lunes, febrero 18, 2008

Fin de semana en las Ardenas

(Publicado en el numero 20 de la revista Pedalier)

Cuando uno se acerca de nuevo a Bélgica habiendo corrido el Tour de Flandes puede pensar que le queda poco por descubrir. Flandes, los muros, el pavés, la pasión... Pero en la Bélgica francófona, en las montañosas Ardenas, también hay otra gran clásica. ¿Otra gran clásica? No, no, la “otra” es el Tour de Flandes. Estamos hablando de la Lieja Bastogne Lieja, de la Decana, de la carrera de un día más bella del mundo, de la clásica más montañosa, de la carrera que no vio un triunfo español hasta el año 2006 con Valverde.

Qué menos que hacer dos días ya que uno se acerca a las Ardenas. Y el primer día podíamos hacer un montón de cosas interesantes. Por ejemplo el Muro de Huy, final de la Flecha Valona desde 1985. Y así completar el fin de semana completo en las Ardenas. De hecho la Flecha Valona el sábado y la Lieja Bastogne Lieja el domingo componían el Fin de Semana de las Ardenas, que se corrió como una prueba conjunta (con clasificación general sumando las dos pruebas) de 1950 a 1964.

Puesto que estábamos alojados en las inmediaciones de Namur, la salida del primer día empezó por la subida a la Ciudadela de Namur, subida empedrada que se hizo conocida en el mundillo ciclista en el Giro de 2006 cuando una de sus etapas terminó allí. En un día lluvioso (cómo no, ¡esto es Bélgica!) ganó el alemán Schumacher delante de nuestro Chechu Rubiera, que tan bien se siente cuando llueve. La Ciudadela y el Castillo de Namur merecen sin duda una visita. La panorámica desde allí sobre el río Mosa es espléndida.

El recorrido que planificamos continuaba dirección sur por el curso del río Mosa desde Namur, pasando por las localidades de Lustin, Yvoir (donde se celebró el Mundial de Ciclismo del año 1975 con victoria del holandés Hennie Kuiper) o Dinant, una preciosa ciudad con una gran oferta de turismo fluvial, una preciosa colegiata y otra ciudadela en lo alto de la ciudad, a la que se accede a través de un teleférico.

Durante el recorrido subimos verdaderos muros totalmente desconocidos, como el Triple Mur de Monty (1,9 km al 9% de media y 21% de máxima, desde Lustin), La Gayolle (1,7 km al 9,5% de media y máxima del 19%, desde Yvoir) y la calle Montagne de la Croix (1,5 km al 9,9% y máxima del 23%, en Dinant). Ese mismo día nos acercamos también a conocer in situ el Muro de Huy (1,3 k n al 9,8% de media y 19% de máxima). La carretera, repleta de “Huy” pintados en el suelo como seguramente recordareis. Sin embargo, lo que es imposible apreciar por la televisión cuando vemos el final de Flecha Valona, es que a lo largo de la subida, al lado de la carretera, hay siete capillas, que representan los siete dolores de la Virgen. Pues sí que son religiosos estos belgas…

Estuvo toda la noche lloviendo y de madrugada no parecía que la cosa fuera a parar. Sin duda íbamos a tener una Lieja pasada por agua. La Lieja Bastogne Lieja en realidad, en su versión cicloturista, se convierte en la Tilff Bastogne Tilff. Los mismos organizadores que el Tour de Flandes, el hecho de tratarse de su trigesimo sexta edición y una participación de más de 8.000 cicloturistas en 2006 eran un sello de calidad en la organización y una garantía de que podía ser una gran marcha.

Existen tres opciones. Hacer la marcha completa, con 226 km, hacer la mediana, de 127 km (que al final se convirtieron en 137) y la corta, de 67 km. En todos los casos se trata de marchas sin tiempo, con salida libre. Pero entre más de ocho mil participantes, hay gente de todos los niveles, eso seguro. El que quiera correr aquí puede hacerlo, y el que no quiera correr tanto y disfrutar de las cotas se encontrará en su ambiente.

