Puertos de montaña, historia del ciclismo y mucho más.
Aqui podremos compartir nuestros conocimientos de ciclismo y especialmente de puertos de montańa.
Eddy Merckx es un ciclista irrepetible. Un Dios en Bélgica.
Algunos monumentos le recuerdan, en un país proclive a ensalzar a los ídolos
ciclistas, pero quizás el más popular de los monumentos dedicados a Merckx es
el que se alza en la cota de Stockeu, donde se fraguaron tres de sus cinco victorias
en la Lieja Bastogne
Lieja en los años 70. Es el recordman de la prueba con 5
victorias los años 1969, 1971, 1972, 1973 y 1975.
Stavelot, el pueblo que hay en la base de la cota de Stockeu
tiene con este monumento una nueva curiosidad que atrae a los turistas. Pero
para llegar a ese lugar hay que subir el terrible muro de Stockeu, con rampas
de hasta el 21%.
Stockeu forma parte de la trilogía de muros encadenados que
suponen Wanne, Stockeu y Haute Levee, presente en la Lieja Bastogne Lieja
desde practicamente sus inicios en 1892. El paso por esa trilogía de muros era
uno de los puntos culminantes de La Decana, junto con las dos cotas finales,
Mont Theux y Cote des Forges, donde también hay un monumento dedicado a Stan
Ockers, ganador de la prueba en 1955 y uno de los ídolos de la infancia de Eddy
Merckx. En los años 70 se añade al recorrido otra trilogía de muros muy
familiares para nosotros ahora: Col de Rosier, La Redoute (donde también
tenemos otro monumento que recuerda la Lieja) y Hornay.
Y era precisamente en los 70, durante la tiranía del
Caníbal, cuando sus compañeros de equipo solían hacer un gran trabajo de equipo
en la Cote de Wanne, y entonces, al pie de Stockeu, Eddy cogía las riendas del
grupo y subía ese terrible muro como si fuera un sprint. En la cima, sólo unos
pocos corredores estaban con él, y algun equipier. En la última de las tres
subidas, en Haute Levee, sus últimos compañeros de equipo imponían tal velocidad
que nadie podía enlazar por detrás. Como se dijo en la inauguración de su estatua
“Todavía podemos ver tus ataques aquí, como un tsunami. Aún sentimos tu
velocidad y vemos el polvo tras de ti” (traducción libre).
El monumento fue inaugurado el día 17 de Abril de 1993. Está
hecho en bronce, y es el perfil del Caníbal, pegado a un bloque de piedra de
seis toneladas. Doce meses fueron necesarios para que Lucien Cartelle,
presidente de la
Asociación AISJD (Alianza e Interés por los Deportes y la
Juventud) reuniera el dinero suficiente para pagar esta obra de arte. Con ella,
Eddy Merckx ha sido uno de los pocos belgas con una estatua construida en su
honor, en vida. En 1996 el Rey Alberto II concedió a Eddy Merckx la Orden Olímpica en
nombre del Comité Olímpico International por su contribución al desarrollo del
ciclismo. Siendo ya Caballero de la Orden del Rey Leopoldo, la más alta
condecoración belga, Eddy Merckx fue también galardonado con el título de Barón
en el mismo año 1996.
Stockeu ha vuelto a ser protagonista recientemente al estar
incluido en el Tour de Francia con notable protagonismo, pero esta vez no tan
positivo, en el Tour de 2010, cuando en su empinado descenso se produjeron una
serie de caídas que provocaron un famoso parón liderado por Cancellara. Ese
parón favoreció los intereses de los Schleck, líderes del equipo de Cancellara,
y de Chavanel que acabó ganando esa etapa. Al parecer una mancha de aceite
provocó ese desbarajuste en el pelotón.
Stockeu volvía a salir en los periódicos.
Nosotros fuimos a la Tilff Bastogne
Tilff (la versión cicloturista de la Lieja Bastogne
Lieja) en el año 2007. Su recorrido siempre varía y en esa
ocasión se subían algunas cotas pero no se subía Stockeu. Claro que se pasaba
por Stavelot, justo al pie de esta cota. A llegar a Stavelot el monumento a
Merckx está perfectamente señalizado (“Stele Merckx”) y ahí nos dirigimos.
Después de poco más de un kilómetro de subida muy dura (más del 12% de media
con rampas del 21%) y justo a la salida de un espeso bosque, escondido, a la
derecha, queda el relieve de Merckx sobre la piedra. Cuando
llegamos al monumento a Merckx, y después de las fotos de rigor, uno no sabe
muy bien qué hacer... Uno todavía contiene la emoción de haber visitado un
lugar único en el universo del ciclismo. Los años pasarán, Merckx se irá, y su
monumento seguirá allí, aguantando a menudo la lluvia, en la soledad de la
montaña, recibiendo la visita de gente que leyó la historia del ciclismo.
Es una constante en mi vida. Tengo que hacer listas para acordarme de todo. Síndrome del coleccionista podría denominarse. También colecciono montañas. Al principio era para subirlas en bicicleta, ahora también me sirve subirlas a pie o a medias en la bici y luego coronar a pie. Bajo mi punto de vista, subir una montaña y no coronarla no sirve de nada. Llegar arriba y no tener la foto en el cartel o en la cruz, tampoco.
Pic de l'Infern, Pirineos
No hace falta que diga cual es mi lista favorita de subidas por conseguir sobre la bicicleta. Es el reto BIG, sobre el que ya he escrito varias veces. Pero no es la única lista que circula por la red. De hecho hay un montón de listas por completar y retos por conseguir. Aquí van unos ejemplos:
- Reto BIG (Brevet International du Grimpeur) http://www.challenge-big.eu/ . Como digo, para mí la reina de las listas. Mi objetivo vital. 1000 cimas por coronar en bicicleta, 950 en Europa y el resto es libre, 10 en cada continente. La clave de su éxito es la lista cerrada. Nació en un país llano, Bélgica. Curioso.
- Club des Cents Cols http://www.centcols.org/ De hecho no es una lista, sino un reto que consiste en ir apuntándote todos los puertos que vas acendiendo a lo largo de tu vida. Muy familiar para los cicloescaladores, tiene su origen en Francia.
- UIC, Unione Internazionale de Cicloscalatori http://www.cicloscalatori.net/ . De nuevo, como en el caso de los Cent Cols, no ofrece una lista cerrada, sino que cada uno se anota las que hace. Por lo menos tienes que haber ascendido un 2000. Tiene su origen en Italia.
- Los mejores 50 puertos de los Alpes. http://www.lectio.es/los-50-mejores-puertos-de-los-alpes-en-bicicleta-110. Esto es un libro que pretende agrupar los mejores puertos de los Alpes. La lista completa podéis consultarla en este enlace: http://eltourmalet.blogspot.com.es/2012/09/editat-el-llibre-dels-50-millors-ports.html. Mi modesta opinión es que hay algunos puertos que deberían estar no entre los 50, sino entre los 10 mejores y no figuran en el libro, como el Furka, Nufenen, Susten, Grimsel, Rombo... Aunque ya se sabe que estas cosas son subjetivas, no creo que nadie que haya visitado esos puertos tenga una opinión diferente a la mía..
Como digo, todo eso es ciclista, pero ahora vienen más listas de montañas, aunque no tiene nada que ver con la bici. Son listas de picos que se deben subir a pie, siempre pos supuesto con medios no mecánicos. En concreto mi favorita es “El repte dels 100 cims” en Catalunya:
En el Matagalls.
- Repte dels 100 cims (reto de las 100 cimas). http://www.feec.cat/activitats/100-cims . Reto que sugiere la Federació d’Entitats Excursionistes de Catalunya. Me encanta el concepto. No tienes por qué subirlos todos! De la lista de 175 cimas debes acreditar que has subido 100, y lo acreditas a través del presidente de tu Club Excursionista. Es asequible a todo el mundo. Es una lista con las principales montañas catalanas. Yo ahora estoy en ello, las cuento tanto si las he subido a pie como haciendo una aproximación en bici.
- No es exactamente una lista con unos criterios objetivos determinados, pero para mí el Libro de Francesc Muntadas y Jordi Lalueza es una lectura obligada para los amantes de la montaña, y a la vez una lista de 65 cimas catalanas que no te puedes perder: http://www.amazon.es/Cims-Catalunya-Francesc-Muntada/dp/8480903031
- Listas de tres miles en el Pirineo: http://www.pirineos3000.com/servlet/Lista_3000_Tresmil. Sólo tengo uno, el Aneto, pero muy valioso…
Cima del Aneto!
