Berlín es una ciudad llena de alicientes. Llena de atracciones: la Columna de la Victoria, los restos del Muro, la Puerta de Brandenburgo, Unter den Linden, el Monumento recordatorio del Holocausto, Postdamer Platz, el Zoológico…
Pero para un amante del deporte es obligado visitar el Estadio Olímpico de Berlín. Desde fuera tiene un aire decadente, quizás acorde con la climatología fría de la Alemania del norte. Ese aire decadente se convierte de repente en un soplo de modernidad al ver la reforma interior y la cubierta que permite proteger los 75.000 espectadores de aforo máximo en caso de lluvia. Unicamente la puerta de Maraton mantiene una ínfima parte del estadio expuesto a las inclemencias del tiempo.
Paseando por los exteriores del estadio no es difícil imaginarse, igual que en muchas de las amplísimas avenidas berlinesas, a soldados desfilando marcialmente. La huella del pasado está presente en toda la instalación, a pesar de la reforma que se hizo para que el estadio acogiera la fase final de la Copa del Mundo de Futbol de 2006, no sin debate previo, puesto que se barajó la posibilidad de demoler el estadio, salvado únicamente para mantener viva la memoria de la historia.
El estadio Olímpico se construyó para albergar los Juegos Olímpicos de 1916, que finalmente no se pudieron celebrar por
http://en.wikipedia.org/wiki/1936_Summer_Olympics
El complejo deportivo se completa con las piscinas olímpicas (en un deficiente estado de conservación) y el Langemark Halle, presidido por la inmensa torre del campanario, de
Se podría esperar que un lugar como este tuviera un museo. En su lugar, encontramos la tienda de merchandising del Hertha Berlin, el equipo de la ciudad, con un nivel deportivo mediocre, que ni siquiera le permite haber jugado la Copa del UEFA los últimos años. El Museo se halla al aire libre: las esculturas “Los lanzadores de disco” y “los relevistas” dan una imagen solemne y bélica, de acuerdo con las instrucciones de sus promotores. A la vez, existen unos pequeños monolitos que recuerdan los atletas alemanes que consiguieren la medalla de oro en cada uno de los Juegos Olímpicos.
En concreto, el monolito que conmemora los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 es el que contiene la figura de un ciclista en
El estadio Olímpico de Berlín, por tanto, es de obligada visita. Y no sólo para los italianos, con lo que les gusta mitificar lugares. Está claro que para ellos este estadio será siempre donde Italia consiguió la Copa del Mundo de 2006. Escuchar a sus jugadores cantar el himno de Italia poco antes de jugar la final ante Francia pone los pelos de punta.
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