Pedaleando entre viñedos (Foto Andoni Epelde) |
(Publicado en el n. 8 de la revista Ziklo)
Nos apasiona el ciclismo. En
nuestro anterior editorial decíamos que nuestra experiencia nos hace
mezclar cada vez más nuestra visión ciclista con otra, diferente,
mucho más turística.
La bicicleta como manera de descubrir
el territorio y como manera de conocer la cultura y las
singularidades de un pueblo.
El País Vasco es un destino preciado
para los amantes de la gastronomía, y se muestra como la gran
potencia gastronómica en el panorama español con seis restaurantes
colocados entre los 100 mejores del mundo: A los clásicos Arzak,
Mugaritz o Martín Berasategui, se únen Nerua,
Azurmendi y
Etxebarri (todos en Vizcaya). Todo un récord.
Pero en el País Vasco también
encontramos los mejores restaurantes de pintxos del mundo. Ir de
pintxos por lo viejo en San Sebastián es una experiencia que nadie
con una mínima inquietud gastronómica y cultural debiera perderse (aunque el bolsillo pueda sufrirlo un poco).
No queda todo ahí. También debiera ser obligado el paso por las
clásicas sidrerías, o los más modernos
"Txacolindeguis", con menús auténticos y genuinos.
El pasado verano tuvimos ocasión de
acompañar a descubrir el País Vasco a un grupo de norteamericanos. Un
grupo genial, de gente viajada, pero al mismo tiempo ansiosa por
conocer nuevas culturas, nuevas realidades. Un grupo en el que el
nivel ciclista era algo secundario. Un grupo en el que el viaje en
sí, la gastronomía y la cultura vasca, y el compartirlo con amigos
era la principal misión. Para nuestra forma de ver el cicloturismo,
en ocasiones demasiado competitiva, era un grupo nuevo, diferente a
lo que estamos acostumbrados. Recibir a un grupo de gente extranjera
y convivir con ellos es también una forma de viajar. Compartir
experiencias (ciclistas o no), conocer de primera mano otros países.
Muy enriquecedor, sin duda.
En un viaje corto pudimos mostrar a
nuestros visitantes una selección de las mejores rutas que el País
Vasco y La Rioja (en nuestro caso nos centramos en territorio alavés) pueden ofrecer. Buenas rutas pero también los
buenos hoteles y buenos restaurantes.
Paisajes espectaculares (Foto Andoni Epelde) |
Nuestro punto de encuentro y al mismo
tiempo punto de partida fue Hondarribia. Un clásico donde empezar o
terminar un Transpirenaica, y también un destino turístico en sí
mismo. La primera tarde/noche significó una toma de contacto con el
grupo, cada uno explicó sus experiencias ciclistas diversas, por
América, parte de Europa y algunos triatlones (incluso Ironman) en
su haber. Más tarde, descubrir los pinchos en la parte vieja de San
Sebastián fue una excelente manera de que el grupo conectara y las
distancias se acortaran entre todos.
La primera etapa fue básicamente
costera en su inicio y con territorio vasco-francés
como protagonista. La corniche y luego las ascensiones a St. Ignace, alucinaron al ver Le Train de la Rhune (un
auténtico tren de cremallera de colección, que data de 1924),
y Lizarrieta (tambien conocido como Palomeras), una subida ya considerable que nos dejaba en la frontera con Navarra.
Un recorrido duro y rompepiernas que
tuvo como colofón la subida a Jaizkibel, una verdadera joya como la
mayoría de vosotros ya sabéis, sea por haberlo subido o sea por
haber visto las imágenes de la clásica de San Sebastián. Es un
verdadero orgullo mostrar a nuestros visitantes la belleza y dureza
de Jaizkibel en un día espléndido en el que las vistas fueron
espectaculares. Especialmente desde el mirador, donde se ve la
frontera natural de España con Francia mediante el rio Bidasoa y una
maravillosa vista de montañas, caserios, prados.. .
Carreteras solitarias... (Foto Andoni Epelde) |
En nuestra segunda etapa conocimos
carreteras magníficas y solitarias entre viñedos. Pero para empezar
y dar el salto al interior ascendimos un puerto espectacular como Urbasa. Sus magníficas vistas
panorámicas en su primera parte y la impresionante llanura con la
que corona el puerto dejan huella. El recorrido seguía entre Navarra y Alava, con unas
tranquilísimas carreteras rodeadas de viñedos para, por el puerto de La Aldea y La Población, dirigirnos a Laguardia. Final de agosto y septiembre es
la época ideal para poder pedalear en esa zona. La uva estaba casi a
punto de ser recogida y las viñas lucían espléndidas. De nuevo el
tiempo nos acompañó, y esto, cuando toca hacer de anfitrión, es una ayuda fundamental para que todo vaya bien.
De nuestra estancia en Laguardia quiero
destacar el excelente hotel Villa de Laguardia. Con dos restaurantes
temáticos que hicieron la delicia de nuestros exigentes visitantes.
También destacable su casco viejo donde pudimos disfrutar de "unos buenos riojas" en alguna de las
vinotecas locales. Totalmente recomendable también la visita a una
de las bodegas, donde pudimos aprender algo más sobre la elaboración
del vino y sobre las variedades de uva.
La experiencia riojana se completó con
un partido de pelota vasca en el frontón del pueblo. Algo tan
tradicional y tan sencillo que a alguien venido de fuera le pareció
una rareza autóctona.
La siguiente etapa transcurría de
nuevo entre viñedos, con el aliciente de uno de los puertos de
montaña que es de paso obligado para cualquier cicloturista que se
acerque a esta zona: La Herrera, el balcón de la Rioja. Un puerto
espectacular, exigente, y al mismo tiempo con unas vistas imponentes. Desde allí, por Peñacerrada, fuimos a Rivas del Tereso y a partir de ahí, festival de viñedos. Carreteras solitarias en las que uno de
sus alicientes fue la visita de las Bodegas de Marques de Riscal, en
Elciego, con el llamativo hotel diseñado por Frank Gehry .
En este corto pero intenso periplo por
el País Vasco también ofrecimos a nuestros visitantes un recorrido
por Navarra en el que pudieran apreciar la soledad de las carreteras
y la frondosidad de los bosques navarros. Una etapa de traslado (el viaje finalizaba en Pamplona) de nuevo entre
carreteras solitarias pero con unos paisajes totalmente diferentes a
los días anteriores. Campos verdes, bosques, pueblos cuidados... fue el día que más les gustó visualmente. Aizkorbe y Orokieta fueron las tachuelas que
propusimos para quemar unas cuantas calorías y así poder comer
después sin remordimientos.
Final de trayecto en Venta de Ultzama |
El final de fiesta fue la subida al
puerto de Belate. Un puerto otrora repleto de coches y camiones,
punto de paso obligado hacia Pamplona. Con la apertura del tunel de
Belate la carretera quedó semidesértica y el excelente
hotel/restaurante que se ubica en la cima (Venta de Ulzama), ha
pasado a ser el destino de los pocos coches que circulan. Excelente
gastronomía y excelentes paisajes. Muy recomendable.
En fin, un grupo diferente,
equidistante entre el cicloturismo, el enoturismo y lo gastronómico.
Una fantástica manera de reunir un grupo de amigos sobre la bici y
delante de un mantel. El ciclismo, por una vez, fue un elemento más,
no el único protagonista. Y tengo que reconocer que la experiencia
fue extraordinaria y enriquecedora. Si os sentís tentados de vivir
una experiencia similar, Ziklo os lo pone fácil. ¿Os animáis?
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