De Milano San Remo |
Las marchas cicloturistas que se celebran el mismo fin de semana que la carrera profesional del mismo nombre tienen un aliciente especial. Vivir el ambiente de los profesionales y poder rodar por esas mismas carreteras desde luego es todo un lujo.
En el caso de la Milán San Remo la marcha cicloturista que copia el recorrido de la classicissima la organiza el primer fin de semana de Junio la Unione Ciclistica San Remo. Sin embargo, desde hace tres años, la Gazzetta dello Sport organiza una Milán San Remo amatoriale (en realidad San Remo-San Remo de 120 kilómetros) para ciclodeportistas, que permite recorrer los últimos kilómetros de la clásica italiana, con todas las tachuelas que conocemos de la televisión cada año: Capo Berta, La Cipressa y Poggio di San Remo.
Salimos de Barcelona el viernes con tiempo. Queríamos pasar por Toulon para subir Mont Faron, mítica cima francesa que se suele subir en todas la ediciones del Tour del Mediterráneo. La lluvia nos impidió intentarlo, pero seguimos camino de San Remo con la seguridad que nos daban las previsiones meteorológicas, de que el el fin de semana iba a ser realmente primaveral, para hacer honor al mundial de primavera, sobrenombre con el que se conoce también a la Milán San Remo. La cena del viernes a base de pasta nos sirvió también para recabar información sobre la salida que teníamos planeada para el día siguiente, que consistía en desplazarnos en coche hasta Niza y desde allí en un bucle de 70 kilómetros subir el famoso Col d’Eze que se sube en la París Niza y también Col de Braus, a 1.000 metros de altitud, e incluido en el reto BIG. La información que nos dieron recomendaba adentrarnos justo en la frontera (Ventimiglia) hacia Sospel y atacar Braus por la otra vertiente.
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Además, el propietario de la pizzería también nos informó de la existencia de un carril bici de más de 25 kilómetros de longitud que se extiende desde Imperia hasta San Remo sobre el antiguo trazado del tren. Una verdadera atracción turística para cicloturistas y para cualquiera que quiera disfrutar de un agradable paseo junto al mar.
La salida del sábado finalmente fue una mezcla del pan previsto y la información que recibimos el día anterior: no cogimos el coche (sabia decisión teniendo que estar a mediodía en San Remo para ver el final de la carrera profesional) y fuimos por la carretera de la costa hasta Menton, ya en Francia, desde ahí subimos el Col de Castillon y desde ahí empalmamos con la vertiente de Sospel para coronar Col de Braus. Bonita ascensión con la recompensa adicional de encontrar arriba un bonito monumento dedicado a René Vietto, donde también están depositadas sus cenizas. Durante buena parte del recorrido las vistas sobre los Alpes nevados nos alegraron el pedaleo.
El regreso a San Remo lo hicimos por Sospel y más tarde continuamos por el valle hasta Ventimiglia, en una carretera preciosa al principio y plagada de túneles al final. En resumen, poco más de 105 kilómetros para “calentar piernas” cara a la marcha del día siguiente.
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Una vez en San Remo recogemos los dorsales, los regalos (incluido el maillot conmemorativo del 100 edición de la Milán San Remo) y nos enteramos de los problemas organizativos que han hecho que la inscripción se haya limitado a 500 personas, cuando el año pasado aquí hubo más de 1.500. Y los únicos afortunados del estado español que estábamos aquí éramos nosotros…
Poco después decidimos finalmente ver la llegada de los profesionales en la meta, aunque en su momento barajamos acercarnos al Poggio. En esta ocasión lástima que no estuviera Freire para plantarle cara a Cavendish, este inglés que a poco que se lo proponga puede marcar una época en las clásicas y en los sprints de las etapas de las grandes vueltas. Al final, paseando entre los autobuses de los equipos, pudimos saludar a Joaquim Rodríguez y Oscar Pereiro, todo un ganador de Tour.
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De la ¿marcha? del domingo cabe decir que por la pinta de los participantes más bien parecía una carrera. Los italianos son con sus bicis como con sus coches. Os las podéis imaginar, qué pedazo de máquinas, impecables, preciosas. La indumentaria, pues a tono con la ropa italiana. Alguno quizás no andara nada pero por la pinta los confundías a todos con profesionales… A la hora de la verdad, salida a toda mecha, puesto que los primeros 40 kilómetros eran llanos, hasta llegar a Col de Ginestro. En ese tramo llano, después de partirse el pelotón en varios grupos, nos quedamos un grupo grande donde de repente aparece el dorsal número 2. “Andiamo, ragazzi” dice, y nos pone en fila de a uno y vamos recogiendo gente hasta que empalmamos con el grupo de delante. Es nada menos que Davide Cassanni, ex profesional (ni recuerdo las que veces que fue internacional con la selección italiana) y ahora comentarista de la RAI. Qué gran tipo y qué gran función cumple. Nos tenía contentos a los cicloturistas con su presencia, además nos reagrupaba y por supuesto, nos llevaba a toda mecha. Yo me sentía como en la carrera profesional, aguantando a los podencos en el llano y esperando mi terreno…
Después de coronar el Col de Ginestro se vuelve a buscar la carretera de la costa para ya afrontar los últimos 50 kilómetros que ahora sí, son los mismos que la carrera profesional, con las ascensiones a Capo Berta, La Cipressa y el mítico Poggio. Subiendo Capo Berta, esa tachuela sin importancia que los pros suben a todo trapo, veo un monumento dedicado a la Milan San Remo y tengo que pararme a hacer fotos. A partir de ahí ya pierdo el grupo de Cassani y la verdad es que fue una buena excusa porque mis piernas ya empezaban a sufrir más de la cuenta. La Cipressa también resulto ser más dura de lo previsto y ya no digo el Poggio. No me lo querría encontrar yo con casi 300 kilómetros en las piernas. Sobre todo me quedo con los descensos de todas estas pequeñas cuestas, que son verdaderos balcones al mar en un día precioso de primavera como el que disfrutamos.
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Los cuatro compañeros del club nos reagrupamos y afrontamos los últimos kilómertros jugando a ser profesionales y lanzando el sprint, calculo que 30 kilómetros por hora más despacio que lo que vimos el día anterior… Pero profundamente satisfechos y conscientes de que hemos puesto una muesca más en nuestra bicicleta. Unos cuantos mitos más ya están en el bolsillo.
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