De Escocia |
(Publicado en el n.48 de la revista Pedalier)
Yo ya sabía que lo mío era difícil de curar. Que cuando me inoculé el virus del BIG iba a ser difícil encontrar antídoto. Pero creo que las cosas han ido demasiado lejos. Intentar conseguir subir los 1000 puertos de la superlista se ha convertido en una obsesión vital que aún se ha incrementado en el último año cuando dos superhéroes (los belgas Eric Lucas y Etienne Mayeur) han hecho ese sueño realidad.
Pero es que estos 3 días en Escocia subiendo 10 BIGs han sido realmente gratificantes, estupendos, agotadores, retadores, lluviosos, cansados… Un viaje a Escocia en el que hemos hecho en 3 días más 1.000 km en coche y poco más de 200 en bici. Menos mal que tuve un par de días al final para poder visitar Stirling y Edimburgo un poco más tranquilamente, ciudades que realmente vale la pena conocer.
También sabía que me juntaba con otros elementos todavía más enfermos del BIG que yo, el francés François y el belga Bernard. Enfermos, pero grandes compañeros de viaje con los que uno podría ir al fin del mundo. La enfermedad que tienen consiste en llegar hasta el pie de puerto, subirlo, bajarlo, coger rapidamente el coche y dirigirte a la base del próximo. También tiene sus ventajas, puesto que viajar por Escocia en Semana Santa es climatológicamente complicado, y no es lo mismo mojarse o congelarse durante una etapa de 150 km que en una subida de sólo 10 km. Con este tipo de viaje podíamos intentar sumar las 10 subidas que queríamos por mucho que el tiempo se complicara.
Pero vayamos por partes, con la descripción de cada una de las etapas que hicimos.
Etapa 1:
Encuentro en el Aeropuerto de Newcastle después de mi vuelo desde Barcelona y su paso por el Eurotunnel con el coche. El primer día fue una verdadera gyncana. 450 kilómetros en coche y sólo 55 km en bici para hacer 3 subidas. La primera subida del día fue Carter Bar. No es más que la frontera entre Inglaterra y Escocia. Salimos de Byrness en Inglaterra, y llegamos a la frontera tras unos escasos 10 km. Una subida sin una especial dureza, pero que es la puerta de acceso a Escocia, la bienvenida a nuestros próximos días.
La segunda subida del día era Lowther Hill, de 15,5 km. Una subida dura por una carretera a la que no pueden acceder vehículos no autorizados, y que llega a un radar y una estación meteorológica a 725 metros, el techo de nuestras subidas en Escocia estos días. Ahí nos mojamos a base de bien y estaríamos a cero grados, ya sabeís, ni frío ni calor. Pero bajando los dedos de pies y manos se quedaron congelados. Ese coche conteniendo 3 tíos, 3 bicis, la ropa mojada, las bolsas con la ropa desperdigada, los 3 cambiándonos ahí, os podéis imaginar qué desorden. Genial!
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La última subida del primer día, tras el correspondiente largo traslado en coche, es Glen Quaich, una subida realmente corta (sólo 2,7 km, pero a más del 9% de desnivel) que impresionaba en la distancia. Aún después de hacerla, nos quedaba un traslado hasta Spittal of Glenshee, ya al pie del próximo puerto que haríamos el día siguiente. Esa noche dormimos en un precioso hotel de montaña con una sala de estar/hall/pub/restaurante con chimenea que invitaba a una buena pinta y una buena cena donde probar los típicos Haggis, que saben bien pero mejor no preguntar lo que contienen. Fantástica manera de terminar el día.
Etapa 2:
El segundo día era el plato fuerte. Como dice mi amigo François la ruta prevista esos tres días estaba estructurada como un menú gastronómico: primer plato ligero, un segundo plato contundente y el postre el tercer día. El plato fuerte consistía de 75 km en los que añadir cuatro BIGs seguidos sin tener que subir al coche (qué bien), y una quinta subida ya por la tarde en la que sumar 30 km (15 de subida y 15 de bajada). 105 km ya es una etapa decente y digna de un viaje cicloturista.
La primera subida era el Devil’s Elbow. Mirad en la foto de una postal de los años 40, qué curva más impresionante, que era realmente el “codo del diablo”. La lástima es que esa curva forma parte de la carretera antigua que nosotros no subimos, y que fue sustituida en los 60 por una amplísima carretera de pendiente constante que lleva a la estación de Esquí de Glenshee.
