rugby entenderéis la trascendencia de ese campo de Rugby. Pero no había tiempo para todo y tuve que concentrarme en Wembley y el Parque Olímpico. Wembley es el estadio de futbol de la selección inglesa de fútbol y el estadio donde se juega la final de la FA Cup inglesa, no en vano el estadio es propiedad de la Asociación de Futbol (FA) inglés. Al nuevo estadio de Wembley nos recibe una estatua de Bobby Moore, uno de los internacionales ingleses más reputados y prestigiosos de la historia y, fundamentalmente, capaitán de la selección inglesa que se proclamó campeona en 1966. El estadio de Wembley también será protagonista en la final de futbol de los JJOO del próximo verano, igual que ya lo fue de los JJ de 1948. Especialmente destacable la victoria del argentino Delfo Cabrera en la prueba de maratón, que acabó en el estadio. Pero si algo marca la historia del viejo estadio de Wembley, inaugurado en el año 1923, es la final de la Copa del Mundo de Futbol del año 1966, que se disputó en Inglaterra y fue ganada por sus anfitriones los ingleses, en la que hasta la fecha es la única. Una polémica final enfrentó a Inglaterra y Alemania, en la que un gol fantasma de Inglaterra allanó el camino de la victoria por 4-2.

Para mí, Wembley es mítico y siempre lo será por las dos victorias de Champions League del Barcelona, una el año 1992 con el famoso gol de Koeman a la Sampdoria, y la segunda el pasado mes de Mayo frente al Manchester United en un partido en el que el Barça de Guardiola llegó a su máxima expresión. Wembley ha sido escenario de otros múltiples eventos deportivos históricos, entre los que quiero recordar, a los pocos días de la muerte del mítico Joe Frazier, el combate que disputaron Cassius Clay y el londinense Henry Cooper en 1963, en el que el inglés derribó a Muhamad Alí aunque acabó perdiendo.

Por lo que hace referencia al segundo objetivo de mi tour deportivo en Londres, debo decir que fue un verdadero fracaso, puesto que el Parque Olímpico, ubicado en East London, exactamente junto al conocido Centro Comercial de Stratford, está cerrado al público a 9 meses de los Juegos Olímpicos, aunque algunas de sus instalaciones ya han sido finalizadas e incluso inauguradas. El Estadio Olímpico, fue construido por alrededor de 8 mil trabajadores y cuenta con una capacidad para 80 mil personas. Su coste no superó los 552,8 millones de euros, el estadio será el principal escenario en los Juegos Olímpicos de 2012 y es la segunda obra de gran escala que se finaliza, después del velódromo. No hay que olvidar la tradición británica del ciclismo en pista, no en vano los grandes estandartes del ciclismo inglés actual proceden la pista (Wiggins y Cavendish). Los ingleses fueron también los grandes triunfadores del ciclismo en pista en las pasadas Olimpiadas en Pekin 2008 con 7 oros nada menos.

Junto al Estadio Olímpico sí que pudimos observar una torre roja en espiral, diseñada por el artista angloindio Anish Kapoor, que se alzará sobre el Parque Olímpico de Londres 2012 como símbolo de esperanza. La torre de 19 millones de libras consiste en gigantes figuras de acero enrejado entrelazadas y es más alta que la Estatua de la Libertad de Nueva York. También es más alta que el Big Ben, pero de menor tamaño que la Torre Eiffel en París, la torre de 115 metros es un «símbolo del dinamismo de una ciudad que viene saliendo de la recesión», según dijo el alcalde Boris Johnson. El Centro Acuático, donde se desarrollaran las pruebas de natación y saltos, es otra construcción espectacular con forma de cola de delfín, sencillamente genial.

Me quedé con las ganas de poder ver todas estas maravillas por dentro, pero cuando el próximo verano vea las Olimpiadas por la tele (los precios de Londres ya son caros, imaginaros en unos JJOO) me imaginaré terminadas todas esas obras que yo pude ver en la lejanía...

jueves, noviembre 03, 2011

El espectáculo de Grossglockner y el glaciar Pasterze

De Dolomites 2011
El monte Grossglockner es, con 3798 m., el pico más alto de Austria. No, allí no se puede llegar con la bici de carretera. Pero hay un lugar desde el que se tiene una vista espectacular del Grossglockner, es el Refugio Franz Joseph Höche (2369 metros), un mirador privilegiado no sólo sobre ese pico sino también sobre el glaciar Pasterze, el más grande de los Alpes Orientales. A este refugio se accede desde la carretera que sube al Hochtor Pass (2504 m.), una carretera con un trazado de 48 km que va desde Zell am See hasta Heiligenblut. Esta carretera, llamada Hochalpenstrasse (carretera de los Altos Alpes) es una verdadera atracción turística y se ha vuelto a poner de moda en el mundillo ciclista este año 2011, al ser incluida en el trazado del Giro, el segundo de Contador.
José Manuel Fuente , posiblemente el mejor escalador español de la historia, respondía así a la pregunta de cuál era el puerto más duro que había subido alguna vez: “El Gloscone (respondió literalmente, por Grossglockner). Lo subimos en el Giro del 71 (en mi primer año como profesional) y la etapa la ganó Pierfranco Vianelli (Campeón Olímpico en México y 7º en el Tour del 69). Recuerdo una sensación extraña subiendo aquel puerto, algo así como estar escalando una cuesta sin fin, algo que no se acaba nunca; era un puerto, creo, de unos 30 km. y con rampas del 14%. Aquel año era la Cima Coppi y me lo ganó Vianelli. Estábamos en la frontera con Austria y de verdad que lo pasé muy mal, aunque aquel año terminase ganando la montaña.”

Este año 2011 el Grossglockner volvió a ser incluido en el recorrido del Giro d’Italia, después de 40 años. En un recorrido que, procedente de Italia, tenía 167 km e incluía las ascensiones al Monte Croce Carnico (Plöcken Pass en alemán) y la tachuela del Iselbergpass. En el mes de Mayo, la subida nos ofreció unos paisajes nevados grandiosos, que fueron testigos de la superioridad incontestable de Alberto Contador, que cedió la victoria a José Rujano. La meta se situó en el llano anterior a la subida final al Refugio Franz Joseph Hoche. Ese lugar, una explanada con un parking enorme, es ideal para albergar toda la infraestructura que requiere un final de etapa de estas características. Allí las vistas no son excepcionales. Lo que sí se ve es la tremenda última rampa que en un par de kilómetros alcanza el Refugio. Una rampa constante superior al 13% dentro de una galería que acaba con las fuerzas de cualquiera.
De Dolomites 2011
Yo ya hacía tiempo que tenía ganas de subir por la Hochalpenstrasse, que como decía al principio es una atracción turística de primera magnitud. Se trata de una carretera de peaje (nada menos que 29,00 Euros vale el ticket por acceder a ella). Incluso este año se estudió la posibilidad de que los ciclistas pagaran, como decían Rubén Berasategui y Angel Morales en el número 41 de Pedalier hace unos meses, pero para nuestra tranquilidad este 2011 todavía no lo cobraban a las bicis y hasta donde yo sé, una verdadera movilización de ciclistas en Austria ha impedido de momento que se implante ese peaje.

La historia de esta carretera se remonta a 1922, año en que un grupo de expertos austríacos tuvo la visión de hacer esta carretera “para estimular el turismo y atraer a gente de gran poder adquisitivo”. La carretera seguía el trazado de un camino de antigüedad secular, que ya había sido pisado por los soldados romanos y celtas. Sin embargo Austria, tras la derrota en la 1ª Guerra Mundial, no podía financiar el proyecto y no fue hasta 1929 que la crisis provocó que la construcción de la carretera se convirtiera en un proyecto para crear empleo. En 1930 empezaron las obras y el 3 de Agosto de 1935 se inauguró la carretera del Grossglockner.

Es una subida cuya historia en relación con el deporte se remonta muchos años atrás. La primera carrera de coches tuvo lugar el día siguiente a su inauguración, con 75 pilotos participantes. Siempre ha sido lugar de carreras de coches, motos o bicicletas. La Vuelta a Austria hace obviamente una visita anual al Hochtorpass en su recorrido.
Se estima que unos 20.000 ciclistas pasan cada año (cada verano más concretamente!) por esta carretera, siendo uno de los destinos favoritos de los cicloturistas europeos. Cubierta de nieve durante todo el invierno, hoy en día con 5 máquinas y 10 personas, en 15 días la carretera queda abierta al tráfico. En 1938, se necesitaban 70 días para que 350 personas quitaran manualmente la nieve acumulada...
Hay servicios que facilitan a los ciclistas su escalada. Existe también la posibilidad de tomar el tiempo entre Ferleiten y la Fuscher Törl (lo que se denomina la etapa reina del Glockner), mediante un sistema de cronometraje automático (solo antes de las 9.00 y después de las 15.00 horas). Por un módico precio de 2 Euros sabréis el tiempo exacto de vuestra escalada y éste aparecerá también en Internet a los pocos minutos. Al regreso a Ferleiten hay dos duchas (para hombres y mujeres) donde poder refrescarse tras el esfuerzo.
Pero hay que decir que el verdadero paso de montaña es el Hochtorpass (incluido en el reto BIG, por supuesto), con su túnel en la cima, a una altitud de 2.504 m., que da paso a la vertiente norte, desde la que se puede llegar a otro de los destinos que no os podéis perder, el Edelweisspitze, realmente el punto asfaltado más alto de esas montañas, a 2571 metros. Dos kilómetros adoquinados es el remate final para llegar a este punto culminante, desde la Fuscher Törl.

