(Artículo publicado en el número 10 de la revista Pedalier)
Pertenecer a un gran club de una gran ciudad es una garantía de movimiento constante. En el Esport Ciclista Sant Andreu de Barcelona tenemos a menudo gente que llega nueva, aunque también hay otros que no aparecen más. Llegan nuevos socios que viven en el mismo barrio, nuevos socios que vienen del otro lado de la ciudad. Y también nuevos socios que se acaban de instalar procedentes de países lejanos. En definitiva, un club debería ser un reflejo de la sociedad que lo rodea.
Zeljko es croata, Ricardo es argentino, Víctor es chileno, Florian es suizo y Carlos, brasileño. Todos ellos tienen en común que forman parte de nuestro club. Qué mejor manera de conectar con la gente que practicando deporte, descubriendo la orografía del entorno, sufriendo a más de 160 pulsaciones, a relevos para compartir incluso el aire. Simplemente con el objetivo de hacer un tramo más rápido o de preparar una marcha el fin de semana que viene. O jugar a ser el más rápido quitándonos unos años de encima.
Alguno lleva aquí 20 años, otros acaban de llegar. Compartir carretera y bocadillo con ellos nos enseña que salir fuera de tu país es muy duro, incluso sin tener en cuenta los casos tan dramáticos que aparecen en la prensa a diario. A menudo, conseguir el bienestar que puede permitir dedicar el fin de semana a la bicicleta no es algo que se consiga de forma inmediata. Por eso se valora más cuando se tiene.
El deporte es, en general, un factor de integración. Y el fútbol, reconozcámoslo, su máximo exponente. Posiblemente casos como el de Zidane en Francia hayan hecho más por la integración de los inmigrantes que cualquier Parlamento en Europa. Y no solamente provocan un efecto integrador en los espectadores, sino que también, y principalmente, lo provocan en la calle, entre los practicantes. En el ciclismo todavía no ha ocurrido un caso similar a nivel profesional en nuestro país (recordemos que en Francia sí: Virenque había nacido en Marruecos), pero a nivel ciclodeportivo cada vez tenemos más compañeros de cualquier nacionalidad, residentes en nuestro país.
Cuando estuve en el Tour de Flandes nos alojamos en pleno centro de Bruselas. Allí nos dimos cuenta de cómo la inmigración ha cambiado por completo el perfil del habitante de Bruselas, por lo menos del centro, donde si bien todos hablaban en francés, el aspecto de la gran mayoría de ellos distaba mucho de ser la del centroeuropeo típico. Muchos árabes, muchas personas de raza negra.
Sin embargo, fue curioso observar cómo al día siguiente, en el Tour de Flandes cicloturista, no había nadie de esas características. Todos altos y rubios como Boonen. Seguramente si observamos el perfil mayoritario del ciclista en la Quebrantahuesos tampoco encontraremos grandes sorpresas de momento, pero quiero creer que nuestro caso es diferente, aunque solamente sea por ser un país con mucha inmigración hispana, en cuyo caso el lenguaje es una gran ayuda. Curiosamente, se trata de países con muy poca tradición ciclista. Excepto quizás Colombia, en el resto de países hispanoamericanos no hay una gran historia de ciclistas que provoquen el mimetismo de los críos. Ya se sabe que la cultura ciclista es fundamentalmente europea.
Si hay que buscar un denominador común en todos nuestros nuevos compañeros es que son muy competitivos. Ricardo es un Ironman. Zeljko compite en Master 40, Florian en Ciclosport, Víctor corría en pista allá en Chile. Todo eso se traduce en más batalla y más calidad en el grupo. Perfecto. Aunque sospecho que nuestro concepto de cicloturismo es algo totalmente nuevo para ellos. Una manera de entender el ciclismo especialmente indicada para los países del sur de Europa y también para países con tanta montaña como Francia, Italia o España. Pero por lo que parece para muchos de ellos es una rareza. Para ellos bicicleta es sinónimo de competición.
Nuestro club es cada vez más grande y más rico en experiencias. La gente que viene de lejos son esponjas absorbiendo toda la información que les podemos transmitir sobre nuestra geografía, nuestras costumbres y nuestras marchas. Al mismo tiempo ellos nos devuelven conocimiento trasladándonos sus experiencias “en origen” y también en zonas cercanas. La movilidad en un radio medio les es mucho menos costosa que a nosotros. Estamos mucho más acomodados, no nos engañemos.
Por supuesto, todos estos compañeros ponen más fácil una escapada de club a sus países de origen. ¿Os imagináis una salida a Croacia visitando Dubrovnik y toda la costa croata? ¿O un viaje más largo quizás a Brasil?, a descubrir… ¿carreteras?