sábado, diciembre 14, 2002

En el paso de Gavia, 1988

Esta es la versión abreviada de un artículo de Bruce Hildenbrand para la revista Cycle Sport, donde Andy Hampsten recuerda su subida sobre el paso de Gavia durante el Giro d'Italia 1988. Su versión original puede encontrarse en la página de Hampsten, que ahora tiene una tienda de bicicletas en Seattle, USA y otra en Italia.


"Las cosas comenzaron a parecer difíciles en el descenso de Aprica. Yo llevaba toneladas de ropa, pero la lluvia había estado cayendo a cubos desde el comienzo de la etapa y yo estaba tiritando a causa de lo mojado que estaba y del frío. No estaba seguro de cuánto tendría que sufrir, pero sentía que todos nosotros ibamos a sobrepasar nuestros límites para franquear el Gavia. Sabía que yo podría sufrir, pero también sabía que sería muy duro para mis compañeros de equipo así que los intentaba animar también. Recuerdo decir a Bob Roll que éste sería probablemente el día más duro sobre la bici en toda nuestra vida.
Todos sabían que yo iba a atacar. Cuando aumentó el ritmo, fui al frente y todos los escaladores marcaron mi rueda. Podría oír que murmuraban "Hampsten van a atacar" y que están intentando desalentarme. A este punto la carretera todavía estaba asfaltada, pero cuando salí de una curva a la izquierda vi convertirse la carretera en camino sin asfaltar y una señal de tráfico del 16% de pendiente, y entonces fue cuando pinché.
Debido a toda la lluvia, el camino sin asfaltar era realmente inestable. Estaba muy blando y las cubiertas dejaban un surco por donde pasaban. A medida que íbamos subiendo, mi mente comenzó a divagar y los aspectos psicologicos de lo que estaba ocurriendo empezaron a arrastrarse en mi mente. Sentía que había alcanzado mis objetivos hasta la fecha, sin tomar riesgos, pero cuando las cosas se empezaron a poner mal, pensé lo que podía hacer para mejorar las cosas.
Dejé de pedirle Dios que me ayudara, ya me había ayudado bastante dándome el privilegio de competir. En vez de eso empecé a especular lo que estaría dispuesto a negociar si el diablo aparecía. Desmoralizado por esta cadena de pensamientos, me dí cuenta que al principio del día había confiado solamente en mí mismo para sobrevivir a la etapa. En el Gavia, como siempre, no había atajos y yo nunca había buscado ayuda de píldoras u otras ayudas, aunque estaba en un estado tan mental que dudo que hubiera resistido cualquier tentación que me llevara a Bormio. Debo confiar en mí mismo para conseguir llegar al final.
A 4 millas para la cima del Gavia, en mi mente comenzó a entrar la niebla. Comencé a pensar en el frío que estaba pasando en ese momento y el descenso de 15 millas que me esperaba desde la cima hasta Bormio. Y las dudas comenzaron a apoderarse de mí...
¿Los coches del equipo iban a conseguir coronar? ¿El masajista estaría arriba con té caliente? ¿Och estaría allí a un kilómetro con mi bolsa? (Nota del Traductor: Jim Ochowitz, director deportivo del Motorola) A 3 millas de la cima, fui a ponerme un gorro de lana pero decidí primero quitar el agua de mi pelo, pero mi mano se congeló a través de una enorme bola de nieve que cayó sobre mi parte posterior. Cuando vi los edificios pensé que había llegado a la cima (lo era!) y si iba a parar, debía hacerlo allí. Pero realmente deseé seguir en ese momento. No era una cuestión de supervivencia todavía.
Tenía solamente una marcha para la bajada, todas las demás se habían congelado y pensé que debía seguir pedaleando para mantener esa marcha sin hielo. El camino era sin asfaltar al iniciarse el descenso. Era mejor para descender que el asfalto pues no se congeló. Lo probé un par de veces para ver si era suficientemente sólido y lo era. Los espectadores que había en el descenso no sabían si la carrera se había suspendido, así que deambulaban por en medio de la carretera mientras yo bajaba. A medida que descendía me iba enfriando más y más. Intenté no pensar en el frío y concentrarme en la carretera que tenía frente a mí. Ahora era asfalto, pero no estaba helado afortunadamente. Intentaba no frenar demasiado bruscamente. Cuando utilizaba los frenos, primero tenía que quitar el hielo de las llantas, y después intentar quitar el agua, antes de tener alguna potencia de frenada.
Me habían hablado de la hipotermia y sobre lo frío que podría llegar a estar antes de que uno no pudiera pedalear más. Mis brazos estaban bloqueados desde el comienzo del descenso, y yo simplemente intentaba seguir pedaleando para mantener mis piernas en movimiento. En un momento dado, miré hacia abajo, hacia mis piernas y a través de una capa de hielo y de grasa (lanolina), pude ver que eran de color rojo brillante. Después de eso, no miré mis piernas de nuevo...
A 6 km para el final, Breukink me cogió, pero yo estaba totalmente bloqueardo y no podía responder. Breukink no llevaba puesta ninguna chaqueta de lluvia, solo un jersey, así que él podría bajar más rápido en la larga recta que llegaba a Bormio. No había forma humana de quitarme la chaqueta. Después de que cruzara la línea de meta, me dirigí hacia nuestro masajista. Mike Neel vino y me metió en el coche del equipo, que estaba en marcha y con la calefacción a todo meter. Cuando comencé a calentarme el dolor empezó a remitir. Mike me dijo entonces que la Maglia Rosa era mía y el dolor y el euforia se mezclaron y comencé a gritar, a reír y a tiritar.
En el plazo de 10 minutos del final, estaba arriba en el podium. La Maglia Rosa me sentaba bien. Me la puse y todas mis dudas se esfumaron. Las entrevistas de la TV comenzaron y recuerdo que decía "Hoy no era deporte, era algo más allá del deporte."
Todos y cada uno de los que pasaron el Gavia ese día fueron vencedores. Incluso desde aquella jornada, hay una serie de corredores cuyo principal crédito es que subieron al Gavia ese día."