Igual que ocurre con la versión profesional, en la marcha cicloturista el recorrido no es siempre el mismo. Las cotas en los alrededores de Lieja son numerosísimas y las posibilidades son múltiples. De hecho es un aliciente para volver el hecho de poder encontrarse con recorridos diferentes. Pero nosotros queríamos aprovechar el tiempo y hacer algunas subidas que no estaban incluidas en el recorrido de este año.

Qué fácil es planificar sobre un papel, y cuántos kilómetros se hacen sobre un mapa, ¿verdad? Dijimos que haríamos la marcha mediana, con dos “excursiones” fuera de la marcha. La primera era la Cote des Hezalles, desde el pueblo de Trois Ponts, con el aliciente de ser un muro terrible que se dice que llega al 30%, y una segunda excursión a la Cota de Stockeu, donde el mítico monumento a Merckx. Pero no solo eso; estábamos dispuestos a continuar la marcha, tras la llegada a Tilff, y seguir hasta Lieja por las famosas Cotas de Sart Tilmant y San Nicolás, incluso la Cota de Ans y llegar a la meta donde llegan los profesionales. Qué bonito que es todo sobre un mapa…

Ya de regreso a la realidad, estaba claro que nos mojábamos. Por supuesto, a pesar de la molestia que para nosotros suponía la lluvia, allí nadie le daba la más mínima importancia y nadie se planteaba no hacer la marcha. Es lo más normal del mundo en Bélgica.

Una vez llegamos a Tilff sorprende el hecho de encontrar aparcamiento tan cerca de la salida en una marcha de estas dimensiones. Es lo que tiene hacer una salida escalonada. Se evitan los atascos monumentales, y ¡también se evitan madrugones monumentales!

La primera cota de la marcha es la Côte de Oneux, desconocida para nosotros pero muy dura, con rampas máximas del 17%, lo que se dice “para ir abriendo boca”. Después, no hay un metro llano. La siguientes cotas son Werbomont y L’Ancienne Barriere, muy diferentes de Oneux, puesto que se trata de cotas largas (ambas de seis kilómetros) pero en absoluto duras. No para de llover, aunque tampoco es una lluvia torrencial. Basta para molestar, empaparnos y hacer que las bajadas se tomen con mucha prudencia.

Al llegar a Trois Ponts y ante la incesante lluvia decidimos dejar Les Hezalles para otra ocasión y empezar directamente el ascenso a la Cote de Wanne. Al llegar arriba, después de una ascensión no demasiado dura, nos decepciona el hecho de que no haya ni siquiera un cartelito indicando que esa es la Cote de Wanne. La mítica Cote de Wanne donde todos los años se inicia el tramo decisivo de la Lieja Bastogne Lieja...

Descendiendo hacia Stavelot parece que el día se aclara un poco, y esta vez no pasará como en Trois Ponts. Hay que llegar a uno de los lugares de peregrinaje dentro del mundo del ciclismo. Hay que ver y fotografiar el monumento a Merckx en la cota donde atacaba siempre y empezaba a fraguar sus victorias. A llegar a Stavelot el monumento a Merckx está perfectamente señalizado (“Stele Merckx”) y ahí nos dirigimos.

Después de poco más de un kilómetro de subida muy dura (más del 11% de media con rampas del 21%) y justo a la salida de un espeso bosque, escondido, a la derecha, queda el relieve de Merckx sobre la piedra. Cuando llegamos al monumento a Merckx, y después de las fotos de rigor, uno no sabe muy bien qué hacer. Tocar la figura del belga, alabarlo... Uno todavía contiene la emoción de haber visitado un lugar único en el universo del ciclismo. Los años pasarán, Merckx se irá, y su monumento seguirá allí, aguantando a menudo la lluvia, en la soledad de la montaña, recibiendo la visita de gente que leyó la historia del ciclismo.

Debo decir que no fuimos los únicos en subir hasta allí. Varios ciclistas (algunos con el dorsal de la TBT, otros sin él) se retorcían en las rampas de Stockeu y llegaban a rendir su homenaje al más gran ciclista de todos los tiempos.