- Por supuesto, no podía faltar en este breve resumen la lista de las listas de los alpinistas, la lista de ocho miles. Famoso reto que han completado muy pocos alpinistas, entre ellos sólo 3 españoles, Juanito Oiarzábal, Alberto Iñurrategui y Edurne Pasaban. He aquí la lista: http://es.wikipedia.org/wiki/Ochomil
Hay muchas más listas que circulan por ahí, todas muy interesantes y muy sugerentes, esperando que los coleccionistas empiecen y acaben por subirlas todas.
Pero si os pensáis que tengo suficiente, pues va a ser que no. Echo de menos, por ejemplo, una lista de subidas catalanas interesantes para hacer en BTT.
Así que cada vez que tengo un domingo libre, tengo que subir una de esas montañas. A pie o en bici. Tengo que ir tachando cimas de cualquiera de esas listas, sea BIG, sea CIMA, sea del repte dels 100 cims o un 3 mil. Muchos planes, muchos picos por coronar y poco tiempo…
Para mí Pailheres es igual a Tour.
Cada vez que lo he subido ha sido con motivo de la prueba francesa. Pailheres es un puerto muy cercano a Barcelona (escasas 3 horas) y cada vez que la grande Boucle ha llegado a Pailheres hay tal cantidad de catalanes en la montaña que... ¡casi llegamos al número de vascos! Es cuestión de llegar a Puigcerdà, en la Cerdanya, y allí ir hacia Ax les Thermes si queremos subir por esa vertiente, o bien hacia Les Angles (conocida estación de esquí para los catalanes) si queremos subir por Mijanes.
Es un puerto espectacular, especialmente por su vertiente más conocida y exigente de Mijanes, con una zona de curvas de herradura muy cerradas y vistosas en que la carretera gana altura rápidamente, y luego una zona preciosa, muy aérea con una vista que alcanza varios kilómetros, todo el final de la ascensión. El próximo Tour 2013 tendremos la fortuna de verlo otra vez, y de nuevo se sube por Mijanes.
En 2003 fue la primera vez que el Tour de Francia subía el puerto de Pailheres. Un puerto hasta ese momento desconocido para el gran público pero muy conocido para los estudiosos de los puertos duros y para los frikis de las altimetrías. El Tour, que no se ha distinguido últimamente por su afán innovador, no lo había subido hasta entonces.
Ese día nos acercamos con la grupeta y subimos por Mijanes un grupo muy numeroso y bajamos por el otro lado hacia Ax les Thermes después de coronar. Allí tenía a la familia ya preparada para subir a Ax 3 Domains, donde acabó la etapa. Solo que los gendarmes ya no nos dejaron subir (un clásico cuando uno va al Tour últimamente). Nos quedamos con los críos en Ax les Thermes (vaya ambientazo) a ver el paso de la caravana y de los corredores, saludándolos con aquellas manos verdes grandes que daba PMU, el patrocinador del maillot verde de la regularidad. Al final esa etapa la ganó Carlos Sastre, la famosa etapa que celebró con el chupete de su hija. Recuerdo la imagen de Carlos luchando escapado con su motor diesel a tope de revoluciones, mientras detrás Ullrich atacaba a Armstrong una de las pocas ocasiones en que le sacó de rueda y le arañó unos cuantos segundos.
Una vez acabada la etapa, la odisea fue la nuestra para salir de Ax les Thermes dirección Puigcerdà y regresar a casa. Menudo atasco.
El Tour regresa en 2005, aunque esta vez no pude ir a ver la etapa. La dupla Pailheres-Ax 3 Domains se vuelve a repetir. Si funciona, ¿para qué cambiarlo? El austríaco Georg Totschning fue el primero en la cima de Pailheres y también en la meta.
En 2007 también fui con mis hijos y unos amigos, aunque el plan era muy diferente a 2003. Dormimos en una tienda al lado de la carretera. Nos despertamos pronto. Dejamos los críos con las mujeres mientras Jordi y yo hicimos una vuelta chulísima con Pailheres y Pradel (otro puerto muy interesante, duro, de carretera estrecha, muy cerca, pero éste estaba desierto), con 80 km. La gente en Pailheres desde la cuneta nos aplaudía y animaba como hace con todos los cicloturistas que suben las horas previas al paso de la carrera. Bonito recuerdo, hasta que finalmente encontramos de nuevo las familias y pudimos esperar juntos la llegada de la caravana.
Esa etapa de 2007 terminó en Plateau de Beille, también muy próximo a Pailheres. Alberto Contador ganó esa etapa delante de Rasmussen, en un tete a tete de corredores que aparecieron con fuerza ese Tour de Francia por primera vez.
Fue el Tour de Contador, aunque más bien podría haber sido el Tour de Rasmussen...
La última vez que subí Pailheres fue el año 2010. La mejor de todas. Esa vez fuimos un grupito con varios chavales. Salimos de Barcelona y nuestro destino inicial era Querigut, cerca de Mijanes. Ahí cogimos las bicis y la idea era subir Pailheres hasta arriba y luego bajar tranquilamente hasta alguno de los puntos panorámicos que caracterizan Pailheres. Mis hijos iban con la BTT. De nuevo nos encontramos un gran ambiente durante toda la subida. Dos gemelos de 10 años, vestidos igual, subiendo de pie, picados como siempre, por unas rampas duras de verdad.... El resultado es evidente. La gente que está esperando en la cuneta pasando el tiempo mientras llega la caravana, si ya anima a los cicloturistas cuarentones imaginad lo que anima a dos niños que suben. “Bon courage!”, “Allez le petit!”, “Bravo!”. Incluso nos coge por detrás uno de los primeros coches de la caravana y se pone detrás de los críos animando con su altavoz y contagiando al público. Hay gente que los quiere empujar para ayudarles y yo les digo que no, que tienen que subirlo solitos, que tienen fuerzas de sobra. Emocionante es la palabra más modesta para definir lo que viví ese día. Yo iba detrás de ellos, grabando en video todo el ambiente para recordar luego cada detalle de ese día tan especial. La subida se me hizo muy corta, y a mis hijos más, a pesar de la dureza de Pailheres. Se sintieron por una vez (¿por primera vez?) como profesionales en la etapa reina del Tour, kilómetros enteros de gente aplaudiéndolos... Coronamos poco antes de que los gendarmes cortaran el tráfico, con el tiempo justo para bajar unos cientos de metros y buscar una de esas curvas donde se puede ver una parte importante de la ascensión. Muchas emociones ese día, los aplausos del público, los regalos de la caravana, el paso de los ciclistas... Un gran día sin duda para ellos y para mí.
Ese año 2010 la etapa terminó otra vez en Ax 3 Domains (como en 2003) y el ganador fue Cristophe Riblon, un semidesconocido ciclista francés del equipo AG2R, superviviente de una escapada madrugadora, mientras los jefes de filas se observaban por detrás.
En 2013, el Tour regresa de nuevo a Pailheres y de nuevo media Catalunya ciclista estará ahí, de nuevo la etapa terminará en Ax 3 Domains. De nuevo con mis hijos y la gente animándolos a pie de carretera como si fueran campeones. Hay rutinas que no cansan y esta es una de ellas. Vive Le Tour!
Esta es la historia de dos puertos pirenaicos que se han hecho famosos por dos caídas.
No son puertos especialmente duros, ni especialmente altos. Son dos puertos que se enlazan uno tras otro en una típica etapa pirenaica de Tour. Casartelli y Ocaña. Dos corredores de final trágico. Uno muy joven, Casartelli, murió sobre el asfalto de Portet d’Aspet en el Tour de 1995, Ocaña sobrevivió a la caída del Tour de 1971 en Col de Mente, pero ese Tour, que debió haber ganado, se le escapó de las manos por culpa de la caída. La tragedia le esperaba en forma de suicidio el año 1994.
En mi experiencia personal, Portet d’Aspet fue el principio de todo. El primer puerto de la primera etapa de mi primera excursión a la búsqueda de puertos famosos. Después de muchos años de “teórico” de los puertos, de análisis de mapas, de altimetrías, de páginas web, llegó el momento de vivirlo en primera persona.
Era el año 2003 y en el Esport Ciclista Sant Andreu montamos una excursión conjunta con la A.C.Montjuic. Nos juntamos más de 20 ciclistas para hacer tres etapas “de Tour” y celebrar de esta forma el centenario del Tour de Francia (1903-2003). Llegamos a Saint Girons en autocar y al día siguiente teníamos una etapa con Portet d’Aspet, Col de Mente, Portillon y Superbagneres de postre para los más fuertes.
Siendo tanta gente en el primer puerto un grupo grande se despistó y pasó de largo el desvío para Portet d’Aspet. El resto, coronamos, hicimos la foto de rigor y bajamos un par de kilómetros con mucha pendiente (hasta el 17% según las señales de tráfico) hasta el monumento a Casartelli, uno de los momentos más emocionantes de toda la excursión cicloturista por los Pirineos. Yo sufría por si tendríamos tiempo de parar y dedicarle el tiempo que merece un tesoro cicloturista como ese, pero en realidad el tiempo que pudimos dedicarle fue más que el necesario porque los compañeros extraviados tardaron un buen rato en coger la ruta buena, subir el Portet y encontrarnos. Luego siguió Col de Mente y el resto ya todos juntos. Fue un día largo que acabó en Superbagneres en ese extraño macrohotel de vistas acojonantes.