viernes, septiembre 20, 2002

Pic Neulós

Tuvo que ser un extremeño (Carlos Vadillo) quien me advirtiera de esta interesante subida que está justo en la frontera catalana con Francia. Debo reconocer que no me sonaba absolutamente de nada, aunque una vez sobre la pista, en el Atlas Michelin se apreciaba el pico y una carretera local que le andaba cerca, por lo que mis esperanzas de que fuera una subida asfaltada y ciclable eran bastante sólidas. El Pic Neulós es el pico más alto del Macizo de la Albera, con sus 1.256 metros y se trata de una ascensión considerable, con unos números globales de 15,4 kilómetros de longitud, un desnivel de 950 metros y por tanto un desnivel medio del 6,16%.

Viniendo de la zona de Figueres, no hay otro remedio que llegar por la carretera Nacional II, bastante transitada por camiones, aunque con un arcén lo suficientemente ancho y en buen estado como para poder circular sin excesivo peligro. Lo que ya no salva el arcén es el aire que suele pegar por toda la zona, que incomoda y ralentiza la marcha. Siempre que el aire sea moderado, puesto que si sopla la tramontana es imposible mantenerse sobre la bicicleta.

Tras pasar La Junquera, todos los parkings de camiones habidos y por haber y la antigua frontera ahora desierta, entramos en Francia ya en ligera ascensión hasta llegar a Le Perthus (El Portús), catalogado como col, a una altitud de 294 metros. Una vez atravesado el pueblo (con una zona comercial muy importante), vemos un desvío a mano derecha que indica Col de l'Ouillat, y L'Albera. Esa es la carretera correcta que nos llevará al Pic Neulós. Arriba se observa un inmenso puente por el que circula la autopista y nosotros pasaremos por debajo. A partir de ese momento todo el tráfico que hemos sufrido en la Nacional II se convierte en tranquilidad. Lamentablemente la calidad del asfalto también cambia ostensiblemente, aunque en ningún momento dificulta la ascensión.

Los primeros kilómetros son bastante suaves, además en el principio de la ascensión pude observar hasta 3 fuentes donde podremos llenar los bidones.

