lunes, septiembre 15, 2014

Reunión BIG en Catalunya: un encuentro de viejos amigos

Fotos de Sergi Ros. www.rosdemora.com
(Publicado en el n.3 de la revista Ziklo)

Muchos de vosotros ya conoceis El BIG (Brevet Intertational du Grimpeurs o Asociación Internacionals de Escaladores). Una asociación de gente que intenta conseguir el reto de subir las 1.000 subidas más emblemáticas de Europa (y algunas de las más importantes a nivel mundial).

Asociación nacida en Bélgica hace más de 25 años y que poco a poco ha ido creciendo hasta los más de 4.950 miembros actuales (final de Julio de 2014), entre los que se cuentan 361 españoles. La mayor parte de ellos son europeos, destacando la gran cantidad de holandeses y belgas que se unen a este reto.

Cada año se hace una reunión con objeto de subir la mayor cantidad de BIGs (subidas catalogadas en la superlista de 1000) y para conseguir que los miembros de la asociación se conozcan, compartan experiencias y se reúnan físicamente alrededor de una mesa y sobre la bicicleta para disfrutar conjuntamente de su pasión ciclista. Los últimos años estos encuentros han tenido lugar en Flandes (2008), Oberstdorf (Alemania) en 2009, Yorkshire (Inglaterra) en 2010, Córcega (2011), montañas del Tatras (Republica Checa-Polonia) en 2012 y Ardenas (Bélgica) en 2013. Este año tocaba en Catalunya y la verdad es que preparamos un buen menú de montañas para nuestros invitados europeos.

El programa incluía las principales subidas catalanas incluidas en la superlista de 1000 subidas:
Primer día: Turó de l’Home y Coll Formic
Segundo día: Bracons y Vallter 2000
Tercer día: Rassos de Peguera y Coll de Pal
Cuarto día: El Cantó y La Bonaigua
Quinto día: Llac de Sant Maurici y Montserrat

Asímismo, hay numerosas subidas cercanas que los asistentes a la reunión podían intentar realizar, antes, durante o después de la reunión: Tour de Madeloc (en Banyuls sur Mer), Coma Morera (cerca de Puigcerdà), Portillon (Bossost) o todas las subidas andorranas. Estos encuentros se caracterizan por la libertad con la que cada uno se mueve. A diferencia de los stages tradicionales a los que estamos acostumbrados, donde todos los ciclistas van más o menos agrupados haciendo exactamente el recorrido propuesto, las reuniones del BIG se caracterizan por la autonomía de cada participante en función de sus fuerzas o de sus intereses personales. En este caso teníamos 3 asistentes que iban con sus mujeres en autocaravanas y que funcionaban por libre. También tuvimos la asistencia de numerosos miembros catalanes del BIG que en algún momento participaron de la reunión haciendo alguna de las subidas propuestas.

El primer día ya se sabía que nos íbamos a mojar. Desde mucho antes, las previsiones de ese primer día eran horrorosas, y se confirmaron. Uno de los puertos más duros de Catalunya como es el Turó del Home se tendría que subir con lluvia desde el minuto uno, y con las condiciones adversas que hay a 1.700 metros, os podéis imaginar. Los asistentes catalanes renunciamos a subir y preferimos hacer de asistencia a los miembros lejanos que no iban a dejarse intimidar por un poco de agua después de viajar 5.000 km… Personalmente tengo el Turó del Home a tiro de piedra y lo puedo hacer cualquier día…
Las condiciones mejoraron tras el descenso del Turó y se pudo afrontar Coll Formic sin lluvia, con unas condiciones mucho mejores. El primer día había sido duro para aquellos que querían hacer el programa a toda costa.

El segundo día incluía las ascensiones a Bracons y Vallter 2000, las dos subidas gerundenses por antonomasia. Bracons, muy conocido por todos los cicloturistas catalanes por su inclusión en la marcha cicloturista Terra de Remences, y Vallter 2000, también muy conocido por su inclusión en las últimas ediciones de la Volta a Catalunya y en la Marxa 100% Tondo. Esta vez el habitual mal tiempo de Vallter no apareció y pudimos disfrutar de una subida sin agua ni excesivo frío, e incluso diría que con algo de viento de cola. Vallter 2000 siempre es un reto y coronarlo supuso el primer contacto de nuestros visitantes con una cima de más de 2000 metros en el pirineo catalán.

