(Artículo publicado en el n.51 de la revista Pedalier)
Cuando planeamos el viaje por Suiza esta era una de las etapas que no se discutían. San Gotardo, el puerto de los adoquines, es una de las subidas que sobresale en el imaginario de los cicloturistas. Para mí, que mitifico la cuesta de al lado de mi casa, imaginad esto: es como juntar el Tour de Flandes y el Tourmalet. Nufenen y Furka son otros dos puertos de los que no es fácil olvidarse, aunque eso no lo sabíamos exactamente antes de haber estado ahí.
Pero resultó que llegamos a Andermatt ya con un cierto cansancio. Varias etapas en Suiza con esos puertos largos e inolvidables fueron minando las fuerzas y la moral del grupo que componíamos. Nos quedaba esa última etapa, la etapa reina. Un etapón, una ruta clásica que en 110 km cubre los puertos de Furka, Nufenen y San Gotardo.
Y ahí estábamos nosotros, en esa ciudad suiza que es una cucada (y también carísima), en la terraza del hotel, cenando un poco, acabando de decidir el plan para el día siguiente. Yo era el único absolutamente decidido a completar la etapa entera a pesar de que era posiblemente el más justo de fuerzas. Pero como les decía a mis compañeros, lo único que tengo (a falta de fuerza física) es determinación. Y esa determinación es la que me llevó a convencer a mis colegas. La climatología prevista estaba de mi lado y el alegato final fue de los de película: “Chicos, ya que estamos aquí sería una lástima no hacerla. No nos lo perdonaremos nunca. Quién sabe cuando volveremos aquí. La etapa de mañana la recordaremos durante años”.
Mientras decidíamos lo que íbamos a hacer, empiezan a pasar muchos ciclistas, de uno en uno, seguidos cada uno por un coche de asistencia. Preguntamos al propietario del establecimiento donde estábamos cenando y resulta ser el Tortour (www.tortour.ch ), una pueba de ultraresistencia que recorre Suiza en 1.000 km y más de 13.000 metros de desnivel. La noche está llegando y los ciclistas vienen de Oberalp y todavía tienen que coronar el San Gotardo. Este no es mi tipo de ciclismo, pero posiblemente sí el de algunos lectores. Si buscábais nuevos retos, éste parece de los que vale la pena intentar. ¿Estos van a coronar San Gotardo de noche y nosotros ni lo vamos a intentar? El Tortour también jugó a mi favor.
El día amanece sin una nube, espectacular. La suerte está echada. Vamos a ir a por ella. Unos kilómetros de llano nos van aproximando a Realp, la base del puerto muy cerca de Andermatt. El Furka nos espera y se presenta inmenso, frente a nosotros, espectacular. Creo que es el primer puerto que conozco que desde el primer metro de subida ya ves la cima. Puerto panorámico es su definición más apropiada. Es imposible alejar la vista del valle mientras vas ganando altura con rapidez, hasta que ves una recta larguísima de casi 4 km, y al final de la misma se intuye el paso. Un verdadero lujo de subida.
En la cima, nos encontramos con numerosos cicloturistas. En el ya clásico momento del intercambio de fotos junto al cartel conocemos a varios de ellos con los que iremos coincidiendo a lo largo de todo el día. En la bajada, poco antes del desvío hacia Grimsel, nos detenemos a observar la nostálgica locomotora a vapor (el llamado tren del Furka) que sale de Realp y pasa por Furka y Gletsch y llega finalmente hasta Oberwald. Otra atracción turística con la que los suizos complementan sus maravillas naturales.
Continuamos un largo descenso y un pequeño tramo llano que nos llevará hasta Ullrichen. Empieza Nufenen y para mí, en nuestro último día de andadura por los alpes suizos, es el momento clave. Él puerto más alto (2.478 metros) y más duro del día (13 km al 8,7% de media). Pensaba que si conseguía coronarlo luego ya San Gotardo, menos duro, lo subiría como fuera, aunque sea con la luz de reserva encendida. Los 13 kilómetros son de los de disfrutar pero también duros sicológicamente, puesto que se trata de otro puerto muy panorámico en el que ves en todo momento largas secciones de lo que te espera. El calor aprieta de lo lindo y paso unos cuantos ciclistas y me pasan otros tantos. Un tipo danés que va solo, una chica con un maillot del mítico verde Bianchi, otro con pinta de pro, el de la BTT, cada uno a su nivel. Ese denso tráfico de ciclistas ayuda a pasar el tiempo y los kilómetros van cayendo despacio.
No todos los días me como unos spaghetti con estas vistas! |
Ya habíamos acordado comer algo sólido en la cima. Ahí, en el restaurante del Nufenen, coincidimos con todos los cicloturistas que vimos en el Furka y que nos habíamos ido cruzando durante el camino. Todos comiendo arriba reponiendo fuerzas. Todos haciendo esta mítica etapa en el mismo sentido. Todos disfrutando de unas maravillosas vistas en la terraza, que nosotros acompañamos con un plato de spaghetti que nos sientan fenomenal y garantizan que podremos completar la etapa. Pero no estamos solos, la cantidad de moteros, autocares, coches y turistas en general es impresionante. Desde luego las vistas valen la pena, y el día merece un espectáculo así.
