jueves, febrero 07, 2008

Las clásicas, las raíces del ciclismo

(Publicado en el n.20 de la revista Pedalier)

Yo empezaba a montar en bici con mi club, el Sant Andreu. Entonces todavía llovía por aquí de vez en cuando. Cada vez que empezaba a llover, pasaba a la cabeza del grupo y gritaba “!clásica belga!” y pegaba un tirón, a ver quién me seguía. Mis colegas odiaban la lluvia y solo faltaba que yo anduviera jugando y pidiendo al cielo más agua. Eso era hace muchos años, cuando todavía no pretendíamos correr como profesionales, hacíamos las marchas sin mirar el reloj y parábamos a almorzar (snif). La Vuelta se corría en el mes de abril (¿os acordáis?). Los profesionales debían elegir entre correr la Vuelta o hacer las clásicas del mes de abril. Tiempos en que el dopaje no era la noticia de cada día.

Por supuesto los belgas y los italianos no venían a la Vuelta. Nosotros no entendíamos (y muchos siguen sin entender) que existieran ciclistas con una clásica como único objetivo de la temporada. Ballerini, Tafi o Duclos Lassalle sólo pensaban en la Paris Roubaix, Museeuw en el Tour de Flandes o, antes, Argentin en la Lieja Bastogne Lieja. Muchos iban, y ahora siguen yendo, a Bélgica el mes de abril completo a hacer desde la Het Volk hasta la Amstel Gold Race pasando por Roubaix, Gante-Wevelgem, Tour de Flandes, Flecha Valona y Lieja. Todas las clásicas, una tras otra, peinando muro tras muro todos los pequeños desniveles y adoquines que hay en el norte de Francia y Benelux.

La longevidad de muchos clasicómanos (fijaros hasta qué edad corrieron todos los que he citado antes) alimenta mi ilusión de que mejorando año tras año, un día andaré un poquito en terreno llano, y podré seguir la rueda de los culos gordos del centro de Europa. Bendito sea este deporte, que nos hace más fuertes cuanto mayores somos. Más edad y más experiencia para soportar la dureza de los adoquines. Anacronismos como la Paris Roubaix sólo tienen sentido porque suponen un nexo de unión entre el ciclismo histórico y los tiempos modernos. Incluso el paso a nivel cerrado cerca de Roubaix hace un par de años supone un aliciente más.

Compartir la carretera con otros 15.000 cicloturistas da una idea de la dimensión que un Tour de Flandes, por ejemplo, tiene allí. En Bélgica no tienen el síndrome de nuevos ricos que padecemos por aquí. Ves cada bici, cada maillot y cada accesorio que aquí provocaría carcajadas. Allí simplemente forman parte de una manera de vivir, por el deporte, y no confunden el fin con el medio.

Las clásicas, el norte de Europa, el pavés, el aire, la lluvia, el frío. Y a pesar de todo tan seductoras. Las clásicas son el ciclismo en esencia. Además de piernas y pulmones intervienen habilidad, colocación, suerte, equipo.¡Qué cantidad de variables hay que despejar para poder dar con el ganador de una clásica! No existe mañana, no hay que dosificar, no siempre gana el mejor.

No es casual que la feliz definición de “monumentos ciclistas” no se refiera a las grandes Vueltas, sino a las grandes clásicas. La historia del ciclismo, centenaria ya en muchos casos, se ha escrito en el Poggio di San Remo, en La Cipressa, en el Muro de Grammont, en el Bosque de Arenberg, en La Redoute, pero también en Cauberg, en Huy, en el Koppenberg, en Stockeu y por supuesto en la Madonna del Ghisallo. Para un mitómano como yo, todos ellos son destinos de culto y peregrinaje. Placas, monumentos y museos adornan esos lugares y estimulan mi curiosidad y mis ganas de acercarme a conocerlos. Por eso no entiendo que en la era de los vuelos de bajo coste sólo unos pocos cicloturistas de este país nos acerquemos a descubrirlos.

Quién me iba a decir que años más tarde de gritar “clásica belga” cuando empezaba a llover, iba yo a correr la Lieja Bastogne Lieja o que subiría el durísmo Koppenberg en el Tour de Flandes. Disfrutando de momentos irrepetibles, parando a hacer fotos en lugares míticos sin las prisas de una marcha con tiempos. Subiendo dos veces el Muro de Gramont porque en la primera alguien se bajó delante de mí. Otra vez se trataba solamente de disfrutar sin mirar el reloj.

¿Por qué no echamos marcha atrás unos años? Cuando llovía, cuando no existían pinganillos y cuando el dopaje no era el pan nuestro de cada día. Y para el futuro, me seduce mucho más la versión profesional de la Eroica que la Vuelta a China. Basta de evoluciones forzadas e intereses comerciales. Volvamos a las raíces del ciclismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tu relato Claudio y ya que hablas en la parte final de volver a los origenes del ciclismo, rescato de mi colección de prensa deportiva histórica un ejemplar al hazar, bingo, titular,
PARIS-ROUBAIX FUÉ LA PRUEBA CICLISTA MÁS RAPIDA DEL AÑO 1.948
SUS 246 KLM SE CUBRIERON A 43 KLM 960Metros DE PROMEDIO.
Este año como en otros muchos,los belgas han resultado vencedores de la carrera,y su vencedor lo fué Van Stembergen, un coriácio atleta, hecho en la campiña,enjuto de carnes y de resistencia asombrosa.Tan es así que Van Stembergen está conceptuado como el mejor lebrel,corredor en llano del año 1.948.
Como es tradicional,el belga,hombre
inspirado en esta ocasión se presentó en los pavés en unión de varios corredores:Caput el que después ganaría Paris -Tours, Magni
Gauthier,Carrara....y aumentando la velocidad que les imprimia el fuerte viento favorable continuaron por los andenes a mayor tren todavia. Cuando faltavan pocos klm para llegar al velódromo Van Stembergen escapó de sus acompañantes. Había cubierto los 246 Klm de recorrido en 5 horas,35 minutos y 41 segundos,lo que representa una velocidad Media de 43kln 970 metros¡Algo asombroso!
Y si nos hacemos eco de esta hazaña, es para que resalte sobre tiempos empleados en carreras de contextura semejante. En una palabra: para que sirva de ejemplo a los que corriendo a 28 KLM por hora creen que cumplen.

Esta és la crónica realizada por M.de Mendizorroza para el semanario Marca de 1.948 sobre la
PARIS-ROUBAIX de aquel año, por aquellos años y hasta muy para aquí
las grandes clásicas eran terreno vetado para los nuestros, excepto Miguel Poblet, por suerte con la transformación del ciclismo actual, y gracias a los Freire,Flecha,Valverde,Astarloa,Sanchez,Florencio etc, el ciclismo español ha redescubierto la fascinación y el magnetismo que tienen este tipo de pruebas, Las Clasicas.
Un saludo Claudio.

Claudio dijo...

Gracias por tu comentario Manel. Es un honor que leas mis artículos. Seguro que compartimos esa pasión por el ciclismo en general y las clásicas en particular. Hasta pronto!