Hay que decir que la logística de todo el encuentro era sencilla. Al tratarse de una ruta itinerante, todo mundo debía tener coche para trasladarse de un punto a otro, y también de la base de un puerto al siguiente. Se trataba de optimizar el espacio y meter en los coches 3 ó 4 personas y bicis. Como veis, toda la organización muy casera, puesto que se trata de una asociación sin ánimo de lucro, sino únicamente la voluntad de difundir la pasión por la escalada en bicicleta. A veces es gratificante reencontrar estas salidas “entre amigos” frente a las salidas cada vez más profesionalizadas que podemos encontrar hoy día.

La tercera jornada tenía en el menú dos colosos del Berguedà como son Rassos de Peguera y Coll de Pal. Habiendo dormido en Berga, la subida a Rassos se hizo a primera hora, tras desayunar. Allí nos acompañaron nuevos amigos venidos de Francia y de Holanda, que se unieron temporalmente al encuentro, de tal manera que la foto de grupo en el cartel de Rassos fue la más numerosa de toda la reunión. Los niveles de los asistentes eran muy diferentes, de tal manera que los que iban más despacio salieron un tiempo antes y así la reunión para la foto no se tuvo que hacer esperar demasiado.

Esa es otra de las características de los encuentros del BIG. Las velocidades son muy diferentes y casi diría que la rapidez o la velocidad son secundarias. Es más importante charlar con todo el mundo, ejercer de cicerones con los visitantes y que todo el mundo se sienta a gusto. Compartir experiencias con cualquiera de los asistentes es un privilegio. Gente con un curriculum escalador que no deja indiferente a aquel que le apasione subir montañas en bicicleta.

Tras Rassos de Peguera venía Coll de Pal. Un señor puerto. Un puerto con mayúsculas que esta vez tenía el aliciente de que el miembro del BIG y también colaborador de esta revista Angel Morales iba a subir por 25ª vez este año, lo que le acredita como padrino de la subida. Un verdadero experto en los Alpes, un profundo conocedor de las montañas más duras de todo el mundo y que al final es el padrino de la subida que hay en la puerta de su casa. Subir con Angel es siempre un privilegio, y esta vez, con sus perfectas y detalladas indicaciones, incluso el coloso de Coll de Pal se hizo menos duro.

La cuarta etapa tampoco tenía desperdicio. Tras un largo traslado en coche y tras dormir en Sort (el afortunado pueblo ilerdense donde “La Bruixa d'Or” es la verdadera atracción), ese jueves íbamos a subir Coll de Cantó y la siempre imponente Bonaigua,que con sus más de 2000 metros, es siempre uno de los puertos catalanes con problemas por la nieve en invierno.

El puerto de Cantó se hizo con viento de cola, un puerto con bastante tráfico, con una carretera muy ancha y en muy buen estado. Otro de los puertos clásicos catalanes que aunque a los que vivimos en la capital catalana nos cae algo lejos, siempre buscamos alguna excusa para poder subirlo. Por ejemplo, una excelente excusa es año tras año la Pallaresa, marcha cicloturista que desde Tremp hace un bucle con Cantó y Boixols. Recomendable.

Y si Cantó lo subimos con el aire a favor, la Bonaigua tocaba subirlo con el aire en contra. El puerto, ya de por sí interminable, con el añadido del aire en esas rectas larguísimas por la vertiente d'Esterri d'Aneu, se convirtió en uno de los cocos del encuentro. Pero eso sí, en la zona de curvas más entretenida, y cerca de la cima, el sol lucía radiante y pudimos disfrutar de una buena sesión de fotos una vez coronamos. Este día la nota diferente la puso Luigi, nuestro joven acompañante italiano (joven de espíritu, con sus 67 años) no tuvo bastante con el menú propuesto, sino que tras empezar antes que el grupo, se fue hasta Bossost donde subió el Portillon, otro puerto en la lista que le faltaba. Un día bien aprovechado para Luigi con 3 BIGs al zurrón!