Después de Pirineos 2003, vino Alpes 2004, Dolomitas 2005, Flandes 2006, Valonia 2007, Barcelona-Tourmalet 2007, Alpes 2008, San Remo 2009, Alpes 2010, Dolomitas 2011 y por fin Suiza 2012. Pero todo empezó en Saint Girons, y en Portet d’Aspet...
Portet d’Aspet
El Col de Portet d'Aspet se ascendió por primera vez en el Tour de Francia en la edición de 1910, y ha aparecido regularmente desde entonces. Las caídas han acompañado sus apariciones en el Tour (y en Tour del Porvenir) y una de las primeras fue la de Raymond Poulidor, que en el Tour de 1973 tuvo que abandonar por una caída en el Portet d’Aspet que casi le cuesta la vida. Eso le impidió dar la réplica a un intratable Ocaña.
Pero el día que esta ascensión pasó a la historia negra del Tour fue el 18 de Julio de 1995, cuando encontró la muerte el campeón olímpico en Barcelona 92, Fabio Casartelli. La etapa reina del Tour 95 (Sant Girons-Cauterets Pont d'Espagne de 207 km.) iba a ser una crónica negra. Nada importaba ya desde lo que ocurrió en el kilómetro 34. Bajando el Portet d'Aspet se produce una caída. Allí perdía la vida el italiano Fabio Casartelli. "He visto durante 5 minutos a Fabio morir delante de mí", decía entre lágrimas Johan Museeuw, que fue otra de las victimas de la caída. Perini, Breukink, Baldinger y Dante Rezze también se vieron involucrados. Este último, cayó a un barranco de más de 10 metros. "Estábamos en pleno descenso. Ibamos muy rápidos. Bajábamos en fila india cuando ocurrió la caída en una curva. Quise tirarme a tierra, pero estaba situado en mal sitio y no pude evitar ir directo contra el mojón. Salté de cabeza al barranco en una caída de unos 12 metros... Abajo había piedras. Mi cabeza chocó con ellas y me herí por todo el cuerpo, aunque el desgarro más fuerte me lo hice en la pierna... Cuando bajaron a ayudarme y me levanté me hicieron más daño que otra cosa. Tardé una media hora en subir a la carretera. Intentaron llevarme en brazos, izarme con una cuerda... Cuando me montaron en la ambulancia pregunté por qué no nos íbamos. Me dijeron que un ciclista estaba siendo evacuado en helicóptero y pensé que tenía que ser grave. Me dijeron que estaba en coma y pensé en que podría haber sido yo".
Aunque Casartelli estaba acostumbrado a usar casco (por aquel entonces no era obligatorio), dos factores podrían haber conducido a su decisión de no utilizarlo cuando comenzó el descenso del Portet d'Aspet. El primero era el calor extremo en los Pirineos. El segundo era que tras un descenso corto como el Portet d'Aspet estaba la subida al col de Mente. Y quizás Fabio pensó que por unos minutos no valía la pena usar el casco. Esa decisión seguramente le costó la vida.
Aquella etapa finalizó con la victoria de Richard Virenque, ajeno a lo que se había producido por detrás. Al día siguiente, en la etapa Tarbes-Pau los corredores no disputaron la etapa en memoria del desaparecido Fabio. Un minuto de silencio en la salida y emoción contenida en la llegada, con los Motorola entrando destacados ocupando todo el ancho de la calzada. Un último adiós para un joven de 24 años, campeón olímpico en ruta en los JJOO de Barcelona que dejó esposa y una hija de pocos meses. Un día más tarde, un jovencísimo Armstrong ganaba en Limoges destacado, señalando con los índices hacia el cielo dedicando con ese gesto la victoria a Casartelli. Mucho antes de su enfermedad Armstrong homenajeaba con su victoria a su ya ex-compañero de equipo.
Unos años más tarde se erigió el monumento en memoria de Fabio Casartelli en un punto cercano al de su caída, aproximadamente a dos kilómetros de la cima del Portet d'Aspet. Este monumento representa un reloj con tres símbolos: el alfa que representa la fecha de nacimiento de Fabio, los anillos olímpicos que representan su medalla de oro en Barcelona’92 y la omega, que representa la fecha de su muerte.
Todo ello con la inscripción “L’heure s’enfuit, la vie s’arrête, la gloire relui”. (El tiempo vuela, se detiene la vida, la gloria brilla).
Col de Mente
"Los Pirineos contaban con un gran menú de puertos en 1971, la 14ª etapa, entre Revel y Luchon de incluía la subida a los cols de Portet d'Aspet, Mente y Portillon. La ventaja con la que Ocaña llegaba a ellos (7'23" sobre Merckx) se antojaba más que suficiente. Camino de Luchon, el belga lo intentó una y otra vez bajo un sol de justicia que fue la tónica de esa edición. La ascensión del col de Mente, con Fuente escapado, resultó ser una sucesión de demarrajes de Merckx que tuvieron siempre la constestación del líder. El calor era sofocante y la tormenta parecía inevitable. Nada más cruzar la cima, el belga se lanzó a tumba abierta sabedor de que bajaba mejor que el conquense. La tormenta estalló entonces con una virulencia inusitada. La carretera se convirtió entonces en un auténtico río y los corredores, con los frenos inutilizados, trataban de frenar con el pie para evitar las caídas, que sin embargo fueron numerosísimas. Fuente se fue al suelo en numerosísimas ocasiones pero pudo llegar a la meta en solitario.
Merckx se salió en una curva y Ocaña se fue tras él. El belga tuvo que poner en su sitio la cadena de su bicicleta antes de continuar el temerario descenso en el que cayó otras dos veces. Por su parte, Ocaña había roto una rueda y la reemplazó rápidamente por una de De Muer. Cuando iba a salir en persecución del belga, Zoetemelk surgió del manto de granizo que se abatía sobre el Tour y, sin poder girar, siguió en linea recta hasta chocar con él. Ocaña ya estaba inconsciente en el suelo cuando Agostinho siguió el mismo camino y le golpeó. El caos fue total y hasta un motorista de la TVfrancesa cayó sobre los que trataban de auxiliarle.
Fue necesaria una terrible tormenta y un cúmulo de adversidades para conseguir lo que ningún hombre había logrado en ese Tour de 1971: derrotar a Luis Ocaña."
(Ciclismo a Fondo 114, Abril de 1994)
Pero no penséis que la caída de Ocaña ha sido la única en el descenso de col de Mente. En las fotos de la izquierda podréis ver cómo quedó tras caer, en el mismo col de Mente, un jovencísimo Francisco Galdós en el Tour de 1969.
Me gusta la alta montaña. Cada vez más. Y me gusta la bicicleta. Por encima de todo.
Hace unos años hice mi primer duatlón de Alta Montaña, en Núria. Desde Queralbs subir a Fontalba en bici, el Puigmal a pie, bajar por Nuria hasta Fontalba de nuevo y recoger la bici hasta Queralbs. Ahora ya llevo 4 de estos, siempre intentando bajar mi marca. Me gusta ese plan y lo he hecho ya con algunas otras montañas catalanas míticas para mí.
He hecho el Canigó un par de veces (desde Prades, dejando la bici en el Chalet de Cortalets), he subido al Matagalls (desde Cardedeu, dejando la bici en Coll Formic) y ahora tenía una nueva ocasión para sumar otra cumbre en plan Duatlon con el Taga.
Por supuesto que subir al Taga no supone ningún desafío técnico, es una cima "pisavacas", categoría no oficial de cimas cuya ascensión no supone ningún desafío (como dicen Muntada y Lalueza en el libro "Cims de Catalunya", imprescindible).
El Taga es también el objetivo de una nueva carrera de montaña, la Taga 2040, que partiendo de Sant Joan de les Abadeses llega a su cima y regresa a Sant Joan tras un recorrido de 27,52 km por alta montaña, con un desnivel positivo acumulado de 1.928 metros .
Quedamos en Ribes de Freser un día gélido de Noviembre. Subir a más de 2000 metros en esas fechas es no saber lo que te vas a encontrar. En Ribes son 5 grados de temperatura, uffff, qué frío. Pero el cielo está despejado, con las horas subirá la temperatura.