Nosotros íbamos con la intención de subirlo todo, Hochtor, Refugio, Edelweisspitze... pero la realidad fue que imitamos la etapa del Giro casi al 100% y cuando llegamos a los pies del Hochtor ya habíamos dejado casi todas la fuerzas. Cada uno subía como podía. Siempre hay que buscar el lado positivo de las cosas y a pesar de las escasas fuerzas que me quedaban por lo menos daba las gracias de que el tiempo nos hubiera acompañado y nos hubiera permitido llegar tan arriba, cosa que no estaba tan clara cuando salimos de Italia. A partir de la rotonda que separa los caminos del Refugio y del paso del Hochtor sigo hacia el Hochtor y las cosas se ponen realmente feas, una rampa impresionante de la bienvenida a los últimos kilómetros y a una velocidad mínima paso unas motos de época que nos habían pasado unos kilómetros antes y que ya no podían con la pendiente ni con sus orondos y disfrazados conductores. Si no podía el motor de la moto, mi motorcillo estaba también en las últimas. Me agarro a cualquier estímulo para poder continuar unos metros, pero el aliciente de llegar a Sergi, al que veo haciendo fotos por delante y el aliciente de ver a Julià por detrás, no son suficientes para vencer la tentación de echar pie al suelo. Poco a poco el aire sopla más fuerte y es más frío. Sólo tengo ganas de llegar, ver el túnel de la cima y hacerme la foto junto al cartel. Cuando llego mis compañeros no están y me dice Sergi que por allí no han pasado. Se han ido directos al Refugio Franz Joseph Hoche, seguro. No queda otra. Después de comprar algunos souvenirs en la tienda nos vamos a buscarlos al Refugio. No nos ponemos de acuerdo en qué tramo es más duro, si el final del Hochtor o los últimos kilómetros hasta llegar al Refugio, buen debate organizamos...
De Dolomites 2011
El día se va complicando y en lugar de visitar el Edelweisspitze (el único que nos faltaba de nuestro planning), decidimos quedarnos un buen rato tomando un café en el Refugio Franz Joseph Hoche viendo con un ojo la etapa del Tour, y con el otro el impresionante glaciar Pasterze, cuyas dimensiones se han visto reducidas de forma dramática desde el año 1846, en que se empezó a medir científicamente. El hielo ha perdido en este tiempo más de 200 metros de altura en la lengua del glaciar, y su longitud se ha reducido en 1.800 metros. El panorama es tal que al ritmo que vamos, en 80 años el glaciar habrá desaparecido.

El frío fuera es intenso, tanto que incluso acortamos la sesión de fotos habitual. La vertiginosa panorámica podemos apreciarla también desde las cristaleras del restaurante, y en algún momento las nubes incluso nos permiten ver el pico del Grossglockner.

En fin. Una experiencia de las que recordaremos durante años. Un recorrido que podría situarse sin duda en las primeras posiciones de los recorridos más espectaculares que se pueden hacer en bici. En competencia, sí, con algunos recorridos en los vecinos Dolomitas, pero la subida al Hochtor Pass y las vistas desde el Refugio Franz Joseph Hoche son la “creme de la creme” del cicloturismo en el mundo. 20.000 ciclistas al año no pueden estar equivocados.

viernes, octubre 21, 2011

Las 3 Cimas de Lavaredo, y el caso de la cima robada.

(Publicado en el n.45 de la revista Pedalier)


Las 3 Cimas de Lavaredo son una de las imágenes más típicas de los Dolomitas. Su inconfundible foto ilustra la portada de muchos libros dedicados a esta cadena montañosa. Tres Cimas, Tre Cime en italiano, Drei Zinnen en alemán. Ni siquiera hace falta ponerles apellido. Las 3 cimas son mundialmente famosas. Pero ahora tengo que reconocer que después de estar allí no las vi. Y esta vez no fue culpa del tiempo o la niebla que no pudiera ver el objetivo de mi escalada. Regreso a casa habiendo visto solamente dos de ellas. La tercera desapareció.

El primer recuerdo que tengo de las 3 Cimas de Lavaredo tiene que ver con José Manuel Fuente en el Giro d’Italia, en esos Giros que disputaba con Merckx, sería el año 74. Con 10 añitos ya formaba parte de mis sueños ciclistas. Odiaba a quien se confundía y las llamaba lavadero, en lugar de Lavaredo. Qué manera de desprestigiar un destino tan singular y con tanto significado, no sólo para los amantes del ciclismo sino para los amantes de la montaña en general. No en vano las 3 cimas son también un desafío para los escaladores. Precisamente mientras preparaba este artículo murió Walter Bonatti, uno de los más grandes alpinistas de la historia, el último escalador tradicional, que tiene en su haber la escalada de la cara norte de la Cima Grande, en los años 50. Se trata de una de las grandes caras norte de los Alpes.

El destino quiso que una de mis bicicletas fuera una Wilier Lavaredo azul que me ha acompañado a tantos sitios. Hace ya un tiempo compré una Scott pero esa Wilier sigue siendo mi segunda bici, la que me llevo por ahí cuando tengo que coger el avión. El “muletto”, como le llaman los italianos al segundo coche de la fórmula 1. Me gusta llevar sobre la bici un nombre que evoca lo mejor de lo mejor del cicloturismo y del ciclismo profesional.

El Giro de Italia popularizó las 3 cimas en los años 60 y 70. En el Giro de 1967 la 19ª etapa, disputada bajo la nieve, supuso la primera vez que las Tres Cimas de Lavaredo se ascendían en un Giro. Aquel día, Gimondi cruzó el primero la línea de meta, seguido de Merckx y Motta a pocos segundos. Sin embargo, la etapa fue anulada debido a irregularidades y empujones por parte de los aficionados. En 1968 se volvió a subir y fue una de las primeras exhibiciones de Merckx en el Giro, remontando en un día gélido a todos los ciclistas que le precedían de una escapada inicial. Ese día se inició la era del Caníbal.

En el año 1974 nuestro José Manuel Fuente también protagonizó otra de sus victorias más sonadas. En 1981 fue el turno de escalador suizo Beat Breu y otro escalador imperial como Lucho Herrera ganó en 1989. Es una subida que no admite vencedores mediocres. O sí, hasta hace poco. En 2007, en un Giro durísimo donde también se subió el Zoncolan, una etapa acabó en las 3 cimas con la victoria del inefable Riccardo Riccò delante de su compañero de escuadra Piepoli, en unos días en que los corredores de Saunier Duval volaban. En fin. Sin comentarios.

Toda esta historia estaba frente a mí, cuando veníamos precisamente del Zoncolan. Habíamos dibujado una etapa en la que había una larguísima aproximación desde Paluzza, pasando por Auronzo di Cadore.

Pasada la rotonda que dejaba a la izquierda el Colle Tre Croci, que al día siguiente nos llevaría hasta Cortina d’Ampezzo, empieza propiamente la subida hacia Misurina y las 3 Cimas. Unas primeras rampas importantes nos dejan en un llano con una visión impresionante de dos picos muy juntos que luego sabríamos que eran 2 de las 3 famosas cimas. Al fondo, un gran edificio también es visible. Por un momento recuerdo el Hotel Overlook de “El resplandor” de Kubrik. Es el hotel que da paso al maravilloso Lago Misurina. Por su grandiosidad el Grand Hotel Misurina (que es como realmente se llama) parece que esté ahí solo, pero a medida que te acercas al lago te das cuenta del volumen de turismo que mueve la zona y la cantidad de hoteles que hay al lado.
El Lago Misurina es un lugar turístico de primer calibre. La perla de los Dolomitas, como se le llama. Un hotel y otro se suceden alrededor del mismo, y los autocares de turistas circulan y aparcan a duras penas a nuestro alrededor. El lago queda rodeado de montañas, un circo glaciar a un lado, las dos cimas visibles de Lavaredo al otro. El espectáculo es sobrecogedor aunque el ruido y la presencia de los autocares y los turistas le quita una parte del encanto. El lago es de origen natural: la temperatura de su agua va de 12° a 16°C durante el verano, mientras que en invierno queda helado; en efecto, en invierno la temperatura puede bajar hasta -25° C bajo cero, y se ven abundantes nevadas. Por eso, Misurina es muy famosa como centro turístico en invierno, por las pistas de esquí a su alrededor. Sin olvidar que en el mismo lago se disputaron las pruebas de patinaje sobre hielo en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1956.
Una vez rebasado el llano que supone el paso junto al lago, se reinicia la subida con otra dura rampa del 18% que nos llevará al Lago Antorno, precisamente donde nosotros teníamos nuestro hotel. Como digo, una rampa muy dura nos lleva dicho lago, mucho más pequeño y menos explotado que el de Misurina. Otra vez el paso por el lago supone un descanso en forma de llano. La subida continúa con un tramo más digerible hasta que llegamos al peaje (para vehículos con motor, afortunadamente). Pasado el peaje ya se inicia lo peor. Si en Misurina estamos a 1.754 metros, a partir de ese momento no hay descanso posible, seran 4 kilómetros de durísima subida a un desnivel medio del 11,7% para coronar a una altitud de 2.299 metros. Curva y contracurva con rampas de dos dígitos entre unos paisajes alucinantes que apenas tenemos fuerzas para admirar. Por eso las fotos de Sergi son siempre tan importantes para nosotros, nos ofrecen aquella visión que nosotros no hemos tenido o simplemente que teniéndola ahí enfrente el esfuerzo y el cansancio no nos ha permitido un momento de lucidez para apreciarla. Ese fue uno de esos días que las fotos te descubren más de lo que viste.

Buscamos las 3 cimas y no vemos claro dónde están. Vamos en la dirección de las dos cimas que veíamos abajo, pero no aparece la tercera. Cualquier grupo de cimas que apreciamos durante la subida es sospechoso de ser lo que buscamos. Pero no tenemos ninguna certeza.

Llegando arriba, al parking, disfrutamos de unas vistas tremendas al pie de los paredones impresionantes de las dos cimas, con unos aluviones de piedra que parece que vayan a deslizarse en cualquier momento. Sí, eso debe ser difícil de escalar, no hay duda. Bajamos un poco para llegar al Rifugio Auronzo, típico bar restaurante de montaña donde es posible comprar algún souvenir y también poder avituallarse después de haber subido en bici o después de haber regresado de un trekking por la zona.

Y no fue hasta que llegamos abajo de nuevo, al Hotel Lago Antorno, cuando resolvimos el caso de la cima perdida y descubrimos que para poder observar la famosa postal de las Tres Cimas que ilustra las portadas de los libros sobre los Dolomitas, hay que caminar un buen rato (cerca de una hora). Sólo entonces es posible ver la más famosa imagen de las 3 Cimas de Lavaredo. Poco antes de la cena el propietario del hotel nos explicó la verdadera historia de la tercera cima, y que realmente no había sido robada. Es la típica broma que repite una y otra vez a los clientes que se acercan al hotel.

