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En el Triángulo de Oro |
Un viaje a Tailandia es mucho más que
ciclismo. Mis artículos suelen tener un único objetivo, sembrar una
semilla de ilusión en quien los lee y que un día pedalees donde yo
lo hice. Esto es especialmente así en un viaje como éste. Yo nunca
había ido tan lejos. Nunca me había sentido tan distante de donde
nací. No por los 10.000 kilometros, sino por las diferencias tan
abismales entre nuestra cultura y la de allá.
Chiang Mai, Chiang Rai, Doi Mae Salong,
El Triángulo de Oro, el Mekong, Kanchanaburi, Chatuchak, Ayyutayah,
Sukothai... Son nombres que, con sólo oirlos, nos prometen
aventuras, descubrimientos, vida. Budas gigantescos en las montañas
me atraían desde hace tiempo como un imán. Me sugieren paz,
exotismo, diferencias. Hay viajes que marcan, más allá de la
bicicleta, y éste es uno de ellos.
Tailandia lo tiene todo: buen clima,
precios económicos, historia antigua, restos arqueológicos, gente
trabajadora y amable. No es únicamente sol y playa. De eso ya
tenemos por aquí. Se trata de un país muy montañoso en el norte
con subidas que harían las delicias de cualquier escalador europeo.
Tailandia es en la actualidad el décimo país del mundo que recibe
más turistas. Ya sabéis, ese ranking que encabeza nuestra vecina
Francia y donde España aparece en tercera posición, tras EEUU.
Leí en alguna revista australiana que
Chiang Mai se convertirá con el tiempo en la Girona asiática. Buen
clima garantizado todo el año, terreno duro para dar y regalar,
buenas carreteras, paisajes espectaculares. Una localización ideal
para los profesionales del ciclismo, donde entrenar con buena
temperatura mientras el frío aprieta en el norte de Europa o en
Norteamérica.
Para llegar a Tailandia nos esperan
dieciocho horas de viaje (contando una rapidísima escala en Moscú)
que sumadas a las seis horas de cambio horario completan un día
entero de traslado. Un día y ya estamos en Bangkok, la capital
tailandesa.
1er día: Regreso al verano.
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¿Qué coño pone aquí? |
Dejo la península ibérica con el frío
de enero. Puro invierno. Llego a Bangkok con más de 30 grados.
Regreso al verano. Esta es la mejor época para viajar a Tailandia,
en invierno, la estación seca. Desde abril hasta julio tienen el
verano, con más calor todavía, y de Agosto a Noviembre la estación
de lluvias, donde recogen agua para todo el año, con lluvias diarias
aunque no significa que sean permanentes. Una vez en Bangkok, de
nuevo a coger el avión hacia el norte del país, destino Chiang Mai,
la segunda ciudad más poblada de Tailandia después de la gigantesca
Bangkok, con más de 12 millones de habitantes.
El menú ciclista de la primera etapa
(jet lag y cansancio del viaje incluido) transcurría por el clásico
bucle de Samoeng. Una ruta desde Chiang Mai, circular, preciosa y muy
dura que tiene su punto culminante en el bosque de Samoeng. Para
llegar ahí nos enfrentamos a una subida larguísima que sube a
repechones. No me extraña que la bici que he alquilado venga con un
34-32. Es terreno para ponerlo durante bastantes kilómetros. Una vez
de regreso a Chiang Mai, con más de 100 km en las piernas, me quedo
con las ganas de subir a Doi Suthep, la subida más cercana a Chiang
Mai. Pero el estado de forma en el mes de Enero no es lo
suficientemente bueno como para incluir también esta subida en el
programa. Doi Suthep queda con Doi Inthanon (la montaña más alta de
Tailanda, a no demasiados kilómetros de Chiang Mai) en la libreta de
subidas pendientes.
2º día: Buenas carreteras... pero
por la izquierda.
Las comunicaciones en Tailandia son...
diferentes. Los tópicos hablan de las motos con tres ocupantes o más
y sin casco y de los tuk tuk. Es un viaje en el que alquilar un
coche resulta complicado por el lenguaje y por la conducción de los
tailandeses. Lo de menos es que circulen por la izquierda, a eso uno
se acostumbra rápido. El tráfico en Bangkok es absolutamente
caótico, pero en el norte no tengo la sensación de que sea
especialmente difícil. Las carreteras por las que circulamos se
hallan perfectamente asfaltadas y solo algunos tramos están en
obras, como ocurre en cualquier lado.
La etapa que nos esperaba el segundo
día salía desde Tambon Mae Chedi, una localidad muy turística con
aguas termales y géisers. Cabe destacar que el turismo predominante
en Tailandia es el turismo chino, un turismo que por cierto no es
demasiado del agrado de los tailandeses. De la misma manera que
nosotros sufrimos la colonización de los americanos, ellos sufren la
colonización de los chinos... El lugar de destino de esa etapa,
después de recorrer 81 km fue Phayao, un pueblecito precioso junto a
un lago, pero sin excesivo turismo. En el trayecto, nos detuvimos a
ver las cascadas de Tan Tong, una de tantas que podemos admirar en
Tailandia, aunque con poca agua al encontrarnos en esta época del
año en la estación seca.
