Yo iba sin ninguna esperanza. Acababa de leer el ya mítico artículo de Ángel Morales y Rubén Berasategui en Pedalier (número 30) y sabía lo que me esperaba con todo lujo de detalles. Ellos habían ido a por el Nebelhorn y no habían conseguido subirlo entero en bici, aún estudiando el tipo de material a utilizar, habiendo analizado a fondo los mapas... Ángel y Rubén, dos tipos acostumbrados a las pendientes fuertes, dos pioneros, descubridores de monstruos y además fuertes como pocos...
Por lo tanto yo tenía claro que iba a acercarme a conocerlo pero ni siquiera sabía si llegaría arriba. Os tengo que decir que me gustan las pendientes fuertes, aunque el Nebelhorn supera lo imaginable. Digamos que cuando pensaba en él no se me ocurrían otras palabras que no fueran reto, sufrimiento extremo y peligro. Disfrutar, paisaje o cicloturismo son palabras que dejo para otras subidas.
La compañía que llevaba condicionó la subida. Xavi Cossials y Xavi Joya son dos viajeros empedernidos. Dos tipos, sobre todo Cossials, que han viajado con sus bicis por un montón de países, subiendo cuestas imposibles, siempre a la búsqueda de subidas incluídas en el reto BIG. Siempre con su BTT y su triple plato, asegurando (casi siempre) que pueden llegar arriba. Nos planteábamos un nuevo reto (¿El reto?) a lomos de nuestras bicis.
Al regreso de una etapa por los alrededores de Oberstdorf, decidimos aprovechar el buen tiempo de principios de Julio en el sur de Alemania para intentar acercarnos a descubrir a este nuevo mito del cicloturismo moderno. Tras localizar el principio de la subida (no es difícil, junto al estadio de saltos de esquí), nos informamos en la taquilla del Nebelhornbahn (el telecabina que sube hasta la cima del Nebelhorn, a
La primera parte de la subida al Nebelhorn era la única que personalmente consideraba asequible, justo hasta la estación de telecabina de Seealpe, a
Yo me digo, bueno mientras espero a los Xavis voy a ver de qué va esto y a ver si con un poco de suerte veo los rampones del 42%. ¡Tiene que ser acojonante! Mientras subo, me cruzo con un tipo en BTT que no tiene mala pinta. Le pregunto si conoce la subida y me dice que vive en Oberstdorf y que suele subir muy a menudo. Le pregunto si alguna vez ha sido capaz de subirlo en bici hasta el final sin echar pie a tierra y me dice que sí… Interesante. Voy subiendo zonas asequibles hasta que diviso a lo lejos una recta que impresiona. Intento hacerla con mi bici de carretera y me quedo justo en el punto kilométrico que indica que faltan
Intento hacer algún tramo en bici, pero de repente me topo con la famosa curva a izquierdas del 42%. No se puede explicar, hay que ver ese paredón para darse cuenta de la magnitud de la pendiente. El descanso que hay al coronar la rampa se ve allá a lo lejos, muy arriba, es una sensación irreal. Intento subirla con
Los cuatro kilómetros que separan la primera rampa infernal con el albergue se nos hicieron interminables. Hacer la subida, incluso a pie, se convirtió en un verdadero reto. Cada uno subía con su artilugio, nosotros con las bicicletas y Sergi con su mochila y su cámara de fotos.
En contra de lo que podía pensar tras subir un puerto a pie parcialmente, llegar arriba fue absolutamente un triunfo. De alguna manera, con la bici al lado, pero tras horas de caminata habíamos vencido la montaña. Habíamos llegado al refugio Edmund Probst Haus, a
La bajada ya intuíamos que no iba a ser fácil. Prácticamente no me subí a la bici en esos
A la mañana siguiente, desde el albergue de juventud donde estábamos alojados, precisamente desde la ventana de nuestra habitación se veía el Nebelhorn y la estación de Höfatsblick y el Albergue Edmund Probst Haus. Ese ya inconfundible valle sin salida que encierra unos de los monstruos más temidos por los cicloturistas de toda Europa. Y que desde el día anterior iba a formar parte de mi curriculum y de mis recuerdos. Aún habiéndolo hecho a pie.