La moraleja es muy simple, los viajes hay que prepararlos con mimo, pero nunca hay que dejar de preguntar a los lugareños, emplear un tiempo en obtener información, en hablar de banalidades, incluso. Hay conversaciones que merecen todo un viaje.

sábado, octubre 15, 2011

Duatló de Muntanya de Queralbs 2011


Por cuarta vez corría este Duatlón de montaña. Acompañar a amigos nuevos y bajar mi marca personal eran mis objetivos. La experiencia es un grado y este duatlón supone un verdadero estrés la primera vez que lo corres, pero cuando ya llevas tres y además has reconocido el terreno recientementemente y sabes lo que te espera ya te planteas dónde recortar tiempo y algún objetivo más ambicioso.

Algo de material también podía ayudar. En lugar de las Asics Trabuco que ya tenían más años que Matusalén (esa suela cuarteada y lisa ya no tenía anda que ver con una suela de una zapatilla de montaña), las cambié por unas nuevas (y carísimas) Salomon XT Wings. Sólo espero que me duren tantos años como las Asics. Incluso el cordaje de esas nuevas Salomon (curioso sistema de ajuste rápido) iba a ayudar a rebajar el tiempo en las transiciones.

La preparación de este año fue la que se demostró correcta el año pasado: subida tipo duatlon al Matagalls, unas cuantas salidas en bici (Turó de l’Home, Mont Ventoux, Parpaillon, etc.), entrenamiento a pie por Collserola, y además en Agosto subí al Canigó también tipo Duatlon. Por si fuera poco hice un reconocimiento del tramo a pie Fontalba-Fontalba dos semanas antes de la prueba.

Y todo por intentar bajar ni que fuera un segundo el tiempo que había conseguido el año pasado.

Por una vez llegamos algo más pronto a la salida, con tiempo para entregar la bolsa que encontraremos en la transición a la furgoneta de la organización. Ahí puse de todo por si acaso: un montón de comida, de bebida, guantes de frío polar, buffs, manguitos, chubasquero… Los últimos años subí con la mochila a cuestas, con lo que supone el peso adicional, o sea que este año tenía que subir más ligerito y por tanto más rápido. Llegar sobre las 7,30 para entregar la mochila no garantiza salir de los primeros, más bien sobre la mitad o más atrás.

El tramo en bicicleta ya me lo sé de cada año. Durante el primer kilómetro y medio que está asfaltado no me siento (debo ser el único que va de pie) intentando adelantar posiciones. Me encuentro muy bien y no voy a tope. Al llegar arriba veo en mi cronómetro 1:07 en lugar de 1:10 del año pasado. Vamos bien. Me tomo la transición con calma. Quizás demasiada. Como algo, dejo el casco, cojo la gorra, me calzo las Salomon con algo de parsimonia. Cuando empiezo a subir y el aire gélido empieza a soplar me doy cuenta que me he dejado en la bolsa el chubasquero y las gafas de sol. Pues vaya. No voy a volver, está claro.

La subida al Puigmal se me hace especialmente dura sobre todo por el aire que sopla cada vez con más fuerza. A veces me cuesta mantener el equilibrio. Noto que no voy bien, que me duelen los gemelos de ir tan inclinado, que me va pasando mucha gente. Llegando arriba echo en falta las gafas. Llevo el Buff subido hasta los ojos y la gorra calada en permanente peligro de salir volando, pero los ojos al descubierto. Al paso por la cruz el viento sopla al máximo y se me vuela la gorra. Miro atrás y veo que milagrosamente está quieta ahí a 100 metros cuando yo ya la imaginaba en Ribes por lo menos. Como no es mía decido volver a por ella, un minutito y 10 posiciones perdidas. Quién sabe si luego iba a echar en falta ese minuto.

El principio de la bajada está emblanquinado por la nieve que cayó hace unos días. Nada serio, aunque sí algo resbaladizo. La gorra vuelve a volar y el milagro de poder recuperarla vuelve a producirse. Bajando también me pasa gente (no en vano en el tramo a pie quedaré en la posición 197, mientras en la bici había quedado el 179) y solo al descender la pendiente me empiezo a encontrar a gusto y poder correr de una manera más normal! Al paso por el avituallamiento hago un cálculo rápido de lo que me espera i en cuánto puedo terminar y no me salen los números. Me empiezo a comer la cabeza con los cálculos. Cosas que pasan cuando el corazón va a 160 pulsaciones y la cabeza no recibe el riego sanguíneo que debiera...

Por cierto que en el avituallamiento escucho como una de las chicas que da los refrescos le dice a un novato que ya “solo quedan 5 km. basicamente de bajada”. “No le hagas ni puto caso” (me sale del alma), “te queda un tramo durísimo, es horroroso”. Sería por conocerlo bien, pero es en este tramo donde mejor me encuentro de todo el duatlon. Adelanto por lo menos a 15 personas y no me avanza nadie. Cuando llego a la transición vuelvo a calcular y veo que me pueden salir los números y hacer record personal. La transición tampoco es un dechado de rapidez. Habrá que jugarse la vida bajando, je.

La bajada la hago más rápido que otros años, sin tocar en freno en las rectas y jugándome un pinchazo en cualquier momento. Rezo para que no pase. En algunas curvas cerradas hay que apurar, pero las negocio sin demasiados problemas excepto una ya asfaltada al final, en la que casi ve voy contra la pared. Un aviso de lo que me sucedería más tarde.

No quiero ni mirar el reloj hasta que pase la linea de meta, aunque sé que puedo estar cerca de los 3:56:35 del año pasado. En el cronometro me marca 3:56 pero de los segundos no estoy seguro porque entre la salida real y mi paso por la salida pasaron bastantes segundos, aunque ahí no había alfombrilla... Tendré que esperar a media tarde a consultar las clasificaciones por Internet y darme cuenta que por 12 miserables segundos no fui capaz de superarme. He hecho 3:56:47. Mierda. Si no hubiera sido por el aire, por la gorra, por lo lento que fui en la transición, por, por, por....

Acabo y voy a buscar el coche, ya ha terminado todo. ¿Terminado? No. Bajando por la carretera de Queralbs a Ribes voy bajando fuertecito y en una de las curvas a izquierdas veo que no llego para plegarme, freno a tope y la bici se me va de atrás. El resultado es que me voy contra el murete, golpeo en él y salgo disparado hacia el bosquecillo que hay más abajo. Estoy volando. Ay, ay, ay, pienso en esos momentos. En seguida noto que golpeo con mi espalda en algunas ramas y todo pasa muy rápido. En décimas de segundo estoy sentado en el suelo con sangre en las manos y gente unos 5 metros arriba preguntando si les puedo oir y si estoy bien. Al final, un buen susto, pero nada de nada. Tras un breve paso por la ambulancia (betadine aquí, betadine allá) llego a tiempo de ver la entrega de trofeos donde debería haber estado mi compi Asun, tercera en su categoría. Felicidades, crack!

En fin, no se puede decir que fuera el mejor de mis cumpleaños (sí, era el día de mi cumple!), pero tampoco me puedo quejar. Es más, por primera vez, solo terminar tengo la convicción de que el año que viene volveré. Otros años tiene que pasar un poco de tiempo y que me empiece a olvidar del sufrimiento agónico subiendo el Puigmal, pero este año ya tengo claro que en el 2012 volveré para bajar mi tiempo. Sé que lo puedo hacer.

martes, septiembre 27, 2011

Dolomitas: No sufráis, volveremos.

(Publicado en el n.44 de la revista Pedalier)



(Fotografía Sergi Ros)
Probablemente nuestro entrenamiento no fuera el suficiente. Tampoco el desarrollo que llevamos era el adecuado en muchos casos. Incluso es cierto que el tiempo que nos encontramos no fue el mejor. Pero esta semana que pasamos en los Dolomitas y los Alpes Centrales (aunque los llamaremos Dolomitas a partir de ahora por simplificar) nos dejó un recuerdo que no olvidaremos fácilmente, por los paisajes vistos, por las experiencias vividas, por la dureza de sus pendientes. Los Dolomitas siempre son especiales y más si la gente que te acompaña mientras disfrutas esos paisajes comparte esa pasión por la montaña.

Antes de seguir, un par de matices que os podrán resultar de interés. Ante la disyuntiva de ir en Julio o en Agosto, nosotros nos decantamos por el mes de Julio siguiendo las recomendaciones de gente que sabe de esto, como Angel de Terradiversions. Julio por el tiempo climatológico más benigno, Julio por la menor densidad de tráfico en las carreteras (coches, ¡pero sobre todo motos!) y Julio por los precios de los hoteles, que en Agosto hacen temporada alta (lo que se llama vulgarmente ponerse las botas). Oyendo todo esto no nos quedaron dudas y planificamos las vacaciones la primera semana de Julio, con lo que además coincidimos con mucha gente que estaba preparando la prueba cicloturista de esa zona por antonomasia: la Maratona dles Dolomites, que este año se disputó el día 10 de Julio.

Había que aprovechar el tiempo al máximo, y solo llegar al aeropuerto de Venecia, de camino a Paluzza y a la frontera austríaca, donde teníamos nuestro primer campo base, decidimos pasar por el Passo San Boldo, un puerto extraordinario y singularísimo que os explicaremos con detalle en un próximo número de Pedalier. Sólo os adelanto que nunca ví un puerto como ese.