Cogemos las bicis de montaña y vamos a ir subiendo por la carretera hacia Pardines, una carretera soleada, amplia, sin demasiados coches, perfecto. Sirve para ir entrando en calor durante los seis kilómetros que separan Ribes de Pardines. Desde los 912 de Ribes a los 1.226 metros de Pardines eso es poco más de 5% de desnivel medio, ideal como digo para calentar las piernas.
Atravesamos Pardines y seguimos las indicaciones que dirigen al Taga. Cuando acaba el pueblo empieza una pista de cemento que baja unos metros para volver a subir con algunas rampas muy duras hasta la ermita de Santa Magdalena de Puigsac.
Poco más allá desaparece el cemento y en un desvío a la derecha ya nos ponemos por una pista bastante ancha que también tiene unas rampas considerables. El terreno es cada vez más blando y las lluvias de los últimos días han dejado muchos tramos con demasiado barro para poder mantenernos sobre la bici. Habrá que ensuciar las botas de BTT.
Habíamos pensado dejar las bicis en la última zona llana antes de empezar la ascensión más dura, en la que no es posible ir subido en la bici. Allí hay unos abrevaderos y unas zonas valladas para los animales. Hasta ahí salen 12 kilómetros desde Ribes.
Amarramos las bicis, cambiamos el calzado y allí que nos vamos en busca de la nieve cada vez más próxima. Nos metemos por el torrente y vamos ganando altura rápidamente entre resbalón y resbalón por el barro y el hielo (recomendadas botas de montaña y no bambas de montaña).
La ascensión sigue siendo muy soleada y antes de la cota 1800 estamos pisando un denso manto de nieve. Queda muy poco, seguimos las pisadas de otros montañeros que subieron antes que nosotros para evitar resbalones. Después de unas 3 horas 15 minutos desde Ribes hemos llegado a los 2.040 metros donde está la cruz del Taga. Bonito reto conseguido!
Las vistas desde arriba son espectaculares con un día soleado como el que hemos disfrutado. Observando en dirección sur vemos allí abajo la carretera de Coll de Jou, desde donde se puede subir más fácilmente en apenas 5 km, pero estoy contento con la ruta que tomamos, esa es la buena! Otra opción sería arrastrar las bicis en los aproximadamente dos kilometros que separan la zona de los abrevaderos de la cima, pero aunque es posible hacerlo yo no creo que valga la pena. Lo bueno, sin embargo es que una vez con las bicis arriba se podría intentar bajar hacia Coll de Jou y luego en 15 km llegar por pista y luego carretera hasta Ribes de nuevo.
Nuestra opción es más sencilla. Desandar lo andado, recoger las bicis, y de nuevo a Ribes por donde vinimos. Fantástica excursión. Y casi lo mejor para el final: la comida en el Restaurant “La Corba” saliendo ya de Ribes dirección Ripoll. Nos trataron genial y comimos de lujo!
Una de las clásicas catalanas en BTT. Tenía ganas de probarla. Cualquier excusa para visitar Montserrat me parece buena. Y subirlo en bici pues ya es genial. Lo único que me molestaba era el tema logístico, que se complica en marchas como esta en que el recorrido no es circular y la meta está lejos de la salida y por tanto del coche.
La idea que tenía es que era una marcha facilona, llanita, junto al río Llobregat y una buena subida al final, donde había que llegar entero puesto era donde había que darlo todo. También tenía la idea de que se trata de una marcha muy popular con mucha gente quizás no tan competitiva y más de tomarse como un verdadero reto el mero hecho de terminarla. Sus 72 kilómetros no serían un verdadero desafío para muchos, pero sí para aquellos que no están acostumbrados a competir.
O sea que ahí me planto con tiempo suficiente en el Poliesportiu Salvador Jimeno de Sant Joan Despí, para salir a las 8,00, aunque sin atender uno de los consejos que me habían dado: ponerme delante en la salida, puesto que luego cuesta mucho adelantar tantísima gente (las inscripciones llegaron a las 1.000 personas). Ahí en medio me planto y cuando dan la salida como la gente no tiene mucha prisa pues yo no puedo hacer nada... Unos cientos de metros y ya cogemos el río. Serán unos 10 km que yo me tomo un poquito en serio e intento ir adelantando todo lo que puedo, a costa de gastar algunas fuerzas. Esos 10 km se acaban muy rápido je, y enseguida, en el 18 ya encontramos un avituallamiento. Ni me paro, que tengo prisa. Poco después empieza un festival de subidas duras, bajadas poco técnicas, vuelta a subir, pie a tierra un par de veces de lo duro que es esto... Uf, uf, uf. Llevaba mucho tiempo sin salir en BTT y estas subidas de pulsaciones tan arriba y tan continuadas me están matando.
Cuando corono Puigventós sólo llevo 40 km en las piernas y estoy destrozado. Tengo que pararme al coronar y comer unas cuantas barritas y descansar. Me encuentro fatal, se me pasa por la cabeza plegar e ir a buscar el coche. Pero finalmente tiro para abajo y en los dos siguientes avituallamientos paro un buen tiempo a comer, beber, recuperar, he perdido una de líquido....
Con la pájara viene ese momento habitual en mí: ¿Cuántos kilómetros faltan? Y empiezo a sumar y restar, al final no recuerdo ni cuántos km eran en total. ¿66?¿77? ¿72? Parece que me voy recuperando un poco en la bajada y en un tramo llano donde tiro de experiencia rodadora de la carretera. Llego al avituallamiento de Monistrol del Montserrat y allí me dicen que quedan 18 km, 9 hasta el próximo avituallamiento. Allí también paro a comer. Ya solo queda la última subida, por un tramo desconocido para mí por la carretera que sube a Montserrat por Marganell.
Ahí francamente me encuentro muy bien, no es ni mucho menos tan duro como los tramos que pasamos en Puigventós. Voy pasando gente y el tramo de carretera me ayuda a sentirme como en casa. Hay algún tramo duro ya en la pista de tierra pero no necesito ni poner el molinillo. Ahí es donde me sacan la foto del principio del artículo, con Sant Jeroni al fondo. Bestial! La meta llega de forma sorpresiva cuando yo aún esperaba un par de km más de subida. Consigo mi objetivo de bajar de las 5 horas y al final acabo en la posición 223 con 4:52:30, sobre un total de 975 participantes que llegaron. Muy contento por haber bajado de las 5 horas y sobre todo por la foto!
Por cierto, lo mejor para solucionar el problema logístico de volver al coche en Sant Joan Despí es que te venga a recoger una amiga. Gracias Asun!!!!
De Xavi Tondo recuerdo muchas cosas. Dos en especial. Dos fotos con él. Una en una Terra de Remences de hace un montón de años, quizás el año 2003. Él corría en el Paternina y fue a la Remences con su compañero Didac Cuadros. No hicieron la marcha en cabeza sino que iban por el medio acompañando y mezclándose con los cicloturistas más normales. Al final casi se sorprendió de que quisiera hacerme una foto con él.
La otra foto que me hice con él fue en el Circuit de Catalunya, en la Volta a Catalunya de 2010, la Volta en la que quedó segundo y ganó una etapa. Corría en el Cervelo, ya con galones de capitán, aunque fue en su fichaje con Movistar cuando dió el salto de calidad definitivo.
Cuando falleció en Granada mientras preparaba el Tour de 2011 tuve que leer la noticia en internet en varias fuentes para creérmelo. Qué injusta la vida con alguien que le costó tanto llegar donde estaba, y le toca irse cuando iba a empezar a disfrutar de todo el trabajo de tantos años.
Cuando se hizo la primera edición de la 100% Tondo, en Septiembre de 2011 pensé que era lo mínimo que podía hacer para homenajearle. Allí que fui, aunque hice la corta, una vuelta de menos de 70 km alrededor de Sant Joan Les Fonts.
Este 2012 me veía un poco mejor, como para estar convencido de terminar los 118 km que acaban en Vallter 2000. Unos 50 km finales que no dejan de subir, primero por Coll de Capsacosta (el primer puerto que se sube en la Terra de Remences) y después hacia Camprodón y finalmente hacia Setcases y, ahí empieza lo duro, hacia Vallter.
Antes de la salida me encuentro con Jordi y Pau de Pedalier, qué alegría poder compartir con ellos una parte de la marcha. La primera hora es rapidísima, calculo que la hice a unos 35 km/hora de media. En muchos momentos iba sólo o tirando de algún pequeño grupo. Realmente la corta de la 100% Tondo es muy asequible, nadie puede dejar de hacerla porque tema no terminar. Cuando se separan la corta y la larga veo que la gente empieza a regular, se hacen algunos grupos y cada uno busca su sitio. Nadie quiere tirar más de la cuenta, no sea que lleguemos muertos a pie de puerto.