Después de visitar el monumento, llegar hasta la cima de Stockeu no tiene más valor. Coronamos y media vuelta. De regreso hacia Stavelot nos reenganchamos a la marcha y aún queda casi la mitad… En seguida subimos Amermont, con rampas de nuevo al 21%. Allí encontramos a un par de catalanes que vienen de la larga (¡salían entre 5 y 7 de la mañana!). Después pasamos muy cerca de Francorchamps (donde está el circuito belga de Formula 1), subimos col du Rosier y por fin unos cuantos kilómetros llanos hasta llegar al avituallamiento de Aywaille.

Después de comer un poco, el paso de los kilómetros se empieza a notar y al llegar a Remouchamp uno teme las rampas al 20% que se anuncian en La Redoute. El principio es exactamente como había imaginado, como vemos en la tele cada año: discurre al lado de la autopista y la carretera se va empinando. Había un montón de autocaravanas en las cunetas, aunque supongo que algunas menos que el día de la carrera profesional… Justo antes de empezar lo más duro vemos a la derecha el pequeño monumento erigido por el Pesant Club Liegois, en cuya inscripción se puede leer: “Aquí los más grandes campeones ciclistas forjaron sus victorias en la Lieja-Bastogne-Lieja”. Evidentemente la foto allí también es obligada. Las rampas, durísimas, de La Redoute, las subimos ya con todo sabedores de lo poco que queda para acabar.

Ya sólo falta la Cota de Sprimont o de Hornay para llegar a la meta. Al final, 140kilómetros y 2.410 metros de desnivel. Los pies todavía mojados. Me parece que Sart Tilmant y San Nicolas tendran que esperar para otra ocasión. Acabamos satisfechos y recogemos el fruto de nuestra inscripción: diploma auto-rellenable, camiseta TBT, medalla, el maillot-souvenir... Un buen puñado de recuerdos de una marcha que sin duda vale la pena.

Acabamos satisfechos, como decía, pero con la sensación de que aún nos quedan tantas cosas por hacer. Nos quedó por visitar el monumento a Stan Ockers en la Cote des Forges (ganador de la Lieja en 1955 y fallecido en el Velódromo de Amberes un par de años más tarde), nos queda subir la terrible Cote des Chambralles (con rampas al 20%), que se subió en 1989, el famoso año que a Perico sólo le faltó desarrollo para ganar, nos queda subir a Les Hezalles… Y encima nos lo ponen fácil. Los mismos organizadores han creado otra prueba, “Los Gigantes de las Ardenas” con 20 cotas, que, esta vez sí, incluyen lo más selecto de lo más duro que hay en las Ardenas. Una buena excusa para regresar. Como puede ser también la Steven Rooks Classic, que también recorre las Ardenas, pero desde Maastricht, e incluye la citada Cote des Forges, o la Clásica de las Ardenas, desde Soumagne, la Claude Criquielion, desde La Roche en Ardenne y por supuesto la Gran Fondo Eddy Merckx, desde Hamoir. Oportunidades no faltan para el que quiera volver.

Después de estar un par de días allí, es una lástima pensar que en las Ardenas se escribieron páginas tan terribles de la segunda guerra mundial. Un montón de monumentos a pie de carretera recuerdan la tragedia que supuso esa guerra para tanta gente de allí. También vale la pena visitarlos.

Pero, puestos a sentir emociones y evocar el pasado, prefiero hacerlo delante del monumento a Merckx, por siempre el más grande. El también debería salir en los libros de historia.

jueves, febrero 07, 2008

Las clásicas, las raíces del ciclismo

(Publicado en el n.20 de la revista Pedalier)

Yo empezaba a montar en bici con mi club, el Sant Andreu. Entonces todavía llovía por aquí de vez en cuando. Cada vez que empezaba a llover, pasaba a la cabeza del grupo y gritaba “!clásica belga!” y pegaba un tirón, a ver quién me seguía. Mis colegas odiaban la lluvia y solo faltaba que yo anduviera jugando y pidiendo al cielo más agua. Eso era hace muchos años, cuando todavía no pretendíamos correr como profesionales, hacíamos las marchas sin mirar el reloj y parábamos a almorzar (snif). La Vuelta se corría en el mes de abril (¿os acordáis?). Los profesionales debían elegir entre correr la Vuelta o hacer las clásicas del mes de abril. Tiempos en que el dopaje no era la noticia de cada día.