1ª etapa: Paluzza-Hochtor Pass
Empezábamos la semana con un verdadero reto. Una ruta que fusilaba los últimos kilómetros de la etapa que finalizó en el Grossglockner en el pasado Giro d’Italia, con la diferencia de que ellos se quedaron en poco más de 2.100 metros, sin llegar arriba del todo. Nuestros planes era ambiciosos y pasaban por subir al Hochtor Pass (realmente el paso de montaña de una vertiente a otra), luego llegar a Edelweisspitze y regresar subiendo al Refugio Franz Joseph Hoche. Con el Hochtor nos bastó....
El primer paso del día era el Monte Croce Carnico (Plöcken Pass en su vertiente austríaca) y después lo que supuestamente era un terreno llano hasta la base del Hochtor era en realidad un sube baja con dos puertos (sobre todo el Iselbergpass) de considerable dureza. Las fuerzas estaban intactas, o sea que Javi se pone a tope desde la primera rampa! Uf!
Por fin estábamos en Pockhorn, al pie de una de las carreteras más espectaculares de los Alpes y de toda Europa, la Hochalpenstrasse, 48 kilómetros que llevan de Heiligenblut a Zell am See. Una carretera de peaje, nada menos que 29,00 Euros por vehículo, e incluso se está estudiando la posibilidad de que las bicis paguen también peaje... En esa carretera hay 3 destinos principales: el Refugio Franz Joseph Höche, desde donde se puede observar el impresionante glaciar de Pasterze y la cumbre del Grossglockner, el pico más alto de Austria, con sus 3.798 metros. En segundo lugar el Hochtor Pass, el paso de montaña de una vertiente a otra, con 2.509 metros, y por último, el tercer destino se encuentra una vez pasado el túnel que hay en la cima, pasados unos kilómetros a la derecha, la subida al Edelweisspitze, el punto más alto asfaltado de toda esa zona, con 2.538 metros, después de dos kilómetros adoquinados impresionantes.

Nosotros nos dividimos (cosas que pasan por no estudiar el libro de ruta), y mientras yo coronaba mi objetivo BIG, el Hochtor Pass, el resto iba al Refugio Franz Joseph Höche, donde nos reunimos todos finalmente. Un aire gélido dio un tinte épico a la ya de por sí durísima subida (de cualquiera de los dos destinos). Destacar especialmente la dureza del Hochtor después de la rotonda que separa las carreteras que van al Refugio y al propio Hochtor, así como un impresionante túnel llegando al Refugio, con rampas mantenidas a más del 12%. Eso cuando llevábamos más de 100 km en las piernas...

El descenso en furgoneta a nuestro campo base ahorró más de una pulmonía. La indumentaria de los múltiples visitantes del Refugio era de pleno invierno…

Vamos, la etapa ideal. Como bien definió Ludwig (ese alemán con gracia de andaluz que fue el alma del grupo): Así me gustan las etapas, es lo más inteligente: el primer puerto a tope, el segundo a darlo todo y el último, el más duro, súbelo como puedas.

2ª etapa: Paluzza-3 Cimas de Lavaredo. La etapa que teníamos prevista empezaba nada menos que por el Monte Zoncolan. Debo decir que hasta el último momento dudamos si bubir “sólo” Zoncolan o si hacer el Monte Crostis y el Zoncolan, puesto que los propietarios del hotel donde estábamos alojados nos recomendaron una y otra vez subir el Crostis, puesto que estaba recién asfaltado y todavía con las protecciones en el descenso que se habían colocado para el Giro d’Italia. Pero somos gente de ideas fijas (que a veces no es lo mismo que claras) y el que cayó fue el Zoncolan.
Zoncolan por Sutrio no asusta comprado con la otra vertiente, pero es un puerto muy serio con 14 kilómetros y 1.200 metros de desnivel, con tres kilómetros finales a más del 13%, que en invierno es una pista de esquí, así lo atestiguan los cañones de nieve. El 34x27 sacaba humo a una cadencia mínima, pero conseguimos coronar con la sorpresa de que el pequeño monumento que adornaba la cima había desaparecido, no sé si fruto de la nieve o del vandalismo. Con lo fetichista que soy yo de estas cosas...
El descenso del Zoncolan por Ovaro es simplemente bestial. Está jalonado de carteles que recuerdan a los mejores ciclistas de la historia: Coppi, Bartali, Merckx, Gimondi, Bahamontes... Ahí estaban todos, en la que casi con seguridad es la subida más dura de toda Europa. Al llegar abajo todavía permanecía los carteles del Giro y la leyenda “La porta per l’inferno” (no hace falta traducción). Fotos de rigor allí.

Después de eso, ya parecía que el resto del día era de relleno. Qué error. Íbamos en dirección oeste hacia Lavaredo y subimos lo que no está escrito (especialmente Xavi, que hizo la etapa completa!). Para finalmente llegar al espectacular Lago de Misurina con unas vistas indescriptibles y todo el complejo turístico a su alrededor, que da paso a una carretera más estrecha (también de peaje) que llega hasta las 2 cimas de Lavaredo (¿y la tercera?) por otro tramo de casi 4 kilómetros a una media superior al 11%. Menuda gracia, aunque la recompensa del paisaje fue brutal.

Para encontrar la tercera cima de Lavaredo hay que rodear la montaña desde el Rifugio Auronzo (final de la carretera) y sólo después de una caminata de poco más de una hora es posible localizarla y ver la famosa imagen completa del trío de cimas, que estuvimos buscando toda la subida entre jadeos.

3ª etapa: Misurina-Alleghe. Una etapa de recuperación con dos subidas no demasiado exigentes (Forcella Cibiana y Passo Duran), comparadas con las pendientes bestiales que habíamos hecho los días anteriores. El inicio de la etapa es en franco descenso excepto la tachuela del Passo Tre Croci. Tachuela si lo coges desde Misurina, claro, porque desde la vertiente que bajamos son casi 40 kilómetros de larguísimo y bellísimo descenso por el valle de con unas vistas impresionantes a derecha e izquierda. Atravesamos la muy turística localidad de Cortina d’Ampezzo y continuamos bajando hasta la base del primer puerto del día. Ahí Julià se puso las botas llevando al grupo en ese llano descendente
La subida a Forcella Cibiana no es demasiado larga y en su cima se inicia el camino al Monte Rite, a 2.181 metros, donde hay un museo, que me quedé con ganas de visitar, dedicado a Reinhold Messner, uno de los más grandes escaladores (sin bici!) que hayan existido jamás. La panorámica desde el Messner Mountain Museum es espectacular.
Una vez arriba del Cibiana encontramos un grupo de alemanes que están bebiendo cerveza y comiendo embutido, mientras sus bicis están aparcadas junto a la autocaravana que les transporta de un lado a otro. Cuando les dijimos que íbamos a por el Passo Duran se rieron como diciendo “estos no saben dónde van”. Efectivamente no lo sabíamos puesto que lo habíamos subido nunca, pero ellos tampoco sabían posiblemente de dónde veníamos. Qué nos podía asustar después de las pendientes de Zoncolan o Lavaredo.

En Alleghe (atención, pronunciad Álegue) dormimos en el Hotel Alleghe, donde nos atendió su dueño, Silvano Rudatis, un hombre entregado toda su vida a la montaña que nos contó mil cosas interesantes mientras tomábamos un limoncello después de una cena deliciosa, como no puede ser de otra forma en Italia. Nos contó desde la celebración anual de la Transalp (prueba por etapas que atraviesa los Alpes desde Alemania hasta Italia y que alterna un año en BTT con un año en bicicleta de carretera) hasta los recuerdos del inolvidable Pantani en su último año de “dilettante” en la vecina y durísima subida a Pian di Pezzé (en la que sacó más de 5 minutos al segundo clasificado), pasando por su vehemente recomendación de subir al Monte Grappa. Nos enseñó fotos, nos habló de sus muchos clientes ciclistas, en fin, una larga sobremesa muy amena en una mezcla de italoespañol que no dejaba de tener su gracia.

No me resisto a dejar Alleghe sin hablar del mítico Passo Fedaia (la Marmolada), cuya vertiente desde Caprile (a sólo 5 km) es historia del ciclismo. Nosotros ya lo subimos en nuestro anterior paso por los Dolomitas, pero es una subida de las que no se puede pasar de largo.

4ª etapa: Alleghe-Vipiteno. Esta etapa tenía dos variantes. Para los que ya habíamos visitado los Dolomitas en 2005 el recorrido incluía la subida a Falzarego-Valparola, dos puertos encadenados con unas vistas preciosas. Los que no habían estado en 2005 haciendo la Maratona dles Dolomites como yo, les esperaba una buena paliza que sin duda merecía la pena y que sin dudarlo yo hubiera también hecho si las fuerzas hubieran sido las adecuadas: la famosísima Sella Ronda, ese tríptico de puertos encadenados (Sella, Pordoi y Gardena) con probablemente las mejores vistas de los Dolomitas que se puedan obtener. Además el día acompañó y a Sergi, nuestro fotógrafo, se le acumulaba el trabajo. Las vistas en 360 grados eran espectaculares, no sabía por dónde empezar.
Completar ese tríptico de puertos con el Campolongo es el recorrido corto de la Maratona dles Dolomites, que en sólo 57 km reúne lo mejor de lo mejor.
Los dos grupos nos reunimos en La Villa para acometer otro puerto pequeño en popularidad y grandioso en vistas y paisajes como es Paso delle Erbe, un coloso con poco que envidiar a otros puertos con mucho más nombre. En su vertiente de Antermoia, la que subimos nosotros, tras un descanso a mitad de puerto, nos regala un final con 6 kilómetros al 10% de media, para coronar a 2004 metros (a pesar de que el cartel indica 1.987 metros).