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Avituallamiento tailandés |
3er día: Avituallamientos con
“sticky rice”
El tailandés es un pueblo en el que la
comida está siempre presente. Son incontables los restaurantes
callejeros donde uno puede comer por unos precios irrisorios un plato
de fideos de arroz o fideos de judías, con bolas de carne o de
marisco, o el típico arroz, base de la gastronomía tailandesa.
Incluso en los poblados más pequeños encontramos sitios donde
comer, tenderetes donde comprar fruta, pinchos de pollo o de cerdo,
pequeñas tiendas donde poder comprar agua embotellada (allí ni los
locales beben agua del grifo). La única precaución con la comida es
que no pongan picante puesto que ellos están muy acostumbrados pero
no todos somos capaces de soportarlo.
Nuestra etapa de hoy será
Phayao-Templo Blanco-Chiang Rai. Sin excesivas complicaciones
orográficas, pero una etapa larga que el calor hace dura.
Afortunadamente tenemos nuestra furgoneta de seguimiento con unos
avituallamientos muy especiales: nada de barritas energéticas, sino
comida tailandesa recién comprada en el mercado a base de arroz,
leche de coco y fruta. A destacar el sticky rice (arroz pegado) que
los tailandeses usan como el pan. El arroz es la base de la comida
tailandesa: abundante, barato y energético.
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En el Templo Blanco |
Durante la etapa pasamos junto a dos de
esos puntos que son de parada obligada, el Gran Buda Chino (donde
precisamente se estaba celebrando una carrera de BTT, hay que decir
que sin demasiada participación) y el Templo Blanco (Wat Rong Khun),
un templo contemporáneo no convencional Budista e Hinduista,
diseñado por Don Chalermchai Kositpipat cuya construcción empezó
en 1997 y está todavía inacabada, lo que no es óbice para que sea
lugar de peregrinaje de turistas.
El mercado nocturno de Chiang Rai cerró
el día y es una de esas cosas que no se olvidan fácilmente. Un
mercado nocturno, con música en directo, con todo lo que puedas
imaginar en un mercado callejero asiático.
4º día. Buda y el Rey, intocables.
Son los dos grandes referentes para el
pueblo tailandés. El Budismo es la religión mayoritaria en un 95% y
su lema es “Sanuk, Sabai y Saduak” que traducida significa ” sé
feliz, permanece sereno, conténtate con aquello que la vida te
ofrece”. Circular por las carreteras tailandesas es sinónimo de
pasar junto a gigantescas imágenes de Buda y templos dedicados a él.
Entrar en un templo budista, siempre abierto a todo el mundo,
significa descalzarse y rezar en cualquier momento de cualquier día,
no tiene por qué ser domingo. Los monjes budistas, ataviados con
cabezas rapadas y sus escuetos vestidos de color azafrán, forman
parte del paisaje urbano y rural en todo el país.
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Doi Tung, vistas espectaculares |
En cuanto a la monarquía, el Rey de
Tailandia (Rama IX,
Bhumibol
Adulyadej) es venerado por su pueblo. Fue proclamado
rey el año 1946, y hoy, ya con 81 años, y con un delicado estado de
salud sigue siendo la gran referencia de un país que honra la
monarquía y que no permite la más mínima falta de respeto a su
rey. Lamentablemente, su hijo el príncipe no goza de la misma
reputación que el Rey.
La etapa de hoy es Chiang Rai-Doi Tung.
Una etapa principalmente llana en la que de nuevo nos acompañará el
buen tiempo y que destacaría por los inmensos campos de arroz que
atravesamos mientras nos acercábamos a Mae Sai con la montaña de
Doi Tung presidiendo los campos (una montaña curiosísima que vista
desde el valle parece una mujer embarazada)
Doi Tung es una residencia vacacional
de los Reyes de Tailandia, un lugar que ha servido para dinamizar el
turismo en la zona y al mismo tiempo para apartar el tradicional
negocio del norte de Tailandia: el cultivo del Opio.
5º día La eterna sonrisa.
Tailandia es un pueblo amable y
sonriente. En ningún momento te sientes amenazado ni inseguro. Es un
país que sabe que depende del turismo y sabe tratar a sus
visitantes. Uno no percibe una extrema pobreza, percibe un pueblo
humilde, pero con una buena educación. Todos los niños van
uniformados, ves a los niños de los colegios realizando actividades,
visitando templos...
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Un puesto de fruta en un pueblo remoto |
En el recorrido que hicimos en esta
etapa, desde Mae Sai hasta Chiang Kong, con 105 km, nos detuvimos a
hacer una foto con el gran Buda dorado del “Golden Triangle”, el
Triángulo de Oro. Impresionante escultura ante la que es imposible
no retratarse. Mi foto con la bicicleta a los pies del gran Buda
dorado es uno de mis recuerdos preferidos de todo el viaje a
Tailandia.