Cuando llevamos 5,8 kilómetros de ascensión encontramos una bifurcación. A la izquierda la carretera lleva a St. Martin de l'Albere, pero nosotros debemos ir a la derecha hacia la pequeñísima localidad de St. Jean de l'Albere, que encontraremos apenas a 500 metros de la bifurcación. La carretera sigue ascendiendo y a partir de aquí a la izquierda ya empezaremos a tener una preciosas vistas sobre el macizo de la Albera, con todo el verde que ya quisieramos para tantas otras zonas.

Poco a poco la cosa se va complicando y después de un tramo bastante duro, en el kilómetro 11,9 llegamos al Chalet de l'Albere, un restaurante que allí a casi 1000 metros goza de otra vista grandiosa. El restaurante se halla a la derecha tal como se va ascendiendo, mientras que en la parte izquierda existe una gran zona de picnic a la sombra del Forêt Domaniale des Alberes, que se extiende durante varios centenares de metros a lo largo de la carretera.

Como podreis ver en el gráfico, a partir de ahí las cosas ya se van a complicar definitivamente con un kilómetro a una media del 8,1%. La pendiente ya no bajará del 7,7% que tiene el kilómetro siguiente, y además llevamos más de 12 kilómetros de ascensión...

En el punto kilométrico 13,5 encontramos una señal de prohibido circular a vehículos (excepto coches de servicio), y este tipo de señales a menudo suelen ser indicativas de que lo peor ha llegado (por su extrema pendiente, como en el Madeloc, pero también por la estrechez de la carretera, por ejemplo). Y este es también el caso. Los aproximadamente 2 kilómetros que quedan salvan unos 200 metros de desnivel. Tras una curva a izquierda hay una larguísima recta que desemboca en una valla que impide el acceso a lo que parece una base militar y resulta ser (según he confirmado a posteriori) un radio faro destinado a la navegación aérea.

La pena es que la zona vallada impide la vista de lo que sería la zona catalana. !Qué le vamos a hacer!

martes, agosto 20, 2002

La Tour de Madeloc


Hacía tiempo que quería visitar esta subida, relativamente cerca de "mis dominios" y de hecho en la Cataluña Norte. Las noticias que tenía sobre ella procedían básicamente del Brevet International du Grimpeur (B.I.G.), o Diploma internacional del Escalador.

Las informaciones que me llegaban de ahí indicaban que había desniveles superiores al 20% y, aunque no se trata de una subida excesivamente conocida supone un verdadero reto para cualquiera. Concretamente su último kilómetro me asustaba tremendamente. Su porcentaje medio se suponía que era al 15%!!!

La ruta lógica desde España hasta Banyuls sur Mer, localidad donde se inicia la ascensión, es por la preciosa carretera Nacional 260, que bordeando la costa desde Llança llega a Francia por Cerbere, tras una sucesión de duros repechos, o más bien puertos propiamente dichos, como el Col de Sastre (202 m.) y el col de Belitres (170 m.). El único inconveniente que tiene esta carretera es que no tiene arcén y se hace complicado convivir con el numeroso tráfico que se genera en esta nacional. Como contrapartida, las vistas sobre el cabo de Creus, en España, y sobre la Costa Roja, ya en Francia, son espectaculares.

Llegando a Banyuls sur Mer ya se divisa la Tour de Madeloc, majestuosa, que con sus 657 metros de altitud ciertamente intimida al ciclista que pretende escalarla. Una vez llegados al pueblo, las indicaciones son muy claras y no hay posibilidad de pérdida, aunque siempre podemos detenernos en la Oficina de Turismo para hacernos con algún mapa o simplemente para asegurarnos de la ruta a seguir. Precisamente ahí comprobé que se celebra a mediados de Agosto una carrera a pie que asciende a la Tour de Madeloc por camino de montaña, en 17,5 kilómetros, pasando también por la Capilla de Notre Dame de La Salette, que comparte itinerario con nuestra protagonista en sus primeros kilómetros.

Por la explicado hasta el momento cabe recalcar que la vertiente analizada es la sur, existiendo otra vertiente por la cara norte, hasta llegar al último terrible kilómetro que es común, y por tanto la única manera de llegar a la torre.