5ª etapa: Vipiteno-Passo Rombo. Bueno, esta etapa era la verdadera etapa reina de nuestras vacaciones, puesto que incluía en su previsión las subidas a Monte Giovo, Passo Rombo y Glaciar de Solden, la carretera asfaltada más alta de Europa (nada, una nimiedad, de 13,8 km al 10,4 de desnivel medio). Esta vez Murphy entró en acción, y las previsiones meteorológicas, que preveían desde el inicio que ese jueves íbamos a tener lluvia y frío.
Nada nuevo para aquellos que ya habéis estado en la zona, puesto que el Timmelsjoch (nombre autríaco para el Passo Rombo) es uno de los pasos más fríos de los Alpes, precisamente por su proximidad al Glaciar de Solden. Ya me gustaría poder describiros con detalle la subida, y de hecho mientras tuvimos visibilidad era una cornisa preciosa a media montaña con todo el valle a la izquierda. Eso sí, los últimos kilómetros no pudimos ver nada, con una intensa niebla y una copiosa lluvia que nos dejó a punto para entrar a calentarnos y comer en el refugio que se encuentra en la cima, además de tomar el “te con ron” y el pastel de carne, típicamente austríacos. Un buen momento para degustar especialidades de la zona, mientras el cuerpo intentaba entrar en calor.
La conclusión que yo saco es que el Timmelsjoch-Passo Rombo es un coloso espectacular que no tiene nada que envidiar a los grandes monstruos como Galibier, Tourmalet o Stelvio. 2.491 metros de altitud, casi 30 kilómetros de ascensión y 1.700 metros de desnivel. Eso tiene varias palabras que lo definen: monstruo o coloso serían los eufemismos, puertarraco impresionante sería la definición más coloquial y a la vez certera. Sólo le falta la notoriedad que da estar incluido en el Giro d’Italia, pero desde el mítico 1988 del Gavia, el Passo Rombo no ha sido incluido en el Giro...
El tiempo climatológico no aconsejaba continuar la etapa hasta Solden. Después de que el sentido común se imponga, la mala noticia de que no pudiéramos subir al Glaciar de Solden se convierte en buena al darte cuenta de que eso significa que hay que volver a completar la colección y comprar ese cromito. Allá estaremos un año de estos.

6ª etapa: Val Martello y Stelvio, el remate final. La última etapa incluía la subida a dos puertos grandiosos. Uno conocido por todos y otro que no conoce nadie o casi nadie. Empezamos por Val Martello, otra sabia recomendación de Angel, de Terradiversions. Empezamos la subida tras una charla con un lugareño, que nos aclara varios temas interesantes. Uno de ellos que la avalancha de tierra del día anterior sobre una parte de la carretera, debida a la lluvia, ya había sido solucionada (de ello nos habían advertido en el hotel). Otro tema interesante y sorprendente es cuando nos dice que ellos no son italianos, que ellos son austríacos y que hablan alemán en la familia y en el trabajo. Vamos, nos cuenta lo que él llamaría una ocupación en toda regla, fruto de los acuerdos tras la Primera Guerra Mundial (la “Grande Guerra”).
Val Martello es una subida que lo tiene todo, 100% recomendable. Al principio unos tramos rectos largos muy duros (imaginaros la velocidad en la bajada), después una zona de “tornanti” dura y espectacular, más tarde la llegada a una presa enorme con un paisaje espectacular lo que queda de lo que fue un glaciar a principio del siglo XX (cosas del calentamiento global), y remate final con otra zona de “tornanti” con cartelito del 14% que también pone las piernas a tono. En global, 2.033 metros de altitud, un desnivel de 1.426 metros, para un desnivel medio del 6,1% en los 23 kilómetros de subida.
Por fin el remate de la jornada y de la semana era la subida al Rey Stelvio por la vertiente de Prato. Haber subido el Stelvio por Bormio no debería contar en el curriculum de los cicloescaladores. Y eso es lo que nos ocurría a nosotros, que en 2005 estábamos alojados en Bormio y subimos por esa vertiente. Por eso este año había que sacarse la espina. Pero el cielo quiso que la misma lluvia que nos acompañó en 2005 nos volviera a acompañar 6 años más tarde. Excepto los primeros kilómetros, el agua no dejó de caer aunque por lo menos no había niebla que nos impidiera gozar de las vistas sobre su majestad el Ortles, la montaña que domina el valle con sus glaciares perennes. Y ya llegando arriba, tampoco nos impidió las vistas impresionantes si no de las 48 curvas (todas perfectamente numeradas, en orden inverso), sí de la mayoría de ellas.
Arriba, pillamos el mercadillo del Stelvio en pleno apogeo, ¡podréis encontrar casi de todo!

El epílogo de estas vacaciones fue la ya clásica (en nuestro grupo) contrareloj del último día, en la que el premio para el vencedor es no perder el avión.

Habiendo dormido en Bormio y volando sobre las 14,00 horas desde Milán un grupo decidió madrugar y subir el Gavia. Qué aventura más fantástica empezar a subir el Gavia cuando el sol apenas ha salido y coronar apenas a las 8,00 de la mañana apreciando cómo la salida del sol cambia el color de la montaña. Aunque la definición de aventura sería más adecuada para poder evadirse del hotel a las 5,30 de la mañana, habiendo cerrado todo a cal y canto. Menos mal que nuestro McGyver Jordi logró con un clip hacer una bomba nuclear y pudo hacer que el grupo se escabullera por la conducción del aire acondicionado (¡exagero!).

El otro grupo prefirió dormir un poco más y desviarse ligeramente de su camino a Milán para visitar la Madonna del Ghisallo, el Santuario Ciclista por excelencia, el lugar de peregrinaje de los ciclistas italianos, el lugar de paso anual del Giro de Lombardía, el sitio donde hay un museo ciclista. Independientemente de la fe de cada uno (esto va dedicado a Solans!), para un ciclista es una visita obligada.

La contrareloj de los dos grupos terminó con ocho vencedores y todos pudimos coger el avión como estaba previsto.

Aunque parezca mentira, ahora agradezco no haber podido subir el Glaciar de Solden.
No me arrepiento de no haber subido Zoncolan por Ovaro. Ni de haber renunciado a subir el Monte Crostis a pesar de la insistencia de los lugareños. Ni siquiera haber dejado junto al camino colosos como Paso Rolle o Pian di Corones. Deberemos hacer caso a Silvano y subir el Monte Grappa...Y tampoco renuncio a subir un día el Stelvio sin lluvia, eso sí, por Prato. Y sería un gustazo si un día soleado volviera a coronar el Passo Rombo. Todos ellos son excusas para volver.
Por eso, una vez en casa, cuando los amigos que no pudieron venir me dicen, “que envidia, qué lástima que no pude venir”, yo les digo: “No sufráis, volveremos”.

miércoles, agosto 31, 2011

San Boldo, la carretera de los cien días

(Publicado en el n.44 de la revista Pedalier, Serie Lugares e Historias)
He conocido un lugar que parece hecho a propósito para nuestra sección Lugares e historias. Una carretera que parece sacada de un cuento. Dieciocho curvas de herradura numeradas. Seis de ellas escondidas dentro de un túnel cada una. Doce bocas de túnel en menos de un kilómetro. Grandes fotos de la construcción de la carretera junto al asfalto. Imágenes de prisioneros rusos y de mujeres que la construyeron en sólo 100 días en el año 1918. Está en Italia, pero quien le da nombre es un santo español: San Boldo. No es un puerto especialmente duro, pero ¿no es un lugar digno de esta sección?

Tengo un amigo croata, Zeljko. El solía salir con nosotros hasta que decidió que lo suyo era la competición. Pero en el fondo sigue siendo un cicloturista, un tipo culto y a la vez curioso, amante de descubrir cosas nuevas, con él puedes hablar de todo, es un gustazo compartir carretera o mesa con él. Tiene una novia italiana, del Veneto, también apasionada del ciclismo. Conocía un puerto único, singular, diferente, raro, bonito. Zeljko lo vió y me habló de él hace ya años y ahí quedó, escondido en mi memoria, hasta que un día tuve la suerte de poder conocerlo. Camino a los Dolomitas quedaba cerca, no me pude resistir.

El Passo San Boldo es un paso de montaña de 706 metros de altitud que conecta los dos lados de los Alpes de Belluno. Se trata del camino que lleva hasta Tovena a través del Canal de llamada de la escala o San Boldo (Canal de San Boit en dialecto) y tiene una importancia histórica considerable. La ubicación original se remonta a la época romana y estaba flanqueado por torres de vigilancia de la época bizantina. Jugó un papel decisivo en las conexiones entre Treviso y Valbelluna. Era frecuentado por pastores, mercaderes y peregrinos. Durante el siglo XIX se vió la necesidad de construir un nuevo camino más fácil y accesible, pero sólo se comenzó a trabajar en 1914 bajo la dirección del ingeniero Giuseppe Carpenè, que empleó 500 inmigrantes repatriados entre 1914 y 1916. El construyó el primer túnel del trazado actual. Durante la Primera Guerra Mundial razones estratégicas motivaron que los ingenieros austríacos (bajo las órdenes de Nikolaus Waldmann) tuvieran que completar el trabajo en un breve periodo de tiempo, estando su construcción prevista para Enero de 1918, con las cinco galerías adicionales que hoy caracterizan la subida. Su construcción estaba relacionada con los planes de ataque previstos para Junio de 1918 (Operación Albrecht en el frente del Piave y Operación Radetzky en el Monte Grappa) y sólo el hecho de contar con 7.000 trabajadores (en su mayoría prisioneros rusos y las mujeres de Tovena) permitió al Imperio Austrohúngaro respetar los plazos previstos. La carretera se completó en un tiempo récord, de ahí que fuera inaugurada en Junio de 1918 con el apodo de "la carretera de los 100 días".

Es una subida que no tiene una dureza especial, tan solo 7 kilómetros desde Tovena, a un desnivel medio del 6,7%, con 18 curvas de herradura numeradas en orden decreciente y concentradas en los últimos 5 kilómetros. Un puerto sin nada que llame la atención hasta que un semáforo nos da la bienvenida al primer túnel, a la primera fotografía y al último kilómetro. Los pasos por los túneles, perfectamente iluminados, son tan estrechos que no permiten la circulación en doble sentido. Al tratarse del kilómetro más duro los ciclistas no podemos completar todo el trayecto de una sola vez, puesto que el semáforo se abre en sentido contrario, pero es posible parar a la salida de uno de los túneles y esperar el siguiente turno. Se agradece el parón y nos sirve para poder contemplar esta impresionante obra de ingeniería con más calma.
Al coronar, pocos metros después del último túnel, sólo encontramos el cartel de puerto, un cartel explicativo de la historia de esta carretera y un bar (Bar Laris). Nada más. Y nada menos.

Algunas imágenes de carreteras permanecen en la retina y el inicio de ese kilómetro final es de los que no se olvidan. La vista del Canal y los túneles encadenados allá arriba es sencillamente espectacular, tiene unas características únicas. Incluso parece que las bocas de los túneles, inclinadas hacia la carretera, jueguen contra la gravedad. En los días de las nuevas tecnologías, yo ya había visto, ya había estado allí. Todos podemos encontrar fotos en flickr y videos en youtube de motos que han hecho el recorrido del San Boldo, pero verlo en directo impresiona, supera las expectativas.

