Visitar Mallorca en el mes de abril, en el que el cicloturismo se apodera de la isla, es una terapia fantástica contra todos los males que aquejan el ciclismo. Uno siente que el ciclismo está vivo, muy vivo allí. Es reconfortante pedalear por Mallorca en primavera… Todo vuelve a ser como era.
Curiosamente, visité el Santuario de Sant Salvador el mismo día que Joan Llaneras superó el record de 6 Campeonatos Mundiales en pista que tenía Guillermo Timoner. Un día muy emocionante en el que Joan dedicó la victoria a su tantas veces compañero en la pista, Isaac Gálvez, fallecido en el velódromo de Gante. Un Campeonato del mundo el de Palma de Mallorca que descubrió al mundo el Palma Arena, ese fantástico recinto multiuso donde Guillermo Timoner quería cubrir 100 kilómetros en pista a sus 81 años. Si se lo propone lo conseguirá, seguro.
Incluso para aquellos que no hemos sido grandes seguidores del ciclismo en pista, el nombre de Guillermo Timoner evoca grandes recuerdos. El medio fondo tras moto, ya desaparecido. Su longevidad sobre la bicicleta: el último mundial lo consiguió con 39 años y hoy en día sigue pedaleando...
También curiosamente ese día hice un recorrido en el que partiendo de Port d’Alcudia atravesaba la isla y después de subir al Santuario de Cura, pasaba por Porreres, localidad natal de Joan Llaneras y continuaba por Felanitx, donde nació Guillermo Timoner, para finalizar la salida subiendo al Santuario de Sant Salvador. Una etapa llena de alicientes, que recomiendo desde aquí. Y sin olvidar la subida al Santuario de Monti Sion, desde Porreres mismo.
La de Sant Salvador es una subida espectacular, no exenta de dureza. El Santuario de Sant Salvador o de la Mare de Déu de Sant Salvador se encuentra ubicado en la cumbre de la montaña del mismo nombre, a 509 metros de altura. Se llega a él después de 3 kilómetros de aproximación desde Felanitx, y cinco kilómetros de subida desde el cruce al Santuario, con un desnivel medio de poco más del 6%, con rampas máximas del 8% y del 10% llegando al final.
Al llegar al Santuario se puede apreciar la grandiosidad del monumento a Cristo Rey, que fue inaugurado en 1934, con una espléndida vista de prácticamente toda la isla. El origen del Santuario se remonta al año 1348, momento en el que se construyó la iglesia primitiva dedicada a la Pasión de la Imagen. A principios del siglo XVIII se edificó la iglesia actual, colocándose en el altar mayor una imagen de la Virgen, que desde el siglo XV era venerada en el santuario, y situándose en una capilla lateral el retablo del siglo XV, esculpido en piedra, de la Pasión de la Imagen.
Tras recrearnos en la preciosa vista desde Cristo Rey, nos acercamos al edificio donde está la hospedería (las celdas donde es posible pernoctar son pequeñas y muy austeras), el propio santuario y un pequeño restaurante, del todo recomendable. Y una vez se accede al patio interior, la sorpresa. Se puede observar, en el rellano superior desde donde se accede al comedor, toda la serie de maillots de campeón de mundo de Guillermo Timoner enmarcados y perfectamente identificados con el año de su consecución, que en su día fueron donados al Santuario. El corazón me dio un vuelco cuando hice semejante descubrimiento.
Un pequeño museo, una exposición permanente que recuerda la devoción del gran Timoner por la virgen:
“Mi fe en vos fue la causa de mi triple triunfo de Campeón Mundial. Lejos de vos, excelsa madre, cuando lejos de mi patria pedaleaban mis piernas en ansias de triunfo, de mi corazón salía siempre la misma oración, que muy quedo musitaban mis labios resecos, bañados muchas veces con lágrimas de emoción, pedía vuestra divina protección, que nunca me faltó. Aceptad pues, Virgen de Sant Salvador, este jersey, símbolo de campeón como homenaje fervoroso de vuestro humilde Guillermo Timoner”
Fue una verdadera sorpresa encontrar esas reliquias, no religiosas, en el Santuario. Los maillots, ya en un estado deficiente, recuerdan el tiempo que ha pasado. ¡Más de 50 años desde el primer Campeonato del Mundo!
Seguramente pasarán desapercibidos para tanta y tanta gente que visita el santuario, pero no para mí.
Se trata de un pequeño tesoro, muy bien guardado, que vale la pena conocer.