Puertos de montaña, historia del ciclismo y mucho más. Aqui podremos compartir nuestros conocimientos de ciclismo y especialmente de puertos de montańa.
martes, octubre 26, 2010
Iseran, el puerto asfaltado más alto de los Alpes
(Artículo publicado en el n.38 de la revista Pedalier. Foto Sergi Ros)
Un buen debate el del puerto asfaltado más alto de los Alpes... Sólo algunas precisiones, para concluir que efectivamente es el Iseran, con sus 2.770 metros. El Col de Restefond sube a 2.762 metros y el bucle de la Bonette llega hasta los 2.802 metros, aunque no se puede considerar un puerto estrictamente. Y lo mismo ocurre con el glaciar de Solden en Austria, que llega a los 2.829 metros. No se puede hablar de las ascensiones más altas en los Alpes sin referirse al mítico Sommeiller, que llega nada menos que a los 3.009 metros y al que se accede por una pista parcialmente sin asfaltar desde Bardonecchia en Italia. Y puestos a nombrar puertos míticos sin asfaltar en Francia es hacerlo de otro gran desconocido como Parpaillon a a 2650 metros, éste sí con dos vertientes… Tantos nombres y sólo algunos de ellos conquistados. Queda tanto por hacer…
El Iseran es un puerto larguísimo por las dos vertientes, tanto la norte de Bourg Saint Maurice (35 km desde Ste. Foy Tarentaise, venciendo un desnivel de 1.710 metros, a un desnivel medio del 5%) como la vertiente sur, desde Lanslebourg (33 km, a una media del 4,2%). Nosotros ascendimos por la vertiente Norte. El primer tramo de aproximación a Val d’Isere es por carretera muy ancha, de cuatro carriles. También en ese tramo nos encontramos con diversos túneles, iluminados pero que siempre te hacen estar alerta. Por cierto, que Angel de Terradiversions nos comentó la obligatoriedad de llevar luces traseras en la bicicleta para el paso de los túneles, puesto que de otra manera los gendarmes franceses podrían multarnos. Obviamente, hacemos pleno caso a su recomendación y finalmente conseguimos unas luces de las que se ponen en el tapón del manillar que cumplían perfectamente su función. No me los he quitado desde entonces, siempre vienen bien, y no será por el peso...
En una ascensión tan larga, los siete kilómetros de falso llano que supone el paso por Val d’Isere se agradecen de verdad. Hay que guardar fuerzas para afrontar lo más espectacular de la subida: un larguísima curva de herradura que en su parte más elevada ofrece una visión espectacular de Val d’Isere y de la primera parte de la ascensión. La pendiente en ese tramo se endurece y llega en ocasiones al 7 y al 8%, pero en ningún momento es tan dura como para no poder apreciar del espléndido paisaje que se abre a nuestra derecha.
Iseran es simplemente impresionante. Tuvimos la inmensa fortuna de que el tiempo nos acompañó, y de qué manera. Únicamente una semana antes de nuestra visita a los Alpes, en este mismo puerto, la temperatura arriba llegaba a los -5º. Cuando nosotros subimos tuvimos un día veraniego inmejorable puesto que, además, pudimos gozar de la presencia de la nieve, no sólo a nivel de la cuneta, sino que en muchos tramos los paredones de nieve que encontrábamos eran de altura superior a los 2 metros.
La verdad es que al subir Iseran en sábado y en un día tan espléndido, nos encontramos con un gran ambiente, e innumerables ciclistas durante la subida. De todo tipo, forma y nivel. Muchos lucían maillots de empresas que montan rutas por etapas por los Alpes. Ingleses, italianos, australianos, belgas, por supuesto franceses, y ese grupo de españoles que estábamos disfrutando más que ninguno yo creo.
Una vez llegados arriba hay mucha gente admirando el paisaje. Es el momento de mirar en todas direcciones, observar la nieve todavía abundante en los alrededores, deleitarse con el ambiente ciclista y motero que se respira. Qué gozada, el Iseran es la culminación de los Alpes, es un destino en sí mismo. Y nosotros, unos privilegiados, gozando de todo esto en un lugar, a casi 3.000 mtros no lo olvidemos, donde es fácil que las condiciones meteorológicas se compliquen.