Ya sólo quedaba el último día, con la dura subida al Llac de Sant Maurici, una subida también en la zona de Sort que vale la pena conocer. Nuestros visitantes alucinaron con sus rampas y con las vistas de “Els Encantats” (famoso pico del Parque Nacional d'Aigüestortes, visible desde el Llac de Sant Maurici). Regreso rápido a los coches y vuelta a Barcelona, donde el segundo sector de la etapa implicaba subir a la montaña de Montserrat. Un final mágico, un buen colofón para una reunión de amigos del cicloturismo y de la escalada. Un final con mucho calor, Montserrat en el mes de Julio a primera hora de la tarde es así, pero otra de las características de estos encuentros es que hay que aprovechar el tiempo como sea.

Viernes por la tarde, ya habíamos completado el programa ciclista, pero aún algunos de nuestros acompañantes seguían su viaje. Algunos con visita turística a Barcelona durante un par de días, otros dirección al Pirineo a seguir escalando BIGs y otros incluso dirección a Asturias.

Es lo que tiene la magia del BIG. Nos hace ser viajeros, curiosos e incansables. Lo que para la mayoría de mortales sería de locos, para nosotros es lo normal: ese frenesí de coche, sacar la bici, subir un puerto, bajar, volver a coger el coche y hasta el siguiente destino, dos, tres o cuatro veces al día. Puertos hay muchos y vacaciones hay pocas. O dicho de otro modo, la vida es corta.

¿Quién se anima a apuntarse al BIG? ¿Alguien tiene curiosidad por visitar Grecia en bicicleta el año 2015?


miércoles, junio 25, 2014

Momentos en Roubaix



(Publicado en el n.2 de la revista Ziklo)
Fotos de Sergi Ros de Mora www.rosdemora.com

Este año 2014 Roubaix vuelve a estar de moda. De hecho lo hace cada año, nunca deja de estar en la cresta de la ola. Pero algo nuevo ha pasado: el Tour de Francia ha incluido este año una etapa con 9 tramos de pavés, habituales en la clásica. Y ya se sabe que el Tour todo lo puede y es capaz de poner de moda o hundir lo que se proponga.

Para nosotros Roubaix había sido siempre una etapa pendiente, un destino obligatorio que faltaba por tachar. El viaje a Roubaix es al mismo tiempo un viaje al pasado, a los orígenes del ciclismo.

A modo de flashes, las fotos evocan recuerdos del largo fin de semana que pasamos allí, en el norte de Francia, tocando con Bélgica. Recuerdos que no serán fáciles de borrar.

Esta es la pequeña historia visual de nuestro viaje a Roubaix a la conquista de los adoquines.

Johan Museeuw, el león de Flandes
Bar Le Pave justo frente a la entrada al velódromo. Cinco de la tarde del viernes anterior a la París Roubaix. Cicloturistas de toda Europa comparten tertulia y cerveza en ese local mítico. Especialmente muchos belgas.
Lo recuerdo como si fuera ahora, tantas veces viéndolo en la televisión, luchando con la cara embarrada. El día del triplete del Mapei, el día de su lesión tras la caída en Arenberg en 1998, el día, dos años después, que con el maillot de Domo, se reconcilia con la París Roubaix y la gana mostrando su recuperada rodilla al mundo.
Me parece reconocerlo. Miro las fotos de los vencedores que adornan las paredes del Bar y confirmo mis sospechas. Es Johan Museeuw. Con unos kilos de más y con la cara enrojecida por alguna que otra cerveza. Un mito viviente. ¿Eres tú? Soy yo. ¿Una foto? Cómo no!
Otra vez la fiesta de la bicicleta que es Roubaix se manifiesta en toda plenitud. Antiguos vencedores vuelven una vez al año, toman unas cervezas, son reconocidos y por unos momentos la gloria parece volver. Sólo pocos minutos más tarde vuelve a la realidad cuando le vemos alejarse sólo en un coche rotulado con la imagen de una marcha cicloturista que organiza en el mes de Junio.
Una foto que es algo más que una foto de un mito viviente con fans.