San Boldo, un ermitaño español, es quien da nombre a este paso. Vivía en estas montañas, encima de la ciudad, y obró un milagro, el florecimiento de un báculo de su amigo Arternio, Obispo de Sens, pero esa es otra historia que nada tiene que ver con la carretera.
Es una pena que nuestra visita a San Boldo coincidiera con el Campeonato italiano de Triatlon, que se disputaba en la vecina zona de los Lagos y que impidió el paso de vehículos por más de 3 horas. Solo dejaban pasar las bicis, y nuestro grupo pudo pasar de milagro antes que casi nos atropellaran los primeros triatletas en el tramo de bici. Pero Sergi, nuestro fotógrafo, no pudo pasar por más que intentamos buscar complicidades con la carabinieri de la zona. O sea que nos tendremos que hacer la idea con las fotos que saqué con mi inseparable iphone. A falta de Sergi, que me ayudó con el retoque, espero que con estas fotos os hagáis una idea de esta maravilla. Algunas imágenes antiguas ayudan también a ponernos en situación.

Hay cientos de carreteras preciosas, muchas de ellas con historias, pero San Boldo es especial. Imaginad los prisioneros a principios del siglo pasado trabajando a toda máquina para poder terminar una carretera de una importancia estratégica para un ataque militar.

Está bien, nada de guerras, no imaginéis eso. Simplemente disfrutad de las imágenes de un puerto tan singular.

Gracias Zeljko por descubrirnos esta maravilla.

miércoles, agosto 24, 2011

El Túnel du Parpaillon, en busca de un mito olvidado.

(Publicado en el n.45 de la revista Pedalier)

No hay muchos puertos en los Alpes que lleguen a los 2.640 metros de altitud. Ni que tengan más de 1800 metros de desnivel. Tampoco es frecuente un túnel en la cima, de más 500 metros y sin iluminar. Lástima (o no) que tenga unos cuantos kilómetros sin asfaltar. Esa es otra singularidad de nuestro protagonista de hoy.

Pedalier es una revista de ciclismo de carretera, de acuerdo, pero sobre todo es una revista de gente como nosotros que ama el ciclismo y la montaña por encima de todo. Y para cualquiera que ame la montaña subido en su bicicleta, Parpaillon debería ser un destino obligatorio. Algunos cicloescaladores históricos han hablado de Parpaillon como la verdadera Meca del cicloescalador: José Bruffaerts dijo que “Parpaillon es al cicloescalador lo que la Paris Brest Paris es al randonneur”, André Tignon lo reivindica como un mito desaparecido. El atlas de altimetrías de Altigraph (la Biblia) habla de él como “un verdadero gigante de los Alpes del Sur”. Como véis, todas la referencias no eran buenas, sino excelentes.

Durante los años treinta y cuarenta se popularizó la subida entre los cicloturistas franceses, creando incluso un registro en Creveoux (¿todavía vigente?) de los ciclistas que conseguían coronar su cima. Pero es una subida que durante muchos años ha caído en el olvido. Qué lástima.

Si algo caracteriza a Parpaillon es el túnel de su cima. Ya sabéis que los túneles son parte de mis sueños húmedos. Este año he tenido la suerte de subir algunos de los túneles que me provocaban mayor excitación, los tres túneles de Zoncolan, el de Hochtor Pass, los de San Boldo en curva y para rematar a final de Agosto, el túnel de Parpaillon, para mí el rey de los túneles. Un tunel a 2.650 metros de altitud, 500 metros de largo, estrecho y frío túnel sin iluminar, lleno de filtraciones de agua y un montón de charcos. Con unas pesadas puertas de hierro que lo clausuran en invierno y que sólo imaginarlas cerrándose evocan una película de terror. Debo decir que me intimidaba atravesarlo. Por una vez, mientras subía no deseaba que llegara el final de un puerto interminable como éste porque eso significaba tener que atravesar el túnel.

El túnel de Parpaillon se construyó con motivos militares, puesto que representaba un paso estratégico entre el valle de Ubaye y el valle del Durance. Se empezó a construir en 1891 y fue inaugurado en el año 1901. El nulo mantenimiento del camino y su consiguiente degradación se han debido a la desaparición de ese interés militar.

Si un día el Tour decide parecerse al Giro y buscar cosas diferentes, no debería pasar por alto Parpaillon. Yo les diría: “¿Buscáis innovación? ¡Probad con Parpaillon!”. Por muchas razones. Los paisajes son grandiosos y las posibilidades de combinarlo con otras subidas son sencillamente inacabables. Desde su vertiente de Embrun (la más dura) Parpaillon se podría poner antes de La Bonette, o antes de Vars, o antes de Col de Larche (Maddalena en italiano), o incluso antes de Pontis como hicimos nosotros. Están sin asfaltar los últimos ocho de la vertiente de Embrun y los primeros diez de descenso hacia La Condamine y Jausiers. Eso y sobre todo el paso por el embarrado túnel de la cima hacen muy improbable que el Tour se acuerde de él, pero si el ciclismo siempre ha sido aventura, probablemente no haya habido aventura más grande de lo que sería ésta los últimos años en las grandes vueltas. Con un revestimiento adecuado, del estilo que hace el Giro con Finestre o con Plan di Corones, todo sería posible.

El principio de la subida se sitúa en Embrun, otra Meca esta vez para los triatletas de larga distancia. No resulta difícil encontrar la carretera que dirige desde Embrun hasta Crévoux, que es la que deberemos seguir en todo momento. El tráfico es muy escaso, así es mucho más fácil disfrutar de la montaña y de sus sonidos, y de sus silencios. Maravilloso. Nos esperan 28 kilómetros de puerto, 20 de ellos asfaltados y únicamente los últimos ocho sin asfaltar, un poco más allá de La Chalp. Esos últimos 8 kilómetros al 9,60% de desnivel medio suponen un reto importante, sobre todo considerando todo lo que ya llevamos de subida.

A partir de los 2000 metros desaparece el bosque y ya hasta el final nos encontraremos solo con prado de alta montaña, y una pista pedregosa que con una pendiente constante, unas amplísimas curvas y unas vistas excepcionales nos van llevando poco a poco hacia arriba. Llegar al túnel es un momento excitante. Después de tantos kilómetros de subida mirando constantemente hacia arriba para intuir el final de la ascensión, no veíamos ni rastro del paso a la otra vertiente. El túnel aparece de forma sorpresiva tras una curva a izquierdas.
A falta del cartel de puerto, la entrada del túnel es la foto obligada. Nos recreamos en ese momento que desde ahora ya forma parte de los mejores recuerdos cicloturistas de mi vida. Y finalmente llega el momento. Hay que pasarlo. No hay más remedio. Me hace muy poca gracia. A pesar del golpe de calor que sacude Francia el día que subimos, me he puesto el chubasquero, también me he puesto la luz frontal y me he mentalizado. Por un momento nos planteamos si esperar alguna moto o algún 4x4 que nos ayude a pasarlo pero enseguida descartamos esa posibilidad. Vaya aventura sería pasar escoltados. ¡Adelante! Nos adentramos en la oscuridad. El frontal no ilumina nada, no sé por donde va la bici, sólo sé que cae agua de arriba y los charcos cubren las llantas de la BTT. Intento concentrarme y evitar resbalones con el barro. Los gritos entre nosotros ayudan a ahuyentar el miedo. El paso es tan estrecho que permite el paso de sólo un vehículo. Aceleramos sin mirar atrás como si nos estuvieran persiguiendo mientras va ganando potencia la luz del final del túnel. De repente vemos unas luces que vienen en dirección contraria. No sé si nos verá con nuestros miserables frontales. Tendremos que parar y hacernos a un lado. Nuestros perseguidores imaginarios nos pillan seguro... El coche pasa y nosotros ya vamos con las botas manchadas de barro y con ganas de salir. Hemos pasado un mal rato ¡y eso que no tengo claustrofobia!


A la salida del túnel las vistas son de nuevo espectaculares que nos acompañarán durante los primeros kilómetros. Se mantiene la pista pedregosa durante 10 km, hasta llegar a la Capilla de Santa Ana, momento de respiro por partida doble, puesto que además de recuperar el añorado asfalto también aparece una fuente salvadora en un día de intenso calor.

Subir y bajar Parpaillon ya es una experiencia bestial en sí misma, pero la etapa que habíamos planeado era más ambiciosa que todo eso. Bajar por la vertiente este hasta La Condamine, seguir hasta Jausiers, continuar por Barcelonette dirección Gap y entonces, poco después de Le Lauzet, coger el desvío hacia el pueblo de Pontis y el Col de Pontis, a través de 5 kilómetros muy muy duros (media del 10% en esta vertiente del Ubaye) con unas vistas espectaculares sobre el Lac de Serre Ponçon, el lago artificial más grande de Europa, con una capacidad de un millón seicientos mil litros de agua, una verdadera obra faraónica, un prodigio de la ingeniería que retiene las aguas del río Durance. Allí hay innumerables playas artificiales y se pueden practicar todos los deportes náuticos que queráis. Un destino turístico bellísimo.

La etapa que hicimos constaba pues de unos 112 kilómetros, de los que únicamente estaban sin asfaltar los dieciocho de Parpaillon. Pero no os confiéis, de ninguna manera sería posible intentarlo en bicicleta de carretera, el estado de la pista es demasiado precario y sobre todo los 10 kilómetros de descenso en la vertiente norte serían una tortura y supondrían un riesgo evidente de pinchazos. La BTT, la mochila con abrigo, el frontal con una luz potente, todo eso son serias recomendaciones que nadie debería obviar.