Nufenen, el paso más alto de nuestra excursión en Suiza |
El Nufenen es el Colle della Novena en italiano, puesto que en la vertiente por la que bajaremos estamos en el canton Ticino, donde se habla ese idioma. Nufenen conecta la suiza alemana con la suiza italiana. Tras ver el cartel de Colle della Novena vemos las indicaciones de Airolo a 23 km, nos dan una idea del espectacular descenso que vamos a vivir, puesto que la bajada es amplia, con poco tráfico, de largas rectas, rapidísima. El único inconveniente (por poner algún pero) es el asfalto un tanto especial, rugoso y como por placas, pero no es un problema para alcanzar una velocidad altísima. Volamos hacia San Gotardo en esos kilómetros. Llegando a Airolo ya observamos, arriba a la izquierda todo un entresijo de carreteras, túneles y curvas que componen un paisaje muy característico.
San Gotardo es el puerto de paso entre Zurich y Milán, por lo que su importancia como vía de comunicación ha sido históricamente clave. El Túnel de San Gotardo fue abierto en 1882 para el tráfico ferroviario y reemplazó el antiguo paso. Un túnel por carretera de 17 km se abriría en 1980. Un segundo túnel ferroviario a través del macizo está siendo construido en la actualidad, el que será el túnel más largo del mundo, con 57 kilómetros de longitud. Aunque nosotros usaremos la vieja carretera. Ya queda poco. Le tengo ganas a este puerto. Imagino 10 km por la mítica Via Tremola, ese tramo adoquinado que está considerado como el monumento más extenso de Suiza. Ese tramo de puerto adoquinado con el que yo había soñado tanto tiempo. Está bien esto de dejar lo mejor para el final. Cuando las fuerzas se agotan y ya solo tiras de coco, el deseo de descubrir algo verdaderamente singular hace que llegues arriba.
Desde Airolo espero los adoquines y éstos no llegan, por un momento temo haber cogido la carretera del Tunel, pero pronto un par de tramos cortos empedrados me recuerdan que estoy en el buen camino. Tras un último desvío hacia el túnel llega el adoquín, que ya no nos abandonará hasta el final. Un tramo de poco más de cuatro kilómetros de pavés lisito y muy bien colocado que no dificulta en exceso la escalada.
Regreso al pasado |
Mientras estamos ya en plena via Tremola se produce un momento mágico, de esos de regreso al pasado. Un instante en el que dos momentos pretéritos distantes entre sí en el tiempo se solapan ante nuestros ojos. Coches de época descapotables nos adelantan, y poco después todo el tráfico debe detenerse porque aparece un carromato de caballos del siglo XIX, donde solían viajar los mensajeros y llevar el correo entre los dos valles. Sus conductores y los pasajeros nos saludan. Toda la Via Tremola de bajada es para ellos. Una nueva atracción turística que nos permite saber que San Gotardo no es un puerto cualquiera, no es una subida cualquiera. Al contrario, con toda probabilidad es uno de los pasos con más historia de todos los Alpes.
Antes de coronar vuelve esa sensación que ya he tenido otras veces: querer finalizar un puerto, detener ya el sufrimiento, y al mismo tiempo, no desear que la etapa y que esta semana en los Alpes acabe. Los kilómetros de regalo, no excesivamente duros, por la Via Tremola, se convierten en una larga despedida.
San Gottardo, se acabó nuestra aventura. |
Una vez arriba vemos de nuevo algunos de los viejos amigos que hemos conocido por el camino. El danés, los hispanosuizos, los italianos. Objetivo conseguido. Arriba nos quedamos con las ganas de visitar el Museo deSan Gotardo, que nos daría mucha más información de toda la historia que este puerto tiene tras de sí y que en este artículo sólo he esbozado. Pero el día ha sido largo y tenemos que regresar hoy mismo a casa. Me quedo con las ganas de volver y conocer en detalle la historia del puente del diablo y su derrota frente a San Gotardo, el Santo que dio nombre no sólo a este paso sino a todo el macizo.
El descenso lo hacemos por una amplísima y rapidísima carretera que, como en el Nufenen, casi hace reventar el cuentakilómetros. Estamos ya de vuelta unas horas más tarde y con el convencimiento que habíamos hecho lo que teníamos que hacer. Una etapa como esta no se hace todos los días. Ni todos los años. 110 kilómetros memorables en un día perfecto con tres puertazos que son un lujo, cada uno en lo suyo.
Seguro, la etapa del San Gotardo es mucho más que la Via Tremola, mucho más que 3.000 metros de desnivel, mucho más que pedalear sobre el túnel más largo del mundo, mucho más que una parte de la historia de Suiza. Vale la pena vivirlo. Hoy mis amigos me lo agradecen.