Las bicicletas de Roubaix 
Preparar la bicicleta para ir a Roubaix es una aventura. Cada uno escucha, lee, mira, investiga, y finalmente prepara la bicicleta. En mi caso no fui con la bicicleta “principal”, puesto que no quería hacerla sufrir y pasar por los malos ratos de los tramos adoquinados. Me cogí una bici vieja, le metí doble cinta del manillar, le metí cubiertas de 26 mm e hinché las ruedas a una presión moderada tirando a baja (5,5 kilos o 6 a lo máximo)… y poca cosa más. Otra cosa la descubrí ya sobre el primer tramo de pavés: hay que llevar portabidones en buen estado que sujeten bien los bidones. De lo contrario, al primer tramo de pavés ya los habréis perdido. Cientos de bidones en los tramos adoquinados dan fe que no fui el único que perdí un bidón.
Pero ir a Roubaix no es solo preparar la bicicleta sino preparar todo el material y la ropa de manera adecuada. No hay que olvidarse de los guantes, y ahí estaba yo para correr sin guantes. Cómo se le va a ocurrir a alguien correr sin gafas en una Roubaix polvorienta en la que se preveía un tiempo seco y primaveral. Y las gafas se me olvidaron. La organización también recomendaba llevar 5 cámaras de recambio por lo que pudiera pasar. Esto no es la salida de todos los domingos, aquí el riesgo de pinchazo es casi del 100%. Y si mezclamos pinchazos y caídas seguro que no hay grupeta que se marchara a casa sin ninguna de ellas.
Todo eso es también la experiencia de correr en Roubaix. En la foto vemos una bicicleta al final del recorrido, con una buena dosis de polvo y de suciedad. En el tubo horizontal se puede ver el adhesivo que la organización daba para tener presente en todo momento del recorrido cuáles eran los tramos de pavés. Muy buena iniciativa y una gran “chuleta”.

El Bosque de Arenberg  
Arenberg es el primer tramo calificado de 5 estrellas o dificultad máxima. En la prueba cicloturista el tramo es cronometrado para que el que quiera se pueda medir con los demás.

El ambiente en el Arenberg es especial. Tanto el día de la cicloturista como el día de la carrera profesional. El paso del cicloturista por el tramo adoquinado más famoso se convierte en una tortura para los no avezados. Un inacabable tramo recto de 2,4 km con unos adoquines desiguales que no permiten coger ninguna velocidad

El día de la prueba profesional es uno de los sitios con más ambiente de toda la prueba. Una zona VIP al final del tramo donde las personas importantes pueden ver lo que ocurre en una posición privilegiada. No cabe nadie más, si alguien pretende tener un poco de visibilidad.
Sobre todo un montón de belgas alrededor nuestro. También ingleses (vestidos con el  Rapha Style) e incluso una pareja de americanos que han aprovechado las vacaciones para ver todas las clásicas de primaveras. Sorprende la cultura ciclista que tienen, viniendo de donde vienen!

En las fotos podemos ver los adoquines irregulares que caracterizan Arenberg. Otro nombre que ya está escrito en la leyenda de nuestro deporte.

El anacronismo de Roubaix
Una imagen refleja tantas cosas… ¿Anacronismo decíamos? ¿Cómo se puede entender que en una carrera tan super-profesionalizada, donde hay tanto dinero en juego, nos encontremos un personaje así?

Una furgoneta o una moto vieja dejaron un rastro de aceite en el paves de Arenberg la noche anterior a la París-Roubaix. La solución no pasa por una sofisticada maquinaria capaz de limpiar la ruta y arreglar el desaguisado. La solución pasa por que uno de los “Amis de la Paris Roubaix” en una furgoneta, probablemente en peor estado que la que dejó el rastro de aceite, lance serraduras que sequen el aceite pocas horas antes del paso de los corredores. Todo muy antiguo, muy rural, muy…auténtico.