Por supuesto los belgas y los italianos no venían a la Vuelta. Nosotros no entendíamos (y muchos siguen sin entender) que existieran ciclistas con una clásica como único objetivo de la temporada. Ballerini, Tafi o Duclos Lassalle sólo pensaban en la Paris Roubaix, Museeuw en el Tour de Flandes o, antes, Argentin en la Lieja Bastogne Lieja. Muchos iban, y ahora siguen yendo, a Bélgica el mes de abril completo a hacer desde la Het Volk hasta la Amstel Gold Race pasando por Roubaix, Gante-Wevelgem, Tour de Flandes, Flecha Valona y Lieja. Todas las clásicas, una tras otra, peinando muro tras muro todos los pequeños desniveles y adoquines que hay en el norte de Francia y Benelux.

La longevidad de muchos clasicómanos (fijaros hasta qué edad corrieron todos los que he citado antes) alimenta mi ilusión de que mejorando año tras año, un día andaré un poquito en terreno llano, y podré seguir la rueda de los culos gordos del centro de Europa. Bendito sea este deporte, que nos hace más fuertes cuanto mayores somos. Más edad y más experiencia para soportar la dureza de los adoquines. Anacronismos como la Paris Roubaix sólo tienen sentido porque suponen un nexo de unión entre el ciclismo histórico y los tiempos modernos. Incluso el paso a nivel cerrado cerca de Roubaix hace un par de años supone un aliciente más.

Compartir la carretera con otros 15.000 cicloturistas da una idea de la dimensión que un Tour de Flandes, por ejemplo, tiene allí. En Bélgica no tienen el síndrome de nuevos ricos que padecemos por aquí. Ves cada bici, cada maillot y cada accesorio que aquí provocaría carcajadas. Allí simplemente forman parte de una manera de vivir, por el deporte, y no confunden el fin con el medio.

Las clásicas, el norte de Europa, el pavés, el aire, la lluvia, el frío. Y a pesar de todo tan seductoras. Las clásicas son el ciclismo en esencia. Además de piernas y pulmones intervienen habilidad, colocación, suerte, equipo.¡Qué cantidad de variables hay que despejar para poder dar con el ganador de una clásica! No existe mañana, no hay que dosificar, no siempre gana el mejor.

No es casual que la feliz definición de “monumentos ciclistas” no se refiera a las grandes Vueltas, sino a las grandes clásicas. La historia del ciclismo, centenaria ya en muchos casos, se ha escrito en el Poggio di San Remo, en La Cipressa, en el Muro de Grammont, en el Bosque de Arenberg, en La Redoute, pero también en Cauberg, en Huy, en el Koppenberg, en Stockeu y por supuesto en la Madonna del Ghisallo. Para un mitómano como yo, todos ellos son destinos de culto y peregrinaje. Placas, monumentos y museos adornan esos lugares y estimulan mi curiosidad y mis ganas de acercarme a conocerlos. Por eso no entiendo que en la era de los vuelos de bajo coste sólo unos pocos cicloturistas de este país nos acerquemos a descubrirlos.

Quién me iba a decir que años más tarde de gritar “clásica belga” cuando empezaba a llover, iba yo a correr la Lieja Bastogne Lieja o que subiría el durísmo Koppenberg en el Tour de Flandes. Disfrutando de momentos irrepetibles, parando a hacer fotos en lugares míticos sin las prisas de una marcha con tiempos. Subiendo dos veces el Muro de Gramont porque en la primera alguien se bajó delante de mí. Otra vez se trataba solamente de disfrutar sin mirar el reloj.