Tras una etapa principalmente llana
siguiendo el río Mekong llegamos al pueblo fronterizo de Chiang
Kong. Estamos en la frontera con Birmania y muy cerca de la frontera
con Laos. Se trata del triángulo de Oro, famoso hace unos años por
el cultivo y tráfico de Opio y una zona que estaba en manos de los
traficantes de esta hierba. Hoy, después de una decidida apuesta por
el turismo eso ya ha quedado atrás.
6º día Precauciones en un país
remoto.
Viajar a Tailandia
supone una serie de precauciones. Hay que vacunarse de las fiebres
tifoideas, de la Hepatitis B y C, de la rabia (numerosos perros de
nula vacunación sueltos en las aldeas) y del tétanos. A nivel
sanitario es importante atenerse a las recomendaciones alimenticias
de los médicos para evitar problemas como el que tuvo uno de
nuestros acompañantes, con colitis y deshidratación. Mejor si
evitamos comprobar cómo funciona el sistema sanitario tailandés.
Ninguna queja, por cierto.
Posiblemente la sexta etapa de este día
fue la etapa más exigente de todo el recorrido y es la que nos llevó
desde Chiang Kong hasta Chiang Kham. 135 kilómetros muy exigentes.
Quisiera poder deciros que montañas subimos pero el terreno era tan
agreste, tan desconocido, tan solitario, que ni siquiera en Strava
hay segmentos con el nombre de las subidas. Terribles rampas en las
que apenas conseguíamos avanzar se sucedían. Muchos kilómetros
ascendiendo a media ladera de unas montañas muy verdes con unas
impresionantes vistas sobre el valle. Perdidos en medio de la nada
con aldeas minúsculas que aparecen en medio de la montaña.
Finalizamos la etapa en un hotel rural idílico junto a una cascada
en otro paraje remoto. Otra experiencia para recordar.
7º día El dedo que toca el cielo
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Phu Chi Fa, mítico |
El último día de bicicleta suponía
uno de los retos más importantes, la subida a Phu Chi Fa, que
significa “El dedo que toca el cielo”. Una montaña con una forma
muy singular justo en la frontera con Laos, destino de numerosos
turistas que se acercan a este recóndito lugar en autocares para
observar la salida o la puesta de sol, ya que la panorámica que
ofrece es sencillamente inigualable. Phu Chi Fa es una de esas
subidas larguísimas a través de carreteras solitarias que merece
ser disfrutada en la medida que se puede disfrutar un puerto de más
de 30 kilómetros con un final muy muy exigente. Nulo tráfico,
aldeas perdidas en medio de la montaña, magnífica panorámica...
Otro día para disfrutar de un ciclismo diferente.
Tras finalizar estos días de ciclismo,
cómo no, hay que probar el masaje tailandés, otro de los tópicos.
Recibir un masaje tailandés, más allá de los prejuicios, es algo
que nadie debería evitar en un viaje a Tailandia, una experiencia
terapéutica y placentera ( ¿o no tanto?). El masaje tailandés es
la expresión más antigua de la medicina en Tailandia, y se
considera la experiencia curativa por excelencia.
Después de 7 días de cicloturismo
total por el Norte de Tailandia las vacaciones aún dan tiempo para
muchas más cosas. También sobre la bicicleta aunque de manera
diferente. Visitar los magníficos templos de Ayutthaya,
antigua capital del Reino de Siam, destruidos y quemados por los
Birmanos en el siglo XIII, es un viaje al pasado donde uno imagina el
esplendor del antiguo imperio. Circular en bicicleta por Ayutthaya,
declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, visitar todos sus
templos, los impresionantes Wat Phra Sri Sanphet y Wat Chai
Watthanaram, es una experiencia para recordar. Y después, llegar
hasta el mercado flotante de Ayutthaya.
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Pedaleando en Bagkok con Spice Roads |
Bangkok es inmensa, caótica, de
contrastes, en un atasco permanente. Describirla en un párrafo es
imposible, pero la experiencia, de nuevo, de descubrirla en
bicicleta, hace de Bangkok una ciudad más cercana. Se puede cruzar
en barca el Chao Phraya y pedalear por la jungla de Bang Kra Jao, una
zona que no ha sido todavía explotada y sobreocupada como la mayoría
de zonas de la capital. Entrar un domingo en el mercado de Jatujak
(el mercado al aire libre más grande de toda Asia) es otra
experiencia sociológica que nadie que visite Tailandia debería
perderse.
Pasamos unos días también en
Kanchanaburi, donde el famoso “Puente sobre el río Kwai”,
una parte importante de la historia de la segunda guerra mundial que
fue retratada en la famosa película de David Lean en 1957.
Kanchanaburi también ofrece la posibilidad de visitar el Tiger
Temple o de montar en elefante.
Todo lo que prometía un viaje como
éste se queda corto ante lo vivido. Uno vuelve enamorado del país y
de su gente. Esta vez la bicicleta no ha sido el objetivo principal
del viaje, ha sido un medio para conocer lugares que de otra forma no
habría podido descubrir. Gracias a la bicicleta he llegado a lugares
recónditos y remotos.
No hay mejor manera de conocer un país
que montado sobre una bicicleta.