En la foto podemos observar al personaje que se encargaba de tan importante cometido. Importante porque de no ser por ese trabajo muchos ciclistas profesionales podrían haber caído, circulando a gran velocidad por ahí, exactamente por el “lomo de burro” del camino, por la espina dorsal de la carretera, por el centro.

El Velódromo (viejo) de Roubaix
El viejo Velodromo de Roubaix ha sido desde 1943 (sólo con 3 años de excepción: 1987-1988-1989) el lugar donde termina la París Roubaix después de tantos años, aunque justo al lado se haya construido el nuevo velódromo cubierto Jean Stablinski. El encanto del Velódromo de Roubaix es el encanto de lo decadente, de lo clásico. Ver el velódromo en directo es una mezcla de excitación y decepción. Lugar mitificado por todos los amantes del ciclismo y sin embargo en directo es una instalación fuera de su época.

Rodar por su cemento y probar la inclinación de sus curvas es sentirse finisher y sentirse profesional por un día.

En la foto se aprecia la alegría de los diversos grupos que terminan la prueba. Unos levantan los brazos, otros imitan el famoso gesto de Museeuw en el año 2000, cada uno a su aire, los miles de cicloturistas van entrando durante horas, puesto que en los últimos kilómetros se juntan los ciclistas de las 3 distancias posibles, que a su vez tienen salida libre.

El Carrefour de l’Arbre o el cruce del árbol
El Carrefour de l’Arbre no es el tramo duro ni el más largo, poco más de dos kilómetros,  pero durante los últimos años ha sido un tramo definitivo en la resolución de la carrera. Por primera vez introducido en el año 1980, Carrefour de l’Arbre es el segundo tramo de pavés con 5 estrellas tras Arenberg. La curva a izquierdas con la que se inicia el tramo, el restaurante al final, el árbol que le da nombre justo al lado. Ahora ya son lugares que han quedado fijados en nuestras retinas.

El último tramo importante, en el que uno ya no quiere saber más de los adoquines y busca algún pequeño resquicio junto a la hierba para no sufrir más el impacto de las piedras.
Este tramo ha sido los últimos años objeto de polémica puesto que el comportamiento de los aficionados no ha sido el más adecuado. Consecuencias de la ingesta masiva de alcohol en general y cerveza en particular.

El Carrefour de l’Arbre es, efectivamente, el cruce del árbol. Más de dos km de adoquín, tras los cuales ya no será fácil hacer diferencias.

Una fiesta del ciclismo
Ciclistas de todos los países, de todas las condiciones, unos bien equipados, otros con lo justo, algunos disfrazados de época como si esto fuera La Eroica o la Pedals de Clip. La París Roubaix evoca el pasado, eso no se puede remediar.
De lo que se trata es de disfrutar de una jornada festiva en la que por una vez el resultado deportivo es lo de menos y en cambio se trata de disfrutar con los compañeros de grupeta de un día muy especial.
En la imagen vemos uno de los participantes en una bicicleta de madera que, la verdad, dudo que le sirviera para hacer muchos kilómetros. La cantidad de cerveza ingerida por el susodicho es proporcional a su barriga. Hasta tal punto que también dio de beber al caballito que podéis ver en el manillar. La fiesta de Roubaix… y de la cerveza.

El centenario
Justo a la entrada del velódromo hay un sencillo monumento, que representa un adoquín, cómo no, que conmemora los 100 años de celebración de la París Roubaix.
Un adoquín gigante que es el símbolo de toda la prueba. Un adoquín que también reciben los ganadores desde el año 1977.
Si bien la primera vez que se celebró la prueba fue en 1896, con los parones de la Guerras mundiales, fue en el año 2002 en que se celebró el centenario de la prueba y cuando se instaló este adoquín gigante, que ha pasado a ser otro de los puntos de peregrinaje de los cicloturistas de todo el mundo.
Las medallas de Roubaix
Las marchas cicloturistas se valoran por su paralelismo con las pruebas profesionales, por su historia, por su recorrido. Y cuando uno ya tiene todo eso, los detalles marcan la diferencia. Cuando íbamos a Roubaix, los amigos nos encargaban un adoquín, pero ese no es el regalo que ofrece la organización. El regalo que ofrece es una sencilla medalla que acredita que tú pasaste por los terribles tramos adoquinados y que, en cualquiera de sus versiones, terminaste la prueba. Es la medalla que nosotros, en la foto y a lo Rafa Nadal, mordemos comprobando su autenticidad.