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Después de una bajada en la misma linea de la subida (amplísima carretera de largas rectas a una pendiente constante) llegamos a uno de los momentos esperados, antes de afrontar la segunda subida del día. Ese momento era la visita al Castillo de Balmoral, un castillo precioso que sirve de residencia estival a la reina de Inglaterra. Lástima que no nos lo dejaron ver ni desde fuera, si no pasábamos por taquilla, y con la crisis el tema no está para tirar el dinero. O sea que media vuelta y dirección a The Strone, carretera solitaria, perdida, sin señalización y con nieve a los costados. En su bajada empalmamos con el próximo objetivo, Tom Dubh, aunque la señalización de carretera cortada nos hacía pensar que tendríamos problemas (llamadnos intuitivos).
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Bien pensado, la gyncana la hicimos aquí, no el día anterior. La carretera cortada por el derrumbamiento de un puente parecía difícil de salvar, pero las ganas de hacer el trabajo y el rodeo de 60 km al que obligaba no seguir la ruta prevista, nos hizo saltar todas las vallas que nos pusieron por el camino y subir las bicis por la zona derrumbada (ver foto). Más rampas duras, más carreteras solitarias y otro puerto sin cartel arriba donde hacer la foto… Qué le vamos a hacer.
Llegamos ya a la cuarta subida del día, otra estación de esquí. Unos primeros kilómetros de falso llano y de repente una impresionante rampa al 20% nos recuerda que el BIG también se trata de subir muros imposibles. Aún con el plato de 30 delante las paso canutas para vencer el desnivel y cuando crres que ya está te enfrentas a otra rampa imponente que, la verdad, queda en poca cosa al lado de la que acabamos de subir. Y es así como coronamos en Lecht Road junto a otra estación de esquí que para ser francos nada tiene que ver con las estaciones de esquí que conocemos en Pirineos, Alpes y Dolomitas.
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La última subida del día era la tercera estación de esquí del día: The Cairngorm. Una subida que se hace desde Aviemore, una ciudad que parece volcada con el deporte, aunque la propia subida a Cairngorm también lo está. Cantidad de bicicletas de montaña, rutas de BTT paralelas a la carretera, campos de golf, zonas de pesca junto al río, etc. Un poco de frío y aguanieve, pero la verdad que poca lluvia hasta coronar junto a numerosos autocares de turistas.
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Esa noche la pasamos en Inverness, ya en plenas Highlands (tierras altas). Se puede decir que en dirección al norte Inverness es la última ciudad escocesa importante. Allí dormimos en un bed & breakfast, una gran solución en cuanto a calidad y precio. Por apenas 25 Libras uno disfruta de una buena cama, un ambiente acogedor y un magnífico desayuno escocés casero y completísimo. Siendo domingo de resurrección, en el paseo por el centro, nos encontramos una banda de gaitas en el castillo de Inverness, un espectáculo típico escocés que nos alegra el final de la tarde.
Etapa 3:
Los Highlands evocan sobre todo la película Braveheart protagonizada por Mel Gibson, que cuenta la historia de William Wallace, héroe de la resistencia escocesa ante los ingleses. Aunque los Highlands han sido también escenario de otras películas míticas como Los Inmortales. ¿Quién puede olvidar esos paisajes?
Como quien no quiere la cosa nos hemos plantado ya en el último día de pedaleo en Escocia. El postre. Ese día volvemos en dirección sur bordeando todo el lago Ness para ir a buscar las proximidades de la isla Skye, donde encontramos las dos últimas subidas del viaje: Bealach Ratagain y Bealach Na Ba. Las previsiones del tiempo eran malas, para qué vamos a negarlo, pero mientras bajamos con el coche en dirección sur no nos cayó una sola gota. Fuimos por una carretera que bordea el lago Ness, ligeramente ondulada y que recomiendo absolutamente para hacer sobre la bici. Por cierto, sin noticias de Nessie.
Ese día también teníamos previsto pasar cerca de dos castillos de esos que uno ve en las películas y duda que puedan existir en la realidad. El primero donde paramos es el Urquart Castle, castillo en ruinas justo al lado del Lago Ness y que conforma una estampa inolvidable de Escocia. Aunque todavía mejor resulta el castillo de Eilean Donan, muy cerca de la isla de Skye. Aquí sí que una imagen vale más que mil palabras.
