François pretendía mostrarme lo mejor de Bretaña en dos días y a fe que lo consiguió. Claro que el tiempo acompañó, y en lugar de encontrarme un tiempo gris y lluvioso como cualquiera podría esperar de Bretaña (o Galicia, por ejemplo) nos encontramos un sol espléndido que nos permitió cumplir el planning previsto, repleto de traslados entre las bases de cada puerto que debíamos ascender. Nada menos que 10 subidas de Bretaña están incluidas en el reto BIG y cayeron en esta visita relámpago al norte de Francia.
Tras un largo traslado de París a Dol de Bretaña nos estrenamos con la subida a Mont Dol, montaña poco significativa y poco importante que se sube desde la localidad de Dol de Bretagne. El segundo destino del día era Mont Bel Air, una subida sin demasiados porcentajes donde encontramos a otros compañeros de escalada como Ard y Cristina con los que ya compartiríamos carretera el resto de subidas de esta escapada bretona. La tercera subida era el Mur de Bretagne, que en realidad es el nombre del pueblo más cercano. Allí es donde Contador llegó segundo en el Tour de 2011 tras Cadel Evans. Una subida que se caracteriza por una recta muy dura de poco más de un kilómetro que se va empinando poco a poco. La sorpresa en su cima fue descubrir una imagen gigantesca del mejor corredor bretón de todos los tiempos, nada menos que Bernard Hinault, el tejón, 5 veces vencedor del Tour, aunque su localidad de nacimiento fue Yfinniac. La última subida del día no tuvo más historia, Roc de Talloueron, a 266 metros de altitud. Ese primer día dormimos finalmente en Quimper, acercándonos a las dificultades del día siguiente.
Retomamos con energías renovadas el viaje a dirección a Roc Trevezel y Menez Bre, subidas mucho más cortas pero con mucho mayor porcentaje máximo, especialmente la última, que incluye rampas del 19% y que corona en una bellísima ermita en la que uno no puede evitar la foto de rigor.
El día avanza inexorablemente y no sabemos si nos dará tiempo de hacer la última subida. Son casi las 20,30 cuando llegamos a Plehérél Plage, lugar donde se inicia el último ascenso del día, un cabo muy turístico (imposible no encontrarlas señales que lo indican, a diferencia de alguna de las subidas que habíamos hecho). El desnivel es poco importante y las rampas tampoco son de consideración. Pero la carretera es preciosa y la luz del atardecer le da un aire fantástico a esta subida. Corona en un faro enorme, visible a lo lejos. Cap Frehél, anotadlo, porque vale la pena visitarlo.
El día siguiente ya lo dedicamos al turismo, visitando Saint Malo, la ciudad de los piratas, y Mont Saint Michel, la atracción más visitada de Francia (¡), aunque realmente ya pertenece a Normandía, puesto que es el río Couesnon en cuya desembocadura se halla el Mont Saint Michel, el que marca la frontera entre una región y otra. Su curso irregular ha inspirado el dicho: «Le Couesnon par sa folie a mis le Mont en Normandie» (El Couesnon con su locura puso el Monte en Normandía).
El segundo día de turismo lo dedicamos a visitar París, donde tantas cosas recuerdan a la última etapa del Tour, televisada cada año y que es un verdadero documental de la capital francesa, donde se muestran sus principales atractivos: Torre Eiffel, Arco de Triunfo, Plaza de la Concordia y sobre todo los Campos Elíseos, donde quien termina obtiene el carnet de ciclista. Y todo ello lo hicimos nosotros (a pata, eso sí), el día posterior a la coronación de Bradley Wiggins.
Vuelvo de París el mismo lunes, muchas cosas en poco tiempo. Muchas horas de coche, algunas de bici y otras tantas de turismo puro y duro. Tengo en la cabeza el Canal Nostalgie que sonaba en la radio, y las canciones de Claude François. No sé por qué, pero a mí Francia me gusta cada vez más.