En nuestro caso, fuimos a la Challenge Paris Roubaix, prueba que se organiza el mismo fin de semana de la carrera profesional. La Challenge tiene 3 posibilidades: una ruta de 171 km con salida en Busigny (hay que coger un autobús de madrugada hasta la linea de salida), la de 141 km que sale de Roubaix y que incluye los últimos 18 tramos de pavés (desde Arenberg hasta el final), y la de 70 km, tambien con un recorrido circular.

Pero para los más puristas, hay que decir que la genuina Paris Roubaix Cyclosportive se celebra cada dos años (los años pares) el mes de junio con dos distancias, 210 (autoproclamada La Leyenda, aunque no es exactamente el mismo recorrido que la carrera profesional) y otra de 120 km que incluye también los tramos de pavés más famosos. Ya lo sabéis, para 2016.

La tradición
Uno de los muchos alicientes de la París Roubaix. Una de las tradiciones a respetar. Otro anacronismo. Desde 2003, el nombre de todos los vencedores en Roubaix se halla grabado en unas placas que identifican no las duchas, sino unas minicabinas individuales donde el sábado se cambian los cicloturistas y el domingo los profesionales. Esto no son los lujosos vestuarios de los estadios de fútbol modernos. Esto son unas austeras duchas que podrían ser las de cualquier campo de futbol base. Un lugar donde limpiar el polvo, el sudor, el barro y recordar la gloria y la miseria de una de las carreras más bonitas que existe en el calendario internacional.

Después de más de seis horas de lucha contra el resto de corredores y contra las piedras, los profesionales seguirán durante unos minutos más en el pasado. Viviendo el anacronismo que significa una prueba tan especial del Siglo XIX disputada en el Siglo XXI.



sábado, abril 19, 2014

Barcelona, un destino cicloturista inesperado



(Publicado en el n.1 de la revista Ziklo) 
Fotos: Sergi Ros de Mora www.rosdemora.com 

El cicloturismo no es sólo descubrir paisajes naturales bellísimos en la montaña o junto al mar. Una carretera pintada en gris sobre un fondo verde bosque o blanco nieve. El cicloturismo es también curiosidad, cultura, gastronomía, buen clima, sitios diferentes,  gente, carriles bici, incluso ciclismo urbano y lento. Una metrópolis como Barcelona es un reclamo universal, y una ciudad especialmente apetecible para ser descubierta sobre una bicicleta.

Barcelona es una de las marcas más potentes que existen en el mundo del Turismo hoy en día. No es casualidad que el número de turistas crezca cada año, incluso con la crisis. 7,5 millones de turistas en 2012, ¿no es impresionante? El parque hotelero tampoco para de crecer, más de 350 establecimientos, 65.000 plazas hoteleras. Cifras que no se detienen…

Sin embargo, el mensaje que recibimos de Barcelona en relación con la bici es contradictorio. Por una parte es una ciudad amigable con la bicicleta, kilómetros y kilómetros de carril bici, un sistema de uso de bicicleta como medio de transporte como el Bicing, una ciudad eminentemente llana junto al mar… Por otra parte, es una conglomeración urbana que asusta a cualquiera. Millón y medio de habitantes, casi cuatro contando el área metropolitana, muchos coches, tráfico, riesgo…

¿Hay algo más apetecible que pasearse con la bicicleta por el frente marítimo barcelonés desde Sant Adrià del Besós hasta el Hotel Vela pasando por la zona del Forum, la zona de la Vila Olímpica y la Barceloneta? Pocas cosas son comparables a esta experiencia, por eso hay miles de personas que cada día hacen ese trayecto en bicis baratas, en bicis urbanas, en bicis eléctricas, en bicis de montaña, bicis holandesas, e incluso en las nuestras, en bicicletas de carretera. El fin es disfrutar de la brisa marina, de las vistas, del olor a mar, del ambiente de playa que se respira en esa zona todo el año. Sí, definitivamente Barcelona es también un destino cicloturista de primerísimo nivel. No en el sentido que estamos acostumbrados, los stages cicloturistas invernales en zonas cálidas junto al mar, donde machacarse y entrenar duro, sino en un sentido más amplio, más turístico, más global.