¿Por qué no echamos marcha atrás unos años? Cuando llovía, cuando no existían pinganillos y cuando el dopaje no era el pan nuestro de cada día. Y para el futuro, me seduce mucho más la versión profesional de la Eroica que la Vuelta a China. Basta de evoluciones forzadas e intereses comerciales. Volvamos a las raíces del ciclismo.

viernes, febrero 01, 2008

Un reto para toda la familia


Cuando uno descubre qué es la Viano Family Challenge se da cuenta que es un sueño participar en ella. No es solamente un evento deportivo en el que puede participar toda la familia, es un motivo para entrenar conjuntamente, un punto de referencia común por el que luchar. ¿Qué necesitas para poder participar en ella? Pues básicamente ser una familia deportista y con espíritu aventurero, con dos hijos entre los 7 y los 14 años, saber un poquito de inglés, y que los dos mayores tengan carnet de conducir. Con eso y un poquito de suerte podeis vivir una experiencia inigualable como ésta.

Una excusa para promocionar una gran furgoneta-monovolumen como es la Mercedes Viano, se convierte de esta manera en un gran objetivo en sí mismo, capaz de congregar a 24 familias de toda Europa: alemanes, austríacos, daneses, italianos, checos, españoles… Equipos de toda Europa representan a las revistas que los han seleccionado y que coesponsorizan la competición. Nosotros representábamos a “Muy Interesante Junior”, mientras las otras revistas españolas eran “Viajar”, “Ser Padres” y “Jetix”.

Esta era la cuarta edición de la Viano Family Challenge. La primera edición de celebró en Cortina d’Ampezzo (Italia) en junio de 2004, la segunda en Mallorca, la tercera edición se disputó en Alemania y esta cuarta volvía a España y se disputaba en los alrededores de Cádiz, a principios del mes de Octubre, asegurando con estas fechas el buen tiempo que finalmente nos acompañó.

Toda la organización es perfecta. Desde el momento en el que se nos comunicó que estábamos seleccionados para participar en la Viano Family Challenge 2007, ningún detalle quedó por atar. Los billetes de avión para todos, las tallas de cada una de las prendas que nos iban a facilitar, la presentación de todas las familias participantes en la página web del evento, la Mercedes Viano que nos prestaban a nuestra llegada al Aeropuerto de Málaga…

La cantidad de obsequios de la organización a los participantes es otro aliciente más. Polos, camisetas, pantalones, un polar, un saco de dormir, mochilas, incluso una parka de invierno (todo de la espléndida marca alemana Jack Wolfskin) son recuerdos que la organización obsequia a los participantes. Una pequeña lotería, aunque sin duda el gran premio de una competición como ésta es la experiencia en sí.

Pero vayamos por partes. Empecemos por el principio. La llegada al hotel NH Sotogrande da inicio a un largo fin de semana muy intenso. Un hotel precioso que estaba ocupado exclusivamente por la gente de la Challenge: un verdadero lujo. Mientras recogemos la ropa, los chalecos y los remos para la prueba de canoa, observamos con quien vamos a tener que competir. Ahí empezamos a darnos cuenta de cómo son nuestros rivales: familias con más altura, más “anchura” (vaya brazos se veían por ahí…) y en general un aspecto de deportistas multidisciplinares que nos dio qué pensar. Mientras, los españoles éramos más normales. No había superatletas como entre los alemanes, éramos simplemente familias con ganas de pasarlo bien. ¿Pretenderán los demás lo mismo? Lejos de intimidarnos, hay que mantener el ánimo alto, que los peques pretenden ganar!!!

La cena de presentación se hizo en el Club de Golf Sotogrande, como probablemente sabéis, una de las urbanizaciones más prestigiosas de toda España.. Ahí se presentó a los miembros de la organización, y también a cada equipo, al tiempo que se nos entregaban los petos de competición, y descubríamos cual iba a ser nuestro número de la suerte, el 15.

Por la mañana, el despertador bien prontito puesto que teníamos una agenda muy apretada. Tras un pequeño desplazamiento ayudados por nuestro road book, llegamos a la primera actividad de día: el tiro con arco. Posteriormente nos acercamos a la finca Experience, donde tenemos otra prueba, la spiderweb o tela de araña, una prueba bastante sencillita en la que unicamente estaban en aprietos las familias con niños de pequeña estatura (como era nuestro caso!!!). En seguida, directos hacia la prueba de escalada, donde teníamos que escalar, pasar un puente tibetano y acabar con un rappel. Todo ello en un entorno espectacular, y con unos medios audiovisuales impresionantes (grúa de filmación incluida) para dejar constancia de la belleza de la prueba.