Vallter 2000 empieza realmente en Setcases, en el avituallamiento, y aunque he ido guardando fuerzas también es verdad que he gastado mucho. En principio me encuentro bien y he intentado comer y beber, a ver este puertarraco cómo se me da. Me empiezo a entretener contando la gente que voy pasando y la que me va pasando a mí. Los primeros tramos son muy duros, hacía muchos años que no subía esto. Mediado el puerto llevo mucha más gente adelantada que la que me ha pasado a mí. Algunos de los que paso estan literalmente parados al costado de la carretera, Vallter tenía ahí escondido el tío del mazo y ha salido a dar una vuelta.
Pero poco a poco el saldo se me empieza a girar en contra. Me empiezan a pasar ciclistas y ya noto que no hay gel que valga. Voy a sufrir de lo lindo para llegar arriba. El 34x30 saca humo, menos mal que lo puse el pasado verano, este ya no me lo saco de la bici. Ver las últimas curvas me reconforta. Veo el parking donde aparqué el pasado agosto y desde donde hice caminando picos tan guapos como Bastiments, Pic de l'Infern o Gra de Fajol. Pronto volveré a por más.
Acabo la marcha en 5 horas 10 mintos y 27 segundos (a una velocidad media de 22,42 km/hora), en la posición 191 de los 309 que terminamos la marcha larga. Suficiente, me conformo, no me reprocho nada.
En la cima de Vallter 2000 coincido con muchos amigos y conocidos: Jordi, Diego, Lluis, Roger, et. Y allí al cabo de poco tiempo aparecen también mis compañeros de Pedalier Jordi y Pau. También veo al campeón olímpico Joan Llaneras colaborando como un voluntario más en la organización de la marcha, como gran amigo de Xavi que era y compañero de salidas. Mi foto con él es un gran recuerdo que me llevo de la 100% Tondo. Grande Llaneras, no sólo por los oros olímpicos sino por estar con la familia de Xavi recordándolo.
Os dejo con un video de Xavi, donde se refleja quién era y cómo era. No te olvidamos. Hasta el año que viene!
(Artículo publicado en el n.51 de la revista Pedalier)
Cuando planeamos el viaje por Suiza esta era una de las etapas que no se discutían. San Gotardo, el puerto de los adoquines, es una de las subidas que sobresale en el imaginario de los cicloturistas. Para mí, que mitifico la cuesta de al lado de mi casa, imaginad esto: es como juntar el Tour de Flandes y el Tourmalet. Nufenen y Furka son otros dos puertos de los que no es fácil olvidarse, aunque eso no lo sabíamos exactamente antes de haber estado ahí.
Pero resultó que llegamos a Andermatt ya con un cierto cansancio. Varias etapas en Suiza con esos puertos largos e inolvidables fueron minando las fuerzas y la moral del grupo que componíamos. Nos quedaba esa última etapa, la etapa reina. Un etapón, una ruta clásica que en 110 km cubre los puertos de Furka, Nufenen y San Gotardo.
Y ahí estábamos nosotros, en esa ciudad suiza que es una cucada (y también carísima), en la terraza del hotel, cenando un poco, acabando de decidir el plan para el día siguiente. Yo era el único absolutamente decidido a completar la etapa entera a pesar de que era posiblemente el más justo de fuerzas. Pero como les decía a mis compañeros, lo único que tengo (a falta de fuerza física) es determinación. Y esa determinación es la que me llevó a convencer a mis colegas. La climatología prevista estaba de mi lado y el alegato final fue de los de película: “Chicos, ya que estamos aquí sería una lástima no hacerla. No nos lo perdonaremos nunca. Quién sabe cuando volveremos aquí. La etapa de mañana la recordaremos durante años”.
Mientras decidíamos lo que íbamos a hacer, empiezan a pasar muchos ciclistas, de uno en uno, seguidos cada uno por un coche de asistencia. Preguntamos al propietario del establecimiento donde estábamos cenando y resulta ser el Tortour (www.tortour.ch ), una pueba de ultraresistencia que recorre Suiza en 1.000 km y más de 13.000 metros de desnivel. La noche está llegando y los ciclistas vienen de Oberalp y todavía tienen que coronar el San Gotardo. Este no es mi tipo de ciclismo, pero posiblemente sí el de algunos lectores. Si buscábais nuevos retos, éste parece de los que vale la pena intentar. ¿Estos van a coronar San Gotardo de noche y nosotros ni lo vamos a intentar? El Tortour también jugó a mi favor.
El día amanece sin una nube, espectacular. La suerte está echada. Vamos a ir a por ella. Unos kilómetros de llano nos van aproximando a Realp, la base del puerto muy cerca de Andermatt. El Furka nos espera y se presenta inmenso, frente a nosotros, espectacular. Creo que es el primer puerto que conozco que desde el primer metro de subida ya ves la cima. Puerto panorámico es su definición más apropiada. Es imposible alejar la vista del valle mientras vas ganando altura con rapidez, hasta que ves una recta larguísima de casi 4 km, y al final de la misma se intuye el paso. Un verdadero lujo de subida.
En la cima, nos encontramos con numerosos cicloturistas. En el ya clásico momento del intercambio de fotos junto al cartel conocemos a varios de ellos con los que iremos coincidiendo a lo largo de todo el día. En la bajada, poco antes del desvío hacia Grimsel, nos detenemos a observar la nostálgica locomotora a vapor (el llamado tren del Furka) que sale de Realp y pasa por Furka y Gletsch y llega finalmente hasta Oberwald. Otra atracción turística con la que los suizos complementan sus maravillas naturales.
Continuamos un largo descenso y un pequeño tramo llano que nos llevará hasta Ullrichen. Empieza Nufenen y para mí, en nuestro último día de andadura por los alpes suizos, es el momento clave. Él puerto más alto (2.478 metros) y más duro del día (13 km al 8,7% de media). Pensaba que si conseguía coronarlo luego ya San Gotardo, menos duro, lo subiría como fuera, aunque sea con la luz de reserva encendida. Los 13 kilómetros son de los de disfrutar pero también duros sicológicamente, puesto que se trata de otro puerto muy panorámico en el que ves en todo momento largas secciones de lo que te espera. El calor aprieta de lo lindo y paso unos cuantos ciclistas y me pasan otros tantos. Un tipo danés que va solo, una chica con un maillot del mítico verde Bianchi, otro con pinta de pro, el de la BTT, cada uno a su nivel. Ese denso tráfico de ciclistas ayuda a pasar el tiempo y los kilómetros van cayendo despacio.
No todos los días me como unos spaghetti con estas vistas!
Ya habíamos acordado comer algo sólido en la cima. Ahí, en el restaurante del Nufenen, coincidimos con todos los cicloturistas que vimos en el Furka y que nos habíamos ido cruzando durante el camino. Todos comiendo arriba reponiendo fuerzas. Todos haciendo esta mítica etapa en el mismo sentido. Todos disfrutando de unas maravillosas vistas en la terraza, que nosotros acompañamos con un plato de spaghetti que nos sientan fenomenal y garantizan que podremos completar la etapa. Pero no estamos solos, la cantidad de moteros, autocares, coches y turistas en general es impresionante. Desde luego las vistas valen la pena, y el día merece un espectáculo así.
Nufenen, el paso más alto de nuestra excursión en Suiza
El Nufenen es el Colle della Novena en italiano, puesto que en la vertiente por la que bajaremos estamos en el canton Ticino, donde se habla ese idioma. Nufenen conecta la suiza alemana con la suiza italiana. Tras ver el cartel de Colle della Novena vemos las indicaciones de Airolo a 23 km, nos dan una idea del espectacular descenso que vamos a vivir, puesto que la bajada es amplia, con poco tráfico, de largas rectas, rapidísima. El único inconveniente (por poner algún pero) es el asfalto un tanto especial, rugoso y como por placas, pero no es un problema para alcanzar una velocidad altísima. Volamos hacia San Gotardo en esos kilómetros. Llegando a Airolo ya observamos, arriba a la izquierda todo un entresijo de carreteras, túneles y curvas que componen un paisaje muy característico.
San Gotardo es el puerto de paso entre Zurich y Milán, por lo que su importancia como vía de comunicación ha sido históricamente clave. El Túnel de San Gotardo fue abierto en 1882 para el tráfico ferroviario y reemplazó el antiguo paso.Un túnel por carretera de 17 km se abriría en 1980. Un segundo túnel ferroviario a través del macizo está siendo construido en la actualidad, el que será el túnel más largo del mundo, con 57 kilómetros de longitud. Aunque nosotros usaremos la vieja carretera. Ya queda poco. Le tengo ganas a este puerto. Imagino 10 km por la mítica Via Tremola, ese tramo adoquinado que está considerado como el monumento más extenso de Suiza. Ese tramo de puerto adoquinado con el que yo había soñado tanto tiempo. Está bien esto de dejar lo mejor para el final. Cuando las fuerzas se agotan y ya solo tiras de coco, el deseo de descubrir algo verdaderamente singular hace que llegues arriba.