Por otra parte Barcelona es una ciudad muy ligada al mundo del ciclismo profesional desde hace muchos años. No hace falta que nos vayamos al evento barcelonés por antonomasia, las Olimpiadas de 1992, cuya prueba en linea por cierto se disputó no en Barcelona sino en Vilafranca del Penedés, con triunfo del malogrado Fabio Casartelli. Como digo, prácticamente el único vestigio ciclista de las Olimpiadas del 92 es el Velódromo de Horta, actual sede de la Federación Catalana de Ciclisme.

No hará falta hablar de las Olimpiadas, pero sí de los Mundiales de ruta de fondo en carretera que se disputaron los años 1973 (vaya podium: Gimondi, Maertens, Ocaña, con Merckx cuarto) y 1984 (con victoria de Claude Criquielion, en otro mundial durísimo delante de Corti y Bauer). Siempre en Montjuic, donde también se disputaba la recordada Escalada a Montjuic, que se realizó de 1965 hasta 2007. Una prueba singularísima con su tramo en linea, su tramo contra reloj con la gente apoyando a sus ídolos ciclistas muy de cerca. Hay que recuperarla como sea, desde aquí un llamamiento a las Instituciones públicas para que apoyen su recuperación. No es tanto tema de dinero como de voluntad…

Montjuic, la montaña olímpica, que también ha sido escenario de muchos finales de etapa de la Vuelta a España, de la Volta a Catalunya, de la Setmana Catalana, también extinta. Hubo incluso una época que parecía que las etapas de Barcelona estaban malditas, casi coincidieron en el tiempo una polémica etapa de la Vuelta a España de 1999, cuando se produjo un plante de los corredores por la excesiva peligrosidad del circuito de Montjuic, con la no menos polémica etapa de la Volta a Catalunya del 2000 en la que el fuera de control 81 corredores casi provoca una debacle, únicamente salvados por una decisión injusta de los jueces. La Vuelta a España no volvería a Barcelona, y a Montjuic concretamente, hasta 2012.

Pero Barcelona no podía estar tantos años sin ciclismo y qué mejor manera de tenerlo que ser sede de la mejor carrera del mundo. Fue final de etapa en el Tour de Francia de 2009, ¿cómo olvidarlo? Ni la lluvia deslució ese día, en el que la participación ciudadana estuvo otra vez de diez. La etapa llegaba procedente de Girona y la meta casi llana en la recta del Estadio, sin pasar por la terrible rampa que sube al castillo de Montjuic. Meta que coronó a Hushovd por delante de nuestros Freire y Rojas, qué lástima no haber imitado a José Pérez Francés, que en el Tour de 1967, ganó la etapa Ax les Thermes-Barcelona después de una de las escapadas más largas de la historia de la Grande Boucle. Reminiscencia del paso del Tour por Barcelona es la actual marcha cicloturista Barcelona-Andorra, consolidándose año tras año, sobre el mismo recorrido que siguieron los ciclistas en 2009.

Montjuic es una montaña tan barcelonesa y tan ligada al deporte, que los alicientes se multiplican: Estadio Olímpico, Palau de Sant Jordi, Museo Olímpico, Piscinas Picornell (sí, las de las fotos impresionantes de los saltadores con Barcelona al fondo). Y más allá de lo deportivo las Fuentes, el MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya), el Palau Nacional o el Poble Espanyol.