También en el Iseran hay la típica tienda en la cima donde se pueden comprar recuerdos. No demasiados con motivos ciclistas (aunque sí que encontramos la típica camiseta con la leyenda “Le plus haut col d’Europe”), sino sobre todo con motivos moteros. Además, ese sábado se celebró alguna especie de rally de coches antiguos que dio colorido a la subida y también aportó algo de riesgo porque algunos de los conductores de esos clásicos parecía que querían también pilotar un Fórmula 1.
Arriba encuentro un folleto anunciando “L’Iserane” una prueba ciclodeportiva que se disputó el día 11 de Julio que incluye la subida al Iseran, aunque solamente desde Val d’Isere. Eso sí, con la carretera cerrada al tráfico. Val d’Isere – Iseran -Bonneval sur Arc, un recorrido de 60 km y 924 metros de desnivel. Una bonita excusa para subir el Iseran lo más rápido posible...
El Tour de Francia ha incluido en su recorrido el Iseran en diversas ocasiones, en concreto en siete ocasiones, menos de las que merecería un coloso alpino de esta envergadura. Fueron los años 1938, 1939, 1949, 1959, 1963, 1992 y la última de ellas en 2007. Cabe destacar que en 1996, el de la derrota de Indurain, un Tour que se recuerda por el mal tiempo, también estaba previsto el paso por el Iseran pero tuvo que suspenderse el paso por el puerto debido al mal tiempo (os recuerdo, mes de Julio!). En 2007, el Tour de Rasmussen y Contador, el etapón Val d’Isere-Briançon, de 159 km, incluía las acensiones a Iseran, Telegraphe y Galibier, con victoria final del colombiano Mauricio Soler.
Por nuestra parte, ese día en los Alpes completamos la etapa con un descenso precioso y larguísimo que nos lleva hasta Lanslebourg. Y Mont Cenis fue el complemento perfecto de la ascensión al Iseran para completar otra etapa digna de un Tour de Francia. Sólo 107 km, pero con un desnivel acumulado de 3.000 metros. Mont Cenis tiene la particularidad de que en su cima hay una enorme planicie y una extensa presa que se traduce en más de diez kilómetros de llano antes de empezar la bajada hacia Italia. Tremenda bajada de la vertiente italiana de Mont Cenis, mucho más larga y dura por ese lado.
Per el gran protagonista de la jornada es Iseran. Uno de esos puertos que un cicloturista que se precie tiene que tener en su curriculum particular. Y si el día que os decidís la fortuna os sonríe, el tiempo os acompaña y os permite gozar de esa montaña en todo su esplendor, disfrutadlo al máximo porque será uno de vuestros momentos cumbre como cicloescaladores.
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sábado, octubre 23, 2010
Dos San Bernardos, tres países
(Artículo publicado en el n. 38 de la revista Pedalier. Foto: Sergi Ros)
Es lo que tiene el coleccionismo de puertos. Una vez que ya has subido algunos de los puertos más importantes en el mundo del ciclismo, hay que ir buscando nuevos alicientes, nuevos retos. Por eso cuando nos planteamos volver a los Alpes, queríamos probar puertos no tan conocidos. Y todavía no necesitamos rebuscar en rincones escondidos en los mapas. Las grandes vueltas por etapas nos siguen descubriendo año tras año alguna nueva carretera no tan popular para los cicloturistas.
En nuestra salida a los Alpes, uno de los platos fuertes era la misma etapa que hizo el Tour 2009 entre Martigny (Suiza) y Bourg Saint Maurice (Francia) y que terminó con la victoria del corredor de Euskaltel Mikel Astarloza. 160 kilómetros saliendo de Suiza, pasando por Italia y acabando en Francia, con dos puertos no demasiado conocidos, dos falsos gemelos como Gran San Bernardo y Pequeño San Bernardo.