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La subida a Ratagain no ofrece sorpresas ni novedades más que la consabida lluvia y una tabla de orientación en su cima. Sólo quedaba la última subida, a Bealach Na ba. Me parece tan especial que le tengo que dedicar un artículo a ella solita. Solamente os digo que me parece una de las subidas más bonitas que he hecho sobre la bici.
De regreso hacia Edimburgo las nubes nos impidieron ver la cima del Ben Nevis, a 1.344 metros, el techo de Escocia. Una subida que obviamente no se puede hacer en bicicleta pero que se puede intentar a pie sin excesivas dificultades. Una cita pendiente.
Mis acompañantes me dejan en Stirling en su camino hacia Londres y el paso del Eurotunnel camino de su origen en Francia y en Bélgica. Otro Bed & Breakfast y visita obligada el día siguiente al Wallace monument y al castillo de Stirling.
Epílogo
Los últimos días los dediqué a visitar Edimburgo, pues genial, con el castillo de Edimburgo, la National Portrait Gallery, el Greyfriars Bobby. Pero en mi caso, bien aconsejado por un amigo que sabe qué tipo de cosas me gustan, me aconsejó visitar el Arthur’s seat. Se trata de una montaña cercana a Edimburgo que se eleva a 271 metros de altitud y que supone una perfecta atalaya para observar desde lejos el castillo de Edimburgo y toda la ciudad a sus pies. La excursión para coronar el Arthur’s seat es muy recomendable, menos mal que llevé las bambas de montaña, aunque subiendo allí podías ver de todo, la típica chica con zapatos normales como si estuviera paseando por la Royal Mile.
Por la tarde, en el centro, lo dediqué a la compra de souvenirs para la familia. Preguntaba también en las librerías por algún libro sobre la vida de Graem Obree, posiblemente el ciclista escocés más famoso de l a historia (a parte de Robert Millar, coetáneo de Pedro Delgado, cuya historia prefiero contar en detalle en otra ocasión;-)). Y para mi sorpresa no lo conoce nadie. Aquí el ciclismo tampoco es el deporte nacional… Lo que también me queda pendiente es ver la película “The flying scotsman” (El escocés volador), sobre la vida de este ciclista escocés que fue recordman de la hora.
El último día el traslado de Edimburgo a Newcastle se saldó con un excelente viaje en tren para salvar los 140 km de la capital escocesa a la ciudad inglesa, un precio del billete carísmo (comprad los billetes anticipados por internet!) y un último desplazamiento en bici hasta el aeropuerto puesto que no permiten llevar las bicis en el metro. Un poquito de aventura al final, menos de lo que me hubiera gustado.
Después de unos días tan intensos, lo que tengo claro es que cada vez me siento más cicloturista y menos ciclodeportista, con más ganas de visitar ciudades como Inverness o Edimburgo, de conocer sitios como el Arthur’s seat o el Lago Ness, de conocer gente como aquella canadiense con su bici en Edimburgo o la camarera de la pizzeria en Inverness… En fin, de sentirme inmensamente pequeño ante todo lo que me queda por descubrir.
Y es en eso en lo que el reto del BIG me ayuda. Cada vez que viajo me dice aquellos sitios que no me puedo perder para disfrutar de mi pasión por la bicicleta. Y al mismo tiempo tengo que buscar mi tiempo para complementarlo con otras visitas que nada tienen que ver con la bici y que sin embargo, son fundamentales para entender todo lo que pasa por allí. En Escocia tuve tiempo para todo. Mi amigo Xavi dice que cuando estuvo en Escocia subiendo BIGs le pareció algo mágico. Yo lo corroboro: las carreteras solitarias y silenciosas, los grandiosos paisajes , la historia centenaria, los fabulosos castillos…
Y así es como finalmente llego a la definición de trabajo. ¿Qué es el trabajo? Es aquello que hago entre viaje y viaje. Es aquello que me sirve para poder pagarme algunos vuelos. Ni siquiera el alojamiento. Cada vez me tienta más el viajar en autosuficiencia. Algún día.
Para mí eso es el trabajo. Lo verdaderamente importante es lo otro.
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