A continuación, una de las pocas puebas no físicas: teníamos que pintar una Mercedes Viano junto con otra familia, y someternos al final al veredicto de un jurado que calificaría nuestras habilidades artísticas. La comida, en un precioso cortijo andaluz, no es más que un breve paréntesis en la competición puesto que rápidamente debemos trasladarnos hasta la playa, donde tendrá lugar la Olimpiada familiar, con juegos en la arena: tirar de la cuerda una familia contra otra, carrera de sacos, gymkana al lado del mar… Toda una serie de competiciones que nos dejaron agotados y a punto para la ducha y la cena.

Para dormir, la organización nos había preparado un campamento con todas las furgonetas, que rodeaban las tiendas de campaña donde iban a dormir los niños. Nosotros probaríamos la comodidad de la Mercedes Viano para pasar una noche.

Después de una noche ajetreada (os podéis imaginar el descanso de un grupo de 10 nuños durmiendo en una misma tienda, no?) vuelta a la carga. Nos espera otro día lleno de emociones.

Empezamos con la carrera de canoas, en el Embalse de Almodóvar. Todo el tiempo acarreando la canoa en el techo de la furgoneta y por fin íbamos a darle una utilidad. Una breve explicación por parte de los instructores y la carrera comienza ya!! Todo el entrenamiento en kayac del verano pasado en el Pantà de Boadella no iba a servir de nada, puesto que en lugar de competir en un manejable y ligero kayac estábamos compitiendo en una canoa enorme de 4 plazas que no conseguíamos que avanzara en línea recta. Un verdadero desastre que nos hizo quedar antepenúltimos. Definitivamente no teníamos suerte… Sólo nos quedaba esquivar la última posición para mantener el orgullo a salvo!!

A continuación, nuevo desplazamiento en furgoneta y tendríamos que calzarnos los pies de gato y mostrar nuestra habilidad en la escalada deportiva. Uf, totalmente nuevo para nosotros! Con más pena que gloria pasamos el trámite mientras admiramos la habilidad de varios equipos del norte de Europa.

Después de la comida, de nuevo a la playa (en esta ocasión a la playa de Tarifa) donde íbamos a competir con la permanente visión del norte de Africa y de montones de cometas de kitesurf que disfrutaban de una playa preciosa, lugar de peregrinaje de los surferos de todo el mundo.

Ahí tendríamos uno de nuestros momentos de gloria, en la competición que compartirmos con uno de los equipos alemanes. Con ellos debíamos montar una balsa (con los utensilios que la organización nos proporcionaba), salir al mar hasta alcanzar una boya, regresar y desmontar la balsa de nuevo. En esta prueba conseguimos la victoria ante otros 3 equipos y de esa manera sumamos unos buenos puntos que nos librarían de la última posición…

El último día por la noche, entrega de premios. Quizás el premio más importante era el premio al Mejor espíritu de equipo, que finalmente obtuvo una familia alemana. Todos tuvimos nuestra recompensa y los niños pudieron cambiar las bolas que obtenían en cada prueba por más regalos. Yo sufría por si íbamos a poder meter en el avión todo lo que nos habían obsequiado...

No sé si he conseguido reflejar sólo un poco la ilusión con la que hemos vivido esta experiencia. ¿Perfecta? Pues muy, muy cerca. Es posible que introduciendo pruebas de tipo aeróbico (pruebas de resistencia a pie o en bicicleta) las distancias se recortaran entre las familias anglosajonas y las mediterráneas. Pero tal como las pruebas están diseñadas, los mediterráneos estábamos en franca desventaja. Ese es el único pero que le puedo encontrar. Por todo lo demás, un 10 a Mercedes, al equipo que organizó todo, a los lugares donde competimos y donde comimos.

Si el deporte y la aventura marcan tu vida, ésta es definitivamente tu aventura. Austria 2008 os espera!!

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