Ya que nos planteamos una prueba de fondo en montaña, ¿por qué empezar por una más fácil?
La Matagalls-Montserrat es un mito para muchos excursionistas catalanes. No es de extrañar, porque con sus más de
La otra singularidad de
En la salida, el ambiente en Coll Formic es estupendo. Hace ya varios años que no se da la salida en la cima de Matagalls, sino en Coll Formic (a
El primer tramo es casi lano y después en franco descenso hasta Aiguafreda La tentación de correr es tremenda, y nuestro sentido común escaso. Total, que vamos al trote algún rato, aún sabiendo que luego podremos pagarlo. El paso por Aiguafreda, ya de noche, es motivante, con la gente del pueblo dando ánimos, y también comida. El avituallamiento lo encontramos poco después, donde una triple ración de té caliente hará que no tenga el más mínimo momento de sueño en toda
Las charlas iniciales se van convirtiendo en silencios interminables. Uno solamente escucha su cuerpo y empiezo a notar dolor en la rodilla, después en la planta del pie. También me molesta la goma del mísero frontal de 3 leds que llevo (al lado de los 20(!!!) que llevaba Ricardo), pero decido no ensancharlo para que el dolor tenga algún lugar poco importante donde entretenerse…
Pero el paso de los kilómetros va mermando la moral y empiezo a entender que haya muchos abandonos en el avituallamiento de Sant Llorenç Savall, como me habían advertido (kilómetro 45). Sólo me faltaba un buen tropezón en una estrecha pista, que ni los palos evitan que yo acabe en el suelo. Buena excusa para dejarlo. Menos mal de la compañía, que me convence de que no lo haga. Haber pasado el ecuador de la prueba ayuda psicológicamente a aguantar. A partir de ese momento ya es cuenta atrás.
Sin embargo, tras el avituallamiento de
Al poco tiempo va amaneciendo y eso anima de verdad. La bajada hasta Vacarisses es una trialera complicada. No quisiera verme yo con la bicicleta por ahí. Cuando llego al avituallamiento de Vacarisses ya tengo claro que voy a llegar. Montserrat está a la vista y el cuerpo parece que se va aguantando. Aparte de los cuádriceps, no sufro ningún otro punto crítico, por lo que el escaso entreno que hice (subir al Aneto en 9 horas y una caminata de 11 horas hasta el Pla de la Calma) parece haber servido para cumplir el objetivo.
La subida final al Monasterio se hace muy larga, pero finalmente llego una hora después de mis compañeros, con un tiempo de 17 horas 53 minutos, el 1.005 sobre 2.280 que llegaron y 3.000 que partieron. Una verdadera barbaridad.
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