La ruta está bastante bien asfaltada y se puede hacer perfectamente con la bicicleta de carretera siempre, eso sí, que llevemos el desarrollo adecuado. En caso contrario, será imposible llevar a cabo la ascensión. Los primeros cinco kilómetros de ascensión se empiezan a hacer duros, aunque tienen desniveles bastante "soportables", concretamente del 7%, 5%, 6,3%, 7,1% y 6%. Posteriormente hay un par de kilómetros de descanso relativo (al 4,2% y 2,3%). Tras este último kilómetro las cosas se complican ligeramente, puesto que la carretera se estrecha y el desnivel asciende al 8,4%. De todas formas, la torre sigue estando muy arriba y solamente debería quedar un kilómetro.... Aproximadamente al final de este octavo kilómetro encontramos el desvío a la izquierda que dirige a la Tour de Madeloc. La carretera continua recto y si la seguimos bajaremos por la vertiente norte. Pero hemos venido a subir hasta arriba y no nos vamos a quedar ahí...

Eso sí, a partir del desvío ya es imposible seguir con el coche (entre otras cosas, por eso la foto me la tuvieron que hacer en ese último desvío), puesto que nos encontramos con la indicación de Prohibido circular, excepto vehículos de servicio.

Los primeros metros tras el desvío son bastante llevaderos pero es una vez pasada la última edificación en ruinas que nos encontraremos cuando una curva a derecha deja ante nuestra vista un tremendo muro que me recordó (para que os hagáis a la idea), el último muro del 22% de Peña Cabarga. Esa misma sensación de carretera que lleva al fin del mundo, puesto que el desnivel y la proximidad de la cima solo te permite ver el cielo al final de muro... Las curvas a izquierda son mucho más pedaleables, pero hasta 4 veces las curvas a derecha nos dejan ante impresionantes paredones.

Cerca de la cumbre, encontraremos una barrera que se puede levantar fácilmente, pero que nos hará descender de la bicicleta, si es que no lo hemos hecho con anterioridad. A partir de ahí, únicamente unos 200 metros, todavía en dura subida, y alcanzaremos la base de la Torre.
La vista desde la cima es impresionante: hacia el oeste un árido macizo montañoso que corresponde a la Sierra de la Albera (los últimos vestigios de los Pirineos orientales) y mirando hacia el mar, desde semejante atalaya podemos observar los lagos que caracterizan esta zona de la costa francesa.

Si la subida es escalofriante, la bajada es peligrosísima por la desmesurada inclinación de la carretera, su tremenda estrechez y la falta de protecciones o guardarraíles en una carretera literalmente escarbada en la ladera de la montaña. También encontramos gravilla en algunas curvas. Bajar encima de la bici supone no permitir que ésta acelere lo más mínimo, manteniendo el freno trasero pulsado a tope permanentemente. Personalmente debo decir que un par de tramos los bajé a pie... Y eso que no soplaba el viento con fuerza, pero cabe recordar que en esta zona, como en el el Empordà catalán, sopla frecuentemente la tramontana, un viento violentísimo que caso de encontrarlo hace imposible ir sobre la bicicleta.

En total, pues, 9,2 kilómetros a un desnivel medio del 6,78%, pero en absoluto constante, como habéis podido comprobar.

La mala noticia de esta subida es básicamente que es imposible albergar un final de etapa de un vuelta profesional. No solo por la estrechez de la calzada en su tramo final, sino por la falta material de espacio para albergar toda la infraestructura que conlleva una vuelta (o la infraestructura mínima necesaria). Unicamente hay una pequeña explanada antes de la última barrera, pero de dimensiones reducidísimas. Una vez arriba del todo, en la torre, el espacio es el justo para alojar un par de coches que se han saltado a la torera las indicaciones de los carteles...
En resumen, una escalada super-recomendable para los amantes de las emociones intensas y que estén en plena forma. El último kilómetro de la Tour de Madeloc supone un verdadero desafío sólo al alcance de los más fuertes.