Ya sé que si nos vamos a los Alpes lo lógico es que cojamos la bicicleta de carretera y vayamos a conquistar todos los puertos míticos que el Tour de Francia repite una y otra vez cada año. Pero si habéis pensado en subir a los Alpes del Sur con la BTT no dudéis en intentar conquistar este gigante. Eso sí, aseguraros que es la temporada adecuada. He leído historias sobre muros de nieve cubriendo la boca del túnel e impidiendo el acceso a la vertiente norte. No me quiero imaginar entrando en ese largo túnel esperando ver la luz al final y no conseguirlo finalmente. Siento escalofríos sólo de pensarlo.

martes, junio 21, 2011

Córcega: belleza, mar y montaña

Publicado en el n.43 de la revista pedalier



El encuentro anual del reto BIG se celebró este año en Córcega. Nada menos que 10 subidas de la superlista de 1000, se hallan en la isla francesa. Una magnífica excusa para conocer un poco más este continente en miniatura dentro del Mediterráneo.

Para alguien que no había estado nunca en Córcega como yo, la isla era poco más que otra isla mediterránea, donde nació Napoleón. La isla de los independentistas corsos que se las tienen que ver con el supercentralista estado francés. Donde además del francés se habla el corso, con la consiguiente doble rotulación de las señales de tráfico (no nos costará adivinar que Bocca significa puerto). Es el único departamento francés que nunca ha visitado el Tour de Francia. Quizás una pista de que este agravio histórico pronto se subsanará fue la disputa del Criterium Internacional de este año en tierras corsas, concretamente alrededor de Porto Vecchio.

Una vez he vuelto de ahí, siento que me he enamorado de esta isla. Me ha conquistado el respeto al medio ambiente que demuestran en la isla, en contraposición a la sobreexplotación turística a la que estamos tan acostumbrados. Fomenta un turismo basado no solamente en el sol y playa, sino sobre todo en el deporte de aventura, es un paraíso para ciclistas, barranquistas, escaladores, buceadores, navegantes, moteros... Precisamente durante nuestra estancia se estaba disputando el “Corsica Raid Adventure”, una competición multideportiva que incluye la mayoría de esas especialidades. La escasa oferta hotelera existente supone unos precios elevados, más de lo que estamos acostumbrados a pagar. Algún peaje hay que pagar para disfrutar de tanta belleza natural.

Hay que decir que para ir a Córcega desde España, realmente hay que proponérselo. No lo ponen fácil. Para ir a la vecina Cerdeña no hay ningún problema, vuelos de bajo coste, paquetes en las mayoristas, ofertas en los tan de moda grupos de descuentos en internet. Excepto en julio y agosto, nada de eso ocurre con Córcega. Posiblemente sea parte de su estrategia y de su éxito. En mi caso, después de analizar todas las posibilidades (incluído el ferry Barcelona-Porto Torres, en Cerdeña), me decidí por el ferry Toulon-Bastia. Toulon está a poco más de 5 horas de Barcelona en coche y embarcar el coche en el ferry te ahorra alquilar el coche allí. Sólo que no fue mi caso, ya que no compré el billete con antelación y me presenté en el puerto de Toulon con las manos vacías esperando que pudiera viajar sin problemas. Viajar sí que viajé, y mi bicicleta también, pero mi coche no.... Y viajé sin camarote, ya no quedaban. Con lo que la noche se convirtió en una aventura. ¿Cuántos años hacía que no dormía en el suelo?

Después de ese viaje un poco ajetreado, por fin estaba en la isla. Llegar a Córcega cuando empieza el día, mirando la isla desde la cubierta del barco es una imagen mágica de las que cuesta borrar de la memoria. La cercana isla de Elba, recortada contra el horizonte, completa esa visión. Esto empieza bien, lástima que las prisas empiezan inmediatamente después de bajar del ferry, en busca de los colegas del BIG, el coche de alquiler (con un chico belga que llegó algo despistado) y el primer puerto del día.

Día 1 Col de Serra di Pigno, Col de Serra y Bocca di Battaglia.
El primer día estaba programado hacer una ruta por el Cap Corse, la península que desde Bastia se extiende hacia el norte. La primera subida que hicimos fue Serra di Pigno, la típica subida BIG que desde la cima de un puerto busca una carretera estrecha que sube hasta la antena de turno con porcentajes a menudo superiores al 10%. Las vistas desde la cima sobre el sur de Bastia y el etang de Biguglia son surrealistas.
Una vez de vuelta a Bastia nos dirigimos a Macinaggio para subir un fácil Col de Serra, en la punta norte de la isla, que además subimos por la vertiente equivocada, puesto que las vistas de la vertiente oeste son espectaculares, como intuímos al hacernos las fotos en la cima.
Y ya nos dirigimos a la última ascensión del día, sin duda la más dura: Bocca di Battaglia. Desde Belgodere las cosas ya se ponen complicadas por una carretera todavía más solitaria de lo habitual en la isla. Cinco kilómetros a casi un 10% de media es el remate de la jornada.
Todavía no estaba todo hecho, puesto que desde la base de Bocca di Battaglia debíamos hacer un lento traslado en coche (las continuas curvas de la carreteras no permiten ir rápido) de más de 50 kilómetros, hacia un solitario albergue donde descansaríamos esa primera noche. Del viaje no os puedo contar demasiado porque Patrick, el amigo belga con el que comparto coche, se pone al volante y yo tardo pocos segundos en caer dormido después de la noche por los suelos y las tres subidas del día...

Día 2 Col de Lava y Col de Vergio.
Después de dormir cerca de Calvi no salimos con la bicicleta sino que cogimos los coches hacia Porto, por una carretera panorámica que nos descubrió todos los acantilados de la costa occidental de Córcega. Una maravilla. Una vez en Porto íbamos a hacer dos ascensiones, ambas espectaculares. En primer lugar la subida a Col de Lava, un poco más allá de Piana, justo una carretera espectacular donde se observan Les Calanches, unas formaciones rocosas de piedra rojiza de formas muy singulares que son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En esta carretera es el único punto dende observamos gran cantidad de turistas y de autocares, que simplemente no pueden pasar en las dos direcciones por una carretera tan estrecha. Menos mal que con la bici nos ahorramos los atascos pasando justo entre el autocar atascado y el borde del precipicio.
Tras bajar y volver a Porto (y después del único pinchazo del viaje), en segundo lugar debíamos subir desde Porto a Col de Vergio en una subida interminable que en el libro de ruta nos aparecía con 38 kilómetros que finalmente se quedaron en 32. Corona a 1.497 metros, y se trata de la carretera asfaltada más alta de la isla. El principio de la carretera coincide por Les Gorges de Spelunca, otro destino interesante en sí mismo.
Destacar la impresionante estatua de Cristo Rey que hay en la cima de Col de Vergio, aunque la lluvia no nos permite disfrutar en exceso del momento.
Bajamos rápidamente pues hacia el centro de la isla en dirección a Ponte Leccia y Corte, para dormir en Calacuccia. Ahí cerca se sitúa Lozzi y su refugio, uno de los principales puntos de partida de los excursionistas que quieren coronar el pico más alto de la isla, el Monte Cintu, con nada menos de 2.710 metros de altitud.
En esta segunda etapa ya coincido en muchos momentos con el grupo italiano, los más fuertes y los más competitivos, más acordes con mi visión ciclodeportiva de la bici y un poco más distantes del cicloturismo puro que practica la mayoría de asistentes al encuentro BIG. Qué grandes momentos pasamos con Mauro, Domenico y Luciano.

Día 3 Haut Asco, Col de Prato y Bergeries de Grotelle.
Hoy se presentaba un verdadero reto hacer más de 130 kilómetros y subir más de 3.000 metros de desnivel, especialmente después de dos días de 90 kilómetros, con bastante desnivel acumulado. La primera subida del día es la de Haut Asco, una estación de esquí (Campo di Neve). Los primeros kilómetros se hacen junto al río Asco y llegados al pueblo del mismo nombre nos quedan aún 15 kilómetros, para totalizar 35 kilómetros de subida. De nuevo, como ayer, una subida de más de dos horas de agonía, ¡genial!
Tras coronar junto al grupo italiano y las fotos de rigor nos regalamos un bollo y una Coca Cola y rápido para abajo que el día no permite demasiadas alegrías si queremos hacer todo lo previsto. Volvemos a Ponte Leccia y subimos el asequible Col de Prato (17 kilómetros a una media del 4,4%) con unas vistas preciosas.
Nos queda subir Bergeries de Grotelle. Hemos ido durante el día del puerto más largo al puerto más corto. Sólo queda llegar a la ciudad universitaria de Corte (también uno de los principales reductos del nacionalismo corso) y localizar la subida a Grotelle. Dura desde el principio, pero especialmente un tramo de dos kilómetros, uno entero al 10% de media y el siguiente al 12% también de media. El 34x27 se me hace muy justo con los kilómetros que llevo en las piernas pero ya no vale lamentarse, hay que coronar como sea.
A mí personalmente Grotelle me recuerda a la subida al Llac de Sant Maurici, incluso las agujas montañosas que se ven en la cima pueden recordar als Encantats, visibles desde el lago catalán (o igual recuerdan más a Montserrat?).
Después de un inicio de temporada sin demasiados kilómetros, el reto de completar esta etapa estaba conseguido, por lo que sumar los 10 BIGs de la isla en estos 4 días estaba ya al alcance de la mano.
El día se completa con un largo traslado en coche de 63 km. a Ghisonaccia, ya en la costa oriental de la isla, más llana y con playas más convencionales y turísticas. Sin embargo llegamos sin demasiado tiempo para acercarnos a la playa y en cambio preferimos sentarnos en una pizzería a reponer fuerzas, resignados a pagar 40 Euros por la cena, como iba a ser costumbre.

Día 4 Col de Bavella y Col de Verde.
El día de la despedida tocaba una de las subidas más duras de la isla. Las previsiones meteorológicas habían advertido que el domingo (el cuarto día) iba a llover. El día amanece soleado y no lo pensamos más. Aplicamos una de las máximas de los encuentros BIG: si puedes elegir, el puerto más duro y más largo súbelo el primero. Vamos para allá, siempre contra reloj, porque al mirar a la montaña ya podíamos imaginar que la previsiones se iban a cumplir.
El Col de Bavella es otro coloso sin nada que envidiar a famosos puertos alpinos o pirenaicos, con unos últimos ocho kilómetros que salvan un desnivel de 680 metros, lo que significa un 8,5%, con kilómetros enteros por encima de los dos dígitos.
Tras coronar y bajar Bavella vamos en coche hasta Ghisoni para intentar conquistar Col de Verde, el último puerto de la isla que falta conquistar, que son 17 kilómetros a una media del 3,7%. El día va empeorando por minutos y cuando llevamos unos 10 kilómetros empieza a llover. La lluvia, cada vez más fuerte, no nos dejará de acompañar hasta el final de la subida. Imaginaros si llovía que no me atreví a sacar el Iphone para hacerme la foto junto al cartel de puerto. Sin la foto parece que no hayas subido el puerto, pero tenía testigos (¡los italianos!) y le tengo mucho apego a mi iphone!