Habían pasado muchos años hasta que en 2009 el Tour los volvió a incluir en su recorrido. El Gran San Bernardo sólo se subió cuatro veces con anterioridad (años 1949, 1959, 1963 y 1966). Baste decir que Armstrong no había nacido la última vez que el Tour pasó por el Gran San Bernardo, o que ni Indurain ni Hinault lo escalaron nunca en un Tour, ni siquiera Merckx, ni Ocaña lo subieron... Fue Federico Martín Bahamontes, quién si no, el que pasó en cabeza por ese puerto en el año 1966. En el caso del Pequeño San Bernardo, se subió los años 1949, 1959 y 1963.
Nuestra etapa empezó pues con la ascensión al Gran San Bernardo, por una carretera muy ancha, con mucho tráfico y por la que también circuló la etapa anterior del Tour 2009 con final en Verbier donde triunfó Contador. De hecho para llegar a Verbier hay que empezar a subir al Gran San Bernardo, y tras 18 kilómetros de compartir una amplísima carretera encontramos el desvío a la izquierda que llevará a la estación de esquí de Verbier en 8,8 kilómetros a una media del 7,5%.
La subida al Gran San Bernardo continúa por esa ancha carretera y es una larguísima aproximación a la zona realmente interesante, que empieza a partir del túnel. Este túnel permite ahorrar a los vehículos motorizados el último tramo de ascensión. Aunque, ¿quién querría perderse eso, si es lo mejor? Nada menos que 8 kilómetros a una media del 8%, cuando ya llevamos 32 de ascensión desde Martigny. Además de tratarse, con diferencia, del tramo más exigente, la carretera se estrecha y las vistas empiezan ser espectaculares, las que uno espera de un puerto que roza los 2.500 metros. Hasta que finalmente, entre paredones de nieve, coronamos los 2.469 metros de altitud.
Es un gran aliciente pensar que estamos siguiendo los pasos de Aníbal, Julio Cesar, y Napoleón, que con un ejercito de 46.000 hombres atravesó a Italia en 1800, con el Gran San Bernardo aún cubierto de nieve. Llegados a este punto, vale la pena hacer un poco de historia y descubrir el origen del nombre de estos puertos y su relación con la raza de perros que también se denomina San Bernardo. En este paso de montaña, San Bernardo di Montone fundó en el siglo XI un hospicio para viajeros y peregrinos. Allí se criaron, desde mediados del siglo XVII, perros grandes de montaña para guardia y vigilancia. La existencia de estos perros está documentada gráficamente desde 1695 y por escrito en unas crónicas del hospicio desde el año 1707. Estos perros pronto se utilizaron como perros de escolta y, especialmente, como perros de salvamento para viajeros perdidos en la niebla y la nieve. Existen crónicas sobre las numerosas vidas que fueron salvadas por estos perros de la "muerte blanca" y relatos de soldados que cruzaron el paso de montaña con Napoleón Bonaparte hacia 1.800, en el siglo XIX, que extendieron la fama del perro de San Bernardo por toda Europa.
Al coronar, pasamos por la pequeña tienda de souvenirs, un arco y tras él salimos a una zona abierta donde nos espera un impresionante lago helado (¡a 24 de junio!) que da mucho juego a nivel visual. Poco después vemos el antiguo hospicio y la estatua de San Bernardo, vara en mano, que se convierte en un identificador preciso de este par de puertos gemelos de altitudes diferentes.
La bajada por la vertiente italiana es muy aérea, muy espectacular. No son solamente los últimos 8 kilómetros los que uno puede disfrutar, como en le vertiente suiza, sino que su práctica totalidad es muy vistosa. Tanto, que tendremos que detenernos en un par de ocasiones a hacer fotos y dejar constancia de la grandiosidad del paisaje.