Recientemente he sido advertido de otra carretera infernal, también situada en la Cataluña Norte. Se trata de la Abadía de San Martín del Canigó, con un desnivel de 270 metros en un sólo kilómetro, lo que significa un desnivel medio del 27%.......

martes, junio 04, 2002

El Puy de Dôme

El Puy de Dôme es una de las más míticas cimas, no solo del Macizo Central, sino de Francia entera. Con sus 1.465 metros de altitud, tiene todo lo que se le puede pedir a una montaña: una historia plagada de gestas ciclistas, una extrema dureza, y un paisaje bellísimo (ver foto). Sobre su extrema dureza, los números no engañan: los últimos 4,5 kilómetros tienen un desnivel medio del 12%, e incluye una impresionante rampa de 700 metros al 15,6%. Podeis ver su altimetría detallada en el siguiente link: http://www.salite.ch/puy.htm

Como decía es también una cima con historia, no en vano fue ascendida por primera vez en el Tour de Francia el año 1952, igual que Alpe d'Huez, y ambas ascensiones con victoria del gran campionissimo Fausto Coppi. Es por tanto un lugar que Italia entera adora. Sin embargo, el Puy de Dôme, si por un país se decanta es por España. Ha sido testigo de numerosas victorias de los nuestros; Bahamontes, Julio Jiménez, Ocaña (en 2 ocasiones) y Angel Arroyo: 5 victorias de un total de 12 finales de etapa en el Tour de Francia.

En el año 1959, en la cronoescalada del Puy de Dôme, Federico Martín Bahamontes, a la postre vencedor del Tour, superó en un minuto y medio a Charly Gaul y, en casi cuatro, a Jaques Anquetil, el mejor ciclista de la época. Su exhibición dio la vuelta al mundo. En tan sólo 12 kilómetros dejó a sus rivales fuera de juego.

El año 1964 el Puy de Dôme fue escenario de un doblete español en una jornada histórica, no tan solo por la victoria de Julio Jiménez y el segundo lugar de Bahamamontes, sino especialmente por el duelo que mantuvieron Anquetil y Poulidor (el legendario Poupou, eterno segundo). Aquel día estuvo a punto de cambiar la historia. Poulidor, tras un mano a mano espectacular con su rival, los dos solos ascendiendo el Puy de Dôme, dejó a Anquetil, aunque sólo pudo quitarle 43 segundos, en lugar de los 57 que necesitaba. Por 14 segundos no pudo vestir el maillot amarillo. Nunca lo conseguiría.

Los 70 fueron años en que el Tour se acercó muy a menudo al Puy de Dôme. Hasta 5 veces se llegó hasta su cima, en dos de las cuales venció el español de Mont de Marsan, Luis Ocaña. La más recordada es la de 1971, en que Ocaña y Thevenet descolgaron al super-favorito Eddy Merckx, en lo que sería sólo un pequeño avance de la debacle de Merckx unos días después en Orcieres Merlette. Unicamente la famosa caída de Ocaña en el col de Mente (Pirineos) pudo alejarlo del Tour de 1971.

En 1975 venció el pequeño belga Lucien Van Impe, aunque en esta ocasión el protagonismo se lo llevó de nuevo Eddy Merckx que definitivamente no podrá recordar el Puy de Dôme como una de sus cimas favoritas. Un desalmado le soltó un puñetazo en el hígado en plena ascensión. La rivalidad con el francés Thevenet puso a los aficionados en su contra.

Tras dos victorias del holandés Joop Zoetemelk, en 1983 se produjo otro doblete histórico para nuestro país, con Angel Arroyo y Pedro Delgado. Fue un Tour histórico para España. Tras muchos años sin ningún protagonismo español, el joven equipo Reynolds acudió al Tour plagado de gente joven, entre los que destacaba un tal Pedro Delgado, que desde la primera etapa de montaña demostró que su carrera sería el Tour de Francia. Entre él y el más veterano Angel Arroyo consiguieron que España volviera a vibrar con el Tour como desde la época de Ocaña no se conseguía. La imagen corresponde a las rampas finales de la cronoescalada al Puy de Dôme.

Incluso el hecho de que durante los últimos años no haya sido ascendido en el Tour de Francia ayuda en gran manera a mantener vivo el mito del Puy de Dôme. Desde 1988, el año en que Delgado ganó el Tour, no se ha ascendido más. Los problemas que comporta el hecho de tratarse de una carretera tan estrecha, con un desnivel tan pronunciado, han obligado al Tour a pasar de largo. Esperemos que no por mucho tiempo.