Tras regresar a Ghisoni absolutamente empapados, nos cambiamos en los coches y echamos las últimas risas antes de regresar en coche hacia Bastia, donde a las 21,00 salía el ferry de vuelta hacia Toulon. Ale, sin pasar por la ducha, y también sin camarote, como a la ida.

Han sido cuatro días intensos sin tiempo material para saborear todo lo que ha ido ocurriendo. Han servido para conquistar las cimas asfaltadas más altas de Córcega, pero también había que disfrutar de la presencia de los amigos del BIG a los que sólo veo una vez al año: Helmuth, François, Mauro, Jurgen... Ha sido una rápida visita por la isla en la que ni siquiera visitamos destinos como Ajaccio o Bonifacio. Prácticamente todo el sur de la isla ha quedado por descubrir.

O sea que mientras estoy en el ferry de regreso ya estoy pensando que tengo que volver. Quizás a hacer barrancos (que ya me están enganchando) o igual a hacer una de las vías ferratas más bellas de Europa (como se autoproclamaba en un anuncio una via ferrata cerca de Solenzara), o quizás a hacer el famoso GR 20, un sendero de gran recorrido que atraviesa la isla y que es todo un clásico...

Para rematar la faena, y una vez en tierra firme, ya que estaba en Toulon, me propuse subir el Mont Faron, otra subida BIG que tenía pendiente. ¿Se os ocurre algo mejor que hacer cuando el ferry te deja un lunes a las 7,00 de la mañana en Toulon?

domingo, mayo 22, 2011

Sierra de Béjar, en casa de Lale Cubino

Ya hace años que queríamos ir a Sierra de Gredos y a Sierra de Béjar. En poco tiempo, el Hotel Cubino, muy cerca de Béjar, se ha convertido en una referencia obligada para los cicloturistas de todo el país. Especialmente para los de Madrid (se encuentra a dos horas escasas de la capital), pero también para los vascos que, a principios de temporada buscan la sierra salmantina para conseguir la mejor puesta a punto. El hecho de alojarse en el hotel del gran escalador salmantino y poder incluso compartir kilómetros con él son sin duda alicientes para visitar el hotel.
Finalmente, esta Semana Santa de 2011 se dieron las condiciones adecuadas para poder ir. Al ser una Semana Santa tan tardía asegurábamos algo más de temperatura y poder evitar el frío que normalmente sufrimos en Semana Santa cuando ésta cae a principios de abril. Ahora bien, una cosa es el frío y la otra es la lluvia. Las previsiones de lluvia a última hora pusieron en duda algunas de las etapas previstas.

1ª etapa Mijares-Serranillos-Peña Negra
Para hacer esta etapa aún no llegamos a Béjar, sino que dormimos en Mijares, para poder “cazar” estos tres puertos que salen un poco de los dominios salmantinos.

Una etapa prevista con más de 90 kilómetros en un bucle que incluía los míticos Mijares y Serranillos. Quién no recuerda la Vuelta de 1983 en que Bernard Hinault hizo añicos al entonces líder Julián Gorospe en un etapón bestial con la subida a Serranillos, o la etapa de la Vuelta de 1995 en la que Jalabert atacó en solitario a falta de 3 puertos y ganó con casi 5 minutos sobre el resto de favoritos.
La lluvia prevista para toda la Semana Santa hace puntual acto de presencia a punto de salir en nuestra primera etapa. Así que sobre la marcha variamos el recorrido y decidimos subir Mijares por su vertiente sur y Serranillos por su vertiente norte, acortando sensiblemente el kilometraje previsto. También aprovechamos para subir el puerto de la Peña Negra, que nos venía de paso de camino a Béjar. Subimos por la vertiente de La Herguijuela y bajamos por Piedrahita, por una carretera espectacular y sensiblemente más dura que la vertiente por la que habíamos subido.
Finalmente llegamos al Hotel Cubino, donde nos instalamos ya que sería nuestro campo base para las tres etapas siguientes.

2ª etapa Portillo las Batuecas-Peña de Francia 124 km


La etapa la iniciamos en Horcajo de Montemayor, tras un pequeño traslado en coche, para competar un duro bucle de 124 km que incluye dos señores puertos, como el Portillo (Portillo las Batuecas, para los amigos) y la Peña de Francia, punto más elevado de la Sierra de Francia.
Subir el Portillo son nada menos que 22 kilómetros desde Las Mestas, por una carretera preciosa que corona a los 1.240 metros tras vencer 841 de desnivel que no está nada mal. Nuestro camino prosigue hacia Peña de Francia, bien visible puesto que el punto más alto de toda la sierra. Atravesamos La Alberca, repleta de autobuses y de turistas. No en vano La Alberca en 1940 se convirtió en Monumento Histórico-Artístico (Fue el primer municipio español que consiguió tal distinción) y es un punto de visita obligada.
Peña de Francia es otro destino turístico muy importante. La subida corona a los 1.702 metros y ahí encontramos, además de la espléndida vista que ya preveíamos, un santuario que alberga su famosa Virgen Negra.

3ª etapa Valle del Jerte: 107 km
De las varias alternativas que teníamos previstas para visitar el valle del Jerte, finalmente nos decidimos por una etapa sube y baja con principio y final de cada una de ellas en Jerte. De esta manera hicimos tres puertos como Piornal, Honduras y Tornavacas. La alternativa “fácil” era salir de Béjar y hacer una etapa con Honduras, Tornavacas y Tremedal (en un sentido o en otro), con 120 km, pero entonces no hubiéramos subido Piornal...

Visitar el valle del Jerte era uno de los alicientes de esta escapada a Sierra de Gredos.
La mala suerte fue que nuestra visita no nos permitió ni ver los cerezos en flor (lo estaban 15 días antes de nuestra llegada), ni tampoco probar las cerezas, que aún les faltaban 15-20 días para ser recogidas…

La primera subida que hicimos fue a Piornal, el pueblo más alto de Extremadura a través de una solitaria carretera que rodeaba innumerables campos de cerezos.
Durante la subida encontramos a otro ciclista con una MTB con slicks al que pillamos rápido pero luego no hubo manera de soltarlo… Se estaba reservando, je. Un tipo formidable que nos explicó con detalle algunas curiosidades como la fiesta de El Jarramplas, que se celebra en Piornal a finales de Enero, un personaje vestido con unas cintas de colores contra el que la gente lanza nabos! También nos puso al corriente de alguna de las subidas duras de la zona como la subida a El Torno. También nos anticipó lo que sería Honduras, duro de verdad!

La segunda subida del día, tras volver a Jerte era precisamente Honduras. Es la carretera que lleva de Jerte a Hervás. Y encima después de todo arriba no había cartelito de puerto! A la vuelta a Jerte, el cuerpo pedía comida y nos cascamos una paellita que no se olvida facilmente. Luego solo quedaba Tornavacas, con diferencia el puerto más fácil del día, pero que casi acaba en disgusto por culpa de un camión portugués que casi hace que las vacaciones acaben en tragedia.

Al final, 107 kilómetros muy completitos y 3 puertos BIG al saco.

4ª etapa El Travieso y La Covatilla: 60 km.

Después de charlar con Lale Cubino la tarde anterior, confirmamos que hoy era el día D. El día que íbamos a tener la compañía de uno de los escaladores más grandes de la época de Indurain, con quien compartió pelotón. Sus victorias en etapas del Giro, de la Vuelta y del Tour lo convierten en uno de los elegidos del ciclismo mundial. 14 días de amarillo en la Vuelta a España tampoco los tienen muchos ciclistas...



Lale nos iba a acompañar en la subida a El Travieso, un puerto sin salida que realmente merece la pena conocer. Nosotros lo subimos un lunes laborable y no nos cruzamos con un solo coche. Hay una primera zona que llega hasta La Plataforma, y desde ahí ya se sube el último tramo, más abierto y con menos vegetación. Coronamos a 1.890 metros tras 14 kilómetros de subida a una media del 7%. Mientras subimos Lale nos informa de otros puertos interesantes por la zona, como el puerto de Los Olivos, que también se ha subido en la Vuelta a España. También hablamos del pasado textil de Béjar, de su relación con Catalunya, del dopaje... Un verdadero placer poder compartir con Lale esos momentos.

Y ya sólo nos quedaba la guinda del pastel: la subida a La Covatilla. Una subida dura de verdad con llegada a 1.960 metros. Una amplia carretera que lleva a la estación de esquí vence un desnivel de 730 metros en casi 10 km. Cuatro kilómetros a más del 10% de media casi al principio ya dejan muy tocado. El viento y los repechos del resto de la ascensión convierten la llegada arriba en un verdadero calvario. Menuda subida!

En la edición de la Vuelta a España de 2002 se subió por primera vez a la estación de esquí de La Covatilla y la etapa fue muy brillante para los bejaranos, ya que Santi Blanco ganó en la cumbre y Roberto Heras mantuvo su jersey oro. En 2004 y en 2006 también se subió, y está previsto que se suba también en 2011, aunque en una etapa sin demasiados alicientes, parece que no habrá otros puertos que le precedan...


Después de La Covatilla ya no quedaba más que recoger y volver a Barcelona. En cuatro días habíamos hecho 10 señores puertos, habíamos conocido una zona preciosa y especialmente adecuada para hacer recorridos duros. Y, fundamentalmente, habíamos conocido a Lale Cubino y su hotel que, dicho sea de paso, es un verdadero museo de recuerdos ciclistas, con fotos históricas (muchas del abulense Julio Jiménez) y los trofeos que consiguió Lale en su carrera deportiva.