Desde Airolo espero los adoquines y éstos no llegan, por un momento temo haber cogido la carretera del Tunel, pero pronto un par de tramos cortos empedrados me recuerdan que estoy en el buen camino. Tras un último desvío hacia el túnel llega el adoquín, que ya no nos abandonará hasta el final. Un tramo de poco más de cuatro kilómetros de pavés lisito y muy bien colocado que no dificulta en exceso la escalada.
Regreso al pasado
Mientras estamos ya en plena via Tremola se produce un momento mágico, de esos de regreso al pasado. Un instante en el que dos momentos pretéritos distantes entre sí en el tiempo se solapan ante nuestros ojos. Coches de época descapotables nos adelantan, y poco después todo el tráfico debe detenerse porque aparece un carromato de caballos del siglo XIX, donde solían viajar los mensajeros y llevar el correo entre los dos valles. Sus conductores y los pasajeros nos saludan. Toda la Via Tremola de bajada es para ellos. Una nueva atracción turística que nos permite saber que San Gotardo no es un puerto cualquiera, no es una subida cualquiera. Al contrario, con toda probabilidad es uno de los pasos con más historia de todos los Alpes.
Antes de coronar vuelve esa sensación que ya he tenido otras veces: querer finalizar un puerto, detener ya el sufrimiento, y al mismo tiempo, no desear que la etapa y que esta semana en los Alpes acabe. Los kilómetros de regalo, no excesivamente duros, por la Via Tremola, se convierten en una larga despedida.
San Gottardo, se acabó nuestra aventura.
Una vez arriba vemos de nuevo algunos de los viejos amigos que hemos conocido por el camino. El danés, los hispanosuizos, los italianos. Objetivo conseguido. Arriba nos quedamos con las ganas de visitar el Museo deSan Gotardo, que nos daría mucha más información de toda la historia que este puerto tiene tras de sí y que en este artículo sólo he esbozado. Pero el día ha sido largo y tenemos que regresar hoy mismo a casa. Me quedo con las ganas de volver y conocer en detalle la historia del puente del diablo y su derrota frente a San Gotardo, el Santo que dio nombre no sólo a este paso sino a todo el macizo.
El descenso lo hacemos por una amplísima y rapidísima carretera que, como en el Nufenen, casi hace reventar el cuentakilómetros. Estamos ya de vuelta unas horas más tarde y con el convencimiento que habíamos hecho lo que teníamos que hacer. Una etapa como esta no se hace todos los días. Ni todos los años. 110 kilómetros memorables en un día perfecto con tres puertazos que son un lujo, cada uno en lo suyo.
Seguro, la etapa del San Gotardo es mucho más que la Via Tremola, mucho más que 3.000 metros de desnivel, mucho más que pedalear sobre el túnel más largo del mundo, mucho más que una parte de la historia de Suiza. Vale la pena vivirlo. Hoy mis amigos me lo agradecen.
(Artículo publicado en el n.51 de la revista Pedalier)
“La llamada del silencio” es el título de una película que relata la historia de la cara norte del Monte Eiger. Una pared vertical de más de 1.800 metros que ha supuesto uno de los principales retos de los escaladores de todo el mundo. Eso (¡obviamente!) no se puede escalar en bicicleta, pero para todos aquellos que amamos la montaña, el Ogro (que es lo que significa Eiger) es algo muy especial que merece la pena que no te lo cuenten y verlo y vivirlo en primera persona. El Eiger es la montaña que preside el paisaje de la subida al Grosse Scheidegg, una subida mucho más conocida para los amantes del cicloturismo.
Por una vez, no era una montaña para escalar en bicicleta el principal objetivo de mis vacaciones cicloturistas. Alrededor de ella organizamos nuestro recorrido. Suiza tiene tal cantidad de subidas de entidad y de una belleza paisajística tal, que no resultó difícil montar varias etapas sin tener que movernos demasiado de la zona de Grindelwald, espectacular mirador de montañas que superan los 4.000 metros de altitud. Poco más de 10 horas de viaje en coche y ya estábamos en la ciudad de Kerns, un pequeño pueblo entre Interlaken y Lucerna, donde iniciaríamos nuestra aventura cicloturista.
Prólogo: Acherli.
Nos instalamos como digo cerca de Kerns. Para ir abriendo boca tenemos una subida interesante desde la propia ciudad. Se trata de la subida a Acherli. Nada, un puertecito de 8,8 km al 10,1% de media. Digamos que para ir probando el piñón de 30 dientes que me acababa de poner atrás por lo que pudiera pasar estos días alpinos. Si con 34 delante y 30 detrás no podía subir lo que me propusiera quizás debería pensar en cambiar de deporte.
Una carretera estrecha y solitaria con algunos tramos panorámicos corona sin un final muy determinado, iniciando el descenso de la otra vertiente, que llega a Dallenwil. Poco después de concluir la rampita del día regresamos al hotel donde ya están instalados dos amigos que nos acompañaran en la primera etapa, son nada menos que Ángel Morales y Iñaki “Kulak”, que en su largo periplo por los Alpes este verano han conseguido cuadrar su agenda con la nuestra. Ángel conoce esto como la palma de su mano y de hecho nos había estado recomendando todo lo que no debíamos perdernos. El reencuentro con viejos amigos de la misma afición no puede más que derivar en una cena repleta de puertos, carreteritas por descubrir, subidas desconocidas, salidas pendientes, montañas, montañas, montañas… ¡Fantástico!
Primera etapa: Glaubenberg, Glaubenbielen y Melchsee Frutt.
El programa que nos ha preparado Ángel (modificando un poco nuestra previsión inicial) es una etapa circular con las ascensiones a Glaubenberg y Glaubenbielen. Dos subidas sin demasiada repercusión mediática (aunque este mismo año 2012 han sido incluidas en la Vuelta a Suiza, ver perfil adjunto) pero muy duras, como no podía ser de otra forma en Suiza. La vuelta supone un recorrido de 90 km, con lo que cuando llegamos de nuevo a Kerns ya llevamos unas horitas de bici, en las que cumplimos la media prevista, sobre los 20 km/hora, imaginaros las pendientes. Ángel ya tenía programado finalizar allí su etapa, reunirse con Iñaki y desplazarse a Mendrisio para subir otro cromito que le faltaba a su colección: Monte Generoso. Pero Ludwig y yo decidimos hacer una última subida a 1.900 metros a un lago llamado Melchsee Frutt, cuyo acceso nace precisamente en Kerns. Tenemos toda la tarde por delante, ¿por qué no intentarlo?
Empezamos la ascensión por una carretera estrecha y sombreada que sale de Flueli y no de Kerns. Muy recomendable y preferible a la más transitada que viene de Kerns. Tememos lo que nos espera. Son 7 km a un 10,7% de media (digamos que había subir lo de ayer, ¡pero esta vez con 100 km en las piernas!), cuya parte estelar es el principio con 4 km a una media del 11,3%, sin comentarios. Ese tramo duro se inicia en Stockalp, donde hay una barrera y un semáforo que da paso alternativo a los coches en uno y otro sentido. Obviamente no hacemos caso al semáforo (¡no podemos completar la ascensión en el mismo tiempo que un coche!) y empezamos la subida. La carretera no es excesivamente bonita ni panorámica, pero sí es estrecha, tanto que cuando los coches bajan tenemos que poner pie al suelo para dejar paso. Al llegar arriba hay una gran cantidad de turistas alrededor del enorme lago Melchsee, junto al cual hay también una estación de esquí. La carretera en sí quizás no fue muy especial, pero desde luego las vistas sobre el lago y el anfiteatro que forman las montañas a su alrededor sí que lo fueron.
El programa turístico del día incluía en teoría la visita al espectacular Monte Pilatus, a 2.132 metros, que no se puede subir en bici sino que hay que subirlo a través del cremallera con más pendiente del mundo (próximo al 48%). Al parecer las vistas sobre la cercana ciudad de Lucerna y el lago de los 4 cantones prometen ser espectaculares si el día acompaña. Pero el precio nos parece abusivo (cerca de 60 Euros al cambio) y más considerando que durante toda la semana ya tendremos tiempo de disfrutar de probablemente las mejores vistas de toda la zona.
Segunda etapa: Grosse Scheidegg, Mannlichen y el Eiger.
Esta era la etapa más esperada, la etapa en que veríamos el Eiger. Por la mañana prontito nos trasladamos de Kerns a Grindelwald. El día es espectacular. Ni una sola nube. El plan es subir Grosse Scheidegg en primer lugar y luego veremos si subir a Mannlichen en bicicleta (un monstruo de 12 km al 10,5% de media por una carreterita estrecha) o bien si hacerlo en teleférico, mucho más rápida y relajadamente, guardando fuerzas para próximas etapas.