Entre el Gran y el Pequeño San Bernardo pasamos por el famoso valle italiano de Aosta. Salíamos de Suiza, pasábamos por Italia y finalizaríamos en Francia. No está mal, 3 países en una sola etapa, y sin tener que enseñar ni siquiera los documentos de identidad. Como digo pasamos por Aosta y poco después por la localidad de Arvier. Desde el año pasado tenía mucho interés en detenerme en esta localidad puesto que es la localidad natal de Maurice Garin, vencedor de la primera edición del Tour de Francia en 1903. Italiano de nacimiento, aunque posteriormente nacionalizado francés, Maurice Garin, como otros tantos jóvenes del Valle de Aosta se ganaba la vida cruzando la frontera para trabajar de "ramoneur" (deshollinador), en diferentes ciudades francesas. Debido a su humilde oficio y a sus reducidas medidas (1,62 m y 60 kg) fue conocido con el sobrenombre de "petit ramoneur", "le petit matelot" y "le bouledogue blanc".
En una de las rotondas de salida de Arvier hay un monumento que recuerda a este pequeño ciclista que, además del Tour de Francia, tiene otras importantes pruebas en su palmarés (Paris Roubaix de 1897 y 1898 por ejemplo). Es emocionante rendir nuestro pequeño homenaje a Garin en esta visita a los Alpes.
Sin tiempo para entretenernos más de lo debido, ya estamos a punto de empezar la subida al Pequeño Sant Bernardo. Las cifras no asustan, pero un puerto de 27,6 kilómetros a una media 4,6% tampoco se puede despreciar y más llevando lo que llevamos. La subida empieza en la localidad de Morgex, que también es el punto de partida de uno de los colosos más empinados de los Alpes: el Colle San Carlo (10,5 km al 9,81%!). Lo bueno es que es posible subir San Carlo, bajar hasta La Thuile y reemprender luego la subida hacia el Pequeño San Bernardo. Cabe recordar que en el Giro de 2006 se subió San Carlo con final en de etapa en La Thuile precisamente. Esta opción que incluiría San Carlo no supone un incremente en el kilometraje, pero sí en el desnivel acumulado y en la dureza total de la etapa. La dejamos para los más duros de vosotros. Yo no me atrevo casi ni a pensarlo.
El kilometraje va haciendo mella, y aunque en el perfil los números no son excesivos, el final del Pequeño San Bernardo se hace muy muy largo. Mis recuerdos se nublan: los kilómetros pasaban despacio y no podía dedicar ninguna energía a la contemplación del espléndido escenario que nos ofrecía el hermano pequeño (2.184 metros). De lo que sí estoy seguro es que el Pequeño San Bernardo es uno de puertos más bonitos que he subido en los Alpes. No es de extrañar: se dice que desde este punto se pueden observar las mejores vistas sobre el Mont Blanc.
Una vez arriba se acumulan los souvenirs que plasmar con la cámara: la tienda, el cartel del puerto, otro símbolo del paso con el perro típico, la estatua de San Bernardo (dos, a falta de una)… No nos quedan más que 31 kilómetros de descenso para llegar a Bourg Saint Maurice, un campo base perfecto para afrontar nuevas subidas en días posteriores.
En conclusión, una etapa redonda, con 160 km, una curiosa y centenaria historia, dos puertazos y tres países. No excesiva dureza, pero el que quiera dar guerra tiene terreno de sobras. Y a nivel cicloturista lo tiene todo: con el día por delante, y sólo atentos a disfrutar de los paisajes, es una etapa muy recomendable que podéis incluir en vuestras próximas salidas a los Alpes.
Como bien dijo Christophe Penot en la guía del Tour de Francia 2009, los cols de San Bernardo son raros y misteriosos. Y seguirán estando ahí, hasta que el Tour decida volverlos a incluir en su trazado. Igual pasan 40 años más. Mientras tanto, vosotros podéis incluirlos en vuestro palmarés particular sin tener que esperar que el Tour los vuelva a recordar.