No me resisto a hablar de la Barcelona ciclista sin citar la otra montaña ciclista barcelonesa por antonomasia: El Tibidabo. Cualquiera que haya empezado a pedalear en bici de carretera y haya salido desde Barcelona, tiene el Tibidabo su destino inicial y su lugar para medirse. La Montaña mágica barcelonesa es accesible hasta por 5 vertientes: Arrabassada, Peu del Funicular, Sant Cugat, Les Planes e incluso desde Molins de Rei por La Creu d’Olorda, en la vertiente menos transitada y más solitaria. No puedo tampoco olvidar el espectáculo de la Volta a Catalunya de 2007 con la llegada en la terrible rampa del parking del Tibidabo, con Samuel Sánchez venciendo en un esfuerzo agónico a Vinokourov. El Tibidabo es un clásico en la Volta a Catalunya, cómo no. La Volta, la prueba que nos queda, la decana, que siempre ha estado al lado de la capital catalana.

El Tibidabo (“Te daré” en latín, fueron las palabras del Diablo a Jesús, que le ofreció todo lo que desde una montaña muy alta estaba a la vista “Todo esto te daré si te postras y me adoras””) es la montaña visible desde toda la ciudad, con su iglesia iluminada por la noche, ofreciendo un increíble y bellísimo espectáculo. El parque de atracciones junto a la iglesia cierra un  círculo perfecto que mitifica la montaña ya desde la más tierna infancia.

¿Por qué no hablamos del clima? En esta ciudad maravillosa se puede practicar el ciclismo todo el año. Incluso en los días más crudos de invierno, los ciclistas barceloneses del norte salen por la NII dirección Costa Brava, los del Sur salen dirección Sitges, para buscar las Costas de Garraf. Los fines de semana de todo el año las vías de salida de la ciudad están repletas de ciclistas: la carretera de La Roca, la Nacional II, la autovía de Castelldefels, el Tibidabo y el Forat del Vent, la otra subida que es vía de la salida de la ciudad y que tiene a sus pies el Velódromo precisamente.

No podemos hacer una referencia a la Barcelona turística sin hablar de gastronomía. La calidad y la variedad de la restauración en Barcelona está fuera de toda duda, y es por sí mismo un potente reclamo. Y para nosotros los amantes de la bicicleta un complemento ideal. La mejor cocina mediterránea la podemos encontrar aquí.

Los alicientes de Barcelona son tantos… Uno más. Otro lujo que tiene esta ciudad. El río Besós, otrora zona degradada y maloliente, se ha convertido en un fantástico parque fluvial en el que conviven amplias zonas de césped excelente con un carril bici asfaltado de más de 5 km que llega hasta Montcada. Ahí se junta gente caminando, patinando, corriendo, en bicicleta… Todo un lujo de zona deportiva inmensa donde el deporte es el protagonista. Y además de forma segura, puesto que los vehículos a motor no tienen acceso.

¿Cómo es posible? Hasta ahora hablando de la Barcelona turística y aún no hemos hablado de la Sagrada Familia, de la Casa Batlló, de La Pedrera, del Parque Güell, la Catedral, el Borne, La Boquería, el Liceo, Las Ramblas, el Camp Nou… No se puede cerrar la lista. Todas esas atracciones se pueden descubrir sobre la bici mucho mejor que en coche (¡imposible!), andando o en transporte público.

Con todas las piezas que hemos nombrado hasta ahora, y muchísimas más que pueden ser turísticamente más que apetecibles, se puede componer un puzzle fantástco, y montar una ruta que en unos 70 kilómetros permite dar un repaso completo a la ciudad. En esos 70 km hay espacio más que suficiente para el turismo pero también para la exigencia física, las rampas de Montjuic no admiten medias tintas, hay que darlo todo, y la subida al Tibidabo aunque no demasiado dura también es de las que te hacen sufrir. Contemplar las magníficas vistas aéreas una vez arriba es la recompensa al sufrimiento.

Barcelona, una ciudad cosmopolita que os espera todo el año, para pedalear y también para conocer tantas cosas interesantes de la ciudad. Barcelona, la ciudad que cada vez que el ciclismo llega se vuelca con él. Una ciudad para sentirse orgulloso. La ciudad que un día, seguro, volverá a tener la Escalada a Montjuic. Y tendrá otra vez el Tour de Francia, se habla incluso de un “Gran Depart”.  La propia ciudad y su gente se lo merecen.