Teníamos la idea ese día de subir a la Jungfraujoch en el tren que parte de Kleine Scheidegg y finaliza a 3.454 metros (la estación ferroviaria más alta de Europa), en el collado que une los picos Jungfrau y Eiger, frente al glaciar Aletsch. Un tren, capricho de un multimillonario, que se hizo a principios del siglo XX y que perfora la pared del Eiger en más de 7 km de trayecto. Si el cremallera del Pilatus era caro, este tren ya no os cuento, más de 150 Euros. ¡El que vaya sobrado ya lo sabe!
Pero vamos con la bicicleta, que es lo primero que debemos afrontar. La subida a Grosse Scheidegg es una de las más bonitas que he hecho nunca. La carretera está prohibida a los coches y únicamente algunos autobuses que circulan a toda velocidad por esa estrecha y empinada carretera nos incomodan ligeramente hasta el punto, otra vez, de tener que bajar de la bici. A primera hora de la mañana la subida es sombría. Un paredón impresionante a nuestra derecha evita el sol toque la carretera. Pero ese paredón no es el Eiger no, es el Wetterhorn. El Eiger, omnipresente, se divisa a lo lejos junto al Monch. Luego nos acercaremos ahí.
La otra vertiente del Grosse Scheidegg es Meiringen, precisamente nuestro destino esa misma tarde, pero bajamos por la misma vertiente de nuevo hasta Grindelwald donde hay que acabar de decidir cómo subir a Mannlichen… al final en teleférico. Sabia decisión, puesto que nos permitirá unas vistas impresionantes sobre el trío de picos que son Monte Eiger, Monch y Jungfrau. Las vistas ya mientras subimos son espectaculares. Una red de carreteras estrechísimas da la impresión de que localizar la buena para subir con la bici a Mannlichen (2.229 metros) puede resultar complicado…. Y durísimo. Vemos algunas bicis y la envidia empieza a hacer sus efectos, aunque todo tiene su lado positivo, y el hecho de subir sin la bici, con bambas y mochila nos permite una pequeña excursión que en hora y media nos llevará a través de una cornisa panorámica impresionante, hasta el Kleine Scheidegg, punto de partida del tren que sube a la Jungfraujoch. La bajada la completaremos por el cremallera, haciendo así un recorrido circular que recomiendo hacer en el mismo sentido que nosotros hicimos. En primer lugar porque es en ligero descenso y en segundo lugar, sobre todo, porque tenemos una permanente visión de la mole del Eiger, donde uno puede imaginar a los escaladores jugándose la vida para vencer esa pared terrorífica.
A última hora, y ya una vez en Grindelwald, nos trasladamos a Meiringen donde se reúnen con nosotros Ricardo y Ferran, que nos acompañarán el resto del viaje. Meiringen es otra pequeña ciudad volcada en el turismo de esquí y de montaña, y es especialmente famosa por sus cascadas de Reichenbach. Sir Arthur Conan Doyle escribió una aventura de Sherlock Holmes, en la cual este último fue empujado a dicha cascada, y un monumento recuerda este hecho ficticio... Tal es la fama de esta historia que hay un museo dedicado a Sherlock Holmes en la céntrica Plaza de Arthur Conan Doyle. Veremos la cascada a lo lejos el día siguiente de camino a Grimselpass.
Tercera etapa Axalp y Grimselpass-Oberaarsee.
Este era el único día que las previsiones del tiempo eran complicadas, sobre todo a primera hora. Nos levantamos con calma, desayunamos tranquilamente y esperamos a que las nubes escampen. El programa del día incluía la subida a Axalp, una de esas rampas duras, largas y que hay que ir a buscar expresamente, porque arriba no hay nada de nada. Eso es Axalp. Había que subir luego el Grimselpass, un verdadero coloso de 26,6 km a una media del 5,8%. Y para rematarlo subir a Oberaarsee, un lago al que se llega por una carretera estrecha y de acceso restringido por uso alternativo 7 kilómetros más allá.
Axalp no defrauda y su tremenda dureza pone a prueba las fuerzas de todos nosotros. Después de la subida a Axalp mis fuerzas estaban ya justitas y quedaba la ascensión a un gigante como Grimsel que corona a 2.165 metros de altitud. Si bien la media era del 5,8 % yo veía que mi cuentakilómetros no subía de 10 km/hora. Cuando empiezo a ver que voy mal me quedan todavía más de 20 km. Pocas veces me planteo no llegar a la cima de un puerto y ésta fue una de ellas. Mentalmente descarto subir a Oberaarsee y solo contemplo llegar a la cima de Grimselpass. La visión desde abajo de las diferentes presas que caracterizan esta subida, así como algunos túneles que las bicis deben evitar, me va entreteniendo y me va marcando pequeños objetivos intermedios que ayudan a que no abandone. Al llegar arriba el café y la pasta del refugio de Grimsel me hacen cambiar de opinión y decidimos llegar a Oberaarsee.
Y ahora os digo que menos mal que lo hice. Si un día subís a Grimselpass no dejéis de alcanzar Oberaarsee. En nuestro caso conseguimos las mejores vistas de todo el viaje a Suiza. Y eso es mucho decir. En medio de una cerrada niebla algunos excursionistas ya nos avisan que arriba del todo luce un sol espectacular. En ese trayecto de 7 km no excesivamente duros vamos viendo como el sol quiere aparecer y pelea con las nubes para dejarse ver. Más abajo, un río glacial con un color surreal, refleja todo lo que pasa en el cielo. Tenemos que ir parando cada 100 metros intentando captar en una foto las increíbles vistas, pero duran sólo segundos. Esa cornisa con esas vistas sobre lagos glaciares y montañas vale por todo el viaje.
La bajada podría haber sido uno de los momentos estelares del día, si no fuera por lo que habíamos vivido en los instantes previos. Una carretera amplísima de muy buen firme en la que se pueden coger tranquilamente los 70 km/hora y disfrutar...
Una vez de vuelta a Meiringen hay que reponer fuerzas. Dudamos entre los platos típicos suizos: la fondue y la raclette. Finalmente nos decidimos por una estupenda fondue que devoramos después del desgaste de todo el día.
Cuarta etapa: Sustenpass y Engstlenalp.
Tengo a Grimsel y Susten por puertos gemelos. El primero corona a 2.165 metros, el segundo a 2.224 metros. Ambos conectan Innertkirchen con Andermatt. Ambos son puertos espectaculares, panorámicos. El recuerdo del sufrimiento en Grimselpass el día anterior me hace tomarme las cosas con tranquilidad y la subida a Susten la hago con calma y termino pletórico. Otro puerto muy panorámico repleto de moteros durante la ascensión y en su cima, donde encontramos un túnel que da paso a la vertiente de Wassen y Andermatt. Y unas vistas excelentes sobre el glaciar Stein. Ya a punto de coronar encontramos un nutrido grupo de cicloturistas… españoles. Resulta ser el grupo de Terradiversions capitaneados por Ángel, en plena ruta XLSwiss, que han estrenado este año, y que están disfrutando de esa vista espectacular. Cambio de impresiones, nos deseamos suerte y ya estamos de nuevo en marcha para coronar y hacer la foto de rigor.
De nuevo las fuerzas están mermadas y quizás el más flojo de todos, que soy yo, animo al resto a intentar otra de las subidas que Ángel me había recomendado encarecidamente: Engstlenalp. Se empieza en un desvío desde la misma carretera del Susten, con lo que por lo menos no perderemos el tiempo con traslados innecesarios. Los primeros kilómetros del Engstlenalp son muy duros y el calor aprieta de lo lindo. Llegamos a la caseta de peaje, donde los vehículos a motor tienen que retratarse, mientras a nosotros nos suben la barrera gentilmente. Unos kilómetros de llano por una carretera estrecha y preciosa que va directamente a buscar el refugio del final de la ascensión y que curiosamente se halla a muy pocos kilómetros de uno de nuestros destinos en la primera etapa: Melchsee Frutt. Sólo que al otro lado de la montaña.
El final es de nuevo muy duro (5 km a más de 9 %) y mis compañeros de ruta no me dirigen a palabra. Les he convencido de subir ahí y mientras yo apuro el masoquismo, ellos interpretan el sufrimiento extremo como un regalo mío envenenado. Menos mal que al coronar, la satisfacción y las vistas recompensan por todo lo que hemos pasado. Bajamos ya con la satisfacción del deber cumplido y de no haber cedido a la comodidad.
Recogemos los coches en Innertkirchen y para llegar a Andermatt, nuestro próximo destino, volveremos a subir el Grimsel que ya subimos ayer, pero esta vez en coche. Un regalo que nos ofrece el destino, poder coronar el Grimsel en un día claro y soleado. Las vistas desde la cima son extraordinarias y observamos, a lo lejos, una carretera increíble, de las que causan excitación a los cicloescaladores. Resulta ser el Furka, que a partir de ahora pasa a formar parte de mis puertos favoritos sin ninguna duda. Casi al nivel del Stelvio, imaginad lo que digo.