En nuestra salida a los Alpes, uno de los platos fuertes era la misma etapa que hizo el Tour 2009 entre Martigny (Suiza) y Bourg Saint Maurice (Francia) y que terminó con la victoria del corredor de Euskaltel Mikel Astarloza. 160 kilómetros saliendo de Suiza, pasando por Italia y acabando en Francia, con dos puertos no demasiado conocidos, dos falsos gemelos como Gran San Bernardo y Pequeño San Bernardo.
Habían pasado muchos años hasta que en 2009 el Tour los volvió a incluir en su recorrido. El Gran San Bernardo sólo se subió cuatro veces con anterioridad (años 1949, 1959, 1963 y 1966). Baste decir que Armstrong no había nacido la última vez que el Tour pasó por el Gran San Bernardo, o que ni Indurain ni Hinault lo escalaron nunca en un Tour, ni siquiera Merckx, ni Ocaña lo subieron... Fue Federico Martín Bahamontes, quién si no, el que pasó en cabeza por ese puerto en el año 1966. En el caso del Pequeño San Bernardo, se subió los años 1949, 1959 y 1963.
Nuestra etapa empezó pues con la ascensión al Gran San Bernardo, por una carretera muy ancha, con mucho tráfico y por la que también circuló la etapa anterior del Tour 2009 con final en Verbier donde triunfó Contador. De hecho para llegar a Verbier hay que empezar a subir al Gran San Bernardo, y tras 18 kilómetros de compartir una amplísima carretera encontramos el desvío a la izquierda que llevará a la estación de esquí de Verbier en 8,8 kilómetros a una media del 7,5%.
La subida al Gran San Bernardo continúa por esa ancha carretera y es una larguísima aproximación a la zona realmente interesante, que empieza a partir del túnel. Este túnel permite ahorrar a los vehículos motorizados el último tramo de ascensión. Aunque, ¿quién querría perderse eso, si es lo mejor? Nada menos que 8 kilómetros a una media del 8%, cuando ya llevamos 32 de ascensión desde Martigny. Además de tratarse, con diferencia, del tramo más exigente, la carretera se estrecha y las vistas empiezan ser espectaculares, las que uno espera de un puerto que roza los 2.500 metros. Hasta que finalmente, entre paredones de nieve, coronamos los 2.469 metros de altitud.
Es un gran aliciente pensar que estamos siguiendo los pasos de Aníbal, Julio Cesar, y Napoleón, que con un ejercito de 46.000 hombres atravesó a Italia en 1800, con el Gran San Bernardo aún cubierto de nieve. Llegados a este punto, vale la pena hacer un poco de historia y descubrir el origen del nombre de estos puertos y su relación con la raza de perros que también se denomina San Bernardo. En este paso de montaña, San Bernardo di Montone fundó en el siglo XI un hospicio para viajeros y peregrinos. Allí se criaron, desde mediados del siglo XVII, perros grandes de montaña para guardia y vigilancia. La existencia de estos perros está documentada gráficamente desde 1695 y por escrito en unas crónicas del hospicio desde el año 1707. Estos perros pronto se utilizaron como perros de escolta y, especialmente, como perros de salvamento para viajeros perdidos en la niebla y la nieve. Existen crónicas sobre las numerosas vidas que fueron salvadas por estos perros de la "muerte blanca" y relatos de soldados que cruzaron el paso de montaña con Napoleón Bonaparte hacia 1.800, en el siglo XIX, que extendieron la fama del perro de San Bernardo por toda Europa.
Al coronar, pasamos por la pequeña tienda de souvenirs, un arco y tras él salimos a una zona abierta donde nos espera un impresionante lago helado (¡a 24 de junio!) que da mucho juego a nivel visual. Poco después vemos el antiguo hospicio y la estatua de San Bernardo, vara en mano, que se convierte en un identificador preciso de este par de puertos gemelos de altitudes diferentes.
La bajada por la vertiente italiana es muy aérea, muy espectacular. No son solamente los últimos 8 kilómetros los que uno puede disfrutar, como en le vertiente suiza, sino que su práctica totalidad es muy vistosa. Tanto, que tendremos que detenernos en un par de ocasiones a hacer fotos y dejar constancia de la grandiosidad del paisaje.