Desde Grimsel hay que bajar 12 kilómetros hasta Gletsch y ahí o bien se sigue bajando hasta el pie del Nufenen o bien podemos subir a Furka (nuestra opción) y continuar hasta Andermatt. Mañana desandaremos el camino, pero en bicicleta. Se trata del último y definitivo día.
Quinta etapa: Furka, Nufenen y San Gotardo.
La etapa reina. Una ruta verdaderamente clásica que todo cicloturista debería recorrer. Y si el tiempo soleado acompaña las vistas son de las que se recuerdan por mucho tiempo. 110 kilómetros en una etapa perfecta en la que hay mucha dureza y muchos kilómetros de bajada. Una etapa que da también para conocer algo más de la historia de Suiza y la importancia histórica de puertos como el San Gotardo. Es una etapa que no os podéis perder. Mucho que contar sobre ella en otro artículo.
Suiza es un paraíso para el cicloturismo, y eso que nos hemos limitado a una zona muy concreta del país, muy cerca de su centro geográfico. Nos hemos cruzado en estos días con muchos cicloturistas de todo tipo y de todas las nacionalidades. Y estos no son puertos míticos de Giro o de Tour, no hemos visto a nuestros ídolos subirlos por la tele. Pero esos puertos forman parte del corazón de los Alpes. Hay que subirlos, no hay más remedio.
Como siempre, aún no he terminado el viaje y mientras escribo unas lineas y lo saboreo unos días más, ya estoy imaginando todo lo que estaba ahí cerca y no he podido visitar o subir. En bici, a pie, escalando, en teleférico, en cremallera o en tren, me da igual.
Paisajes impresionantes, puertos panorámicos, ascensiones durísimas con desniveles superiores a los 1.500 metros. Vistas surrealistas por encima de un mar de nubes y los glaciares parece que debajo de ti.
Pero de todo lo vivido me quedo con el Eiger. Esa montaña que, como dice Joe Simpson, el narrador de la película “La llamada del silencio”, “tiene cierto poder hipnótico, un ambiente verdaderamente escalofriante, una presencia peturbadora. Una pared de 1828 metros de piedra y hielo donde nunca llega el sol y a la que afectan todas las tormentas que entran en los Alpes. Un lugar donde el tiempo cambia a una velocidad vertiginosa”.
Una de las estaciones del tren de la Jungfraujoch es Eigernordwand. No es más que un ventanuco en medio de la pared del Eiger, un recurso para escaladores avezados (o suicidas) y para los equipos de rescate que en ocasiones han de acudir a socorrer a alpinistas con problemas. Y aquí me vine a la memoria lo que me pasa cuando alguna vez llego a la cima de una montaña con mi bici y veo gente que se prepara para tirarse en parapente: Pienso: ¿Quién está más loco? ¿Ellos o yo? En el caso de los escaladores del Eiger, lo tengo claro. Están más locos ellos.
Tuve la ocasión de escaparme con mi amigo François que vive cerca de París. Otro ciclista curtido en mil batallas, que ama la montaña y es un escalador incorregible aunque, como yo, sus dotes van por otros derroteros. Ya que los alrededores de París son fundamentalmente llanos, me preparó una ruta ciclista por Bretaña que completamos posteriormente con un recorrido turístico por Saint Malo, Mont Saint Michel y París. Pero eso ya es otra historia que no tiene nada que ver con la bici.
François pretendía mostrarme lo mejor de Bretaña en dos días y a fe que lo consiguió. Claro que el tiempo acompañó, y en lugar de encontrarme un tiempo gris y lluvioso como cualquiera podría esperar de Bretaña (o Galicia, por ejemplo) nos encontramos un sol espléndido que nos permitió cumplir el planning previsto, repleto de traslados entre las bases de cada puerto que debíamos ascender. Nada menos que 10 subidas de Bretaña están incluidas en el reto BIG y cayeron en esta visita relámpago al norte de Francia.
Tras un largo traslado de París a Dol de Bretaña nos estrenamos con la subida a Mont Dol, montaña poco significativa y poco importante que se sube desde la localidad de Dol de Bretagne. El segundo destino del día era Mont Bel Air, una subida sin demasiados porcentajes donde encontramos a otros compañeros de escalada como Ard y Cristina con los que ya compartiríamos carretera el resto de subidas de esta escapada bretona. La tercera subida era el Mur de Bretagne, que en realidad es el nombre del pueblo más cercano. Allí es donde Contador llegó segundo en el Tour de 2011 tras Cadel Evans. Una subida que se caracteriza por una recta muy dura de poco más de un kilómetro que se va empinando poco a poco. La sorpresa en su cima fue descubrir una imagen gigantesca del mejor corredor bretón de todos los tiempos, nada menos que Bernard Hinault, el tejón, 5 veces vencedor del Tour, aunque su localidad de nacimiento fue Yfinniac. La última subida del día no tuvo más historia, Roc de Talloueron, a 266 metros de altitud. Ese primer día dormimos finalmente en Quimper, acercándonos a las dificultades del día siguiente.
Si el día anterior hicimos un montón de kilómetros en coche para subir los 4 BIGs previstos, no es nada comparado con lo que nos esperaba el sábado. Un programa muy apretado, donde subiremos cotas no demasiado exigentes pero algunas muy panorámicas. El primer ejemplo es la Montagne de Locronan, cuya base es esta turística localidad bretona. La segunda y tercera subidas las encadenamos encima de la bicicleta desde Chateaulin. Ambas subidas son de unos 6 km y unas rampas máximas próximas al 13%. Se trata de Menez Kerque y Menez Hom. Desde esta última se pueden observar el tridente de cabos que corresponde a la parte más occidental de Francia. Y eso que sólo estamos a 330 metros de altitud. Tras los casi 50 km que nos cuesta encadenar esas dos subidas se impone recuperar fuerzas, y qué mejor forma de hacerlo que tomar una típica crep bretona (está bien, dos, una salada y una dulce de postre) en un bar de Chateaulin.
Retomamos con energías renovadas el viaje a dirección a Roc Trevezel y Menez Bre, subidas mucho más cortas pero con mucho mayor porcentaje máximo, especialmente la última, que incluye rampas del 19% y que corona en una bellísima ermita en la que uno no puede evitar la foto de rigor.
El día avanza inexorablemente y no sabemos si nos dará tiempo de hacer la última subida. Son casi las 20,30 cuando llegamos a Plehérél Plage, lugar donde se inicia el último ascenso del día, un cabo muy turístico (imposible no encontrarlas señales que lo indican, a diferencia de alguna de las subidas que habíamos hecho). El desnivel es poco importante y las rampas tampoco son de consideración. Pero la carretera es preciosa y la luz del atardecer le da un aire fantástico a esta subida. Corona en un faro enorme, visible a lo lejos. Cap Frehél, anotadlo, porque vale la pena visitarlo.
De las cotas que subimos igual eché en falta otra cota bretona como la de Cadoudal, no especialmente dura pero que se sube cada año en el GP de Plumelec, en la localidad de Morbihan, y que también ha sido final de etapa en el Tour de 2008 con victoria de Valverde (y en 1997 con victoria de Zabel). O sea, una cota con mucha cultura ciclista que quedó en el tintero.
El día siguiente ya lo dedicamos al turismo, visitando Saint Malo, la ciudad de los piratas, y Mont Saint Michel, la atracción más visitada de Francia (¡), aunque realmente ya pertenece a Normandía, puesto que es el río Couesnon en cuya desembocadura se halla el Mont Saint Michel, el que marca la frontera entre una región y otra. Su curso irregular ha inspirado el dicho: «Le Couesnon par sa folie a mis le Mont en Normandie» (El Couesnon con su locura puso el Monte en Normandía).
El segundo día de turismo lo dedicamos a visitar París, donde tantas cosas recuerdan a la última etapa del Tour, televisada cada año y que es un verdadero documental de la capital francesa, donde se muestran sus principales atractivos: Torre Eiffel, Arco de Triunfo, Plaza de la Concordia y sobre todo los Campos Elíseos, donde quien termina obtiene el carnet de ciclista. Y todo ello lo hicimos nosotros (a pata, eso sí), el día posterior a la coronación de Bradley Wiggins.
Vuelvo de París el mismo lunes, muchas cosas en poco tiempo. Muchas horas de coche, algunas de bici y otras tantas de turismo puro y duro. Tengo en la cabeza el Canal Nostalgie que sonaba en la radio, y las canciones de Claude François. No sé por qué, pero a mí Francia me gusta cada vez más.