Entre el Gran y el Pequeño San Bernardo pasamos por el famoso valle italiano de Aosta. Salíamos de Suiza, pasábamos por Italia y finalizaríamos en Francia. No está mal, 3 países en una sola etapa, y sin tener que enseñar ni siquiera los documentos de identidad. Como digo pasamos por Aosta y poco después por la localidad de Arvier. Desde el año pasado tenía mucho interés en detenerme en esta localidad puesto que es la localidad natal de Maurice Garin, vencedor de la primera edición del Tour de Francia en 1903. Italiano de nacimiento, aunque posteriormente nacionalizado francés, Maurice Garin, como otros tantos jóvenes del Valle de Aosta se ganaba la vida cruzando la frontera para trabajar de "ramoneur" (deshollinador), en diferentes ciudades francesas. Debido a su humilde oficio y a sus reducidas medidas (1,62 m y 60 kg) fue conocido con el sobrenombre de "petit ramoneur", "le petit matelot" y "le bouledogue blanc".
En una de las rotondas de salida de Arvier hay un monumento que recuerda a este pequeño ciclista que, además del Tour de Francia, tiene otras importantes pruebas en su palmarés (Paris Roubaix de 1897 y 1898 por ejemplo). Es emocionante rendir nuestro pequeño homenaje a Garin en esta visita a los Alpes.
Sin tiempo para entretenernos más de lo debido, ya estamos a punto de empezar la subida al Pequeño Sant Bernardo. Las cifras no asustan, pero un puerto de 27,6 kilómetros a una media 4,6% tampoco se puede despreciar y más llevando lo que llevamos. La subida empieza en la localidad de Morgex, que también es el punto de partida de uno de los colosos más empinados de los Alpes: el Colle San Carlo (10,5 km al 9,81%!). Lo bueno es que es posible subir San Carlo, bajar hasta La Thuile y reemprender luego la subida hacia el Pequeño San Bernardo. Cabe recordar que en el Giro de 2006 se subió San Carlo con final en de etapa en La Thuile precisamente. Esta opción que incluiría San Carlo no supone un incremente en el kilometraje, pero sí en el desnivel acumulado y en la dureza total de la etapa. La dejamos para los más duros de vosotros. Yo no me atrevo casi ni a pensarlo.
El kilometraje va haciendo mella, y aunque en el perfil los números no son excesivos, el final del Pequeño San Bernardo se hace muy muy largo. Mis recuerdos se nublan: los kilómetros pasaban despacio y no podía dedicar ninguna energía a la contemplación del espléndido escenario que nos ofrecía el hermano pequeño (2.184 metros). De lo que sí estoy seguro es que el Pequeño San Bernardo es uno de puertos más bonitos que he subido en los Alpes. No es de extrañar: se dice que desde este punto se pueden observar las mejores vistas sobre el Mont Blanc.
Una vez arriba se acumulan los souvenirs que plasmar con la cámara: la tienda, el cartel del puerto, otro símbolo del paso con el perro típico, la estatua de San Bernardo (dos, a falta de una)… No nos quedan más que 31 kilómetros de descenso para llegar a Bourg Saint Maurice, un campo base perfecto para afrontar nuevas subidas en días posteriores.
En conclusión, una etapa redonda, con 160 km, una curiosa y centenaria historia, dos puertazos y tres países. No excesiva dureza, pero el que quiera dar guerra tiene terreno de sobras. Y a nivel cicloturista lo tiene todo: con el día por delante, y sólo atentos a disfrutar de los paisajes, es una etapa muy recomendable que podéis incluir en vuestras próximas salidas a los Alpes.
Como bien dijo Christophe Penot en la guía del Tour de Francia 2009, los cols de San Bernardo son raros y misteriosos. Y seguirán estando ahí, hasta que el Tour decida volverlos a incluir en su trazado. Igual pasan 40 años más. Mientras tanto, vosotros podéis incluirlos en vuestro palmarés particular sin tener que esperar que el Tour los vuelva a recordar.
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